Transferencia

Transferencia
*Auspiciada por la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por Resolución Nº 728 CUDAP:EXPE-MGE:0004039/2011. A partir del 6 de Septiembre del 2011.

*Declarada de Interés Académico por el Honorable Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por contribuir al desarrollo de la producción cultural de la provincia. (Resolución CD FHCSyS Nº 143/2011), a partir del 23 de Agosto del 2011.

*
Declarada
de Interés Educativo por el Instituto de Acción Cooperativa (Art. 1º; Resolución 406/2008 - Santiago del Estero, 18 de Julio de 2008), teniendo en cuenta la importancia que representa para el acervo cultural la difusión de conceptos y pensamientos del Psicoanálisis en la Cultura.

Presentaciones: Nº 1, 2, 3 ,4 y 5

Parlêtre Nº 1
El dia 22 de Noviembre del 2007 se llevó a cabo la presentación del primer número de Parlêtre. Inaugurando con entusiasmo la circulación de la publicación, el encuentro se realizó en HIPERION & Cía Libros, con la presencia de Luis Seiffe, psicoanalista de Tucumán, con gran trayectoria en el campo del psicoanálisis, y del Dr. en Filosofía, Alejandro Auat, reconocido profesional de nuestro medio; ambos invitados por el grupo editorial de Parlêtre. La presentación y coordinación del encuentro estuvo a cargo de su directora, Adriana Congiu.Con importante asistencia a la presentación, se dio comienzo de esta manera a Parlêtre, un espacio de publicaciones que tiene intención de generar conversaciones y cruces entre el psicoanálisis y la cultura en Santiago del Estero.



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INDICE: Editorial Nº1 (por Adriana Cecilia Congiu) - Identidad y Diferencia: La política en sociedades complejas (por Maria Lidia Juliá) - Crónicas (por Gabriela Céspedes) - La insondable fugacidad del presente (por Guillermo Zimmermann) - Acerca de la violencia en los usos políticos de la nominación (por Samuel Basz) - Crónicas (por Gabriela Céspedes) - La insondable fugacidad del presente (por Guillermo Zimmermann) - Acerca de la violencia en los usos políticos de la nominación (por Samuel Basz) - Psicoanálisis y política, de Jacques Alain Miller (por Gabriela Céspedes) - El penúltimo sueño, de Angela Becerra (por Patricia Rosi) - Consideraciones sobre la estética del cine (por Amira Juri de Budeguer) - Reportaje: José Andrés Rivas (por Gisela Yuse)

Parlêtre Nº 2
El dia 4 de abril del 2008 se realizó en el Colegio de Psicólogos de Santiago del Estero la presentación del 2º número de Parlêtre. En esta oportunidad se contó con la presencia de Ezequiel Jimenez, psicoanalista de Tucumán, y de Alejandra Borla, docente y responsable de la gestión operativa del CID Salta y directora de la revista “Diagonal”.Este encuentro estuvo precedida por la presentacion del libro "Fundamentos de la clinica analitica", de Germán García. De esta manera, Ezequiel Jimenez, miembro del CID Tucumán y encargado de la edición del libro, comentó diversos aspectos sobre el contenido, acompañando en la conversacion Alejandra Borla y Guillermo Zimmermann, secretario de redacción de la revista Parlêtre.

INDICE: Editorial Nº 2 (por Adriana Cecilia Congiu) - El límite de lo bello (por Diego Perez Collado) - Psicoanálisis o Arte (por Adriana Congiu) - Referencias en la obra de Lacan, número 34: Lacan y el Oriente (por Guillermo Zimmermann) - Una interpretación pragmática de la verdad en psicoanálisis (por Ricardo Gandolfo) - Crónicas: Lacan en 1963 (por Gabriela Céspedes) - Entrevista a Alejandro Jozami (por Gisela Yuse)
Parlêtre Nº 3
En el mes de julio del 2008, el numero 3 de la revista Parlêtre, estuvo presente en la Feria del libro de Santiago del Estero, en el stand de Hiperión & Cía. Libros.

El dia 29 de Noviembre del 2009 se realizó la presentacion en HIPERION & Cía Libros del cuarto número de Parlêtre. Para esta oportunidad, el grupo editorial invitó a Alberto Tasso, Dr. en Sociología, de amplio reconocimiento en nuestro medio. Tasso resaltó en el encuentro la importancia que tienen las publicaciones escritas en la actualidad, ya que poseen una dinámica y contenido distinto a los producidos por los grandes medios de comunicación.Esta presentación, al igual que en la primera, se desarrolló una interesante conversación sobre diversos temas entre los asistentes, el grupo editorial y Alberto Tasso..
La mesa estuvo coordinada por Gabriela Céspedes, miembro del grupo editorial de Parlêtre
.INDICE: Editorial Nº 4 (por Adriana Cecilia Congiu) - Comentarios de Libros (por Gisela Yuse) - Comentarios de Libros (Hiperión) - LA URGENCIA SUBJETIVA EN LOS SINTOMAS ACTUALES. Un recorrido por los textos y las instituciones (por Marcela Gutman) - LA MIRADA COMO OBJETO, Según Patrice Leconte (por Elvira Escalante) - Crónicas: ¿Warum Krieg? (por Lic. Gabriela Céspedes) - PALABRA GRANDE. EL LENGUAJE Y EL SIMBOLO EN EL PENSAMIENTO DE RODOLFO KUSCH (por Lic. Lucas Daniel Cosci) - DE LA ANGUSTIA FREUDIANA A LA ANGUSTIA LACANIANA (por Anna Aromí) - Reportaje a Alberto Tasso (por Guillermo Zimmermman)

Parlètre Nº5
El jueves 18 de junio del 2009, se llevó a cabo la presentación de la revista Parlêtre, en Librería HIPERION. La revista Parlêtre se dedica a la difusión en Santiago del Estero del psicoanálisis, en diálogo con los diferentes discursos y áreas de la cultura. La presentación estuvo a cargo de Gabriela Céspedes, miembro del Grupo Parlêtre y de Laura Cimadevilla, Historiadora de esta ciudad, quien realizó una importante exposición sobre la figura de Sade a través de las Historia, desarrollando el contexto político y social en la cual vivía el Marqués. Una visión sobre Sade, donde se resaltó sus aspectos familiares y su relación a la escritura, entre otros temas.
Gabriela Céspedes realizó un comentario sobre las perversiones desde el Psicoanálisis, en articulación con conceptos como "sujeto", "norma", "LA relación sexual", y otros.
El debate posterior se realizó con una animada asistencia, donde circularon temas que atañen a la sexualidad, las perversiones, no solo desde el psicoanálisis sino también desde otras posturas, por ejemplo, desde la biología.

