EDITORIAL
Cuando
en noviembre del año 2007 salió publicado el primer número de esta
revista, tomamos varios riesgos. Entre ellos, la elección del
nombre. No sabíamos si un neologismo francés podría ser admitido
en una sociedad extremadamente defensora de sus tradiciones y de sus
costumbres.
Sin
embargo, el afán por introducir “lo nuevo” se abrió camino y
hoy, a seis años de aquel verdadero suceso de fundación, sabemos
que Parlêtre ha encontrado su lugar en la ciudad y ha afianzado su
cometido.
Nuestra
revista, lleva por nombre un neologismo francés. Compuesto e
inventado por Jacques Lacan, la expresión encierra y señala, la
importancia de un acontecimiento del cuerpo experimentado cuando
cada ser viviente se enlaza con el mundo simbólico que lo envuelve.
Así
es que para el psicoanálisis, somos tocados por la lengua, siempre.
De un modo u otro, sutil o fuertemente. Y lo grandioso de este
encuentro inevitable, es que lleva en sí una misiva sin destino.
Nadie sabe qué hará cada “ser hablante” con esa marca inédita
sentida en el propio cuerpo. Es la oportunidad creadora, el futuro a
trazar. El horizonte que aun no conocemos.
Ahora,
dado que no hay traducción posible para un neologismo; “Parlêtre”
aparece así como el símbolo de un imposible de traducción dentro
de la cultura santiagueña. Sin embargo su resonancia hace vibrar a
las “palabras” y a las “letras”, como una invocación a la
escritura, como un llamado de los dichos a los escritos; como un modo
más, de trabajar con la palabra.
Es
cierto, somos nominados con un vocablo extranjero, pero ¿quién no
lo es? Somos, si me permiten, una palabra inventada.
Ésta
es Parlêtre. Una revista que nació en Santiago del Estero pero que
no por eso es autóctona. Llama a otras voces. Y anhela una escritura
diferente.
Adriana
C. Congiu de Flaja
La afiliación entre literatura y política que permite el fantasy, habilita a pensar sobre sus posibles conexiones con otras acciones culturales de efectos subversivos. Por ejemplo, con la “peste” que Freud desató en la moral victoriana burguesa del mismo siglo XIX al descubrir la lógica del inconsciente y la pulsión; con la subversión que Lacan introdujo en el sujeto hablante para oponerse a la Egopsychology del postfreudismo a mediados del siglo XX; con el revuelo que armó Gödel a comienzos de esa centuria con sus teoremas sobre la “incompletud” y lo “indecidible” en el campo de la lógica matemática; e incluso, en este mismo campo, con las nociones de topología que Lacan supo importar para el psicoanálisis cada vez que le interesó disolver clasificaciones rígidas y binarios cristalizados del pensamiento.
Franceses
ambos. Contemporáneos. Lectores de Freud. Paul Ricoeur y Jacques
Lacan han sido destinos “cruzados”: en sus preocupaciones
teóricas, en incidentes biográficos, en hermenéuticas en
conflicto. Nacidos en los inicios del siglo veinte, crecidos bajo un
mismo clima espiritual, sus vidas personales resultan enlazadas en lo
que el propio Ricoeur llamaría un “entrecruzamiento de historias”.
Se entrecruzan en algunos episodios traspasados de “intriga”,
de una trama que pide ser narrada y cuyo relato acaso nos ayuda a
comprender mejor sus ideas y el sentido de sus búsquedas.
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“¡Yo
besé los labios que te besaron!”
A
través del presente trabajo intentaré explicar la lógica de la
histeria a través de un fragmento del comic canadiense “Scott
Pilgrim”.
Scott
Pilgrim es el protagonista de la historia. Es novio de Ramona
Flowers. Knives Chau es una joven que tuvo una relación muy corta
con el protagonista. Envy Adams es la ex novia de Scott. Es cantante
y líder de la banda “The Clash at Demonhead”.
En
la escena están todos ellos en el camarín de la banda junto con
algunos amigos. Scott y sus amigos fueron invitados a entrar después
del concierto. Hay cierta tension entre Scott, Envy y Ramona. De un
momento a otro Knives arroja sobre Envy la siguente frase:
“¡Yo besé los labios que te besaron!”
Envy
puede traducirse del inglés como envidia. Su verdadero nombre es
Natalie V. Adams. Cuando comienza a ser famosa se hace llamar por las
iniciales de sus dos nombres, N. V, que al pronunciarse juntos se
obtiene el sonido de la palabra Envy.
Knives
es admiradora de Envy. Tiene sus discos, sus posters, las revistas en
las que sale, sigue su blog. Para ella representa la
otra mujer,
un elemento distintivo de la histeria. La otra mujer que supone que
es el objeto de deseo y admiración del hombre.
La
histérica se pregunta “¿qué es ser una mujer?”. Sus
interrogantes giran en torno a la sexualidad. Ella no tiene la
respuesta. Supone que la otra sabe de los misterios de la feminidad.
Un
elemento distintivo de la histeria es la eterna insatisfacción. Nada
le viene bien. La histérica quiere lo que no tiene y cuando lo tiene
no lo quiere. Mientras que no sabe lo que quiere, lo que sí sabe
bien es que hay una distancia entre lo que demanda y lo que desea.
Hay un más allá que desea, que no se puede reducir a la demanda. La
Bella
Carnicera quería
caviar, pero deseaba precisamente que su marido se lo niegue. El
deseo solo es posible en la medida de que le es rehusado al sujeto.
La histérica se las ingenia para garantizarse esa insatisfacción.
Mientras
que la histérica desea lo que no tiene, intuye que la otra lo tiene.
En su fantasía, cree que la pasa mejor que ella. Hay una creencia
popular anglosajona que aparece en muchas películas que dice que las
rubias se divierten más, que obedece a esta lógica. Envy lo tiene
todo. Talento, belleza, fama. A su cumpleaños fue David Bowie. Tiene
todo eso, incluso todas las respuestas, como cree Knives, que le
produce envidia y admiración. Encarna la respuesta a su pregunta
por la feminidad
Para
Knives son dos las mujeres que funcionan como la otra. Está también
Ramona, la que verdaderamente es la privadora., es la que
verdaderamente goza del órgano. Scott terminó la relación con
Knives para salir con Ramona.
Es
fundamental en la histeria que haya una otra que la prive del goce.
La histérica justamente goza de esta privación
Para
Dora, el verdadero objeto de deseo era la Sra. K, como privadora, y
no el Sr. K como pensó en un principio Freud.
El
goce está encarnado por el señor K, que es el portador del órgano,
mientras que su padre es el hombre del deseo. Le falta algo, está
castrado, es deseante. A la vez está idealizado, muerto Es un
“excombatiente” como dice Mónica Torres.
