Transferencia

Transferencia
*Auspiciada por la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por Resolución Nº 728 CUDAP:EXPE-MGE:0004039/2011. A partir del 6 de Septiembre del 2011.

*Declarada de Interés Académico por el Honorable Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por contribuir al desarrollo de la producción cultural de la provincia. (Resolución CD FHCSyS Nº 143/2011), a partir del 23 de Agosto del 2011.

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Declarada
de Interés Educativo por el Instituto de Acción Cooperativa (Art. 1º; Resolución 406/2008 - Santiago del Estero, 18 de Julio de 2008), teniendo en cuenta la importancia que representa para el acervo cultural la difusión de conceptos y pensamientos del Psicoanálisis en la Cultura.

Editorial (por Adriana Congiu)


Como verán la conversación está iniciada. Las palabras comenzaron a marcharse de sus cómodas butacas, a tener movimiento…y, a dar vida a las páginas que tienen entre sus manos.
Nuevamente la partida se abre. Una jugada sigue a otra, cada una quiere ser inteligente, astuta, sorpresiva….aún sabiendo que algunas piezas serán perdidas antes del final de la jornada.
Sin embargo, quien las elige, no las piensa para atacar a un adversario; sino más bien para animar la charla.
Entonces conversamos. Conversamos escribiendo que es otra forma de desgajarnos de las cosas que nos habitan y transforman.
Y nos preguntamos si ¿habrá alguien en la otra orilla que se conmueva con algún hallazgo?
Porque a veces, conviene que no todo se resbale placenteramente como si nada….
Conviene, que alguien tome el relevo de la palabra, que empuje los límites de los casilleros, se estire y alcance otras distancias.
En fin, el tablero está listo y con sus piezas colocadas.
Pasen, ocupen sus lugares. ¡Ya sabemos que cada lector hará su mejor jugada!

*Adriana Cecilia Congiu

El límite de lo bello (por Diego Perez Collado)

Un artista trabaja en el límite de lo bello. Es esa tensión la que da el color a la obra: sin ella sería insípida. Para Eugenio Trías, filósofo español, ese límite —y condición— es lo siniestro.
En el recorrido que hace en el libro Lo bello y lo siniestro (1981) nos dice que desde Kant el efecto estético deja de estar restringido a la categoría limitativa de lo bello (armonía, justa proporción). Nos muestra cómo, en la Crítica del juicio, Kant extiende el campo de la estética: el sentimiento de lo sublime puede ser despertado por objetos “conceptuados negativamente, faltos de forma, informes, desmesurados, desmadrados, caóticos”.
Lo “sublime” es incorporado a la categoría de lo bello, lo infinito se revela a través de lo finito. Así cobra significación el aforismo de Rilke: “Lo bello es el comienzo de lo terrible que los humanos podemos soportar”. Lo sublime pone en suspenso los límites, linda con lo siniestro.
La obra de arte es una estructura, un velo que transforma y ordena un caos que deja intuir, pero que nunca revela. Mientras “Lo siniestro es aquello que, debiendo permanecer oculto, se ha revelado” (Schelling) —citado por Freud en su trabajo de 1919 sobre Lo siniestro. Para Freud, lo siniestro es una forma de la angustia en que lo angustioso es algo reprimido que retorna.
En la conferencia Sobre Joyce (El curso de Tucumán, 1985), Germán García comenta que habría “unos sujetos que desean un reconocimiento y otros que temen a su propio deseo...”, la comunidad de cobardes “que teme enfrentarse a los propios fantasmas, elige a algunos tipos para que cumplan esta función…”, “…el artista es el que se arriesga en los límites de algo que linda con la locura para articular en palabras fantasmas de los cuales participa su auditorio…”
Le interesa una de las posturas freudianas frente al arte: aquella que toma el fantasma como “matriz generativa” de la obra. Nos remite al texto El poeta y los sueños diurnos (1907), que compara la actividad del poeta con el juego infantil, que sitúa “las cosas de su mundo en un orden nuevo, grato para él”.
El adulto reemplaza el juego por el fantaseo. Para Freud, el hombre fantasea porque está insatisfecho, en tanto tiene todavía un deseo: los “sueños diurnos” o “ensueños” realizan esos deseos. Algunos de éstos, que merecerían ser ocultados, le dan el tinte vergonzoso a estas fantasías: por ese motivo, el soñador las oculta a éstas también y, remarca Freud, aunque las comunicase, “no nos produciría con tal revelación placer ninguno”.
El escritor parte también del deseo, pero lo realiza en su obra, con lo que Freud llama graciosamente técnica de superación de la “repugnancia”. Esa es la elaboración artística. “El poeta nos pone en situación de gozar en adelante, sin avergonzarnos ni hacernos reproche alguno, de nuestras propias fantasías”.
Es así como el creador arriesga, rozando aquello que puede ser angustiante. Al decir de Trías: “La obra artística traza un hiato entre la represión pura de lo siniestro y su presentación sensible y real”. Lo siniestro está al costado, metaforizado. El espectador está siempre a punto de ver lo que no puede ser visto. Esa visión sin mediación rompería el efecto estético, ese es el límite.

*Diego Perez Collado

Psicoanálisis o Arte (por Adriana Congiu)

Partiendo de un párrafo de J. Cortázar, me he preguntado si no es el psicoanálisis un tratamiento moderno de la cultura para “educar” el goce hacia la estética del “bien decir”.
El cuento que incluye el párrafo aludido se llama: “Ahí pero dónde, cómo” está en Octaedro.

“...escribiéndolo por lo menos lucho contra lo inapresable, paso los dedos de las palabras por los agujeros de esa trama delgadísima....”

Cualquier lector gustoso de alternar autores puede encontrar citas como la de Cortázar en Octaedro. Bioy Casares por ejemplo decía que: “Escribir es un intento de pensar con precisión”. Borges, intentaba con poemas “cifrar” su pensamiento. Existen, muchas confesiones literarias vinculadas al afán de retener algo de esa satisfacción inconsciente que el psicoanálisis nomina como Goce.
El interrogante que funda este trabajo, parte de la premisa de que ambas prácticas intentan con el instrumento simbólico, capturar un real que se presenta como inasimilable.