INDICE: Editorial Nº 5 (por Adriana Cecilia Congiu) - De las perversiones (por Magdalena Díaz Daviou) - Crónicas de un Encuentro (por Gabriela Céspedes) - Silencios interrumpidos (Grupo Parlêtre) - Y, cada tanto, Sade (por Germán García) - INFANCIA Y PSICOANALISIS - Entrevista a * Maria Teresa Perez (por Gisela Yuse) - Sade La Verdad / La Veriteé (por Guillermo Zimmermann)


FOTOS DE LA PRESENTACION DEL 5º DE PARLÊTRE


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Editorial Nº 5 (por Adriana Cecilia Congiu)

Aprendimos que no todo puede estar previsto de antemano.
Que la vida se abre paso muchas veces sin demasiado cálculo. Y que es así como nuevos lugares comienzan a contornearse. Por eso, Parlêtre, abre una sección nueva: silencios interrumpidos. Una zona de la revista diferente. En ellas les daremos a conocer los temas que tratamos en nuestras reuniones quincenales de los dias jueves.
El espacio del que les hablo, se construyó con encuentros programados desde hace un año aproximadamente, y continúa abierto a todos los lectores que deseen participar como oyentes o colaborando con la transmisión de sus saberes personales. Durante este tiempo, interrumpimos el silencio para hablar sobre Hamlet, las identificaciones, la violencia actual, los diagnósticos clínicos, la melancolía, el lugar del objeto en la histeria, el utilitarismo de Bentham, la cortesía y los semblantes, etc.
La marca del lugar, es que no hay franquicia alguna otorgada aquí, al saber supuesto. Creemos que hay ámbitos donde es mejor no callar. Son ámbitos en los cuales hay que hacer el esfuerzo de hacerse entender por otros, de explicar y también de elucidar lo que aún no está claro.
Si Lacan afirmaba irónicamente , que el Silencio es el privilegio de las verdades no discutidas; era para invitar a los estudiosos a no dormirse escondiendo sus cuadernitos debajo del brazo, atesorando un saber cuestionado. Entonces ¿por qué no inventar un lugar para que esto ocurra?
Por lo tanto les ofrecemos aquí, una doble invitación. Pueden pasar al interior de la revista enviando sus escritos y ahora también pueden, acercarse a nuestras "buenas interrumpciones" y hacer escuchar sus voces. Serán siempre Bienvenidos!

Adriana Cecilia Congiu

De las perversiones (por Magdalena Díaz Daviou)

