Transferencia

Transferencia
*Auspiciada por la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por Resolución Nº 728 CUDAP:EXPE-MGE:0004039/2011. A partir del 6 de Septiembre del 2011.

*Declarada de Interés Académico por el Honorable Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por contribuir al desarrollo de la producción cultural de la provincia. (Resolución CD FHCSyS Nº 143/2011), a partir del 23 de Agosto del 2011.

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Declarada
de Interés Educativo por el Instituto de Acción Cooperativa (Art. 1º; Resolución 406/2008 - Santiago del Estero, 18 de Julio de 2008), teniendo en cuenta la importancia que representa para el acervo cultural la difusión de conceptos y pensamientos del Psicoanálisis en la Cultura.

Editorial Nº6 (por Adriana Congiu)

El colorido a veces no lo dan los colores.
El color, el color de nuestro ánimo nace de tantos rincones extraños… que jamás podríamos detallarlos uno a uno. Simplemente, porque cada ser tiene su búsqueda, y la va pintando a su medida. Sin embargo, a mi parecer, lo interesante, es el camino.

En este número de Parlêtre, van a encontrar tantos colores como autores hay de escritos.

Verán, hay un estudio precioso sobre Poesía Árabe, que nos lleva casi de la mano a conocer esa vida secreta de las palabras que sólo se descubre con la etimología.

Seguirán andando y encontrarán el que constituye, si se quiere, y sin saberlo, una especie de contrapunto. Nos trae la mirada de Orestes Di Lullo, extrae con su lectura personal pequeños tesoros no dichos por Di Lullo; para enseñarnos luego, que las voces de la geografía santiagueña se amplifican en un espesor simbólico, que no sólo nos enclava sino que incluso, nos predice.

Ahora, el camino dobla, zigzaguea un poco, para arrinconarse y meditar sobre las Adolescencias y sus notas distintivas. Un arroyo, agua fresca y enseguida aparece alguien que no conocíamos: Audre Lorde, una de las primeras escritoras de género que se abrió paso combinando su trabajo literario con su participación en la política.

Es tarde, un hilo de luz apenas nos guía. Nos entregan una carta breve cuyas letras parecen una temerosa idea de Polanski en sus películas. Mientras, a lo lejos, se escuchan las arengas infaltables del que se interesa por la “Política” y por eso la investiga.

Finalmente, luego de los libros recomendados y los silencios interrumpidos, la esperada entrevista. Ahora sí, ya casi no se ve el camino...

El amanecer traerá como siempre novedades llenas de alegría. Por lo menos eso fue lo que nos pasó a nosotros, ese día que Gabriela nos regalaba sus pinturas.

¡Hasta la próxima!

Adriana Cecilia Congiu

* Imagen: "Viejo poeta", de Gabriela Céspedes

TIERRA Y DESTINO, o la “sin razon” del folklore. Una mirada geocultural al pensamiento de Orestes Di Lullo (por Lic. Lucas Daniel Cosci)



















Los latidos de la tierra, las resonancias del pasado, y la reverberación del paisaje fueron para Orestes Di Lullo, una llamada interpelante que atraviesa sus reflexiones a lo largo de toda su escritura. Paisaje y pasado, suelo y tradición, constituyen ejes estructurantes de una subjetividad, cuyas profundidades Di Lullo se dio a explorar hasta lo abismal. En lo que sigue intentaremos desembrozar la interpretación que Di Lullo ha desarrollado de las mediaciones simbólicas entre hombre y el espacio en torno, desde el concepto de Geocultura que Rodolfo Kusch ha formulado. [1]


El vínculo del lugar y la cultura es complejo, implica redes de sentido que entraman y entrampan la vida humana con el espacio y sus símbolos. Hay geocultura porque hay un lenguaje que articula el lugar en la palabra. Nuestra interpretación parte de la afirmación que entre el lugar y la comunidad se dan circuitos de circulación de un sentido simbólicamente mediado, de acuerdo a cierta lectura de Kusch.