La interpretación que provee de sentido

Sabemos que la “Asociación Libre”, el incentivo a no detenerse a pensar lo que se dice, constituye el único artificio por medio del cual (Lacan llama a la palabra: médium) el analista puede incidir en la cura de un sujeto.(2) El analista promueve las palabras a sabiendas que las mismas exigen respuestas. Ahora bien ¿De qué modo responde un analista?
Es evidente que el interés de Lacan no era el de utilizar al lenguaje para la mera comunicación consciente. Desde el principio de su enseñanza Lacan entendió que la propuesta freudiana del inconsciente implicaba adjudicarle al lenguaje un estatuto que pretendía ir más allá de la comunicación. La lingüística de Saussure le sirvió para declarar la supremacía del sgte.; la diferenciación entre enunciado- enunciación de Jacobson fue promocionada para subrayar la posición subjetiva de quien habla y durante su 1º tiempo de enseñanza no hizo más que distinguir los recursos literarios de la metáfora y la metonimia como modalizaciones propias del inconsciente estructurado como un lenguaje. Este modo de abordaje de los dichos, es desde mi punto de vista, el punto nodal de acercamiento entre el psicoanálisis y la literatura.
El lenguaje vale más por su pretensión evocativa que por la literalidad de sus vocablos.
E. Laurent expone que:“la posición fuera de discurso del psicótico que habla; la juventud de la palabra en el niño, en tanto ésta supone ya ahí el lenguaje; la identificación del débil mental con la necedad del sgte., son las cuestiones que llevan a Lacan a interrogar a quienes hablan en la talking-cure. El dispositivo freudiano le parece alentar cualquier cosa menos la charlatanería y, por eso, abrevia la sesión”.(3)
En ese mismo artículo dice Laurent que “la sesión analítica es una verdadera compresión de la charla, como una centrifugación de la palabra vacía.”
Justamente, es la idea de “compresión” lo que nos acerca nuevamente a los escritores. La escritura ofrece ese trabajo de centrifugado ya realizado ...Casualmente es lo que hace el analista, opera reduciendo la gama de colores de las mil y un palabras que intentan brillar en el discurso del paciente a unos pocos sgtes. “plenos”. Del mismo modo que no todo lo que se dice vale, no todo lo que se escribe queda.
Sin embargo, es necesario darse cuenta que los relatos escuchados de un analizante no pueden ser homologados a los relatos narrados de un escritor.
¿Cuál es la diferencia entre ambas producciones, ya sean formaciones del inconsciente u obras de arte? ¿No provienen acaso ambas de una matriz singular que busca ser descifrada? ¿Acaso no es el mismo Lacan el que dice: “Todo acto fallido es un discurso logrado”? (4 )
La diferencia no aparece a simple vista si se considera que los relatos, (dichos) son entramados subjetivos en los cuales es factible cifrar algo del dialecto del inconsciente. Bajo esta concepción, es la interpretación que adjudica sentido la que se presta al desciframiento de ambas. Habría un nivel en el que podrían recibir un tratamiento similar, sería el nivel elemental que Miller explica como del pasaje obligado del sgte. al sgdo.

La multiplicidad de las interpretaciones: ignorancia de lo real.

La postura de Freud, reconocida y recordada por Lacan cuando realiza su homenaje a M. Duras (5), no es otra que el de conceder al artista la delantera.
Y si retomamos la comparación, la situación se complica si postulamos que tanto una como otra constituyen en si mismas, interpretaciones. Sea obra de arte o formación del inconsciente, son productos que resultan de elaboraciones previas, que bien pueden pensarse como verdaderas “traducciones” de una materia prima que exige ser desarrollada.
Aquí el punto de diferencia es que la obra de arte, el escrito en el caso de la literatura, no es permeable a la interpretación que apunta al real ocultado y recubierto por el talento del artista.
Al contrario, G. García (6 ) advertía hace unos años en un curso en Tucumán, que la relación entre el artista y la comunidad se sostiene en un vínculo oscilante entre idealización y cobardía. Lo que admira la sociedad es el talento del artista de envolver un real de modo tal, que uno podría olvidarse del vacío que causa la genial transformación. Se paga con idealización el encubrimiento de la falta.
Sin embargo, los actos fallidos, los lapsus, los sueños llevados al análisis no provocan la idealización; sino, más bien el cuestionamiento, la interpelación que si bien abre una serie de significaciones la meta es señalar el sin-sentido que los origina. No es difícil conocer de donde proviene esta vertiente de la interpretación que no se conforma con engordarse de significaciones. Bien lo señala Miller (7) cuando grafica la circunferencia que representa al inconsciente y en su interior un círculo mucho más pequeño que representa lo reprimido, indicando la no coincidencia exacta entre el inconsciente y lo reprimido. Se deduce entonces que: no todo elemento se prestó a ser representado por lo simbólico. No es casual el título del apartado en el que despliega el tema : “Los límites del lenguaje”.
Lacan, propone la interpretación por vía de la “la letra”. La que señala al sgte. en tanto separado de todo valor de significación.
Es por esta razón que en Los signos del goce, Miller afirma que Lacan apuntaba que la interpretación elemental fracasa cuando se la aplicaba a la obra de arte, en tanto es una interpretación que no tiene en cuenta la función del objeto como tal .

La interpretación del artista: cifra del goce

Incluimos así la existencia de un real que siempre se escabulle. En otros términos: Lo real es lo no realizado. Y en este sentido podemos pensar en el inconsciente “como lo nacido”.
Por lo tanto, la obra de arte, aún aquella que utiliza el lenguaje para “realizar” parte del inconsciente, solo recubre el vacío que la causa. Al decir de Lacan, en ese cifrado está el goce.
De este modo se puede colegir, que los escritos o las obras de arte en general, permanecen disponibles a una infinidad de interpretaciones, mientras que para el artista es un auto-tratamiento que implica nada menos que la deposición de un goce al que Lacan indica de manera radical.(8) Habría que subrayar que esta es la única razón por la que se interesa por el arte, porque lo considera como objeto a, como aquello que está en el lugar del goce perdido.
“Lo fundamental del artista no es que produce sentido, aunque lo haga, sino que además ofrece algo de sí mismo, que es material. Entendemos de esta forma la pregunta sobre el animal, que se le ocurre a Lacan respecto del goce: Si para pintar es necesario un pincel, ¿cómo pintaría una serpiente? Haría falta que deje caer sus escamas; y un pájaro sus plumas.
La novedad de Lacan es la proposición de que la articulación sgte. entraña un efecto distinto del de sentido, un efecto de goce”.

La interpretación analítica: respuesta de escritura.

Suponer una homología entre la escritura y los relatos asociativos, implica a su vez el paralelo entre lo oral y lo escrito. Esto proviene según la opinión de Miller, de “La instancia de la letra”,un texto que sirve para mostrar lo que hay de escritura en la palabra.(9 ) Aclara: “cuando se trata del inconsciente estamos en la escritura”.
No obstante hay que distinguir que si bien el análisis es posible gracias a la palabra del analizante, el dispositivo funciona cuando la interpretación del analista no es otra más que una respuesta de escritura. Es la interpretación que opera por el equívoco entre lo que se escucha y lo que se lee.
Es por esto que Lacan en su última enseñanza habló de lalengua, de la apalabra, de la lituraterre. Conceptos por medio de los cuales vuelve a incluir la invención de cada uno como aporte a la comunidad que habita lalengua.
Lo interesante en el caso de extremar la comparación entre lo narrado en análisis y lo narrado en un cuento es que ambas producciones dejan un resto. En el caso del arte permanece como resto desconocido y cercenado, pero igualmente provocador de nuevas historias; mientras que en el caso del análisis ese resto interviene, no es segregado. El trayecto del análisis lo va cercando cada vez más hasta invitarlo a participar de un modo nuevo. Al final del análisis, se espera que el analizante se decida a saber hacer con ese resto pulsional, con eso que se es. (10)

*Adriana C. Congiu de Flaja


Bibliografía
1- Cortázar, Julio,:”Ahí pero dónde, cómo” en Octaedro. Ed. Alfaguara
2- Lacan, Jacques: “Función y Campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” en Escritos 1. Ed. Siglo Veintiuno.
3- Laurent, Eric: “Concepciones de la Cura en Psicoanálisis” . Ed. Manantial
4- Lacan, J. Ob. Cit.
5- Lacan, Jacques: “Homenaje a Marguerite Duras, del Rapto de Lol V. Stein” en Intervenciones y Textos 2. Ed. Manantial.
6- García Germán: “Sobre Joyce” en El Curso de Tucumán-1990-Formación , Clínica y ética. Ed. Anáfora.
7- Miller, J. Alain: “Los límites del lenguaje” en La experiencia de lo Real en la Cura psicoanalítica. Ed. Paidós
8- Miller, J. Alain: Los signos del goce” . Ed. Paidós
9- Miller, J. Alain: Conferencias en nueva York y Cursos en París “Lenguaje, aparato de goce” Ed. Colección Diva.
10- Tendlarz, Silvia: “La objeción del tiempo a la neutralidad” en Rev. Ovidio. Ed. Asociación Freudiana de Psicoanálisis. San miguel de Tucumán, 2006.