El concepto de perversión refiere a la ética, puesto
que se trata de una desviación respecto a la norma tomada como ideal. Con la inclusión de las perversiones en la categoría de las enfermedades, dejó de ser pensada en relación a la ética, desapareció la referencia a un sujeto responsable. No es extraño que esto ocurriera así puesto que el concepto de enfermedad deviene del trastorno del organismo (en este caso el cerebro) y no de la relación del sujeto con su deseo y con sus actos. A partir de Freud la clínica vuelve a vincularse con la ética desde el momento en que éste descubre en los síntomas neuróticos no un trastorno orgánico sino un proceso inconsciente. Los síntomas son, en efecto, el resultado del rechazo de determinados deseos de los que no se quiere hacer responsable. Por tanto, resultado de una elección ética. Desde este punto de vista, las neurosis, psicosis y perversiones deben ser consideradas contando
con la hipótesis de un sujeto responsable. ¿Qué
quiere decir “responsable” en este caso? Que el sujeto
responde con su goce, incluso cuando no quiere saber
nada de eso.
La operación freudiana no admite la lectura fácil de
que el descubrimiento del inconsciente habría hecho al
hombre irresponsable de sus actos según la fórmula “no
soy yo sino aquello que se me escapa, el inconsciente, el
responsable de mis actos”. De modo que la operación
freudiana significa un doble movimiento: por un lado
dignifica al sujeto perverso que hasta entonces era considerado
un degenerado, pero precisamente por excluirlo
del mundo de los seres racionales lo hace responsable
de sus síntomas, recuerda el deber de saber la razón de
aquello que lo determina.
Tal vez no sea ocioso recordar el estatuto que la perversión
tenía hasta entonces en el saber médico. Hasta
1870 su estudio se había referido exclusivamente al ámbito
médico-legal, revisando las acciones criminales de
los perversos no por sus cometidos sexuales sino por su
relación con grandes cuadros como las monomanías
homicidas (Esquirol), locuras hereditarias (Morel), o los
síndromes impulsivos y obsesivos (Magnan). La perversión
era, exclusivamente, una patología degenerativa
en el sentido de la corrupción del noble tejido cerebral.
Surge entonces, curiosamente, la posición asumida
y defendida por el jurista alemán C.H Ulrichs, homosexual,
quien se propuso abolir las leyes por entonces vigentes
que reprimían la homosexualidad. Su postura inicia un
amplio debate en el que la comunidad médica se manifiesta
a través de las posturas de Westphal, para quien la
homosexualidad era una “neurosis”, es decir, según los
criterios de la época, una patología degenerativa, y de
Krafft-Ebing que también la considera una patología
hereditaria degenerativa. En 1887 Alfred Binet reconoce
a la herencia en la base, pero requiere de la asociación
mental entre la sexualidad de un individuo y un acontecimiento
insignificante que fije las manifestaciones en el
campo de la perversión. Al mismo tiempo, Binet reconoce
que en la sexualidad normal encontramos elementos
perversos que forman parte de las condiciones de goce
particulares de cada sujeto, que solo resultan aberrantes
cuando sustituyen por completo el acto sexual normal.
Al presentarse las primeras teorías evolucionistas
que tratan de explicar la patología psíquica aparecen
ideas innovadoras al respecto y se va sustituyendo
poco a poco la teoría degenerativa. El postulado
básico de los evolucionistas reconoce que las perversiones
derivan de una “detención en el desarrollo” de
la sexualidad. Así, C. Féré expone su tesis de que la
perversión se explica por un proceso de disolución de
la pulsión sexual que sigue regresivamente los estadios
recorridos en el proceso de estructuración
evolutiva. Por ejemplo, siguiendo esta teoría, un
individuo podría llegar a perder sus pulsiones mas
evolucionadas que regulan y organizan la forma
normal de buscar y atraer al objeto sexual; como
consecuencia de ello aparecerían otras formas mas
arcaicas que habían sido abandonadas o reprimidas
por los procesos evolutivos superiores dando lugar a
conductas perversas tales como atentados contra el
pudor, prostitución, fetichismo, onanismo, etc.
Lydston, en 1889 propone que si el
desarrollo individual (ontogénesis)
reproduce el desarrollo de la especie
(filogénesis), las aberraciones sexuales
deben ser consecuencia de un trastorno
o detención de este desarrollo que
provocaría la aparición de conductas
arcaicas propias de los primeros años de
vida del individuo y también de las
primeras etapas evolutivas de la especie.
En 1897 Havellok Ellis retoma la importancia
de los factores ambientales (tesis
de Binet), y agrega la teoría de la
seducción infantil por un adulto.
En esta misma línea, Moll
investigó las manifestaciones
sexuales en los primeros años de
vida del niño partiendo de la
perspectiva ontogenética. Su
conclusión fue que esas manifestaciones
no eran signos de
degeneración, sino una actividad
anticipatoria de la pulsión sexual.
Para explicar la perversión
supuso entonces la existencia de
una debilidad constitucional del componente heterosexual
normal, lo cual permitía que el componente aberrante
(herencia filogenética que debía permanecer reprimida
por la fuerza de la pulsión heterosexual normal) se
convierta en el factor determinante de la sexualidad.
En 1905 Sigmund Freud ya había delimitado las bases
del psicoanálisis y de su primer modelo de aparato
psíquico basado en la represión que el neurótico imponía
a sus ideas por obra de la censura. Pero quedaban
aún muchas dudas: como se establecía la censura, como
nacía la sexualidad, que factores la iban moldeando, etc.
Necesita remontarse a la infancia, y por ello escribe “tres
ensayos para una teoría sexual”. Lo sorprendente de
este trabajo es que, para referirse a la novedosa “sexualidad
ampliada” del niño Freud recurre a la perversión, a
la que clasifica y define en sus Tres ensayos… de manera
magistral, respondiendo también así al debate de la
época sobre el estatuto de las perversiones.
Freud ya había establecido a la represión
(Verdrängung) como el mecanismo psíquico que fundaba
el inconsciente y daba lugar a la neurosis. Si bien al
principio refirió la represión a elementos ajenos al sujeto,
pronto advirtió que lo que se reprime es alguna fuerza
pulsional interna, inherente al sujeto. Posteriormente
delineará la forclusión (Verwerfung) como carencia de
un elemento simbólico (Nombre del Padre) que dará lugar
a la psicosis, según fuera definida luego por Lacan.
En relación a las perversiones, Freud utiliza el término
Verleugnung, que López Ballesteros traduce como
renegación y que destaca el matiz de renegar de algo,
como quien reniega de la religión, de una creencia que
tiene algo de sagrado. Y esta operación tiene mucho que
ver con la creencia, en la medida en que se trata de renegar
de la castración, que al fin y al cabo es una cierta
forma de creencia. Pero en la Verleugnung se trata de
algo muy sutil. Se trata de no creer en la castración como
ley simbólica para sostener una creencia en algo que no
deja de ser una ilusión.
Al inicio de sus trabajos Freud tuvo dificultades para
encontrar las diferencias que separaban psicosis de perversiones,
y debió esforzarse en cuanto a la negación de
la realidad en ambas estructuras. Para estudiar las perversiones,
Freud se apoya por un lado en la reacción del
niño al descubrir la diferencia de los sexos, y en el fetichismo.
Vemos así que surgen dos líneas básicas: por un
lado el descubrimiento de una realidad que suscita en el
sujeto una forma de rechazo, y por otra parte una maniobra
consistente en introducir un objeto cuya finalidad es
anular la eficacia de la percepción previamente rechazada
y sostener la ilusión de que todo sigue como antes.
Cuando el niño descubre la falta de pene de su madre
aparecen en él distintos sentimientos: miedo, pena, angustia.
Pero si estaba muy identificado con el falo de la
madre, es decir si considera que el deseo de ella queda
muy colmado por su existencia como objeto, el rechazo
de la castración puede adquirir otro sentido: “si yo la
colmo a ella no puede faltarle nada; de modo que si le
falta algo, yo no la colmo, y para ello debería renunciar a
mi goce narcisista”. Si el niño aceptara que a la madre le
falta algo debería entonces asumir que el mismo no es
tan importante.
Pero la cuestión tiene su reverso, porque cierto grado
de reconocimiento de la falta del Otro materno es
necesario para que el niño pueda ocupar el lugar de objeto
libidinal de la madre. En consecuencia, lo que le
conviene al niño es un reconocimiento pero a medias: un
reconocimiento pero a medias: un reconocimiento del
hecho, pero una interpretación interesada de su significación.
Esta posición narcisista que el niño se resiste a
perder es lo que Lacan llama “identificación con el falo
imaginario de la madre”. En la evolución normal de quien
llega a ser neurótico, el niño encuentra un camino difícil:
si continúa en esta identificación de afrontar la enorme
angustia de ser objeto del deseo del Otro materno, con el
horror que ello implica. Pero además aparece la figura del
padre que le niega este camino, al tiempo que le muestra
otra salida: la asunción de la propia sexualidad a futuro.
El perverso, en cambio, reniega de la castración, es
decir, reniega de la ley de la castración representada por
el padre, pero reniega en aras de la continuidad de obtención
de una satisfacción a la que el sujeto no está
dispuesto a renunciar. Es de destacar que, a diferencia
del neurótico, esta posición no le angustia, o la satisfacción
que obtiene le lleva a sobreponerse a la angustia
con la suficiente eficacia en un momento decisivo de su
trayectoria vital. Para ello el sujeto perverso recurre a
ciertas maniobras que consisten en una puesta entre
paréntesis de la castración, negando la consecuencia
simbólica de la diferencia entre los sexos, pero también
cuestionando la ley que regula el deseo y prohíbe traspasar
ciertos límites.
En 1927 Freud publica un artículo denominado Fetichismo
en el que dedica su atención a esta particular
perversión que resulta paradigmática a la hora de definir
a otras modalidades de perversiones. En este artículo
Freud muestra que el objeto fetiche es un objeto que
estaba presente en el momento del descubrimiento de la
falta de pene de la madre, un objeto sobre el cual se
desvía la atención de un sujeto que no quiere reconocer
lo que está viendo. Así el objeto fetiche tiene un doble
valor: por un lado es el “monumento conmemorativo de
una derrota, símbolo de la castración de la madre”; pero
también, por el desvío de la atención hacia él, sirve para
ignorar lo que ha quedado al descubierto. La producción
del fetiche resulta una opción metonímica en contra
de la metáfora paterna y sus consecuencias castradoras.
Dado que las vías del deseo, como lo indicó Freud y
lo demostró Lacan, siempre tienen algo en común con la
perversión, podemos hablar del fetichismo como de la
perversión paradigmática. Pero también podemos explorar
la relativa universalidad del fetichismo, no ya como
un cuadro clínico bien configurado y basado en una
posición subjetiva estable, sino como un rasgo delimitado,
parcial, que actúa en el terreno de la elección de un
objeto amoroso para un sujeto que, considerado en su
posición sujetiva fundamental, es un neurótico. En efecto,
resulta evidente que todos requieren determinadas
condiciones a quien será propuesto como objeto sexual.
Tales características resultan muy definidas en el caso
de los hombres, que dedican una especial atención a
algunos atributos de la mujer, no solo caracteres sexuales
secundarios como los senos, sino también elementos
que pudieran considerarse ajenos a la sexualidad
(delgadez, gordura, forma de las piernas, etc.). Cada uno
de los caracteres tiene, aunque limitadamente, una estructura
similar al objeto fetiche, todos tienen como función
actuar como contrapeso al horror de la castración
descubierta algún día en la mujer (en realidad, la madre).
Dicho de otra manera, los “atributos femeninos” son “lo
que la mujer tiene” que desvía la atención de “lo que no
tiene”. Naturalmente, cada sujeto presenta una fijeza
determinada a estas características que dependen de su
posición subjetiva y de su historia personal.
En la vida sexual de los hombres en su relación con
las mujeres, este estilo fetichista no deja de tener sus
consecuencias. Así, entre los avatares de lo que se suele
llamar “crisis de los cuarenta” en los hombres hay un
aspecto que podemos describir como súbito incremento
del interés por mujeres mas jóvenes. Sin entrar en detalles
sobre todos los aspectos de esta “crisis” de la pareja,
cabe destacar que debido a los cambios que el cuerpo
experimenta con la edad, deja de cumplir con las condiciones
fetichistas que despertaban el deseo y hacían
posible la relación sexual, es decir, la pareja empieza a
evocar la experiencia de la castración materna con la consecuente
caída del deseo.
Con todo esto no se quiere imponer que todos los
hombres sean perversos fetichistas, así como tampoco
que todos los niños asuman el papel de objeto fetiche,
sino que lo que se muestra es la comunidad que existe
entre la perversión y la sexualidad en todas sus manifestaciones,
incluso en aquellas que entran decididamente
en el campo del amor. La diferencia entre el neurótico y el
perverso se ha de seguir manteniendo, pero ambas estructuras
no están tan lejos una de la otra. Sin embargo,
la clínica diferencial entre una y otra no es tan sencilla.
Hay que tener en cuenta que en algunos sujetos
neuróticos los elementos ya de por si afines a la perversión
propios de su sexualidad adquieren una relevancia
especial, y eso permite hablar de casos de neurosis con
rasgos de perversión muy acentuados. Un mundo como
el actual, que cada ves más considera el goce como un
derecho y que cuenta con cada ves menos legitimidad
para ponerle límites en nombre de una ley cualquiera,
tiende a potenciar el protagonismo de los rasgos de perversión,
ya de por sí presentes en la neurosis.
Finalmente hay que constatar que toda una gama de
síntomas que hoy se suelen englobar dentro de la categoría
de las adicciones presentan una afinidad marcada
con la operación de la Verleugnung considerada en un
sentido más general como no querer saber nada del inconsciente
y de tratar de combatir sus efectos de división
subjetiva como un remedio, fácil pero muy peligroso,
de un goce que cumple una amplia gama de posibilidades.
Con todo esto queda claro que si bien la política de la
represión es la que domina todo el campo de la neurosis,
la renegación o Verleugnung no le es tan ajena. Se trata
siempre al fin y al cabo, de no querer saber nada del
inconsciente, una (represión), que opera en dirección
contraria a la pulsión, y otra (renegación) que trata de
aprovecharla, reciclarla, pero precisamente en contra de
los efectos de división y castración que la relación del
sujeto con el inconsciente produce necesariamente.
En el final una necesaria aclaración. Si bien en su
momento la distinción entre psicosis y perversión le pudo
resultar dificultosa a Freud, logró articularla eficazmente.
Mucho mas se aclara aún con la intervención de Lacan
quien define netamente forclusión, en la que el sujeto
psicótico no rachaza la castración, la ignora completamente
por que los elementos constitutivos no están a su
disposición. Así, mientras la Verleugnung es un rechazo
de la castración porque el sujeto no está dispuesto a
renunciar a alguna modalidad de satisfacción, la
Verwerfung, en su traducción lacaniana como forclusión
es una carencia simbólica que impide que el problema de
la castración llegue siquiera a plantearse en los términos
que le corresponden. El perverso, si rechaza la castración
no es porque no sepa nada de ella, sino por el contrario
porque la conoce perfectamente, sabe bien cuál es
el precio a pagar con la moneda de su satisfacción pero
decidió no pagarlo.
Magdalena Díaz Daviou
Médica psiquiatra de Clínica Arcadia