En
capítulos anteriores se muestra el interés que tiene Knives por
Ramona. La sigue, la espía. Trata de imitar su look, se tiñó de
rojo parte de su cabello. Quiere ser ella.
Sin
embargo, en la escena del camarín, Ramona no tiene tanto peso como
Envy. Momentos antes fue una diosa en el escenario. Scott está
extasiado por ella y a la vez incómodo. Knives lo sabe. Envy gozó
de alguna forma que Knives no pudo.
Están
presentes en la escena el objeto deseable y el sujeto deseante. La
frase “Yo besé los labios que te besaron” pronunciada por Knives
puede leerse como “Yo te besé a través de los labios que te
besaron” que a la vez puede leerse como “yo fui quien te besó”.
Knives se identifica con Scott. También puede leerse “yo fui
besada por Scott como te besó a ti”, en el que denota que Knives
se identifica con Envy.
En
la histeria la mujer se identifica al hombre como sujeto deseante y a
la mujer, como objeto deseable. Esto recuerda a la observación que
hizo Freud sobre el ataque histérico, en el que la enferma intenta
con una mano arrancarse la ropa, como si fuera un hombre, con la otra
lo impide, como un mujer.
Otra
característica de la histeria es el rechazo del cuerpo, rechazo de
la organización orgánica como es enseñada por la ciencia.
La
histérica se revela ante el amo que trata de ordenar al cuerpo se
forma natural. Muestra cortes en el cuerpo que contradicen al saber
médico. En la época de Freud las histéricas padecían de parálisis
o anestesias que no coincidían con la organización
anatomo-fisiológica: se extendían como un guante, como una media,
etc. En nuestra época esto puede tomar otra forma.: la queja
constante de la enferma sobre lo que dicen los médicos sobre lo que
padece.
Hay
otra forma de recorte. El maquillaje. Los accesorios. La ropa. Estos
elementos organizan de un modo particular el cuerpo, mostrando
algunas partes, ocultando otras.
La
histérica se cree diferente al resto, se queja constantemente de no
pertenecer a ningún ámbito, ninguna clase. No tiene lugar en el
Otro. A pesar de esta queja constante, ella disfruta de alguna forma
de esta inclasificación, de esta no-pertenencia. Le gusta ser una
excepción, especial. Una princesa. El cisne que antes era un patito
feo.
Esta
es otra función de la ropa y el interés por su exclusividad, por la
marca de diseñador. La otra, la modelo, la cantante la usa. La
histérica busca esa combinación de prendas que la hará única.
Muchas publicidades incitan a ser la envidia de otras si se usan sus
productos. Todos saben de la catástrofe que es para una mujer que
dos mujeres vayan con el mismo vestido.
Envy
tiene su propio diseñador. Es la envidia.
Marcelo
Ramírez
J.
Lacan: Cap XX. El
sueño de la bella carnicera.
El Seminario libro 5: Las formaciones del inconsciente. Editorial
Paidos.
Torres
M: Cap V: el goce de la privación. Clínica de las neurosis.
Cuadernos del instituto Clínico de Buenos Aires. 10
J.
A. Miller: El
otro en la histeria y la Obsesión.
Dos dimensiones clínicas Síntoma y fantasma. Ed. Mannantial.
Lucien
Israel.
El goce de la histérica..
Versión electrónica de www.philosophia.cl
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De necesidad,
demanda y deseo
Laura
Trungelliti*
“Todavía
no eres para mí más que un niño parecido a otros cien mil niños.
Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que
un zorro parecido a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas,
tendremos necesidad uno del otro. Tú serás para mí único en el
mundo. Yo seré para ti único en el mundo...”
(El Principito- Saint-Exupery)
Este
trabajo tiene por objetivo, a partir del recorrido por los momentos
del proceso de constitución subjetiva, puntualizar en la posibilidad
o no, del grito del niño, de convertirse en un llamado al Otro.
Partiremos
para esto de lo que Freud describe bajo el nombre de “primera
vivencia de satisfacción”,
experiencia originada a partir de una necesidad fisiológica, que al
ser colmada por la aparición del cuidador produce la asociación
entre la excitación producida por la necesidad y la satisfacción
generada. De tal manera que cuando sobrevenga la necesidad se
producirá un investimento de la imagen mnémica en busca de producir
nuevamente la percepción de la misma.
Podemos
esquematizar así cómo, a partir de una acción específica del
cuidador se cancela el displacer generado por el aumento de
excitación; y ante la nueva emergencia de tal displacer, el niño
espera la aparición apaciguadora de aquel otro.
Esto
nos introduce en la diferenciación hecha por Lacan entre necesidad,
deseo y demanda. Demanda constituida a partir de la de-codificación
que hace la madre del llanto del niño por la emergencia en él de
una necesidad. La respuesta de la madre a esto constituye este llanto
como una demanda; como tal nunca puede ser completamente colmada,
dejando así un resto que atañe a la diferencia entre la
satisfacción obtenida
y la anhelada; denominada deseo.
Es
a partir de la forma como se presente esta interrelación entre el
niño y el Otro primordial que, el grito que lanza el infante frente
a la emergencia de la necesidad pueda mutar a un llamado. Miller, nos
dice “el llamado supone al Otro” 1;
para que se constituya esta diferencia entre una secreción orgánica
y el llamado es que el primero tiene que ser significado por el Otro.
En ese grito se debe suponer un sujeto, suposición que se evidencia
en la respuesta o en la no respuesta del Otro primordial. Inmensidad
de ocasiones escuchamos a madres responder al llanto del niño,
otorgándole significaciones de hambre, sueño, dolor…Esto
puede hacerse, cuando existe la suposición de que, quien grita es un
sujeto, sumergiéndolo así en un baño de significantes.
Ricardo
Rodulfo califica esta experiencia de satisfacción como un
acontecimiento que marca un antes y un después. Un antes
pleno de necesidades corporales que, en ese después, pueden ser
subjetivadas. Apertura del psiquismo que se constituye a partir de la
huella que ha quedado, huella psíquica de una satisfacción
primordial que genera un borde a lo plenamente corporal que
antecedía.
Esta
satisfacción originaria otorga un sentido, una dirección a la
actividad psíquica en tanto busca la restitución de tal
satisfacción perdida. Se inicia a partir de ella, la “moción del
desear”2
como movimiento que busca restituir la satisfacción, otorgando por
lo tanto cierta direccionalidad al aparato psíquico.