Y nosotros estamos ahí, en esa línea cruzada en donde el sentido circula en direcciones opuestas y, por lo tanto, quedamos inmovilizados, localizados, vegetalmente enclavados, porque al pensar quedamos adheridos a esa fracción de tierra que pisamos y que está atravesada por aristas del lenguaje. El sentido es el lazo que ensambla lo geográfico con lo cultural, siguiendo a Kusch. Existen distintos modos de enlace porque distintos son las canales de circulación. Uno de ellos es la gravitación, por la que el "lugar" se constituye en suelo, en cuanto polo dador de sentido para el pensamiento y portador de un sentido sedimentado. Otro es la instalación, por la cual el que el "lugar" se constituye en domicilio existencial, en cuanto receptor de un sentido comunitariamente promovido, a partir de lo cual es posible estar en casa, estar familiarizado y guarnecido de las inclemencias de la vida y de la muerte. Ambas son categorías complementarias que indican los polos de circulación del sentido entre la comunidad y su entorno. Hasta aquí Kusch.


En un cuidado lenguaje, más literario que especulativo, Di Lullo desarrolla con impactantes imágenes una relación del hombre con su entorno, que lo posicionan desde un ángulo geocultural, aun no tematizado. El hombre en Santiago es un cautivo de la tierra y del paisaje. Sus actos, palabras y silencios constituyen elaboraciones con las que responde a la gravitación simbólica que carga en su pensamiento. Es lo que el autor denomina el “enclavamiento vegetativo”.


“Al primer golpe de vista, esta tierra tendida a sus pies, parece no tener la gravitación esencial que se le atribuye. (…) Sin embargo, su presencia es un hecho diario. Más aun, es un hecho ancestral que se repite a diario, con todas las voces de su geografía, como un fenómeno permanente en el fondo, aunque mudable en su forma, hecho que arrastra todo el légamo del pasado trascendente, inmodificable en sus aspectos reales y, por eso, presente siempre,…”[2]


Creemos que es posible avanzar hacia una interpretación del fenómeno más abierta de lo que el texto sugiere.


En primer lugar, el mismo Di Lullo recurre a distinciones terminológicas que conviene esclarecer.


La categoría tierra aparece como sobredeterminada de simbolismo ancestral. Tiene que ver con lo que el autor llama “el légamo del pasado trascendente”. La metáfora sugiere sedimentación histórica. Se despliega más bien a nivel simbólico con las reservas de un sentido sedimentado, que estarían dadas por el espesor simbólico de la tradición que gravita en un determinado espacio de arraigo. No se trata ya de un dato físico, sino de una dimensión lingüística. La tierra es el “horizonte simbólico” del pensamiento como “un hecho ancestral que se repite a diario” o “un fenómeno permanente en el fondo”, lo que sugiere la idea de horizonte como fondo de sentido desde el cual se piensa, se dice y se hace mundo. La tierra es el pasado insepulto que pervive en el polvaredal del presente, bajo el imperio de una gramática de la acción que precede y construye la subjetividad. Observamos que para Di Lulo ese sentido sedimentado se despliega y transmite en el lenguaje de la acción ritual, como se verá más adelante.


Es significativo que el autor recurra a imágenes preferentemente táctiles y sonoras para describirla. La tierra es gravitación, sostén, sello; o bien, voz, eco, resonancia. Remite a voces fuera del tiempo que producen un efecto de sentido permanente en nosotros.


La categoría de “paisaje”, en cambio, aparece en imágenes sensoriales más integradas, y especialmente visuales, y se distingue de la tierra por incorporar elementos del mundo temporal. La tierra es eterna, mientras el paisaje es mudable. Dice el autor: “(el paisaje) es la tierra vestida o desnuda, pero donde vive la vida sus colores, sus sabores, sus olores; donde el cielo se mira con sus astros; donde viven los seres como pertenecientes a ella y no a otra tierra y donde el hombre encuentra todo para su vivir, incluso el dolor”. [3] El paisaje es una apariencia temporal que encubre una negación. En sus descripciones se presenta próximo a la idea de espectáculo, pero venido a menos. Un espectáculo de luces y colores exhaustos, devaluados, paupérrimos y de connotaciones emocionales intensas que impactan afectivamente en el hombre que lo habita. En el primer capitulo se despliega una exquisita descripción. Se trata de un espectáculo que cautiva negativamente, somete, fagocita. “Cuando uno siente la inmensidad, la desnudez, el silencio suyo, ya no es uno, es el paisaje mismo que grita y se impone desde lo profundo del ser como una fuerza de la propia entraña”.[4] Es un vacío atónito, un escenario sin acción, la negación absoluta de todo decir, una laguna de sentido que interpela, irrumpe en la subjetividad con su fuerza semántica arrolladora y genera el eco de una inmensidad vacía.