Crónicas de un Encuentro (por Gabriela Céspedes)



Incuestionable e inevitablemente la referencia es
Oscar Masotta cuando se trata de situar la entrada de la
enseñanza de Jacques Lacan en Argentina.
Su juventud transcurrió allá por los años ‘50, época
en la cual despertó su interés la filosofía y la crítica
literaria. Sus contemporáneos y él mismo se reconocían
apasionados lectores de Sartre, Merleau Ponty, quizá
algo menos por Hegel, Kierkeggard, Heidegger, Marx,
Lenin. Alumno de la Facultad de Filosofía y Letras.
Tan solo por nombrar algunas de sus intensas actividades
participó en la revista Contorno junto a C. Correas,
J.J. Sebreli, David e Ismael Viñas. Implicado en las
actividades del Instituto Di Tella. Publicó Sexo y traición
en Roberto Arlt.
Habitúes de algún café donde las reuniones eran el
pretexto perfecto para la polémica, la crítica acalorada.
Exquisiteces de una Buenos Aires intelectual, bohemia,
idealista y sin muchas monedas que contar en los bolsillos.
Encendidas pasiones daban lugar también a interesarse
por la política del momento.
Oscar Masotta, inquieto, lúcido, curioso no se quedaría
solo con la filosofía, con el mismo apasionamiento
lo encontramos involucrado en el campo de la semiología
del arte y la comunicación, investigando y dando
clases de semiótica en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo
de la UBA, dando conferencias en el Museo de
Arte Moderno de Nueva York y el Instituto de Altos
Estudios Latinoamericanos de París, destaca Graciela
Musachi, incursionando en el mundo de la historieta
también, cosa que sus viejos compañeros intelectuales
no aceptaban fácilmente.
Masotta deja atrás a Sartre y su proyecto de convertirse
junto a sus contemporáneos en escritores en
intelectuales, cuestión esta que señala otros caminos,
provocando distancias que no volverían a acortarse.
Así también abandonaría su compromiso con
la política.
La muerte de su padre lo llevaría a iniciar su
análisis.
Pasaría del existencialismo de los ’50 al
estructuralismo en los años ’60, Levi-Strauss era ahora
su lectura preferida. La lingüística, la semiótica eran la
moda del momento. Se apasionaba por los libros e ideas
con la misma facilidad con que los abandonaba
suelen
comentar algunos que lo han conocido.
Un artículo de Roberto Jacoby que se llama “Vida en
episodios con subtítulos de cine mudo”, expresa: “...De
Masotta hay mucho para decir y ese exceso dificulta.
Parece necesario titular su vida en fragmentos, como los
cortometrajes del cine mudo (Masotta alumno perfecto,
Masotta peronista, Las chifladuras de Masotta, Masotta
se hace marxista, Masotta charla con evita, Masotta profesor,
Suicida, Perseguido por las chicas, Clochard, Viaja
por el mundo, En el Happening, comido por los celos,
Exiliado, Semiólogo, Cleptómano, Pintor, Poeta, Analista,
Papá...) donde el héroe inviste una persona diferente o
enfrenta una situación peculiar o disparatada, sin dejar
de ser él mismo; son episodios.”


Su relación con la Universidad, como tantas otras
cosas termina en ruptura. Luego de haber sido expulsado
de la universidad es cuando se produce una relación
más sólida con el Psicoanálisis y, por esas cosas, que
parecen tan propias de Masotta, al tiempo vuelve invitado
por la universidad para hablar nada menos que de
Freud. Corren los años ’70.
Una vez más el Psicoanálisis Lacaniano debe abrirse
camino, así como en Francia. Lacan en su momento realiza
todo un movimiento de regreso a la lectura de los
textos freudianos rompiendo con la tradición de los
posfreudianos que se atribuían a sí mismos ser los herederos
del Psicoanálisis, tradición signada por la impostura
escondida tras títulos insignes y de prestigio que
habían trastocado los conceptos imprescindibles del
Psicoanálisis.
El Psicoanálisis en Argentina no escaparía a aquella
situación. Es Masotta quien introduce un punto de ruptura
entre quienes se arrogaban la enseñanza oficial de
Psicoanálisis (A.P.A)
En mi opinión, y creo que en la de muchos, enseñanza
oficial que bastardeaba al Psicoanálisis en nombre de
una Moral, La Familia, El Éxito, La Bondad, al fin y al
cabo, en procura de un hombre bien adaptado. Para ello
se debía ostentar títulos que lo garantizaran, ya sea médico
o psicólogo.
Llamativamente fue Enrique Pichón Riviere, miembro
de la APA quien le regala a O. Masotta sus pimeros textos
de Lacan. Encuentra a Lacan.
Dirá Enrique Acuña en su escrito “El estilo como pecado
original – diez decires de Oscar Masotta : “...Lacan
propone un retorno a los conceptos de Freud leídos desde
las referencias de la filosofía de la época: Heidegger,
Husserl, Hegel. Es este Lacan de la fenomenología que
se apoya en el lado material de la palabra y su función en
el campo del lenguaje, sumado a la antropología estructural
de Levi-Strauss que permite a Masotta leer allí un
verdadero “manifiesto para refundar el freudismo”.
Recuerda Germán García, fue el 12 de Marzo de 1964
que habla en público por vez primera de Jacques
Lacan. Lo hizo en el Instituto de Psiquiatría Social fundado
por Riviere, la conferencia: “Jacques Lacan o el
inconsciente en los fundamentos de la filosofía”. Luego
de todo un recorrido por el Psicoanálisis, realizando
publicaciones valiosísimas; dando conferencias, organizando
el Primer Congreso Lacaniano y de este quedan
trabajos publicados en la revista Cuadernos Sigmund
Freud; ocupándose de la transmisión del Psicoanálisis
en grupos de estudios; da como resultado la fundación
de la Escuela Freudiana de Buenos Aires en 1974,
homóloga a la Escuela Freudiana de Lacan, quien por su
parte lo reconoce como “mi discípulo”. Masotta fue nombrado
miembro de la Escuela Freudiana de París. La fundación
de la Escuela Freudiana en Argentina no fue sin
la oposición de la A.P.A. quien proscribía la enseñanza
lacaniana y que vería en ello una plena objeción a sus
garantías de prestigio.
Poco tiempo después de la fundación de la E.F.B.A.,
el golpe militar obliga a muchos al exilio, entre ellos Oscar
Masotta.
Ya en España, su deseo no decae, funda la Biblioteca
Freudiana de Barcelona. Publica, forma grupos de estudios
en Barcelona, Madrid, Valencia, entre otras.
Para los países de habla hispana es Oscar Masotta
un hito fundamental en la transmisión de la enseñanza
lacaniana, siendo esto plasmado en publicaciones como
Lecciones introductorias al Psicoanálisis y Ensayos
Lacanianos. Ha dejado la marca fundamental del retorno
a Freud. Lo que sucedió luego con la Escuela Freudiana
de Buenos Aires es otra historia. En nuestro país hoy la
enseñanza rigurosa y sistemática del psicoanálisis
lacaniano es llevada adelante por un instituto que lleva
su nombre.
En palabras de Germán García “Si Oscar Masotta
logró que cada uno hiciera algo es por que también lo
hacía: analizado por algunos, analista de varios, profesor
de muchos, ensayista reconocido entre los mejores
de generación, fue ese hombre extraño que amaba a
un Jacques Lacan con el que temía encontrarse y que
alguna vez comentó divertido su extrañeza por los gestos
con que éste lo despidió después de una charla
cuyo inevitable tema fue la-situación-del-psicoanálisis-
en-la-Argentina.” (Oscar Masotta 1930-1979).