En
la dimensión de íntersubjetividad que se comienza a constituir en
este proceso se observa una no-igualdad entre quien emite el mensaje
y quien lo recibe; siendo de esta recepción de quien depende, no
sólo el mensaje, sino su acogida. Es la respuesta o no del Otro la
que habilita la mutación del grito en un llamado.
En la
respuesta se instaura una insignia en tanto porción tomada de
la realidad que funciona como significante de la respuesta del Otro.
Lacan llama insignia a las “marcas de la respuesta” del
Otro, marca en tanto arraigo a la realidad que conlleva, que permiten
la representación significante del sujeto.
Vemos
hasta aquí como la respuesta del Otro, en el momento de significar
al grito como un llamado, genera la emergencia de un sujeto en ese
llamado. Lacan traduce este proceso de la siguiente forma: el grito
del niño suscita un significante del Otro (S2)
que hace de ese grito un llamado (S1).
El S1
se constituye entonces retroactivamente a partir de la respuesta del
Otro, que lo constituye como tal (como significante unario), como
significante del sujeto.
Pero,
¿cómo se constituye el Otro como tal? Miller nos señala que “no
hay una dirección única que solo conduce a la emergencia del
sujeto”3,
sino que también esta en juego el nacimiento del Otro en ese espacio
de resonancia que se abre con el grito. Lacan nos dice que “el
sujeto manipula al Otro” esto es que hace nacer en ese otro a un
Otro, le otorga tal cualidad. Quedando así la omnipotencia de la
respuesta del Otro en relación a la manipulación que hace de él el
sujeto y a partir de la que obtiene un efecto de identificación.
Miller
distingue dos identificaciones: identificación constituyente e
identificación constituida; situando a la identificación
constituyente en S2
y a la identificación constituida en S1,
como
efecto derivado del Otro.
Es
a partir de este interjuego como la necesidad originaria es “apresada
en la red significante como sentido del Otro, que traduce la
incidencia de lo simbólico sobre lo real”1.
Retomaré
aquí una pregunta de Rodulfo: ¿Qué pasa cuando la vivencia de
satisfacción fracasa? El autor propone utilizar para esto el término
des-satisfacción o satisfacción negativa. Estos términos
para diferenciarlos de la insatisfacción, porque si aparece la
insatisfacción no es que fracase la vivencia de satisfacción, ya
que la satisfacción implica lógicamente la insatisfacción. Por lo
que la desatisfacción seria algo diferente, que vendría a
consecuencia del no-acuse de recibo del Otro.
El autor
trae a colación ejemplos clínicos en que remiten a esta vivencia
de
desatisfacción, entre ellos el de niños con diagnostico de autismo.
En ellos observa una “vivencia de anonadamiento” ante el terror
del encuentro con el Otro desarrolla un repliegue defensivo; no hay
nada del orden de la satisfacción que pueda esperar de ese
encuentro; sino aniquilamiento, ser reducido a la nada (de ahí el
anonadamiento). Estela Solano se refiere a “los niños del uno
solo” haciendo patente que la imposibilidad de acceso a la
demanda en estos niños no ha permitido que sean representados por un
significante; la significación otorgada aprés-cuop por la respuesta
del Otro que ingresa al sujeto en la cadena significante (S1, S
2 …) no ha tenido existencia. Por lo que la estructura del
lenguaje es la de la holofrase; pegoteo de significantes que
no da lugar a la representación del sujeto por un significante. Si
el significante es definido por el intervalo que lo separa de otro
significante, el pegoteo de la holofrase en este caso lo impide. El
Otro no admite la elisión necesaria para la transformación del
grito en llamado, elisión que haría posible el alojamiento del
sujeto en ese intervalo.
Siguiendo
esta lógica de pensamiento, Estela Solano plantea “…si el Otro
no escucha, el autismo del Otro introduce en el niño la dimensión
de la psicosis”2.
Psicosis en que la identificación es al ser, a la realización de
objeto de goce. Diferente a la elección de existencia que conlleva
la suspensión del “yo soy” de goce y la posibilidad del decir.
Queda
reflejada entonces la importancia y la complejidad de este momento en
el proceso de constitución subjetiva; así como también su
implicancia en el quehacer clínico.
*Laura
Trungelliti.
Psicóloga. Miembro del Grupo de Estudios psicoanalíticos de
Santiago del Estero.
1
Miller, J. A.; “Los Signos del Goce”. Clase VII; pág. Nº 110
(Buenos Aires; Edit: Paidos)
2
Rodulfo, R. ; “La vivencia de satisfacción y sus patologías”;
pág. Nº 78.
3
Op cit; pág Nº 113
4 Tendlarz, S.; “La Constitución
del Sujeto” en “De qué sufren los niños. Capitulo II; pág. Nº
37 (Buenos Aires, 2.004; Edit: El Lugar)
5. Solano, E; Los niños del uno solo; El
Analiticón 1 (1.986) pág: 57.
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La
prehistoria de un niño
En
Barcelona se ha destacado entre los movimientos migratorios de los
últimos años, la llegada de niños africanos, chinos y rusos, entre
otros, a través de procedimientos de adopción internacional
Los
padres de un niño de 6 años consultan ha pedido del colegio por
“hiperactividad”, la derivación es un pedido de urgencia ya que,
afirman que en la escuela la profesora no soporta al niño.
De
origen africano; ha sido adoptado cuando tenía un año.
Por
su maestra, sabemos que es un niño inquieto, tenso y, sobre todo,
desconcertante: “no se sabe que es capaz de hacer”.
Los
padres explican que tiene muchos tics y le observan nervioso y tenso
cuando duerme.
El
dice estar sólo y sin amigos, lo que interpreta que es debido a que
“es marrón” y ”el único marrón en todo el colegio”.
Es
un niño angustiado; lo que devuelvo a los padres, proponiéndome
después de algunas entrevistas decirles mi orientación.
Sesiones
con el niño
En
las primeras sesiones hemos tenido que atravesar momentos de tensión
y agresividad en los cuales el niño parecía derivar hacia el
rechazo. Venía con aparente interés, sin embargo en el despacho era
un continuo andar tenso, a veces de manera provocativa logrando mi
intervención para detenerle en alguna acción que implicaría un
riesgo.
Entre
las pocas cosas coherentes de las que habla al comienzo, dice que de
mayor sería antropólogo y que le interesa la prehistoria, en
particular, la suya propia; quiere saber sobre sus orígenes
El
lenguaje no llega a tener la dimensión de un discurso ya que dice
cosas sueltas sin implicación subjetiva: caen fuera de él y es como
si no le atravesaran las palabras.
Él
obtenía de sus padres explicaciones: “verdades objetivas” que
tenían ellos mismos como exigencia legal y ética.