Referencias en la obra de Lacan, número 34: Lacan y el Oriente (por Guillermo Zimmermann)


Como lo detalla la nota editorial, este último número de Referencias... se propuso dar comienzo a una asignatura pendiente: localizar los textos originarios de oriente a los que nos remite Lacan. Esta colección, fruto de los esfuerzos del Campo Freudiano en la Argentina, se aboca desde hace ya años a recolectar y publicar los textos a los que Lacan hace referencia en el transcurso de sus conferencias o en el interior de sus escritos y que más de una vez resultan en extremo difíciles de localizar para el estudiante. El resultado son estos tomos riquísimos, heteróclitos, que atraviesan con sus páginas las épocas y las distancias.
La obra de Lacan, se ha dicho, se constituye en un diálogo constante con las cultura... ¿deberíamos agregar, hacia el final de la frase, .... occidental? La compilación de textos que estamos presentando viene a decir que no solamente, que el diálogo prosigue hacia Levante, y roza en su discurrir las filosofías Hindúes y el pensamiento Budista.
En una primera aproximación, este descubrimiento no puede dejar de asombrarnos. ¿Que pueden tener en común, en efecto, una religión que enseña la ilusión absoluta de la realidad y el deseo, en donde ubica el manantial de todo dolor; y una enseñanza que, por el contrario, indica el deseo humano como el único fundamento posible para una ética del sujeto hablante? Un desprecio a lo irreal del perpetuo transcurrir, en busca de lo permanente, del Brahmán. Un discurso que escinde al sujeto por la acción del significante, que ensalza la infinitud de los objetos que pueden capturar (y liberar) el deseo humano.
Y sin embargo hay, a no dudarlo, puntos de contacto. Lugares de coincidencias, de mutuas iluminaciones; a veces, inesperadas. Así, por ejemplo, el papel de las múltiples referencias al velo de Maya en la teoría del objeto. O la elucidación de las últimas frases del Informe del Congreso de Roma_ “Función y campo de la palabra y el lenguaje en el psicoanálisis”- que dejó, durante años, estuporoso a mas de un estudiante (y a más de un profesor). La referencia, tan enigmática, a los párpados de Buda que Lacan utiliza para ilustrar la función del objeto “a” en tanto mirada.
Una compilación de textos bellísimos y remotos, a los que hay que sumar, por si fuese poco, las peculiares lecturas de algunas de las más exquisitas plumas de occidente. Desfilan así fragmentos de Schopenauer, del Padre León Wieger, de Eliot, del mismo Jacques Lacan.
Infaltable, en fin, en cualquier biblioteca respetuosa con las grandes obras del hombre.
*Guillermo Zimmermann

Una interpretación pragmática de la verdad en psicoanálisis (por Ricardo Gandolfo)

“La neurosis ordena, en el doble sentido de la palabra, la vida del hablante: lo causa, lo acusa, le da ordenes y pone un orden donde el deseo aparece convertido en destino”
(García, 2003, pag. 103)

Aunque el psicoanálisis no es una ciencia (y esto más por lo que inaugura como cuestionamiento al ideal científico que por sus métodos y objetivos) no por eso descarta la utilización de recursos de formalización y comprobación de hipótesis tal como cualquier discurso científico.
Es así que el tema de la verdad, es central para plantear cuestiones que resultan de gran importancia para la conceptualización analítica y sobre todo, para una de las operaciones mas propias del análisis como lo es la interpretación
¿Está relacionado el psicoanálisis con la verdad? O dicho de otra manera: ¿son los enunciados analíticos, enunciados que muchas veces son los transmitidos al analizante bajo la forma de la interpretación, manifestaciones de la verdad de su discurso?
Sigmund Freud y Jacques Lacan así lo entendieron, toda vez que la dimensión de la mentira es imposible para el hombre, si no se plantea, previamente, una concepción de la verdad.
Sin embargo, a la hora de precisar este elemento insoslayable, muchos analistas se han extraviado en consideraciones esencialistas que hacen de la verdad de una interpretación un dato fijo, inmodificable, en cierta manera eterno, sin comprender que él brota de los decires del analizante y, en esta medida se encuentra sujeto a ellos.
En otras palabras, son las condiciones de enunciación de un discurso lo que permite atender a su relación con la verdad o la mentira, lo que vuelve, en cierta medida, a cada interpretación, constituyéndola así, en única, particularísima y muy difícil de generalizar.

Pierce, Freud y los objetivos de la verdad

En 1878 un artículo de Ch.S. Pierce definía al pragmatismo con una máxima. Decía allí que “considera que efectos, que pueden tener concebiblemente repercusiones prácticas, concibes que tienen los objetos de tu concepción. Así, tu concepción de aquellos efectos es el todo de tu concepción del objeto” (Pierce, 1988, p.224).
Según esta idea la realidad del mundo subjetivo, no es de ninguna manera, independiente de la del mundo objetivo. Dicho de otra manera, un sujeto no puede ser calculado independientemente de sus determinaciones objetivas, pero, a la vez, el mundo objetivo depende, en cierta medida, de la concepción que nos formemos de los objetos que lo habitan.
En otro punto de la obra que estamos comentando, Peirce se refiere a esto diciendo que “es inconcebible que haya alguna verdad independiente de las opiniones sobre la misma” (Peirce, 1988, pág. 357)
Sin embargo, este punto de vista, nada tiene de subjetivismo, si entendemos por ello una concepción de la verdad que la haría depender exclusivamente de la posición del sujeto. Por el contrario, nada mas alejado del pragmatismo. En él los objetos concebidos, deben tener “repercusiones prácticas”, en la realidad misma, para que puedan ser concebidos realmente como objetos, en una relación triádica que involucra al signo, al objeto y al interpretante.
Por signo, Peirce entiende algo que está para alguien, por algo, en algún aspecto o disposición; al mismo tiempo el signo representa a un objeto y finalmente determina a un interpretante es decir otro signo que despliega el signo original. En términos mas generales,”un signo debe representar algo, en algún aspecto, para algún intérprete, para que pueda ser tomado como signo” (Marafioti, 2004, pag. 75)
Es en este punto donde se introduce en Peirce, la noción de la verdad como una correspondencia entre el objeto y la proposición que lo menta. Pero esa correspondencia toma, una perspectiva convergente, en el sentido en que habría una tendencia general en el historia del pensamiento, que hará reunirse los esfuerzos de los investigadores en un acuerdo general, en un cierto consentimiento.
Obsérvese que el esfuerzo puesto por Peirce en subrayar la convergencia para constituir la verdad de una proposición en nada disminuye su carácter objetivo, es decir su relación con el objeto representado, pero acentuando el carácter pragmático de la verdad, la coloca asimismo en relación con las consecuencias inferenciales de un proposición o a los numerosos argumento vinculados a ella.
Por ello dirá que “la verdad no es ni mas ni menos que aquel carácter de una proposición que consiste en que la creencia en esa proposición nos conduciría, con la suficiente experiencia y reflexión, a un comportamiento tal que tendría que satisfacer los deseos que entonces tuviéramos” (Marafioti, 2004, pag.108).