Gabriela L. Céspedes
Lic. en Psicología
Miembro Asociado del IOM- Cid Sgo. del Estero
Miembro del Grupo de Estudios Psicoanalíticos.

BIBLIOGRAFÍA
“OSCAR MASOTTA. EL REVÉS DE LA TRAMA” compilación
de Marcelo Izaguirre. Ed. Atuel/ Anáfora. 1999

Silencios interrumpidos (Grupo Parlêtre)

Jueves 30 de Abril: Guillermo Zimmermann transmitió
parte de su investigación sobre el tema: El Diagnóstico
diferencial de Epilepsia y Neurosis.
Jueves 7 de Mayo: Gabriela Céspedes trabajó un artículo
personal titulado: «Pan o Palabras» en el que ubicó
cuestiones de estructura en referencia a la modalidad del
estrago en el vínculo madre-hija.
Jueves 15 de Mayo: Los integrantes del grupo editorial
de la revista Parlêtre, fueron invitados a participar en la
presentación de la revista: «Diálogo Mayor», recientemente
editada por el Profesorado de Filosofía Santiago El Mayor.
Guillermo Zimmermann representó a Parlêtre en la
mesa panel dando a conocer la experiencia de nuestra revista
y la importancia de las publicaciones en Santiago del
Estero.
Jueves 28 de Mayo: Gisela Yuse partirá de un trabajo de
Massimo Recalcati: «La última Cena», para abordar desde el
mismo otros autores que buscan argumentar los trastornos de
la alimentación de la época actual: la bulimia y la anorexia.
Jueves 4 de Junio: Ricardo Neme introducirá algunos conceptos
de Topología, intentando precisar las propiedades de
los objetos destacadas por esta disciplina matemática.
Jueves 18 de Junio: Adriana Congiu realizará el desarrollo
de sus investigaciones sobre el concepto de «Extimidad y el
final del análisis».

Quienes deseen participar en dicho espacio, pueden comunicarse
al correo de Parlêtre: parletre@hotmail.com o bien concurrir
en estas fechas a Mitre 327. 2º Piso-Dpto 1.

Y, cada tanto, Sade (por Germán García)



Si lo seguimos, no es más bien que el sadismo rechaza
hacia el Otro el dolor de existir…?
JACQUES LACAN, 1963.




«Y, CADA TANTO, SADE», así llamé a la nota que
escribí para la revista Babel, y que formó parte de
un dossier sobre el Marqués realizado en el momento
de la difusión del horror bajo el título de
Nunca más (título equívoco cuando se lo descubre
oxímoron). Ahora, con el mismo título, se trata
de otra cosa.
El Sade que nos presenta Lucienne Frappier-
Mazur es del siglo XXI. Ella pasa revista a las
lecturas de Sade del siglo XX. Si bien fue publicado
en 1991, la perspectiva feminista abierta a una
minuciosa investigación retórica que no descuida
la historia del género «novela», y el esclarecimiento
de las coordenadas políticas de las diferentes
obras de Sade, convierten a este libro en
algo de suma actualidad.
«La experiencia fisiológica demuestra que el
dolor es de un ciclo más largo desde todo punto
de vista que el placer, puesto que es una
estimulación que lo provoca en el punto donde el
placer termina. Por muy prolongado que se lo
suponga, tiene sin embargo como el placer su
término: es el desvanecimiento del sujeto. Tal es
el dato vital que va a aprovechar el fantasma para
fijar en lo sensible de la experiencia sadiana el
deseo que aparece en su agente».
Por el dolor, la lógica del fantasma se convierte
en lógica sensible, que hace de la experiencia la
temporalidad de un cálculo realizado por el deseo.
Ese cálculo supone un sujeto real – que no se
reduce a Sade – en la trama de un discurso del
que se vale el autor: «Como la teología en la Edad
Media, la medicina tuvo durante la Ilustración el
estatus de discurso magistral que infiltraba y regulaba
toda otra comunicación. Los avances espectaculares
del conocimiento médico se habían
acelerado en tiempos de Sade, especialmente en
Francia. Los médicos franceses (como Pierre-Jean-
Georges Cabanis) estaban entre los reformadores
y filósofos más activos y su pensamiento penetraba
mucho más allá de los límites de la medicina
y la salud pública: afectaba la educación, el gobierno
y la ley. Era bastante común que esos escritores
sostuvieran que la medicina estaba aportando
la piedra angular de una filosofía del hombre
completamente nueva. La medicina, entonces,
no sólo infunde en las novelas de Sade un vocabulario
técnico o algunas intuiciones misceláneas. Le ofrece
la base para reorganizar radicalmente nuestra concepción
de la naturaleza humana».
La farmacia y la cirugía, las prácticas de la autopsia,
el conocimiento de tumores, úlceras y abscesos encontrados
en el interior del cuerpo, muestran el revés de
horror que la belleza cubre: «El tratamiento del dolor y de
la sexualidad en las novelas de Sade es una prolongación
de esta nueva mirada clínica […] Examina la conducta
sexual humana como un Linneo ligeramente encorvado,
decidido a identificar y clasificar toda posible
permutación del placer».
Clement, el monje libertino de Justine, dice: «No existe
sensación más vívida que el dolor; sus impresiones
son ciertas, confiables, nunca engañan como esas del
placer que las mujeres continuamente fingen y casi nunca
experimentan». La certeza del dolor, opuesta a la incertidumbre
del placer, se realiza en el cuerpo del otro.
Gilles Deleuze habla de la actitud del erotismo para
servir de espejo del mundo, pero la cuestión es más amplia.
Alfred Metraux mostró que lo que acontece durante
el embarazo es un espejo de lo que ocurre en el exterior:
«Ni el padre ni la madre pueden, por ejemplo, montar a
caballo o apretar una cincha: el vientre del niño se inflaría
hasta su muerte […] Se recomienda al padre que se
guarde de limpiar con una paja el tubo de una pipa; taparía
la nariz del niño, que moriría asfixiado».
El orden del proceso temporal que la naturaleza alberga
en el cuerpo de la mujer está sujeto a una colisión
con el orden social compartido con los hombres: cualquiera
de los dos puede hacer peligrar al ser que sigue
su formación invisible. Sade no es ajeno a este espejo,
este espejismo, de una simetría entre lo que ocurre más
allá de la mirada, en una mujer, y lo que describe como
montajes de goce.
Lucienne Frappier-Mazur escribe: «Todos los símbolos
de lo híbrido y de la indistinción se sitúan sobre el
vértice maternal. Recuerdo o negación violenta de la fusión
madre-niño, escapan a la ley del padre a medida que
se oponen a toda forma de orden, de localización y de
separación».
¿Se trata de la «fusión» de dos seres o de la extraña
transformación que se opera en una mujer antes de convertirse
en madre? La couvade, que en Sade se vuelve
bulimia, inclina la respuesta hacia una explicación donde
la «ley del padre» no tendría mucho que hacer.
Y , cada tanto , Sade
Si lo seguimos, no es más bien que el sadismo rechaza
hacia el Otro el dolor de existir…?
JACQUES LACAN, 1963.