En
el despacho llaman la atención afectos diferentes en el niño: hay
días en los cuales llega a sesión muy angustiado, como sorprendido,
aparentemente muy lúcido y comenta por ejemplo: “mi madre adoptiva
dice que mi madre biológica puede haber muerto”, otra vez dice “yo
no conozco a nadie que sus padres lo hayan abandonado como a mí”,
“mi maestra no me quiere” o, “mis amigos no quieren jugar
conmigo”.
Luego;
hay otros momentos en los cuales está tenso, repite frases
agresivas. A veces leer lo tranquiliza: le interesan las
enciclopedias y las revistas de comics.
Mi
experiencia
En
la reflexión sobre la situación: pensé en la inercia - que parecía
irreversible - del niño hacia el rechazo, a hacerse rechazar. Me
propuse sostener un espacio, en el cual pudiera surgir un horizonte
diferente al que tenía de manera inminente, ya que en la escuela
iban a expulsarle. Le ofrecí un tiempo, no sin por otro lado
intervenir con los padres, orientando y escuchando en momentos de
angustia. La intención de presentar este trabajo tiene que ver con
la soledad del niño, significante que resuena también en mi como
analista frente a la situación de contrariar la inercia del niño,
en un contexto social adverso (el rechazo en la escuela) y
sosteniendo la posibilidad de una salida por el recurso a la palabra.
La orientación que diera a los padres podía ser decisiva.
Apremiaba
la búsqueda de una estrategia que permitiera salir con el niño de
esa situación de presión social y ofrecerle un tiempo para su
trabajo en sesiones.
He
tomado este caso y me he tomado en la enunciación cuando refiero a
la soledad para intentar articular la soledad como analista en
relación a la clínica, en la cual la situación empuja a una
decisión articulada con la elaboración que se puede hacer en
relación a puntos cruciales.
Un
día al llegar a sesión el niño dice: “Norma
todos
tenemos un tátara, tátara, tátara…..”,
a lo cual le digo: ¡´un
abuelo`!, y
responde:
“mi abuelo prehistórico es africano”,
agrego: “bueno
también habrá un abuelo catalán, porque tu hablas catalán”, y
contesta: “¡un
abuelo castellano: mi padre es castellano!”.
Es elocuente la expresión del niño, encontró algo con lo cual
partía de la sesión ese día.
Ha
sido el surgimiento de algo nuevo como una chispa, y a lo cual el
niño da su consentimiento; se trata de un elemento imprevisible que
le abrirá el camino hacia la construcción de una genealogía.
Una
interpretación que brota de la soledad, como no respuesta no hay un
código de actuación clínica para cada caso que nos permita saber
con precisión por donde avanzar o en qué momento intervenir.
Una
llamada telefónica de la madre me pone al tanto del interés que
causó en el niño esta intervención; la implicación de los padres
se hace manifiesta: tanto en el cuestionamiento sobre cómo tratar el
tema del origen del niño y qué pueden explicarle, como también en
lo que se moviliza de ellos mismos.
En
una cena familiar el niño pregunta a su madre: “¿a quien te
parecerás tú cuando seas mayor?”, la madre responde “a mi
madre” y dirigiéndose al padre pregunta “¿y
yo papá a quien me pareceré?”, el padre responde “a mi”,
episodio en el que destacan la emotividad y el entusiasmo en la
expresión de pertenencia y pertinencia del niño. Esta conversación
señala un con-sentimiento paterno filial.
Ha
habido un cambio de colegio y, en el nuevo, los avatares continúan.
Sin embargo, al participar en un concurso de literatura gana el
primer premio con un cuento que titula: “El
niño libro”.
En el relato el protagonista explica cuentos a sus amigos mayores, y
en el mismo texto explica la historia de un gallo que andando por el
mundo encuentra el valor que le permitiría enfrentarse a los miedos.
Así
el niño, como
el gallo del cuento en el relato, tendrá el valor que lo protege del
Otro: él logra con sus cuentos tener amigos.
Agrega al final del relato que el protagonista, cuando sea mayor, no
será un cuenta cuentos, sino un gran escritor, haciendo con ello
felices a niñas y niños del mundo.
Así,
el niño encontró, a través del protagonista, una manera de hacer
lazos. Si bien no se pregunta qué quiere el otro, contando cuentos y
con sus escritos se defiende de la angustia que le provoca el
encuentro con el Otro.
*Norma
Lafuente
es de Barcelona. Miembro de la AMP.-ELP- Catalunya
norma.lafuente@gmail.com
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Cuando
lo inadmisible irrumpe.
Alejandra
Eidelberg*
Al igual que lo fantástico, los
cronopios no se dejan definir. Están ahí, y, y hay que tener
cuidado con ellos porque en el mismo minuto en que uno se va a sentar
ya ellos te han quitado la silla […].
J. Cortázar, “El sentimiento de
lo fantástico”
En todos los campos o áreas de
la cultura sucede que, en determinadas circunstancias, surgen formas
nuevas que quiebran las aceptadas hasta ese momento. En el campo de
la literatura, el género o modo fantástico es una de estas
formas emergentes, pues produjo –como lo señaló Mijail Bajtin
(Jackson 1986: 32)– una conmoción en las reglas consensuadas de la
novela realista. Su efecto subversivo –que
siempre le interesó al psicoanálisis por su relación con el
registro de lo real–
se
debe a la introducción irruptiva de lo
inadmisible en la legalidad de lo cotidiano, para conmoverla,
cuestionarla y hacerla vacilar. Esta irrupción afectó varios planos
de la producción literaria: la temática, la configuración del
protagonista, del narrador y del lector y hasta las reglas mismas de
escritura.
Ernst T.A. Hoffmann (1776-1822)
fue un escritor que cultivó este género. Sus relatos inspiraron a
Sigmund Freud y a Jacques Lacan, quienes se sirvieron de ellos
para elaborar sus conceptos sobre lo siniestro y la angustia,
respectivamente. Desde este marco, el presente trabajo se centrará
sobre la contingencia de lo inadmisible y para ello se ha recurrido,
como material de análisis, a dos cuentos fantásticos de escritores
argentinos del siglo XX (“La soga” de
Silvina Ocampo1
y “No se culpe a nadie” de Julio Cortázar2),
y también a una brevísima historia, casi un haiku, del siglo IV
A.C. (“Sueños de una mariposa” de Chuang Tzu3).
La legalidad cuestionada
Cuando un cuento se inscribe
como fantástico en el campo literario, exige, para ser abordado, un
consenso sobre qué se entiende por este género.