A pesar del arraigo simbólico, el hombre se ve forzado al éxodo. Su relación con el espacio se torna precaria, fugitiva, inestable, errática. Su destino de paria lo ha desguasado, y ha detonado la fractura de su constitución raigal. El santiagueño es un ser desgarrado entre un nomadismo destinal y su irrenunciable anhelo de regreso. Es la dialéctica arraigo-desarraigo, tierra-destino. Su domicilio es frustración. Su paisaje se vuelve ausencia y extrañeza. Es un “fugitivo de la historia”. Ese es su gran angustia. “Vivirá fuera de la tierra pero con el descontento de saberse extrañado por la fatalidad”.[5] Como miliciano, en el malón o en el obraje, anduvo desde siempre en caravanas errantes.


Resumiendo, el santiagueño en la mirada de O. Di Lullo, vive la tragedia de una tensión entre tierra y destino. La tierra, con su estratificación simbólica, ejerce su gravitación sobre los pueblos. El paisaje es generador semántico de una poética que se concreta como folklore a través de diversas prácticas, pero los hombres y los pueblos ven frustrada su instalación por esa corriente moderna que los arrastra fuera de si. Viven la tierra desde la nostalgia del desarraigo, nómades cautivos de caravanas interminables, anhelantes soñadores con un regreso siempre postergado.


(*) Lucas Daniel Cosci es Profesor y Licenciado en Filosofía.

Se desempeña como docente en la UCSE y en Instituciones de Nivel Terciario de nuestro medio. Sus poesías, cuentos y ensayos han sido difundidos en suplementos culturales de la provincia.



* Imagen:EXTRAÑANDO, pastel y grafito de Gabriela Céspedes


[1] Kusch, Rodolfo, Geocultura del Hombre Americano, edit. Fernando García Cambeiro, Buenos Aires, 1976.

[2] Di Lullo, La razón del Folklore, Santiago del Estero, 1947, Pag. 11.

[3] Di Lullo, Orestes, Op. Cit., pag. 12.

[4] Di Lullo, Op. Cit., pag. 16.

[5] Di Lullo, Op. Cit., pag. 20.

SIEMPRE ADOLESCENTES (por Clarisa Kicillof)

Buscando la forma de acceder al tema y a los problemas de la adolescencia, me encontré con la idea cierta de que buscaba, para no perderme en los laberintos sociales, expresar lo típico en la adolescencia. Se trata de problemas como la pérdida de referentes, de identificaciones, los cambios en los límites del cuerpo, las distintas expresiones de inmadurez e incertidumbre, las diversas formas de hacer lazo. De ahí que en la consulta, desde nuestro portal: Pos.Te.ame.org decidimos en la conversación que “Siempre adolescentes por su equivocidad transmitía algo de nuestro pensar.


De ahí seleccioné la referencia al “Despertar de la Primavera”, de Wedekind, en el punto preciso sobre el valor de “los sueños” . Este dramaturgo de fines el siglo XIX , comprendió, como buen artista, algo que vendría a poner en juego Freud en 1905 en sus “Tres ensayos sobre una teoría sexual” y que más tarde Lacan actualizaría así:” de este modo aborda un dramaturgo, en 1891, el asunto de qué es para los muchachos hacer el amor con las muchachas, marcando que no pensarían en ello sin el despertar de sus sueños”. Esta referencia del siglo XIX muestra la actualidad de la problemática del adolescente.