«Tal vez deseéis saber algo de mí. Bueno pues,
no soy feliz, pero estoy bien. Eso es todo lo que
puedo responder a un amigo que, espero, todavía
se interesa por mí».
Sade, 1806.

«Bueno pues, no soy feliz, pero estoy bien», le responde
el Marqués de Sade a su amigo, abogado y administrador,
Gaufridy, en una carta que intenta suprimir la
distancia que en los últimos años se había creado entre
ellos.
Está claro, entonces, que la felicidad no se confunde
para Sade con «estar bien», ya que tiene otras exigencias:
«Volvamos indistintamente a todo lo que nos inspiran
las pasiones y así seremos siempre felices» [Rendosnous
indistinstement á tout ce que les passions nous
inspirent, et nous serons toujours heureux]. Esta frase
pertenece a La vérité (La verdad), un poema donde Sade
expone de manera precisa su sistema, texto que no figura
en los estudios sobre Sade a pesar de su publicación
integral realizada por la editorial Pauvert (París, 1961). La
edición bilingüe de la editorial Atuel (1995) tampoco contó
con la rutina de los comentarios publicados en los
suplementos y revistas culturales.
Según informa G. Lely en el prefacio a La vérité, el
poema fue encontrado entre los papeles de La Mettrie,
en un manuscrito autográfico inédito del Marqués de
Sade: «En una rápida lectura de este poema filosófico y
de las notas que lo acompañan, aparece inmediatamente
lo específicamente sadista, tanto la expresión como la
doctrina de la que el Marqués es autor, a pesar del nombre
de La Mettrie bajo el que, por prudencia, creyó tener
que esconderse. Pero el sólo aspecto del manuscrito,
tachado y corregido, bastaría para identificarlo como una
obra personal. En cuanto a la fecha de composición de
La vérité, no hay ninguna observación decisiva que nos
permita establecerla con certeza.
El examen de la escritura y del papel nos inclinaría a
pensar que el poema vio la luz en La Bastilla, alrededor
de 1777.»
Lely conjetura que la elección del nombre de La Mettrie
–citado en Juliette- va contra las interpretaciones difamatorias
de las que éste había sido objeto por parte de
los otros filósofos. D’Holbach lo acusa, en su Sistema
de la Naturaleza, por estar entre «quienes han negado
la distinción del vicio y de la virtud».
La Mettrie, dice Lely, «reivindicó para el individuo el
derecho a gozar sin ninguna traba». A la inversa que
Sade, La Mettrie espera que el resultado sea un ser satisfecho,
dulce y benévolo.
Pierre Naville –citado por Lely- afirma que las
antinomias de la física materialista y de la moral utilitarista
no se resuelven en La Mettrie, mientras que en
D’Holbach y Diderot son abolidas en la búsqueda de un
nuevo equilibrio social. En Sade, por su parte, estas
antinomias explotan en un provecho individual que sería
natural y son enemigas de las leyes de la sociedad.
La vérité es una sátira contra la religión, una apología
lírica de los instintos amorales, donde el crimen aparece
como un instrumento de la naturaleza, que al destruir
trasmuta y multiplica.
Leemos en Juliette: «En suma, la materia no se destruye
para adoptar nuevas formas, como tampoco lo hace
un cuadrado de cera cuando alguien lo convierte en un
círculo. Nada hay más natural que estas resurrecciones
perpetuas, y no es menos habitual nacer dos veces que
nacer una. Todo en el mundo es resurrección: las orugas
se convierten en mariposas; una semilla resucita en forma
de árbol; todos los animales enterrados en la tierra
renacen en la hierba, las plantas, los gusanos, y alimentan
a otros animales, con cuya sustancia acaban por
fundirse». Este panteísmo es el aliado de un cuerpo que
no separa la certeza del dolor de las incertidumbres del
placer y se sitúa más allá de cualquier alianza entre la
moral utilitaria y la hedonista. Sade derrocha su fortuna,
gasta sin cálculo; Sade flagela y se hace flagelar. El postulado
de la «regeneración» lo convierte, según la expresión
que Jacques Lacan toma de Whitehead, en «objeto
eterno».
La excelente biografía de Francine du Plessix Gray
muestra que las travesuras de Sade no diferían de las de
cualquier libertino, ni eran más atroces. En todo caso,
Sade no asesinaba como algunos otros.
Cuando su padre murió siguió con su título de Marqués
en vez de usar el de Conde que había heredado:
conjeturo que eso le permitía continuar con su costumbre
de estar lejos de la Corte, en tanto no soportaba
inclinarse frente al Rey. A la inversa, en su castillo de La
Coste había restaurado algunos hábitos de dominio inspirados
en el siglo XI. Pero queremos hablar de lo que
Sade escribía, no de lo que hacía, de su obra y no de su
vida, de l’écriture de l’órgie más que de la orgía misma:
«Se instituyen extraños ritos bajo el nombre de sacramentos
», explica Dolmancé. Se trata de hacer otra cosa
con eso, se trata de instituir ritos antisacramentales.
El adolescente Sade vuelve de la Guerra de los Siete
años convertido en un joven libertino. Había pasado por
los rituales de la masacre y el sabor de la derrota. Antes
había conocido la educación de su tío (monje libertino) y
el rigor de los jesuitas (de quienes hereda su gusto por el
teatro).
Sade no quiere saber nada con los rituales de la corte
porque quiere establecer sus propias reglas de juego (su
padre, también libertino, le reprocha una orgía donde
estaba solo –sin ningún igual, quiere decir- con una comparsa
de personas vulgares).
Los rituales de la religión y los rituales de la guerra
convergen en los rituales de la orgía, como instrucción
para el deleite: «Es imposible hacer siempre el mal. Privados
del placer que nos causa, reemplacemos al menos
esta sensación por la pequeña y fina maldad de no hacer
jamás el bien» – son palabras de Dolmancé, dirigidas a
una mujer de quince años, llamada Eugenia, que se está
iniciando en los principios del libertinaje.
Sade y la escritura de la orgía, propone una lectura
atenta a la intertextualidad histórica y a los procedimientos
retóricos del autor. El novelista Sade había leído –
como el Quijote los libros de caballería- las novelas eróticas
de sus antecesores y contemporáneos y le parecían
de poco interés. En cambio, en sus ideas sobre la
novela, defiende a los trovadores contra los que suponen
que sus fabliaux son imitaciones de los italianos:
«[...]por el contrario se formaron entre nosotros; fue en
la escuela de nuestros trovadores que Dante, Tasso, e
incluso un poco Petrarca, esbozaron sus composiciones;
casi todos los relatos de Bocaccio se encuentran en
nuestras fabliaux. No ocurre igual con los españoles,
instruidos en el arte de la ficción por los moros, que a su
vez lo tenían de los griegos, de los que poseían todas las
obras de este género, traducidas al árabe[...]».
En cuanto a Cervantes, el elogio de Sade es contundente:
«Que no se nos permita retroceder un instante
para cumplir la promesa que hicimos de echar una ojeada
sobre España. Ciertamente que si la caballería había inspirado
a nuestros novelistas en Francia ¿a qué punto no
se había igualmente subido a las cabezas allende de
montes? El catálogo de la biblioteca de Don Quijote,
agradablemente compuesto por Miguel Cervantes, lo
demuestra evidentemente; pero por más que puedan existir,
el célebre autor de las memorias del mayor loco que
haya podido imaginar un novelista, no tenía seguramente
rivales. Su inmortal obra, conocida en toda la tierra,
traducida a todas las lenguas, y que debe considerarse
la primera de todas las Novelas, posee indudablemente
más que ninguna de ellas, el arte de narrar, de entremezclar
agradablemente las aventuras, y particularmente
el de instruir deleitando».
Caballería, donde obtuvo en 1755 el grado de Alférez
del regimiento real, y fue Capitán del regimiento de
Borgonia. Intervino en la Guerra de los siete años, donde
supo estar a la altura de su función, pero no es eso lo
que pasa a su literatura. Sus ejércitos están compuestos
por mujeres a las que se pervierte y por libertinos que se
dedican a «instruir deleitando». La comparación con
Cervantes así como la diferencia con sus temas, se encuentra
para Sade en el núcleo de su concepción de la
novela: «¿En qué pueblo debemos buscar la fuente de
esta clase de obras y cuales son las más famosas? La
opinión común cree descubrirla en los griegos. Pasa de
allí a los moros de quienes las tomaron los españoles
para transmitirla después a nuestros trovadores, de quienes
la recibieron nuestros novelistas de caballería. Bien
que yo respete esta filiación, y que me someta a ella en
ocasiones, estoy lejos empero de adoptarla rigurosamente;
es, en efecto, acto difícil en siglos en que los viajes
eran tan poco conocidos, y las comunicaciones tan interrumpidas;
hay modas, costumbres, gustos que no se
transmiten; inherentes a todos los hombres, nacen naturalmente
en ellos; por doquier existen, se encuentran
huellas inevitables de esos gustos, de esas costumbres,
de esas modas. No lo dudemos un instante: fue en los
primeros parajes que reconocieron a los Dioses, donde
las Novelas tuvieron su fuente y por consiguiente en
Egipto cuna cierta de todos los cultos. Apenas los hombres
hubieran sospechado unos seres inmortales, les hicieron
actuar y hablar; a partir de entonces, he ahí las
metamorfosis, las fábulas, las parábolas, las novelas; en
una palabra, he ahí las obras de ficción, a partir de que la
ficción se apodera de los hombres» .
Esta genealogía que comienza por la «cuna de todos
los cultos» expande el concepto de ficción para abarcar
a la religión, la guerra… el erotismo. Los pueblos, dice
Sade, guiados por sus sacerdotes, pelean por fantásticas
divinidades, después sustituyen esas supersticiones
la defensa del Rey o de la patria: ponen a «los héroes
en el lugar de los Dioses» entonces «se canta a los hijos
de Marte como antes se habían celebrado los del cielo».
Sade se aparta de la novela de caballería, como se
aparta de la religión, por que ha descubierto su tema: «El
hombre está sujeto a dos flaquezas que sostienen su
existencia, y la caracterizan. En todas partes es preciso
que rece, en todas partes es preciso que ame; y he aquí
la base de todas la novelas; las ha hecho para pintar a