Según Julio Cortázar, no es
una tarea fácil definirlo, ya que justamente es lo que escapa a toda
definición, lo que el sistema de la lengua no puede atrapar. Pero
este escritor lo intenta, precisando la experiencia de lo fantástico
como lo que irrumpe en los intersticios de la lógica por fuera de
toda explicación racional, quebrando total o parcialmente las leyes
habituales del mundo cotidiano y generando una profunda inquietud y
extrañamiento, pues su efecto es el súbito borramiento de los
límites precisos entre lo real y lo irreal (Cortázar 1994). Se
jaquea así lo verosímil del mundo construido al haber sido puestas
en cuestión las leyes que lo hacen creíble.
Según Rosemary Jackson –quien
sigue y profundiza los lineamientos de Tzvetan Todorov en este tema–
el género fantasy se sirve de la ficción realista, pero para
romperla; se interesa en las categorías limitadoras, pero para
disolverlas (Jackson 1986: 45). Así, sus escritores representativos
logran incluir la perturbación en el campo mismo de la realidad,
pues alteran su sentido común y tranquilizante y ponen en cuestión
las categorías clásicas de verdad inequívoca, saber absoluto y
representatividad del lenguaje.
No es casual que tanto Freud
como Lacan se hayan basado sobre la literatura fantástica para
elaborar en el campo psicoanalítico los conceptos de lo ominoso
(Freud 1979) y la angustia (Lacan 2006). Nos referiremos
especialmente al texto “Das Unheimliche” (lo
ominoso o siniestro), equivalente a los efectos de desasosiego que
esta literatura produce. Para trabajar el concepto de lo Unheimlich,
Freud se basó especialmente en dos cuentos de Hoffmann: “El hombre
de arena” y “Los elixires del diablo”.
Según Freud, lo siniestro es
lo que irrumpe en el marco de la percepción y el conocimiento
habituales, alterando las coordenadas de espacio y tiempo con que se
estructuran el yo, el cuerpo y la realidad, generando “incertidumbre
intelectual” (Freud 2009: 233). ¿Por qué? Porque lo ominoso es
algo familiar (heimlich) y al mismo tiempo ajeno (unheimlich);
es algo ajeno que se ha vuelto familiar. Freud lo explica sosteniendo
que se trata de lo reprimido por el sujeto que retorna; lo familiar
que ha sido rechazado (el prefijo un indica este rechazo)
reaparece entonces como algo extraño (Freud 2009: 240-241). Lacan
condensó con precisión esta idea freudiana al crear el neologismo
extimidad, oxímoron que reúne lo íntimo/interno, por un
lado, y lo extraño/exterior, por otro: una exterioridad íntima;
algo de la intimidad que, sin embargo, se experimenta como cuerpo
extraño (Lacan 1988: 171; Lacan 2008: clase del 12/03/69).
En el relato fantástico, esta
misma emergencia de lo extraño, inadmisible y siniestro irrumpe
donde no debería, pues aparece en el campo que, para poder
constituirse, justamente debió expulsarlo. Al retornar, disuelve la
consistencia imaginaria y simbólica de la organización de la vida
cotidiana relatada por la ficción literaria.
Jackson sigue a Freud cuando se
refiere a la “incertidumbre epistemológica” y al desasosiego
como efecto de esa disolución (Jackson 1986: 26). Retoma también el
concepto todoroviano de “vacilación” ante la irrupción de lo
inadmisible, considerado como un concepto definitorio que se
incorpora a la estructura misma del texto (Jackson 1986: 46).
La temática afectada
Ante la irrupción de lo
inadmisible en la temática del relato fantástico, espacio y tiempo
se disuelven, y toda categorización de la realidad perceptiva se
vuelve borrosa, doble, equívoca, fuera de foco, al igual que el yo
del sujeto y sus relaciones con los otros. Lo invisible se entromete
en el mundo de lo visible y las diferencias se borran a través de
recursos como puertas que dan a abismos, reflejos, fantasmas, sombras
y alucinaciones (Jackson 1986: 41,42 y 46).
Vacilan, entonces, los
acontecimientos narrados. Lo que se creía real deviene irreal y lo
imaginario se acerca peligrosamente a lo real (Barrenechea 1972).
Esta irrupción se logra con la introducción de elementos de otros
mundos (dioses, poderes maléficos y benéficos, muerte y muertos) y
de elementos de este mundo pero que rompen el orden conocido en
varias áreas (sueños, espejos, reflejos, dobles, rebelión de la
materia inanimada o de animales y plantas contra lo humano).
Freud se refiere a fenómenos
irruptivos similares en las temáticas fantásticas, pero se centra
especialmente en los fenómenos del doble4
(donde se diluyen las diferencias entre el yo y el otro) y de la
autonomía de partes del cuerpo (Freud 2009) así como a la
compulsión repetitiva de fenómenos no regidos por el principio del
placer que implican un retorno de lo infantil reprimido o de
convicciones infantiles irracionales superadas (Freud 2009).
En las temáticas de los tres
cuentos seleccionados pueden constatarse algunas de estas formas
irruptivas de lo inadmisible.
En el cuento de Cortázar “No
se culpe a nadie”, el narrador parte de ubicar al protagonista en
una situación cotidiana y banal: debe ponerse un pullover para salir
a comprar un regalo. Esta situación muta de a poco en otra
inexplicable: el pullover se va transformando en una jaula y la mano
derecha del protagonista, en la extremidad de una rata. Ante la
alternativa de quedar encerrado y asfixiado en su “jaula” o ser
agredido por la “rata”, el acto de arrojarse desde la ventana del
piso doce es la única salida posible. En la temática de este relato
irrumpe la muerte en lo más cotidiano, ligada al poder maléfico,
tanto de la materia inanimada rebelada (el pullover-jaula), como de
las partes del cuerpo que cobran una autonomía amenazante
(mano-rata); se vuelven además difusos los límites entre el
protagonista y el animal en que se ha transformado parcialmente. Todo
contribuye al clima amenazante y sofocante del acontecimiento
narrado, en que se pierden los límites entre lo real y lo irreal:
experiencia de lo siniestro que conduce a una de las salidas posibles
que Lacan plantea en su Seminario 10 sobre la angustia: el
pasaje al acto que es el suicidio.
En “La soga”, de Ocampo, se
comprueban fenómenos irruptivos semejantes. El narrador de este
cuento relata la historia de un niño cuya soga es al comienzo un
simple objeto lúdico que va cobrando vida propia gradualmente
(rebelión de la materia inanimada), hasta convertirse en una
serpiente cuyo grado de peligrosidad no es muy claro, como tampoco lo
son las intenciones a veces dañinas del mismo niño. Este animal
parece obedecer primero al protagonista, pero en un aparente descuido
de éste, lo termina asesinando: intrusión de la muerte –y nada
menos que la de un niño– en el fin del relato.