Pero lo que nos interesa subrayar es esa no tan extraña relación entre la verdad y el deseo que se establece en la última parte de la frase de Peirce, preguntándonos si satisface la verdad alguno de nuestros deseos y si es cierto que este anudamiento entre la verdad y el deseo, es lo único que puede hacer efectivas las verdades de un sujeto, en el sentido- como Peirce lo sugiere- de conducirlas a la acción sobre el mundo.
Se sabe que, para Freud, la verdad era un alto objetivo de la investigación científica y esto en el sentido que- como lo expresa en Dos mentiras infantiles (1913) - la mentira, surge muchas veces del deseo inconsciente, y tanto verdad como mentira, “dependen de intensos motivos eróticos”.
Para Freud, sin duda, un investigador científico se constituía como alguien que, habiendo renunciado a obtener una verdad de su erotismo infantil, intentaba trasladar ese interés por la verdad, a otros planos de la vida, elaborando así teorías científicas donde, como niño, había producido fantasías eróticas.
Ahora bien, que es lo que nos indica que la teoría es verdadera- en el sentido referencial- mientras que la fantasía no es ni verdadera ni falsa, toda vez que en el sentido textual expresa una cierta búsqueda de la verdad por parte del sujeto.
Lo que indica, según Freud, que la teoría es el efecto que causa en lo real exterior, esto es su aplicabilidad eficiente, su capacidad de explicar o transformar lo real.
Mientras que la fantasía, al no producir efectos en lo real exterior, sería por lo tanto descartable?
Me parece que en Freud, aun cuando no están claramente conceptualizados lo que llama el mundo exterior y la realidad subjetiva, la respuesta sería negativa.
Porque la fantasía, indica algo de lo real del sujeto mismo, toda vez que compuesta de deseo y prohibiciones, sitúa de manera inequívoca la satisfacción inconsciente que el sujeto se proporciona manteniéndola.
El carácter deductivo (en el sentido peirciano) de la fantasía se demuestra en su capacidad para constituir numerosos síntomas que aquejan la mente, el cuerpo o las realidades exteriores del sujeto, precipitándolo en la solución fallida de la neurosis.
Si en Peirce, la verdad tenía como última finalidad componer algo fáctico y eficiente en el mundo de los hombres, en Freud se revela como el antepòrtico de constitución de ese plano subjetivo, constituido fundamentalmente por el registro de la satisfacción inconsciente.

La interpretación verdadera

La interpretación analítica no puede ser concebida como un metamensaje que vendría a agregar algo a lo ya dicho por el analizante.
En este sentido, un gran número de interpretaciones de la literatura analítica son decididamente fallidas, toda vez que el analista esta ubicado allí como Otro absoluto que decide el sentido de los síntomas.
En cierto sentido cabría decir que la interpretación causa- en la medida en que se revela como precisa- algo de la verdad del discurso del analizante.
Así Lacan afirma que “Por el camino de engaño en que el sujeto se aventura, la postura del analista le permite formular ese tú dices la verdad, y nuestra interpretación sólo tiene sentido en esta dimensión” (Lacan, 2003, pag.145).
Es la fórmula paradojal de la mentira en el terreno del enunciado y –por el contrario- de la verdad en la perspectiva de la enunciación.
Las condiciones de su enunciación se plantean así como determinantes para que pueda ejercer esta función y esas condiciones van mas allá de atender las particularidades de tiempo, lugar, destinatarios, modo, en que se emite la interpretación misma.
En efecto, J.Lacan introdujo el concepto de deseo del analista para precisar de qué modo la causa de la interpretación debe ser una particularidad discursiva del analista.
El deseo del analista no es, desde luego, ningún deseo particular de la persona de quien ejerce esa función, sino más bien lo singular de su posición como tal, que no puede lograrse sin un análisis previo.
Ese deseo tiene una relación particular con la interpretación que produce, de tal modo que no es sólo el momento particular de un analizante lo que confiere valor explicativo a una interpretación, sino también la singularidad discursiva en que se formula la misma.
Sin entrar en demasiados detalles indiquemos solamente como Lacan localizó el carácter enigmático o citatorio de la interpretación analítica, según se deje sin determinar en ella el enunciado o la enunciación.
Así en el Seminario XVII, El reverso del psicoanálisis, la verdad de la interpretación se coloca en suspenso, definida únicamente por el trozo de real que puede alcanzar.
Dice allí, que Lacan diga que “lo que podría ser la primera línea de conducta a mantener por parte de los analistas, consiste en ser un poco desconfiado, en no volverse loco de repente por una verdad” ya que si lo real que habita el síntoma se define por lo imposible, no es seguro que la verdad de una interpretación conduzca a èl.
Es más, puede decirse que la verdad de una interpretación está sujeta a aquello de lo real que puede conmover. Si una interpretación sacude algo del goce de un síntoma es verdadera, pero si no lo hace, debemos descartarla por más que su carácter veritativo sea inexpugnable.
Hay en Freud gran número de interpretaciones que- medidas desde su referencialidad- resultan falsas y sin embargo, resultaron efectivas para modificar en algo las condiciones de goce de un sujeto.
Lo que nos interesa es acentuar aquí el carácter pragmático de la verdad que surge en la interpretación.
Lo que Peirce situaba como un proceso de convergencia para situar la verdad, en psicoanálisis lo entenderemos según las relaciones- complejas, antitéticas- entre la verdad y lo real del goce que pretendemos alcanzar por la interpretación.
Es el sólo el efecto de una interpretación lo que sirve para justificar su carácter veritativo y no una concepción de la verdad que la situara como una característica esencial de ciertos enunciados, que funcionaría como ajena a toda especificación por parte de su enunciación.
“Sólo que, ésta es la cuestión, entre nosotros y lo real está la verdad” (Lacan, 1992, pag. 188), dice Lacan en el Seminario que comentábamos, y si esa verdad no la concebimos según un pragmatismo, que singularice su enunciación, podemos enredarnos en un amor a esa verdad y convertir nuestras interpretaciones en enunciados infalibles y, lo que es peor aún, enunciados que se usan tanto en un caso como el siguiente, sin medir las particularidades de su enunciación.
La interpretación analítica trabaja, reduciendo los grandes estandartes de la existencia a una singularidad de satisfacción, de la que deberíamos hacernos responsables.
Las relaciones de la verdad con lo real son pues complicadas, yo diría que son contingentes, que hay algo de la contingencia en que la verdad dicha a medias, y que se sitúa en el lenguaje, toque algo de lo real.
Una vez que eso funciona, se vuelve necesario y se llama la ciencia, eso hasta que otra encuentro con lo real, vuelva imposible el sistema.
La neurosis, con su recorrido necesario plantea a cada instante al analista, enunciar su interpretación bajo el modo de la contingencia. Se trata, en suma,
de no hacer del análisis algo obligatorio, para que el síntoma florezca en lo posible de su satisfacción inconsciente.

* Lic. Ricardo E. Gandolfo

Bibliografía

Freud, S. El chiste y su relación con lo inconsciente en Obras Completas, T. I, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973.
Freud, S. Dos mentiras infantiles en Obras Completas, T. II, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973.
Lacan, J. Seminario XI, Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, Paidós, Bs.As, 2003.
Lacan, J. Seminario XVII. El Reverso del Psicoanálisis. Paidòs, Bs.As., 1992.
Peirce, Ch.S. El Hombre, un Signo, Crítica, Barcelona, 1988.
Marafioti, R. Charles S. Peirce: El éxtasis de los signos, Biblos, Bs.As, 2004.
García, G. La virtud indicativa, Colección Diva, Bs.As, 2003.