los seres a quienes imploraba, las ha hecho para celebrar
a quienes amaba».
El hombre imploraba a los Dioses, amaba
a los Héroes. Imploraba por terror o esperanza,
amaba los objetos «más reales» que
despertaban sus sentimientos. «Los
romanos, más propensos a la crítica, a la
malicia, malignidad, que al amor o a la
oración, se contentaron con algunas sátiras,
como las de Petronio o de Varrón, que nos
guardaremos muy bien de clasificar en el
género de las Novelas».
Pero es en una mujer, Madame de La Fayette,
donde Sade encuentra a una precursora:
«[…]nada tan interesante como Zaïde, nada tan
agradable escrito como La Princesse de Cléves.
Gentil y encantadora mujer, si las gracias sostenían
tu pincel ¿no le era permitido el amor
dirigirlo alguna vez?». La pregunta es un reproche
lisonjero que, después de nombrar a una
serie de novelistas, explicita su fundamento:
«[…]los escritores que aparecieron a continuación,
sintieron que las soserías ya no divertían a
un siglo pervertido por el regente, un siglo
hastiado de las locuras caballerescas, de las
extravagancias religiosas, y de la adoración de
las mujeres; y encontrando más sencillo divertir a
esas mujeres o corromperlas, que servirlas o
incensarlas, crearon acontecimientos, escenas,
conversaciones más acordes con el espíritu del
día; rodearon de cinismo las inmoralidades, y si
no instruyeron, al menos gustaron».
Sade propone de nuevo las dos palabras del
elogio a Cervantes: Instruir y gustar. En este
sentido Las ciento veinte jornadas son comparables
con el Quijote, de la misma manera que La
filosofía en el tocador es el reverso del Emilio
de Rousseau (autor citado en el libro por
Madame de Saint-Ange).
Sade no va a lisonjear a las mujeres como
suele hacerlo una novela de amor de la época,
ni las va a corromper como en las novelas
pornográficas de su época: las va a instruir.
Al hacerlas hablar, hablará a través de ellas, como
antes lo hizo Sócrates según David M. Halperin.
Instruir a esas mujeres mientras se goza con ellas, es
el reverso de hacerse instruir por ellas. Sade no se dice
instruido por Diótima, como Sócrates, porque más allá de
los hombres y de las mujeres está la certeza «científica».
Marcel Hénaff ha descrito las reducciones que
operan en la trama narrativa: la fisiológico/quirúrgica, la
maquínica, la aritmética, la combinatoria.
Los personajes masculinos hablan en
nombre de este saber que los personajes
femeninos autentifican, de la misma manera
en que Diótima autentifica la palabra de Sócrates, las
místicas, las palabras de los teólogos, y las histéricas las
de los psicoanalistas. Es verdad que Sade deja hablar en
primera persona a Juliette, Clairwil, Durand, Dubois y
otras mujeres. Pero ellas son «mujeres» narradas por
Sade, que pone palabras en sus bocas, bellezas en sus
cuerpos, insaciabilidad en sus deseos, etcétera.
Annie Le Brun se pregunta «¿Por qué Juliette es una
mujer?». (Se) responde que las libertinas de Sade niegan
«las conductas esperadas de la feminidad». Pero Juliette,
en particular, está en un contrapunto con su hermana
Justine. La primera, libertina, vive en la dicha; la segunda,
virtuosa, va de la desdicha a la ruina. Esta oposición
entre la prosperidad del vicio y las desdichas de la virtud
habría sido propuesta por el abad Nicolás Sylvestre
Bergier, que había atacado en 1770 al iluminismo
inmoralista.
La moral induce a la desdicha, la ilustración científica
más allá de las abstracciones, resuena en un cuerpo que
reclama su derecho al goce: es la filosofía en el tocador.
Juliette, verdadera filósofa, no responde como mujer:
«[…]pienso y hablo como Hobbes y como Montesquieu»
dice (citada por Annie Le Brun) .
Lucienne Frappier-Mazur analiza el cuerpo entre lo
erótico y lo social, entre el desorden y el ritual que propone
la orgía al provocar y regular el exceso. Se trata de
una indistinción ordenada donde los protocolos de la
orgía conducen a la reducción de la mujer. Las jerarquías
de la orgía ordenan las relaciones entre los sexos, como
entre víctimas y verdugos. Este análisis ocupa la primera
parte del libro y expone el trasfondo cultural y social de
la producción sadiana.
La segunda parte estudia los recursos de Sade y para
eso traza su estrategia de lectura a partir de los cuerpos,
texto, parodia.
La autora combina el saber sobre los modelos de la
novela, con su conocimiento de los estudios sobre Sade,
su dominio de la retórica y las investigaciones literarias
y algunas explicaciones psicoanalíticas que matizan sus
conclusiones.
La noción de parodia le sirve para entrelazar escenas
de la obra de Sade con los acontecimientos de la Revolución
(no podemos olvidar a los cuatro libertinos de Las
ciento veinte jornadas de Sodoma, en el momento de la
redacción de una «legalidad al servicio del absoluto de
las pasiones»). El narrador dice: «Con personas semejantes,
los tesoros importaban poco, y en cuanto a los
crímenes, se vivía entonces en un siglo en que estaban
muy lejos de ser investigados y castigados como lo han
sido después».
Frappier-Mazur no ignora el libro de Annie Le Brun,
pero le quita esa seriedad militante que «critica» los blanqueos
anteriores de Sade (Bataille, Blanchot, Klossowski,
etcétera) para proponer uno más radical: «Sade es seguramente
el más prodigioso cerebro poético».
Semejante afirmación revela una pasión por la propia
cultura y la propia lengua, que parece ignorar que el
castillo de Silling es declarado dos veces fuera de Francia
y el Marqués – cuando muere su padre – no se convierte
en Conde porque prefiere las libertades
provenzales de su castillo de La Coste (territorio de una
cultura protestante diezmada por el catolicismo).
No, Sade no es el más grande cerebro poético. Y lo
sabe. Siguió la costumbre familiar de bautizar a su hija
con el nombre Laure (Laura) en homenaje a una mítica
mujer de la familia que según la leyenda había inspirado
a Petrarca.
La Sodoma de Sade, el castillo de Silling, está en un
lugar extranjero: «Para alcanzarlo, había que llegar primero
a Basilea; se cruzaba el Rhin, pasado el cual el
camino se estrechaba hasta el punto de que había que
abandonar los carruajes. Poco después, se penetraba en
la Selva Negra, en la que había que introducirse unas
quince leguas por un camino difícil, tortuoso y absolutamente
impracticable sin guía».
Semejante aislamiento no tiene como finalidad practicar
la poesía, sino realizar la parodia de una investigación
empírica (las narradoras han «vivido» lo que cuentan,
los libertinos «experimentan» los afectos lúbricos
de sus relatos y realizan los actos correspondientes).
La verdad, el poema de Sade que Annie Le Brun tiene
en cuenta, es la exposición de un sistema filosófico.
«Sodoma» es el espacio donde se realiza una práctica
reversible que excluye la vagina y la reproducción. El
ultraje al sexo de la mujer, la preferencia explícita de la
sodomización entre hombres, muestra la «expropiación»
para fines propios de lo que las mujeres relatan: «A los
pies del trono había unas gradas sobre las que debían
encontrarse los sujetos traídos para procurar calmar la
irritación de los sentidos producida por los relatos».
Los cuatro libertinos, guiados por una numerología a
la que Sade era aficionado hasta la superstición, disponen
a los participantes en cantidades iguales: «El lector,
que ve lo molesto que estamos en estos comienzos para
poner orden en nuestras materias, nos disculpará que le
dejemos todavía bajo velo unos pequeños detalles».
En la introducción se propone la exploración de seiscientas
pasiones, en cuatro grupos de ciento cincuenta:
las sencillas / las singulares / las criminales / las diferentes
torturas.
La diferencia entre los participantes, se agrupan de la
siguiente manera: cuatro historiadoras (relatoras), ocho
muchachas, ocho muchachos, ocho hombres bien dotados
para la sodomía pasiva y cuatro criadas. Total: treinta
y dos.
Las mujeres son advertidas: «A vosotras os corresponde
discernir nuestros movimientos, nuestras miradas,
nuestros gestos, aclarar su expresión, y sobre todo
no equivocaros respecto de nuestros deseos. Supongamos,
por ejemplo, que este deseo fuera el de ver una
parte de vuestro cuerpo y llegarais torpemente a ofrecer
otra: pensad hasta qué punto semejante error estorbaría
nuestra imaginación y todo lo que se arriesga al enfriar la
cabeza de un libertino que, supongo, espera un culo
para eyacular y al que se le presenta estúpidamente una
vulva. En general, ofreceos siempre muy poco por delante;
recordad que esta parte infecta que la naturaleza
sólo formó desatinadamente es siempre la que más nos
repugna». La cínica ironía de este párrafo se encuentra
en el tono de las órdenes y se alterna con las descripciones
de cuerpos, partes de cuerpos y actos que se realizan.
Se le pide a Duclos, una de las narradoras, los máximos
detalles para poder «juzgar la relación de la pasión
[…] con las costumbres y con el carácter del hombre».
La orgía es un laboratorio.
El presente libro concluye con la enumeración de diferentes
cultos de Sade, después de recordar el análisis
que hace de la reducción lingüística (Capítulo IV).
Para los surrealistas Sade es el humor negro y la revolución
del inconsciente, para Bataille un místico del
mal, para Klossowski un místico religioso. Barthes separa
la obra, Blanchot subraya el espacio de escándalo.
Para Simone de Beauvoir no se trata del autor, ni de la
perversión sexual, sino de la elaboración de un sistema
que transforma un destino psico-fisiológico en una elección
ética.
Maurice Heine y Gilbert Lely lo elogian como una
fuerza moral, después de mayo de 1968 se populariza
una imagen de Sade como liberador, que exalta la felicidad
del deseo.
Si bien Lucienne Frappier-Mazur nombra a Jacques
Lacan, preferí dejar de lado su versión del psicoanálisis,
ya que no es lo más estimulante de su libro. Sólo quiero
recordar, para concluir, que Jacques Lacan habla de Sade
en 1960 para subrayar las paradojas del «hombre del
placer» que Las ciento veinte jornadas de Sodoma exponen
hasta el martirio. En fin, habría que relacionar la
ley y la narración en el orden sadiano.
Germán García
Psicoanalista - Escritor