Recordemos que el desarrollo sexual comienza bien temprano en la infancia, atraviesa la vida escolar de un niño, se presenta en dos tiempos y finalmente es en la pubertad, con los cambios de los límites del cuerpo, cuando sostenido por lo que en la cita se denomina “los sueños” se intentan los encuentros; segundo tiempo de la sexualidad humana.


Repasemos algunos mojones en los que nos fue situando Freud. El historial del pequeño Hans; correlativo a ese primer tiempo de la infancia donde el “wiwimacher” - el hace pipi - queda en relación a la educación de la época centrada sobre la prohibición del onanismo. Se trataba de perseguir en los niños los perjuicios de la masturbación. Había que interesarse en el fenómeno y se aconsejaba la observación de aquel que obtiene placer en su cuerpo. También nos muestra el mismo historial a los padres cumpliendo las indicaciones de Freud.


Quizás esto da la atmósfera de la época - lo individual y lo colectivo – “del despertar de la primavera” cuando eso que comienza en el propio cuerpo debe pasar a vincularse con el otro.


Del encuentro entre dos adolescentes disponemos del cuento de Dafnis y Cloe, fábula que Lacan cita para mostrar que el encuentro sexual lo debe asumir el inocente que desconoce; aunque en el relato no se ahorran episodios violentos y de muerte que rodean a esta inocencia.


Muerte y sexualidad se entrecruzan.


A los fines de este encuentro esta introducción viene a cuento del sesgo que me interesa subrayar del film “Entre muros” que ubico en la línea del despertar de la sexualidad. Cómo eso ingresa y se desplaza entre los muros de esa escuela.


Quizás, valdría la pena hacer una referencia al lugar de la educación en su intersección con el psicoanálisis. Freud tenía sus valiosos interlocutores en ese campo: Pfister, Aichhorn.


H ay referencias valiosas de sus intercambios, quizás la más fecunda a -mi entender- sea la serie que él establece entre las profesiones que denominó imposibles: gobernar, educar y psicoanalizar. Educar es una profesión imposible en el sentido que junto a las otras no es total, sino parcial y pone en juego un real propio a su quehacer.


Tanto el quehacer del educador como el del psicoanalista plantean cada uno un real propio, Freud nos legó esa serie, es el deber ético de cada uno de nosotros tender a especificar nuestra práctica.

Al aproximarnos a un fenómeno, si nos situamos del lado de la verdad, ésta nos conduce a la impotencia, al déficit, en cambio, lo real, lo parcial, el fragmento nos orienta respecto de la causa. Es lo que encontramos en los síntomas. Es con ellos, con los que hacemos lazo, pues nos vinculan al Otro. Es con nuestro núcleo de real más propio y más singular que nos vinculamos. Hay que entender que el lazo, no implica ausencia de síntoma, sino por el contrario, es en ese mismo lugar - núcleo de real - donde se da la juntura entre muros, entre lo singular del goce y el modo en que eso se entrama en los ámbitos públicos y sociales en los que nos desempeñamos.


Por eso lo que me interesó del film es lo que se deja entrever de la irrupción de lo sexual y de lo sintomático.


Seleccioné tres personajes que ponen en escena lo que está orientado por lo que no cambia en la adolescencia, es decir, el despertar de la sexualidad, el de los sueños;” el de la primavera”.


Paso ahora a referirme al film.


En primer lugar, Souleiman, es el adolescente que introduce una pregunta respecto a la sexualidad. Se trata del rumor sobre la homosexualidad del profesor. Uno podría preguntarse: de quien es la pregunta? No es acaso que quien formula una pregunta, ya posee la respuesta. En todo caso es el que deja caer la sexualidad “entre muros” para que comience a resonar.


Los dichos acerca del sexo surgen en general en boca de los varones, “ver el escote de las mujeres”, lo escrito por uno y no dicho sino leído por otro, acaso por vergüenza; dique propio de la adolescencia.


En segundo lugar, las dos adolescentes, desafiantes, incisivas, llevan al profesor a la tensión respecto de la lengua, especialmente refiriéndose incisivamente a sus dichos. Parecen desinteresadas, pero están bien atentas; incluidas .