Crónicas: Lacan en 1963 (por Gabriela Céspedes)

1963...

No fue un año cualquiera en la historia del movimiento psicoanálitico, no uno más. Marca un antes y un después y por que no decirlo ha tenido cierto “tufillo a escándalo”. (1)
Durante 10 largos años J. Lacan se había dedicado al dictado de su Seminario en la Sociedad Francesa de Psicoanálisis. En Noviembre de 1963, cuando se hallaba al inicio de lo que hubiera sido el Seminario de los Nombres del Padre, en la clase inicial anunció cierta novedad: sería esta la última clase dictada por él. Quedaría este momento trunco de su enseñanza como el Seminario Inexistente, y no sería publicada esta clase sino muchos años luego de su muerte. J.A.Miller escribe que el mismo Lacan nada quería saber de su publicación en vida.
La noche anterior se le habría comunicado que ya no pertenecía a la lista de didactas de la Sociedad Psicoanalítica, había sido proscripta su enseñanza. El Comité Ejecutivo de la organización llamada la International Psychoanalytical Associatión (IPA) había sometido a la censura su enseñanza, considerándola nula en lo referido a la habilitación de un psicoanalista.
Unos meses mas tarde, ya en Enero de 1964 reinicia su enseñanza en la Escuela Normal con el dictado de un nuevo Seminario, no prosigue con el desarrollo del que había iniciado en aquel momento de 1963. Este sería el Seminario XI “Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis”, no resulta casual la elección del temario, tanto se había desvirtuado conceptualmente el Psicoanálisis, que era el momento más que oportuno para precisar seriamente conceptos como el Inconsciente, la Transferencia, la Pulsión y la Repetición.
En el primer apartado del Seminario XI hace mención a lo acontecido meses atrás, otorgándole a aquel momento el nombre de Excomunión.
1963 no puede ser comprendido sin antes traer a la memoria lo sucedido en 1953 y más tarde en 1967.
En 1953 hubo cierto movimiento, el de la Escisión de lo que por entonces era la Sociedad Psicoanalítica de París, filial de la I.P.A.. No se trataba de cualquier miembro, era el que reunía las mayores posibilidades de suceder al presidente de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis su amigo, en aquel entonces, el Dr.Nacht. Lacan era responsable de la Comisión de Enseñanza. Había confeccionado estatutos que regulaban y controlaban la formación de los psicoanalistas.
Lacan sostenía una perspectiva diferente sobre dicha formación. Se dividen entonces en la Sociedad Psicoanalítica de París y la Sociedad Francesa de Psicoanálisis donde se encontraba Lacan y su grupo. La mayoría de los estudiantes decide seguirlo entonces.
La Sociedad Francesa al conformarse pide a su vez, el reconocimiento a la I.P.A., pero Lacan no estaría dispuesto a seguir exactamente sus indicaciones, no por capricho, sino por entender que las condiciones para el reconocimiento de la formación de analistas de la I.P.A., nada tenían que ver con el Psicoanálisis mismo, sino con su desdibujamiento.
Hay un texto que se conoce como “Las recomendaciones de Edimburgo” donde su sola lectura habla de lo que el Psicoanálisis no es.
La I.P.A nunca otorgó reconocimiento a la Sociedad Francesa de Psicoanálisis durante los 10 años que se bregó para que ello sucediera. Está claro que, para que lo obtuviera Lacan tenía que dejar de ser un problema.
No fue esta de ninguna manera, una situación accidental, sino el resultado de años de tratos sórdidos hacia Lacan, comentará luego J. A. Miller: su cabeza fue el precio que debían pagar sus colegas para obtener reconocimiento oficial como “French Study Group”. No solo fue objeto de negociación por parte de sus colegas, sino de algunos de sus analizados y algunos de estos aún en análisis.
En la primera clase del Seminario XI Lacan agradece que le hayan dado lugar en la Escuela Normal para retomar a su enseñanza, donde fue llevado por Althusser. Fue acogido allí y él se reconoce como “un refugiado”. Se ubica él mismo como un deshecho, pero solo desde esa posición puede hacer algo.
En junio de 1964 funda su Escuela Freudiana de París que llega hasta los años 80 donde es disuelta y crea la Escuela de la Causa Freudiana.
1963 fue un momento de proscripción, censura, pero también fue la posibilidad de hacer algo, tal es así que tiempo después, el 9 de Octubre de 1967 Lacan plasma su proposición sobre el analista de la Escuela.
Ya en épocas de su texto “Variantes de la Cura Tipo” de 1955 estaba claro que, para Lacan no se trataba de saber que es el Psicoanálisis, sino saber que es un psicoanalista.
Entre otras cosas las diferencias más importantes tenían que ver con la duración y frecuencia de las sesiones de los tratamientos, las indicaciones hablaban de cuatro sesiones semanales de tres cuartos de hora durante un mínimo de doce meses. Para Lacan la posibilidad de que un sujeto subjetivara algo de su sufrimiento nada tenía que ver con la duración cronológica del tiempo en tratamiento, sino de tiempos lógicos, el tiempo lógico necesario para cada analizante. Lacan en su enseñanza promueve la importancia de las sesiones cortas entre sus estudiantes, cuestión que no es del agrado de la I.P.A.
Lacan inventa un dispositivo: el Pase. Es un dispositivo para pedirles a los psicoanalistas que cuenten por que han hecho un análisis, su propio análisis.
Un psicoanalista no es el resultado de su analista, de la identificación con aquel, sino de su análisis. El analista lacaniano no lo es por su saber, por la acumulación de conceptos, sino por la posición que ha adquirido como resultado de su propio análisis
La propuesta del Pase echa por tierra el ideal del analista experimentado en la práctica elevándolo a una posición de autoridad incuestionable. Describe Lacan: “el analista experimentado empieza a imaginar que sabe, a convertir su práctica en rutina, olvida lo extraordinario, lo increíble del acto analítico, y llega a pensar que posee un saber hacer analítico.”(2)
Mas tarde, haciendo frente a las críticas dirá en tono burlón, sarcástico como era su estilo: “no hay formación analítica, solo hay formaciones del Inconsciente. En última instancia, no hay otra formación que la del propio análisis”.(3)
Aunque algunos pudieran pensar que la formación del analista lacaniano pareciera una cuestión ligera, no lo es de ningún modo, Lacan mantiene exigencias muy elevadas en lo que al analista se refiere. La proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela es un acto fundacional de esta y, si se quiere respuesta hacia aquellos que proscribieron su enseñanza en el 63, da cuenta en fin de lo que el Psicoanálisis si es, lo que hace un psicoanalista.

*Gabriela L. Céspedes

Bibliografía:
Lacan, J: De los Nombres del Padre. Ed. Paidós. 2005
Lacan, J: Seminario 11. Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Ed. Paidós 2001
Lacan, J: Momentos Cruciales de la Experiencia Analítica. Ed. Manantial. 2000
Miller, J.A: Introducción a la Clínica Lacaniana. Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. R.B.A. Libros S.A. 2007
Miller, J.A: Escisión.Excomunión.Disolución. Tres momentos en la vida de Jacques Jacan. Ed. Manantial 1987.
Brodsky, G: Fundamentos. Comentario del Seminario 11. 1°ed. 1° reimp. Bs. As. Instituto Clínico de Buenos Aires, 2004

Citas bibliográficas:
(1) Lacan, J. Seminario 11. Pag.12 Ed. Paidós.2001
(2) (3) Miller, J.A Introducción a la Clínica Lacaniana. Pág. 536 - 537

Entrevista a Alejandro Jozami (por Gisela Yuse)

Técnico de Producción Audiovisual.
El Ciclo de Cine funciona desde Enero de 2006 en el bar “Los cabezones” todos los lunes a partir de las 21 hs. con el apoyo de Secretaria de Cultura de la Provincia.