En el brevísimo cuento “Sueños
de una mariposa” de Chuang Tzu, la irrupción de lo inadmisible en
la temática remite a un borramiento de las diferencias entre la
vigilia y el sueño, lo cual diluye los límites entre el
protagonista y lo soñado al despertar. ¿Él es Tzu que, ya
despierto, soñó ser una mariposa; o es una mariposa soñando ahora
que es Tzu? A pesar de que Lacan se basa sobre
este cuento para afirmar que el sujeto se despierta nada más que
para seguir soñando (pues la realidad es tan imaginaria como un
sueño), el efecto de vacilación también remite a lo real, pues
algo queda sin resolver ante este posible fenómeno de
desdoblamiento y confusión de tiempos y espacios.
Protagonista, narrador y
lector vacilan
Una condición ineludible del
cuento fantástico es generar un estado vacilante ante lo
inadmisible. Este efecto será mayor en el lector si su conmoción
ante el fenómeno extraño es sentida también por el protagonista
del relato, y será mayor aún si es el narrador mismo quien también
la padece.
Esto ocurre porque el autor no
resuelve el misterio que causa la irrupción de lo inadmisible, sino
que, al contrario, procura que el lector se pregunte sobre la
verosimilitud de lo narrado y experimente la perplejidad, el
desasosiego e, incluso, el miedo. Puede sostenerse entonces
que, en la literatura fantástica, los efectos de ruptura no se
circunscriben a los elementos temáticos, sino que también dependen
de la particular posición o punto de vista del narrador con respecto
a lo narrado. Jackson se refiere a esto cuando afirma que vacilan el
protagonista del relato y su narrador, en un “confuso juego de
pronombres y funciones pronominales” que hacen vacilar también al
lector (Jackson 1986: 27); esto ocurre porque el narrador comparte la
incertidumbre del protagonista del relato e impide al lector
“descartar como ilusoria la experiencia del héroe” (Jackson
1986: 27 ). En los tres cuentos seleccionados estos efectos se
producen, pero no de la misma manera.
En “No se culpe a nadie”,
si bien el narrador se mantiene como tal en tercera persona,
diferenciado del protagonista, el estilo apresurado del texto5
conduce a pensar que está afectado del mismo desasosiego. Que el
relato se trunque en el mismo momento en que el protagonista muere,
contribuye al mismo efecto, y deja al lector abruptamente huérfano
de protagonista, narrador y palabras. La caída del Otro como garante
es violentamente literal.
En “La soga”, lo que más
conmociona al lector a lo largo del cuento es la temática misma: el
protagonista no está afectado y el narrador mantiene una posición
locutoria de relator más bien distante de los acontecimientos. Sin
embargo, irrumpe como comentador en dos oportunidades, lo cual
modifica su aparente neutralidad y falta de compromiso ante los
hechos inquietantes relatados. Por un lado, dice de la serpiente: “un
poco viscosa y desagradable, en mi opinión”6;
por otro lado, para cerrar el cuento afirmando sobre el niño muerto:
“Yo le vi7,
tendido, con los ojos abiertos”. En este enunciado –que redobla
la referencia deíctica de persona (lo cual no es lo usual en la
lengua castellana)– el narrador se convierte en testigo presencial
del extraño asesinato del niño por parte de su soga-serpiente. El
efecto de lo siniestro en el lector resulta entonces incrementado.
En “Sueños de una mariposa”,
un elemento de la paratextualidad –el nombre propio del autor del
texto– es lo que refuerza la irrupción de lo inadmisible. Esto
ocurre porque el lector se entera de que este nombre –Chuang Tzu–
es el mismo que el del protagonista del relato, quien no sabe si soñó
o está siendo soñado.
Se comprueba en estos tres
cuentos cómo brilla por su ausencia el narrador clásico de la
novela; nos referimos al narrador impersonal, omnisciente, sin
compromiso, con autoridad, que guarda distancia con los
acontecimientos narrados y que facilita que protagonista y lector se
entreguen pasiva y confiadamente a él.
Al contrario, el fantasy
carece de “supuestos de confianza o […] de ‘verdades’
autoritarias” (Jackson 1986: 32). La garantía del Otro-narrador
está quebrantada, se ha vuelto inconsistente, su falla está a la
vista y en esa misma falla irrumpe algo inadmisible e
irrepresentable, diría Lacan al referirse a la angustia (Lacan
2006); no hay, por lo tanto, fe posible del lector en este Otro que
alberga en su falla un elemento extraño; solo hay angustia y
confrontación con lo siniestro.
Freud señala
que una de las características de lo fantástico-ominoso consiste en
que las partes del cuerpo humano conquistan su autonomía,
rebelándose contra el sujeto, quien ya no puede controlarlas y
pierde la posibilidad de captarse a sí mismo como totalidad armónica
(Freud 2009). De la misma manera, las palabras parecen rebelárseles
a algunos escritores de este género. Así como el yo corporal del
personaje puede perder la unidad, podría plantearse que al cuerpo
del texto mismo, de su escritura, también puede ocurrirle algo
semejante.
De los tres
cuentos seleccionados, es en “No se culpe a nadie” donde la
equivalencia planteada se torna más evidente. En este relato, una
parte del cuerpo se le rebela al protagonista: su mano derecha fuera
del pullover-jaula, convertida en una rata agresiva, lo araña y
pellizca. Del mismo modo, algunas palabras también se escapan del
control del narrador-autor-Cortázar. Por ejemplo, cuando irrumpen
arañando y rasgando con otra lógica el hilo de un enunciado banal,
tal como se constata en la siguiente frase: “[…] prefiere
intentar un último esfuerzo para sacar la cabeza fuera del cuello y
la rata izquierda fuera de la jaula”8.
O cuando la irrupción toma la forma de una condensación extrema
que, como un pellizco, indica el final del protagonista y del relato:
“para llegar por fin […] donde solamente haya un aire fragoroso
que lo envuelva y lo acompañe y lo acaricie y
doce pisos 9.
Desde otro
ángulo, también puede señalarse como fenómeno irruptivo la
sintaxis aparentemente descuidada de Cortázar en este cuento de
oraciones excesivamente largas: recurso calculado al servicio de un
estilo con el que el autor quiebra las reglas clásicas de la
escritura “correcta”. La sucesión metonímica que parece
desbordar al narrador, sin puntos de capitón que oficien de anclaje
metafórico tranquilizante, conduce a un estado de alerta permanente.
El texto sin pausas impide que el lector las tenga y lo deja tan
exhausto, asfixiado y angustiado como al protagonista.