Finalmente, el tercer personaje, es aquel que “no comprende”. Aparece durante la película, en silencio, mirando, casi pidiendo algo con la mirada y en la última escena, a fin de año en la evaluación, a solas, le dice al profesor que “no sabe” y que no puede decidir. (Elección de especialidad en la que se ingresa en los últimos años del bachiller francés).


En síntesis, tres personajes que marcan bien el momento y el drama de la adolescencia. Drama en términos de lo que se les presenta y deben afrontar como tareas en la vida: responder frente a su posición sexuada y responder frente al saber del Otro.


El personaje del profesor realiza el trabajo sobre la lengua en la clase de manera colectiva. Es revelador. Evoca lo que acontece con el lenguaje de los adolescentes entre ellos y lo que provoca al resto. Los códigos, los neologismos, la transformación de la lengua que comparten. Hacen lazo con ese sistema neológico, es decir, con lo que hace síntoma en el lenguaje. Eso está muy bien mostrado en la película.


Otro aspecto que parte de la propuesta del profesor es la tarea de presentar el “autorretrato” y la acotación que aparece más de una vez “no es una autobiografía”. ¿Por qué la autobiografía no? Es interesante correlacionarlo con lo que se observa en la clínica donde el adolescente en general, no historiza. Podría parafrasearse: “soy tan joven que no tengo pasado”.


En una nota que aparece en el historial del hombre de las ratas Freud hace una referencia a “los recuerdos de la infancia” que se establecen a partir de la pubertad y que están sujetos – quiero subrayar esto que sigue – a un complejo trabajo de refundición análogo a la formación de las sagas de un pueblo sobre su historia primordial. Se busca en estas “formaciones de fantasía” sobre la primera infancia” borrar la memoria del quehacer autoerótico por lo tanto, se actúa como un historiador que relata la historia a la luz del presente.


La fantasía, su argumento, aparecen plagados de seducciones, atentados, cuando en verdad sólo se trataba del autoerotismo; es así que la fantasía implica sexualización del recuerdo. Por lo tanto no se puede más que falsear la imagen del quehacer sexual infantil.


Así es como el autorretrato nos conduce a otra categoría: la de la imagen - yo ideal - cómo me veo y cómo eso se articula con el Ideal - instancia simbólica - coordinada a la función paterna, desde dónde soy mirado, nombrado etc.


Lo llamativo de la película es que Souleiman, quien será expulsado, responde a esa consigna; por única vez y de un modo sobresaliente mientras que al resto de las consignas se resiste. Su respuesta al autorretrato es una serie de imágenes propias, sus fotografías, su cuerpo, sus tatuajes, momento donde sin palabras el adolescente queda incluido, entre las miradas, convocado por el mismo profesor ¿Qué valor adquiere la imagen en esa etapa y más aún para cada sexo?


Souleiman es el personaje que encarna la agresión en la película, con su momento culminante de enfrentamiento; es aquél cuyo autorretrato está solo hecho de imágenes.


La agresión como relación fundamental del yo con el otro, remite a una de las tesis de Lacan en “La agresividad en psicoanálisis” donde revela su vínculo al yo del estadio del espejo; agredido y agresor.


Los jóvenes que aparecen durante la mayor parte del film lo hacen sentados, quietos, hablando. Hasta que como respuesta a un cruce de palabras entre el profesor y las dos adolescentes Souleiman reacciona frente a la injuria: “zorra” y nuevamente introduce la ruptura de la escena.


Respuesta que bajo la modalidad del acting-out - llamado al Otro - da cuenta de un real que no puede ser metabolizado por el símbolo y que deja afuera algo, rompiendo el resorte de la imagen. Algo se rechaza y el adolescente por el acto de violencia queda él todo fuera de la escena de la escuela.


Finalmente el valioso autorretrato, como imagen en su tensión con el ideal, los lleva a conversar sobre sus futuras elecciones, una de las adolescentes desafiantes será policía y lee La República de Platón; vaya qué combinación...