PL: Alejandro, tu idea de hacer un ciclo de cine ¿cómo surgió? ¿Qué objetivos lo impulsaron originalmente?
AJ: El ciclo surge como un espacio para poder ver películas que no son vistas en el circuito comercial de Santiago del Estero, más que nada porque son viejas, películas clásicas. Lo que se pretendía era crear un lugar para verlas y también compartir las charlas que se dan en un cineclub. El cineclub es un centro de debate, de intercambio de ideas y opiniones sobre lo visto. Más allá de que tengas conocimientos cinematográficos o no, lo interesante es el intercambio posterior que se realiza.

PL: ¿Sería entonces una promoción del cine no comercial?
AJ: No sería no comercial sino un cine que no circula en los circuitos comerciales. En las grandes urbes, por ejemplo en Bs As hay cines que se dedican a pasar clásicos pero eso no tenemos en Santiago.

PL: Claro, darle posibilidad de circulación a eso que estaba por fuera de la cultura santiagueña.
AJ: A eso que no se puede ver, porque no se consigue o por otros motivos. La gente usualmente prefiere gastar dinero en los estrenos.

PL: ¿Cómo se ubicó el ciclo dentro del ambiente cultural de Santiago?
AJ: Fue ganando su espacio, ya hay un público de 15 o 20 personas que van siempre. Entonces vos tienes con quien compartir. Todo empezó con una cadena de e-mails en la que se invitaba a la gente. Fue creciendo de a poco.

PL: ¿Crees que se esta generando un nuevo discurso a partir del cine?
AJ: No sólo del cine, un nuevo discurso cultural. Antes lo único que había en Cultura era folklore y nada más. Hoy, al haber gente más joven incluida en la gestión cultural se pueden ver nuevas ramas artísticas que no estaban explotadas. El teatro es un ejemplo.

PL: Haciendo eco de lo que decís sobre la importancia de la diversidad en el plano de las expresiones artísticas. ¿Se podría decir que la “cultura” sería lo opuesto a la repetición?
AJ: Claro. Santiago siempre fue una provincia que expulsaba gente joven, los que no tenían un lugar de expresión se terminaban yendo. La mitad del pueblo santiagueño está en Bs As o en otras provincias. No había espacio para la diversidad y eso fue causa de exclusión. Al que no le gustaba el folklore quedaba por fuera de la cultura. Hoy en día hay un cambio en ese sentido.

PL: Cambiando un poco de tema Alejandro. El psicoanálisis ha surgido del movimiento mismo de la cultura del siglo XX, se adhiera o no a sus ideas es innegable que el descubrimiento del inconsciente provocó un cambio rotundo en el punto de mira desde el cual el hombre se contempla a sí mismo. Mi pregunta es ¿qué resonancias estéticas o conceptuales destacarías entre cine y psicoanálisis?
AJ: El Psicoanálisis sirvió para ver las películas de otra manera. Yo no lo veo como un movimiento dentro de la producción cinematográfica sino más bien como un instrumento de análisis de lo ya producido. Nos permite desglosar, analizar la película ya hecha, no hacerla. El cine es un lenguaje y el psicoanálisis aportó mucho en relación al simbolismo. Lo mismo la semiótica en relación a los signos y significados. También se utiliza el psicoanálisis para explicar el fenómeno de identificación del espectador con lo que ve en la pantalla. Cómo el sujeto puede creer lo que ve, sentir emociones: las condiciones en las que se da el acto de ver. Se compara al espectador con el proceso de construcción del yo, el estadio del espejo: cómo se ve el sujeto representado en la pantalla al modo de un espejo. La comodidad, la oscuridad de una sala de cine te permite ese nivel de representación. Para sentirte representado tienes que identificarte primero. De ahí se deriva la sensación de realidad continua, de que eso que ves es verdad. Es una ilusión que se crea a través de la identificación. Esto es posible porque dentro de una sala de cine hay un corte en el tiempo y el espacio, no existe nada más que esa ficción.

Editorial (por Adriana Congiu)

No me pidan que explicite las razones de esta revista. Como dice el poeta: “la rosa es sin porqué; florece porque florece”.
De modo, que un día nos encontramos y el camino se echó a andar.

Provenientes de diferentes campos del saber, nos habíamos percatado de la cantidad de gente perteneciente a estos ámbitos diversos, que no solo “consume cultura” sino que también la enriquece: con reflexiones, con diálogos que la mayoría de las veces quedan en el aire, con lecturas de la realidad que no poseen resonancias porque son dichas entre pocos...etc.

Entonces lo primero que acordamos es que la revista sería como una especie de conversación escrita, con palabras que puedan irse para ser tomadas por otros para transformarlas o combinarlas en versiones diferentes.

La idea de impulsar estas respuestas a los planteos nos gustó desde el principio. Más adelante agregamos algunas secciones y comenzamos a confeccionar la lista de invitados, que se volvió: extensa, variada y para siempre inconclusa.

Sin embargo es justo agradecer a los que estuvieron desde el principio. A los que sin pedir demasiadas explicaciones nos enviaron sus escritos, prueba inequívoca de buenos augurios; a nuestras familias, quienes volvieron a apostar por nuestras inquietudes; a los que nos escucharon hablar de este proyecto incansablemente….y aún así están tan ansiosos como nosotros por verla concluida!

No podría ser de otra forma, ya que las propuestas sólo valen si encuentran compañías.

“Parletre” nace de una cruza de varias razas.... y si bien el psicoanálisis pretende no faltar a los encuentros no será ésta una revista sólo para psicoanalistas. Nos viene mejor la pluralidad de voces que el canto adormecedor de las mismas sirenas conocidas...

Es por eso que les pedimos a nuestros lectores que no se vuelvan vitalicios, que se animen a pasar adentro de la revista; que escriban sus pensamientos, sus opiniones, sus desacuerdos y sus inquietudes. Solo así la conversación pretendida estará instalada y el buen encuentro del inicio dará sus frutos.

Finalmente, recuerden cuando la lean que la variedad de temas es un atractivo. Déjense llevar por cada artículo, hagan el esfuerzo de entender (aunque sea sólo un poco) y luego, seguro, ya no serán los mismos.