Referencias
Lacan, Jacques. «Kant con Sade». En: Escritos 2. Buenos Aires,
Siglo XXI, 1975.
Ibíd.
Morris, David. La cultura del dolor. Santiago de Chile, Ed.
Andrés Bello, 1993.
Ibíd.
Metraux, Alfred. Religión y magias indígenas de América del
Sur. Madrid, Aguilar, 1973.
Carta cit. en: Du Plessix Gray , Francine. Marqués de Sade:
una vida. Buenos
Aires, Ediciones B, 2000.
Lely, G. «Prefacio». En: Marqués de Sade. La vérité (La verdad),
trad. por
Ricardo Zelarrayan, ed. bilingüe. Buenos Aires, Atuel-Anáfora,
1995.
Ibíd.
Sade, Marqués de. Juliette. Barcelona, Ed. Fundamentos, 1987.
Sade, Marqués de. Justine. Barcelona, Ed. Fundamentos, 1976.
Ibíd.
Sade, Marqués de. Ideas sobre la novela. Barcelona , Anagrama,
1971.
Ibíd.
Ibíd.
Ibíd.
Ibíd.
Ibíd.
Ibíd.
Halperin, David M. ¿Por qué Diótima es una mujer? Córdoba
(Argentina), Ed. Literales, 1999.
Hénaff, Marcel. Sade: la invención del cuerpo libertino. Barcelona,
Destino,
1980.
Le Brun, Annie. «¿Por qué Juliette es una mujer?» En: Revista
Litoral, n. 32 (marzo 2002), La invención del sadismo,
Córdoba (Argentina).
Sade, Marqués de. Las ciento veinte jornadas de Sodoma. Barcelona,
Tusquets, 1991.
Le Brun, Annie. De pronto un bloque de abismo: Sade. Córdoba
(Argentina), Ed. Literales, 2002.
Sade, Marqués de. Las ciento veinte jornadas de Sodoma, ob.cit.
Ibíd.
Ibíd.
Ibíd.
Cfr. Lacan, Jacques. La ética del psicoanálisis. Buenos Aires,
Paidós, 1988.
Cfr. Mengue, Philippe. L’Ordre sadien. París, Ed. Kimé, 1996.


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