Por último, la joven que no habla a lo largo del film. Silenciosamente presente, con una demanda muda, angustiante. Frente a la elección inminente: ¿sólo está desorientada vocacionalmente - cuestión crucial en ese tiempo en que la respuesta terapéutica a la orientación vocacional suele traer demandas varias - o bien se trata de otra cosa? ¿En qué sentido alguien no puede responder? Podría ser en el sentido de la estructura. Problema que excedería al profesor. Es un personaje conmovedor pues sufre. Quizás padece una inhibición, que afecta tanto al saber como a las elecciones. Su relación a la angustia la hace un personaje bien interesante respecto del silencio que sostiene el personaje.


Ahora bien, qué seleccionar del film Los Coristas que es más tradicional en cuanto al relato, como su estética; está localizado en la pubertad. Evoca más bien el lugar de la relación que Freud tenía con Pfister alrededor de la década del 20’ cuando surge el problema del ejercicio del psicoanálisis por parte de los legos. Pfister se ocupaba del niño desamparado, que no es el neurótico.


La película muestra un “entre muros” diferente. La tensión entre un objeto que causa el deseo de un colectivo organizado alrededor de una lógica centrada en la autoridad que prohíbe y que se transgrede en un espacio definido. ¡Cómo el surgimiento de la causa hizo lazo en un espacio cuya lógica era vigilar y castigar, a través del lema “acción y reacción”!


El objeto voz organiza el lazo, ahí donde sólo reinaba un reglamento.


Se trata de otra aproximación al problema de la sexualidad en la pubertad, no en sentido genital, sino en términos libidinales.


Las niñas sólo aparecen una vez, espiadas. Es una película donde el objeto mirada también está puesto en juego: la mirada del niño entre rejas, castigado, el silencio que acompaña la escena, el silencio de la voz del niño protagonista.


El lugar del profesor, en este caso el preceptor, encarna la función de un padre que causa, es un padre bien dividido cuya función es decir si al deseo promoviendo su causa, en este caso el coro.


El preceptor es también un padre que muestra su castración, en relación a su deseo y a una mujer, a la que desea pero no obtiene, este aspecto se deja “entrever” mientras que, y para concluir, en la película “entre muros”, la sexualidad se pone en juego, como irrupción; quizás por la caída de los semblantes de la época que la adolescencia, como despertar; interpela.


Clarisa Kicillof
Miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana.
Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.
Docente del Instituto Oscar Masotta.


* Conferencia dictada en la Universidad Nacional de
Santiago del Estero, organizada por el Instituto
Oscar Masotta. La misma aludió a los filmes:
«Entre los Muros de la Escuela» y
«Los Coristas».

* Imagen:TRAS LA PUERTA, grafito y tinta de Gabriela Céspedes

Consideraciones sobre lengua y poesía árabes (por Amira del Valle Juri)









“Al Oriente, el estanque de la aurora

se vuelve océano agitado

Las palomas se llaman angustiadas

como si temieran ahogarse

en el follaje crepuscular”

Hassan Malik de Granada-siglo XII

(Traducción del árabe de E. García Gómez)



La lengua nos proyecta, predetermina una cierta concepción de mundo para el hablante, estructura modalidades del pensamiento; además en el caso de la lengua árabe -alluga arabiya-[1] es creadora de una cultura: la cultura musulmana. Por ello, sin una comprensión profunda de la lengua árabe tendremos pocas posibilidades de comprender el pensamiento religioso del Islam, la poesía árabe, los orígenes del álgebra, el arte y la arquitectura árabes, etc.


Con la intención de caracterizar la lengua árabe desde la filosofía, podemos sostener que así como el pensamiento occidental se centra en el Ser, el pensamiento árabe-musulmán cuestiona la permanencia del ser[2].

En el centro semántico del sistema griego, se encuentra el verbo esti (ser), que, según Aristóteles, está implícitamente contenido en cualquier otro verbo. La correspondencia entre pensamiento y realidad ya fue establecida por Parménides cuando afirma “Pensar y ser son lo mismo”. Esta pretensión del pensamiento fue posibilitada por los fenómenos del lenguaje; así, “el verbo ser, característica central del sistema logos (y de todo el indoeuropeo), permitiría el enlace exacto entre la realidad misma y el pensamiento: por el verbo ser, el pensamiento homo-loga la realidad”[3].