*Adriana Cecilia Congiu

Identidad y Diferencia: La política en sociedades complejas (por Maria Lidia Juliá)

Crónicas (por Gabriela Céspedes)

La insondable fugacidad del presente (por Guillermo Zimmermann)

Acerca de la violencia en los usos políticos de la nominación (por Samuel Basz)

La generalización del N. del P.; el lugar del parletre predominando sobre el del sujeto del significante; y el acento puesto en la espesura preestructural de lalangue a expensas de la eficacia simbólica propia de la estructura lingüística, fundan la articulación entre el N. del P y la nominación. Esta articulación produce un cambio decisivo en la concepción de las psicosis, abre el camino de una clínica borromea y reestructura los fundamentos para una teoría del fin de análisis. También renueva la perspectiva psicoanalítica acerca de la política.
La necesidad lógica y clínica de vincular el N del P con la nominación se despliega en la enseñanza de Lacan en los Seminarios "R.S.I." y "Le Sinthome": el estatuto que le conviene al N del P es el del padre del nombre. A punto tal que puede mostrar en Joyce la función compensatoria del nombre propio, como apeló "a valorizar el nombre que le es propio a expensas del padre", "… que el nombre propio hace aquí todo lo que puede para hacerse más que el significante del amo"(1). Al mismo tiempo Lacan subraya que Joyce entreteje su vida con su obra, y que el modo de hacerse personaje de su escritura nombrándose por otros nombres, "apunta únicamente a una cosa, es a hacer entrar al nombre propio en la categoría del nombre común"(2). Precisamente esta dimensión coextensiva del nombre propio y del nombre común en relación con los avatares del Nombre del Padre pone en evidencia un vínculo entre un significante y una operación, la nominación, que en tanto acto rebasa la del nombre propio, y tiene como consecuencia hacer aparecer un vacío de descripción que agujerea al conjunto del sistema del lenguaje. Por ese agujero necesariamente se fuga el sentido; pero también gracias a ese agujero, y siempre sintomáticamente, esa fuga se puede detener.
En la perspectiva de su generalización, los N del P son las formas plurales de la eficacia del sgte. - en tanto semblante - en su función de sanción de significación.
La función de sanción ( consentimiento ó rechazo; admisión ó expulsión; permisividad ó prohibición) se establece en dos planos. Por un lado en la selección de elementos que se recortan de lalangue con lo que se determina su carácter discreto y se los implica en un discurso, y por el otro en el plano de la nominación propiamente dicha, incluyendo la regulación de los efectos de goce que suscita esta operación.
En el primer caso la función de valoración significativa remite a la experiencia del uso del semblante, es el fundamento del amor primordial al padre (el amor al padre es, entonces, el amor al sujeto supuesto saber nombrar). Es el fundamento de la transferencia que elucida la experiencia analítica y genera un tipo particular de autoridad, cuya incidencia es decisiva en la constitución y orientación de comunidades en las que el saber y el sujeto coexisten. Es la autoridad llamada epistémica por el lógico y matemático polaco Bochensky en su texto "Qué es autoridad".
Por otra parte, la producción y regulación de los efectos de goce remiten a la dimensión del acto, incluso a la experiencia del uso de la violencia, a la encarnación del poder de sanción más allá de los efectos de comunicación que asegura, aquí se establece el terreno de la nominación propiamente dicha, que implica una cierta vacilación del N del P como puro semblante; es el plano no tanto del amor sino del respeto, del temor, de la angustia, del temblor, y remite a la autoridad deontológica o de sanción en la reflexión de Bochensky. Es la autoridad privativa de la puesta en acto de la realidad sexual del inconciente, es cierre del inconciente y en ese punto este tipo de autoridad genera una transferencia que no es función del s.s.s.
Estos dos planos de la nominación permiten apreciar como el N. del P. interviene en la producción de los elementos discretos de la lengua a partir de los fenómenos de lalangue, como esta producción significante es acompañada con la producción de goce y que este goce es la condición material por la que los elementos significantes son incorporados a o excluídos de un discurso en tanto lazo social. Así entendida la función de nominación asegura la inteligibilidad por la pertenencia a un discurso y pone en evidencia que el sentido no es el resultado del juego ste.-significado, sino que depende de la eficacia del N del P en su función de inclusión nominante en el discurso del amo o del Inconciente. Por otra parte el sujeto es siempre responsable del consentimiento o del rechazo de las marcas que hacen posible el anudamiento del cuerpo al nombre, es siempre responsable de admitir o rechazar el acto del que depende su ex-sistencia como sujeto. La admisión de esas marcas constituye el umbral mínimo necesario para un psicoanálisis puro, en el que el amor al padre del nombre como significación última del nombre propio puede ser franqueada por una nominación nueva, constituyente del síntoma que resulta de ese análisis.

N.del P., nominación y política.
El Nombre del Padre definido como el padre del nombre, esclarece retroactivamente la caracterización lacaniana del inconciente como "lo inconciente, es la política".(Seminario "La lógica del fantasma" del 10-5-67) a condición de tener presente que el lazo social en que consiste cada uno de los discursos es función del discurso del Amo, que este último es completamente equivalente al del inconciente y que constituye la matriz de todo discurso estructurado como tal.
Nombrar, nominar, en el sentido de dar un nombre a alguien o a algo, constituye un acto en sentido estricto cuyo alcance se advierte con más claridad cuando se tratan de elucidar los modos de producción de efectos de sujeto a partir de los actos de nominación que incluyen y exceden los del nombre propio.
Esto desplaza el eje de la primera enseñanza de Lacan en donde el Nombre del Padre coloniza el lugar del Otro, lugar de donde procede la palabra. Lugar del Otro que contiene al N. del P. como ste. de la ley que ordena el régimen de la significación e interviene decisivamente en el uso posible del lenguaje en tanto estructura al servicio de la comunicación.
Cuando Lacan, en su última enseñanza, pone el acento en la función de nominación en su dimensión de acto, secundariza la relación al Otro en tanto Otro simbólico y subraya el anudamiento de la nominación con lo real. Nominar es establecer, en el sentido fuerte de instaurar, una relación entre el sentido y lo real. Es algo que excede completamente la idea de la comunicación que consiste más bien en entenderse con el Otro acerca de un sentido en común, gracias a la función que en su primera enseñanza tiene el Nombre del Padre al articular el significante y el significado en tanto punto de basta. Esto se compadece con la clásica función de nominación (decir lo que es, decir lo que hay), que está perfectamente situada en la lengua.
Pero cuando se trata de la nominación como acto Lacan ya se refiere al concepto de "lalengua" ( lalangue), que "cuestiona la evidencia de la comunicación" (3), pues lo que Lacan trae con lalengua es que lo que se dice sirve al goce, que ésta es su función propia "y no la comunicación" (4). En el acto de nominación se injerta o al menos se superpone en lo real algo que hace el sentido. En la última enseñanza de Lacan, el Nombre del Padre "asocia lo simbólico y lo real"(5). El Nombre del Padre "designa exactamente el efecto de lo simbólico en tanto que él aparece, que él aparecería en lo real"(6).
El Nombre del Padre es un operador político por excelencia precisamente por su carácter de agente de nominación.
Sabemos que la disputa del poder político es también una disputa por las significaciones de los significantes de dominio social.(7).