La perspectiva política
El desarrollo de este trabajo
ha tenido el propósito de demostrar que el género fantástico
introduce irruptivamente lo inadmisible en la legalidad de lo
cotidiano y conmueve así su aparente inmutabilidad, desde tres
ángulos posibles: la temática, la posición del protagonista, del
narrador y del lector, y el proceso mismo de escritura.
Referirse a este efecto de
conmoción de un género literario tiene inevitablemente un alcance
más amplio. Es por esto que las consecuencias subversivas que
Jackson extrae del fantasy exceden el campo de la literatura y
abarcan también lo político. Sostiene esta autora: “Al subvertir
la visión unitaria, lo fantástico introduce confusión y
alternativas. En el siglo XIX esto significaba una oposición a la
ideología burguesa sostenida por la novela realista” (Jackson
1986: 32). La estrategia subversiva que Jackson le adjudica aún hoy
a este tipo de narrativa se relaciona con dislocaciones del campo
perceptivo visual y de la integridad yoica, justamente en una
cultura, la actual, donde el poder reside en la solidaridad entre el
“ojo” (prevalencia de la imagen) y el “yo” (instancia
controladora y controlable). Esta solidaridad de dominio –que, como
bien indica Jackson, la lengua inglesa delata en la homofonía entre
I (yo) y eye (ojo)– queda así
políticamente debilitada por una acción literaria.
La afiliación entre literatura y política que permite el fantasy, habilita a pensar sobre sus posibles conexiones con otras acciones culturales de efectos subversivos. Por ejemplo, con la “peste” que Freud desató en la moral victoriana burguesa del mismo siglo XIX al descubrir la lógica del inconsciente y la pulsión; con la subversión que Lacan introdujo en el sujeto hablante para oponerse a la Egopsychology del postfreudismo a mediados del siglo XX; con el revuelo que armó Gödel a comienzos de esa centuria con sus teoremas sobre la “incompletud” y lo “indecidible” en el campo de la lógica matemática; e incluso, en este mismo campo, con las nociones de topología que Lacan supo importar para el psicoanálisis cada vez que le interesó disolver clasificaciones rígidas y binarios cristalizados del pensamiento.
Siempre que lo cotidiano
instituido vacila en sus formas es porque un surco ha introducido un
vacío en su ilusoria completud. Para que este sea fructífero, la
llamada literatura fantástica le puede enseñar al sujeto a ir más
allá de los fantasmas con los que tiende a llenarlo, pues ella
refuerza los bordes del agujero cavado, al mismo tiempo que se
despliega, escribiéndose, en ellos. Quizás esta literatura vira
entonces hacia la lituraterre lacaniana, pues implica –en
el mismo movimiento– pérdida de los semblantes sin aristas y
recuperación del filo de un no-sentido extrañante que nos exilia de
todo, hasta de nosotros mismos. Y esta es la fuerza política –si
el exilio se soporta como resto fecundo– que puede enseñarnos a
leer de otra manera, también en la experiencia de un análisis, como
aspiraba Lacan.
*Alejandra Eidelberg practica el
psicoanálisis. Es miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana
(EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Se
desempeña como docente e investigadora en la Universidad de Buenos
Aires y en el Instituto Clínico de Buenos Aires. Ha publicado
diversos trabajos sobre temas psicoanalíticos.
Bibliografía
Corpus teórico:
-Barrenechea,
Ana María: “Ensayo de una tipología de la literatura fantástica”,
en Revista Iberoamericana
Nº 80,
Pennsylvania, 1972.
-Cortázar, Julio: “El sentimiento de lo
fantástico”, en su Obra Crítica / 1, Buenos Aires,
Alfaguara, 1994.
-Freud,
Sigmund: “Lo ominoso”, en Obras
Completas, vol. XVII,
Buenos Aires, Amorrortu, 2009.
-Jackson,
Rosemary: Fantasy. Literatura
y subversión, Buenos Aires, Catálogos,
1986.
-Lacan,
Jacques: El Seminario. Libro 7. La ética
del psicoanálisis, Buenos Aires,
Paidós, 1988.
-Lacan,
Jacques: El Seminario. Libro 10. La
angustia, Buenos Aires, Paidós, 2006.
-Lacan,
Jacques: El Seminario. Libro 10. De un
Otro al otro, Buenos Aires, Paidós,
2008.
-Lacan,
Jacques: “Lituratierra”, en Otros
escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012.
Corpus literario:
-Cortázar, Julio: “No se
culpe a nadie”, en Final de juego, Buenos Aires,
Sudamericana, 1964.
-Chuang Tzu,
“Sueños de una mariposa”, en Jorge L. Borges y otros: Antología
de la literatura fantástica, Buenos Aires, Sudamericana, 1990.
-Ocampo,
Silvina: “La soga”, en Cuentos difíciles, Buenos Aires,
Colihue, 2000.
1
Ocampo, Silvina: “La soga”, en Cuentos
difíciles, Buenos Aires, Colihue, 2000.
2
Cortázar, Julio: “No se culpe a nadie”, en Final
de juego, Buenos Aires, Sudamericana, 1964.
3
Chuang Tzu: “Sueños de una mariposa”, en Borges y otros:
Antología de la literatura fantástica,
Buenos Aires, Sudamericana, 1990.
4
Para la temática del doble, el otro y los espejos, se sugiere
consultar la extensa obra de Jorge Luis Borges y también de Adolfo
Bioy Casares y Silvina Ocampo, con quienes comparte la publicación
de una excelente antología fantástica (véase “Bibliografía”).
5
Cf. siguiente apartado.
6
La cursiva es nuestra.
7
La cursiva es nuestra.
8
La cursiva es nuestra.
9
La cursiva es nuestra.
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RICOEUR
Y LACAN, EN EL CORAZÓN DE LA “MÁQUINA HERMENÉUTICA”.
¿UN CONFLICTO DE INTERPRETACIONES?
Lic.
Lucas Cosci
En
estas páginas queremos presentar una narrativa histórico-biográfica
de los encuentros entre ambos intelectuales, mediante el concepto de
“entrecruzamiento de historias” que Ricoeur hace propio de
Wilhem Schapp. Este concepto implica que la alteridad está
incorporada en la constitución de la identidad narrativa, ya que
“las historias vividas de unos se imbrican en las historias de los
demás”. 1
La identidad narrativa no sólo se constituye en la dialéctica entre
la identidad mismidad (Ídem) del carácter y la identidad
ipseidad (Ipse) de la promesa. Se constituye además en la
dialéctica entre el sí y el otro. Cada uno de nosotros es parte de
los relatos de los demás. Los otros son personajes de nuestro
relato. Lo que implica una diferencia de raíz con los relatos de
ficción, cuyas tramas resultan inconmensurables. El Príncipe
Hamlet y el Quijote de la Mancha, son absolutamente contemporáneos,
pero se desconocen entre sí. Los relatos de ficción no se
entrecruzan, son universos cerrados; las historias de vida sí. Y las
historias de Lacan y de Ricoeur se cruzan en algunos pasajes, que
merecen ser relatados.