Por otro lado, la lengua griega flexiona temas, en el tradicional ejemplo de las gramáticas elementales de latín (lo mismo para el griego), el radical ROS de rosa permanece fijo, porque una rosa es una rosa y cualquier factor que le sobrevenga a la sustancia rosa: su color, su relación con el mundo, etc. se registran en las desinencias: ROSam, ROSarum, ROSae, etc.


Ahora bien, en la lengua árabe los acontecimientos son diferentes, el árabe flexiona la raíz misma de las palabras, no hay radicales fijos, el radical es trilítero, intraflexionado y emerge de un verbo: el radical SLM surge del verbo SaLaMa (rendirse, entregarse) y origina un árbol de palabras: SaLaM (paz), iSLaM (sumisión), SaLyM (nombre propio masculino), muSLiM (creyente), etc. Observemos cómo sustantivos y adjetivos en árabe son siempre derivados de un verbo, de una acción; por ejemplo, el sustantivo corazón: qalb, deriva del verbo girar, darse vuelta: qalaba.


Esta modalidad de la lengua árabe es generadora de un pensamiento auricular, y no especular u ocular como en el sistema griego, “la ausencia de amarras del verbo ser como verbo de ligación y la indeterminación semántica de sus radicales trilíteros posibilitan la no pretensión de la ousía, de la sustancia y hacen de la lengua árabe una lengua abismal por la alta indeterminación de los radicales de sus vocablos”[4]. Por ello, y debido a una percepción de la existencia en la que prima la contingencia, la labilidad, la ausencia de soportes fijos, se vuelve primordial la noción de ma´na o intencionalidad del hablante.


El oído es para los beduinos el padre de los sentidos, por ello, los árabes son poetas “por instinto”. La cultura árabe es “ante todo lingüística”. Aprender a oír es el conocimiento más preciado.


“Si ya hundido estoy

Por qué el miedo a mojarme?

Contra el tiempo queremos aferrarnos

a nuestras vidas, cuando son bienes suyos” (Al Mutanabi-Siglo X)

Traducción del árabe Said Esber


Los árabes y los judíos como todos los semitas conciben el origen divino de las cosas primordialmente como acción, el mandato divino “¡hágase! es la acción original. La frase comienza con el verbo, el núcleo semántico es la acción y esa acción, en continua ebullición, carece de un sustrato que la soporte; las palabras árabes no fijan conceptos, sino que como una melodía, van significando cosas en función de contextos, cada frase es un universo interpretable desde diferentes puntos de vista. Derivar de la acción, del verbo, el “qué” y el “cómo”, es decir, los sustantivos y los adjetivos y todo el árbol de expresiones implica reducir lo particular a lo general siempre bajo el signo de una acción, “de allí la agudeza y presencia de la lengua pero también la falta de distancia formativa a veces para graduar y compensar”[5] .


Por otra parte, mientras la palabra griega physis que puede traducirse como “naturaleza” acarrea la noción de abundancia de ser porque tiene su propia suficiencia y autonomía frente a los dioses y porque parece carecer de falta; la palabra árabe tabia por el contrario, encierra el significado de huella, de vestigio, de impronta que deja un pie sobre la arena porque el universo entero es una gran huella que Dios dejó tras de sí. La tabia islámica está rota, quebrada en infinitos átomos, es polvo corpuscular.


“Lo natural es que de noche mi camella

no vea claro si para ella es más vasto

mi pecho que el desierto”

(Al Mutanabi- Irak- siglo X)

Traducción del árabe Said Esber


Ahora bien, el devenir de las cosas -wuyud- y el mundo están ligados a la emoción, es decir, comprendemos porque nos emocionan las cosas, porque las escuchamos en sus transformaciones y no porque veamos cosas y tengamos conceptualmente en claro lo que ellas son. Una de las mayores dificultades que tiene un alumno de árabe es la tarea de buscar palabras en un diccionario porque primero tiene que desentrañar la raíz que está subyacente a la palabra y cuando encuentra la raíz en el diccionario, encuentra equivalencias aproximadas y finalmente el contexto le otorga el significado. La lengua, la poesía, el pensamiento configuran un continuo desentrañar signos, alusiones, destellos de algo que subyace, que es anterior y que constituye una acción primaria unida a otras acciones dentro de una lengua que se estructura por derivaciones –ishtiqaq-.