Nombre del Padre, nominación y violencia.
La nominación, captada en este sesgo, es la condición necesaria para operar no sólo en el régimen más o menos abstracto de las significaciones -"derecho", "humano", "justicia", "libertad", etc.- sino muy directamente en la instalación de ficciones jurídicas e ideológicas que son instrumentos de manipulación de los significantes amos "con los que se intenta atrapar al sujeto" (JAM en Cités 16. PUF, Paris 2003).
Una de las más nefastas realizaciones de esta operatoria nominalista tuvo lugar en la Argentina durante la última dictadura militar con el montaje de un sistema de apropiación de niños como parte del ejercicio del poder político que contaba, en el propio régimen administrativo, con discursos consagrados a fundamentar en un cinismo "altruísta" el ejercicio de la violencia para la apropiación de niños (8). La inducción identificatoria, que era su consecuencia inmediata, se constituyó en el intento nominalista masivo más tortuoso de nuestra historia reciente con el propósito de injertar, empezando por nuevos nombres propios, los significantes con los cuales desviar la causa y el recorrido del deseo progenitor, queriendo hacer anónimo un deseo que no lo fue.
Para eso fue necesario subsumir la voluntad de los apropiadores al designio de un amo cobarde. Cobardía que implicó mantener en un cerrado secreto sus oscuras voluntades, y que los incluye de hecho en una comunidad de goce anónimo(9).
La violencia es la realización, en el lazo social, del N. del P. como padre del nombre, entendiendo por realización el uso del N del P más allá de su condición de semblante, lo que implica anular del N. del P. esa condición. Se trata de una sustitución desviada de su función de semblante por su realización efectiva. Es una vía lógica para pensar la violencia en política.
Con estos mismos recursos podemos intentar una aproximación a lo que entendemos como democracia. Así, la democracia consiste en la construcción de las ficciones jurídicas que aseguren el trabajo de restitución permanente del uso social del N. del P. como semblante, perseverando en recuperarlo de las realizaciones a que lo somete la insistencia de la pulsión de muerte.
El robo de bebés en la última dictadura militar fue una forma particular de exterminio al decidir eliminar la dimensión subjetiva de la descendencia como tal. Una respuesta singular es el grupo llamado "Abuelas de Plaza de Mayo"* cuyo accionar se pone en cruz respecto de la captura de lo político tanto en el orden exclusivo de la apropiación (en el puro orden del tener, en el orden excluyente del significante fálico), como en la pretensión más trasnochada de la gestación significante del ser.
El 27 de febrero e 1957, en el Seminario 4 "La relación de Objeto", Lacan ubica la captación de lo político en el orden del significante fálico incluso en las sociedades matriarcales, y subraya que la condición biológica de la mujer no le impide regularse fálicamente, dice así: " En todos los casos, incluso en las sociedades matriarcales el poder es androcéntrico. Está representado por hombres y por linajes masculinos. Algunas anomalías muy extrañas en los intercambios, modificaciones excepciones, paradojas, que aparecen en las leyes del intercambio en el plano de las estructuras elementales del parentesco solo pueden explicarse en relación con una referencia que está fuera del juego del parentesco y corresponde al contexto político, es decir al orden del poder y muy precisamente al orden del significante, donde el cetro y el falo se confunden" (la cursiva es nuestra).
El amplio arco que despliega la enseñanza de Lacan desde esta formulación de 1957 hasta los años 70 permite captar las enormes consecuencias éticas, clínicas y políticas que tiene ese recorrido.
El acto político que es el acontecimiento "Abuelas" instruye respecto de algunas variantes del uso del N. del P. y la nominación. En primer lugar hay que consignar que cada una de estas mujeres tramita en soledad un duelo que no admite la serie. Soledad en la angustia más radical ( presencia absoluta de la ausencia por la inexistencia de restos mortales). Pero esa soledad es ocasión de un destino para el objeto de la angustia: su promoción a causa del deseo. Y se hace soledad no solitaria sino compartida para una acción.
En segundo lugar, esa acción es la perseverancia en los medios adecuados para interpelar al sujeto y que éste se vea enfrentado a una elección forzada en los términos en los que la plantea Lacan con el apólogo de "la bolsa o la vida": Que adviertan que no pueden elegir la ignorancia perezosa porque con ella se arruina el motor del deseo, causa de la vida subjetiva. Que deben elegir el trabajo que implica construir un saber sobre su verdad. Y que si apuestan a que su vida se oriente - en lo principal - por algo más allá de un ideal homeostático, no es lo peor que les puede pasar, ni a ellos ni a ningún hombre de bien. Más de setenta jóvenes han hecho esa apuesta lo que pone en evidencia que la elección forzada, si es inducida desde la lógica de la causa del deseo, no implica necesariamente el uso de la violencia como causa eficiente y renueva la perspectiva del uso político de la nominación.
Dos argumentos lacanianos fundan en razón el carácter de acontecimiento del accionar de Abuelas y permiten demostrar que se trata de un acto de invención política en la medida que:
a) construyeron las vías para elevar la angustia subjetiva a la dignidad de causa del deseo. Es la admisión del objeto causa del deseo sobre el fondo de un duelo, duelo cuyo trabajo está trabado por la desaparición violenta, en manos del terrorismo de estado, del objeto del deseo instalado por el amor y
b) instalaron en el interior del lazo social nuevas disyuntivas éticas, es decir alternativas inéditas de elección respecto de la nominación, en este caso particular en relación al nombre propio, que hacen a la construcción de la subjetividad de los que fueron en su momento bebés arrancados de su progenie.

Los callejones sin salida de la nominación científica en política.
Debemos considerar los alcances de una legislación que instale la obligatoriedad del examen de ADN para concluir por la vía probatoria la identidad genética.
La prueba del ADN, capaz de constatar la filiación en base a lo real definido desde la ciencia como herencia genética, si bien puede aportar exactitud respecto de la identidad civil, establece - si el sujeto mismo no es imputado por delito alguno y rechaza este medio- una vía de nominación que merece algunas consideraciones críticas.
La dimensión ética que supone "Abuelas" como acto es más compatible con la propuesta a los jóvenes de una elección forzada en la ética del deseo, que con un forzamiento en lo real del organismo. Forzamiento por el que se obtiene una verificación técnico científica que no hay que confundir con la verdad que conviene a lo que un sujeto - que por otra parte no es acusado de ningún crimen - está en condiciones de admitir como saber.
La prudencia psicoanalítica autoriza a detenerse allí donde no se pueden calcular los efectos de una nominación que resulte de la inyección de un saber de lo real de la ciencia en una trama subjetiva que no quiere saber.
Violentar ese no querer saber puede provocar desde una irrupción de angustia masiva hasta fenómenos de despersonalización muy profundos e irreversibles si ese rechazo a saber es un modo de suplencia de una falla simbólica, suplencia cuya conmoción puede desencadenar una catástrofe subjetiva.

Samuel Basz

* Las "Abuelas de Plaza de Mayo" constituyen un importante y activo grupo de madres de hijos desaparecidos cuyos nietos pequeños y principalmente bebés nacidos en cautiverio fueron secuestrados y entregados en adopciones ilegales. Una de las tareas fundamentales de "Abuelas" consiste en lograr la restitución de sus nietos.

(1) J. Lacan. Seminario "Le Sinthome" del 10 de febrero de 1976.
(2) Idem. anterior.
(3) Clase de J-A. Miller del 15-12-04.
(4) Idem. anterior.
(5) Idem. anterior.
(6) Idem anterior.
(7)Ver "La tragedia del lenguaje", pág. 95 y siguientes en el libro de Eduardo Rinesi "Política y tragedia", edit. Colihue, Buenos Aires 2003.
(8)Ver el informe " La apropiación de menores: entre hechos excepcionales y normalidades admitidas" de la antropóloga Carla Villalta leído en las Jornadas 2004 del Dto. de Filosofía y Psicoanálisis (ICBA).
(9)Ver en Ornicar? Digital 263 el texto de Samuel Basz "La reconquista de las marcas de honor".

Psicoanálisis y política, de Jacques Alain Miller (por Gabriela Céspedes)

El penúltimo sueño, de Angela Becerra (por Patricia Rosi)

Consideraciones sobre la estética del cine (por Amira Juri de Budeguer)

Reportaje: José Andrés Rivas (por Gisela Yuse)

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