“Soy prisionero de dos cárceles: mi casa y la poesía” (Al Maharri)


Dice Nietzsche que la idea de libre albedrío es un pseudoproblema inventado para hacer más penoso el sentido de la culpa, para el cristianismo pecamos por naturaleza y además por elección; en la cultura árabe islámica somos siempre sujetos secundarios de una acción previa a nosotros mismos, de allí, emerge una idea de yo extremadamente contingente.


“nada me turbó más que un pichón sobre una rama

entre la isla y el río, y yo una sombra que se desvanecía”

(Abu Hassan-Siglo XII)


En la poesía árabe -sir- confluyen lo emotivo y lo racional; ya desde la tradición pre islámica, ninguna forma de belleza es más apreciada que el poema. La poesía devela verdades, una porción de infinito; pero la verdad es errante, es una forma de vagabundeo. La poesía árabe “es la encarnación del errar por excelencia”[6].


“Si el mar todo fuera la tinta para las palabras de mi Señor

Ciertamente el mar se agotaría antes que las palabras de mi Señor

Se agoten” (Quran 18: 109 -Siglo VII)


La rapidez peculiar que el desierto con su sentimiento de espacios dilatados e intemporales otorga a sus hijos, permite que la poesía fluya, haciendo constataciones más que deducciones de la realidad, asociando en rápida progresión, las imágenes buscan las ideas que se quieren expresar, saltando elípticamente por encima de secuencias de pensamiento intermedias que está sobreentendidas. Esta elipsis -que en griego significa “falta”- los filólogos árabes la llaman iyas, resulta característica de la locución árabe y del lenguaje coránico. Por ejemplo, la expresión Allahu Akbar -Dios es grande- elimina la cópula “es”, porque el hecho de nombrar y oír las cosas expresa ya que “son”, la idea emerge así de modo escueto, como una ecuación.


La poesía dice siempre más que lo que dice, la elipsis del poema, es también elipsis del poeta, de la idea, es tener presente algo que no se nombra, es un estar de otra manera. El poeta trabaja con la falta, su escritura pone al descubierto la grieta que resquebraja el muro de la plenitud de sentido, apropiándose de la falta descubre en ella y a través de ella la posibilidad de la escritura.


Afirma el poeta contemporáneo sirio libanés Said Esber -candidato al Nobel de Literatura-: “escribo en árabe; en esta lengua la presencia se identifica con lo invisible. Ahí, el mundo está ausente, aunque visible. El hombre es continuo estado de ausencia. Escribir la poesía en esta lengua y según su genio es develar lo invisible y el abismo de la ausencia que nos separa de ella. Escribir poesía es ligarse a decir “algo” y este “algo”, en árabe, es el propio abismo, lo invisible”.


Amira del Valle Juri
Licenciada y Magíster en Filosofía
Docente e Investigadora de la Facultad de Filosofía y
Letras de la UNTBecaria
en la Universidad de Granada (España)
Premio FAMU.


[1] A lo largo de este trabajo, los vocablos griegos y árabes aparecerán en su forma fonética y no en su grafía.

[2] Seguimos en esta idea al Dr. Mohamed Manan- Profesor de la Universidad de Sevilla- Ha traducido diversas obras del árabe, entre las que se destaca Los engarces de la Sabiduría de Ibn Al Arabi. Ed.Hiperión.

[3] Cfr. Manan, M. Op. Cit. Pág.11

[4] Cfr. Lauand Jean Acerca de la ciencia en el mundo árabe -pág.12-Paidós Orientalia-2002.

[5] Cfr. Manan, M. Op. Cit. Pág. 13.

[6] Cfr. Esber Said -Poesía y estética árabes -Ed. del Oriente y del Mediterráneo- Madrid- 2001.

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