Nuestra
pregunta es ¿en qué circunstancias se imbrican las historias de
vida de Paul Ricoeur y Jacques Lacan? ¿Qué incidencias reconocer en
esa imbricación? ¿Hasta dónde se trata de un simple cruce de
historias y en qué medida ese cruce ha dejado huellas en sus
respectivas escrituras? ¿Hasta qué punto este cruce ha producido
“efectos de ipseidad” en la constitución identitaria de
los personajes de este drama? Intentaremos relatarlo en lo que sigue.
Paul Ricoeur |
Hasta
donde la documentación nos informa, el psicoanalista y el filósofo
se cruzan por primera vez en el año 1960. Ricoeur tendría unos
cuarenta y siete años, Lacan cincuenta y nueve. Por un pedido del
Dr. Henry Ey en el marco de su célebre “Coloquio sobre el
inconciente”, Ricoeur pronuncia una conferencia. Su intervención
desglosa las ideas básicas de su interpretación sobre Freud. Ideas
que serían luego reunidas en un capítulo de Le
conflit des interprétations. 2
Entre el auditorio de este evento, se encuentra Lacan, quien es amigo
del Dr. Ey. Lacan se entusiasma con la conferencia de Ricoeur. Su
entusiasmo se traduce en un acercamiento y en elogios al filósofo.
En su lectura sobre Freud lo cree mucho más cerca de sus propias
enseñanzas que el lugar en que Ricoeur verdaderamente está. ¿Cree
haber encontrado alguien que interpreta su pensamiento? Van juntos a
París y comparten una cena, por invitación de Lacan. Dialogan.
Intercambian lecturas. Se sorprenden mutuamente, quizás. Después,
Lacan invita al filósofo a participar de su seminario. Ricoeur
acepta, entre otras cosas, porque está preparando su libro sobre
Freud. Porque no sospecha los problemas que ese libro le traería.
Porque aparentemente en esa fecha el libro ya estaría concebido,
aunque no concluido. Porque piensa que las enseñanzas de Lacan lo
ayudarán con los últimos avances de su investigación. Semana tras
semana asiste a los seminarios. No tiene lecturas de Lacan y su
contacto con el psicoanálisis es solo a través de los textos de
Freud. Tal vez por eso Ricoeur se encontraría con dificultades de
comprensión. El discurso lacaniano será para Ricoeur un verdadero
calvario. No lo entiende definitivamente. Al menos es lo que dice.
Con mucha paciencia continúa los seminarios. Les pide a algunos
amigos, Alphonse de Waelhens y Antoine Vergote, que lo ayuden. En
sucesivas oportunidades Ricoeur ha declarado que su acercamiento a
Lacan representa un esfuerzo titánico, porque no llega, dice, a
abrir ese discurso. Ahora bien, ¿Ricoeur no comprende a Lacan o lo
comprende pero a la vez quiere tomar distancia, mostrarse un
extranjero de ese territorio del pensamiento? ¿Acaso podríamos
sospechar de sobreactuado
su confeso déficit de comprensión?
Según
Ricoeur, Lacan esperaba de él cierto “aval filosófico”, 3
un guiño legitimador de sus indagaciones. A estas alturas el
filósofo ya es un autor de prestigio. Lacan cree que Ricoeur lo
interpreta y espera que sea generoso en su reconocimiento,
especialmente en sus próximos libros. En este punto empieza el
malentendido que atravesará libros, artículos y debates, entre
intelectuales franceses de los años sesenta. Según Elizabeth
Roudinesco –quien ha seguido de cerca esta historia, y en quien se
basa buena parte de nuestro trabajo- el malentendido entre ambos es
insalvable: “Ricoeur no sabe qué decirle a Lacan y Lacan está
persuadido de que Ricoeur le entiende lo que dice”. 4
Las
cosas se complicarían todavía más. Ricoeur le pide a su hijo Jean
Paul que lo acompañe al seminario, para que le ayude con su
comprensión de Lacan, que no da con el hilo de Ariadna. Su hijo,
que es estudiante de medicina, lo acompaña y es seducido por el
cautivante discurso del Dr. Lacan. Se inicia en lecturas sobre Freud.
Orienta su formación en la dirección del psicoanálisis lacaniano,
lo que de algún modo agrava las cosas, porque el conflicto se
reproduce al interior del vínculo paterno. Padre e hijo discuten
acaloradamente después de cada seminario. Ricoeur no puede –o no
quiere- aceptar que Jean Paul encuentre sentido y verdad en el
discurso lacaniano.
Hombre
de carácter reservado, Ricoeur se siente cohibido por la
personalidad seductora, avasallante, de Lacan. Y lo confiesa:
“En
mi relación con Lacan me sentía intimidado. Y eso en todos los
sentidos del término: actuaba con timidez, pero también me parecía
estar sometido a cierta amenaza preventiva de excomunión. ¡Por otra
parte la atmosfera de veneración que reinaba en el seminario era
sobrecogedora! Resultaba inimaginable que alguien se levantara para
decir que no había entendido o que le parecía absurdo algo”… 5
En
el otoño del año 1961 Ricoeur dicta tres conferencias en la
Universidad de Yale. Son un anticipo de su libro y se presentan con
el nombre de Terry Lectures.
En el año 1962 dará ocho conferencias en Lovaina sobre Freud.
Indicadores de que su trabajo sobre Freud acelera a toda marcha y
pronto sería publicado.
Año
1963. Se va a producir la primera ruptura. Ricoeur regresa una vez
más del Seminario de Lacan con la sensación de no haber
comprendido. Está angustiado. Sus dificultades con Lacan significan
una situación violenta para sí. Lacan lo cree su intérprete, su
hijo admira este discurso y él no lo entiende. Para disipar su
angustia conversa sobre el asunto con su esposa, Simone. En ese
preciso momento llama el teléfono. La voz de Lacan le pregunta qué
le había parecido su conferencia. Quizás entre la voz de uno y de
otro habría una pausa, un silencio interminable. En ese momento la
respuesta de Paul Ricoeur no podía ser otra. Acaso con voz vacilante
le dice con una honestidad sin cortesías: no ha entendido sus
palabras, su discurso le parece “impenetrable”. Humillado y
ofendido, por lo que interpretaría una provocación, Lacan corta el
teléfono, y con el corte del teléfono, se corta un vínculo, que ya
no será el mismo.
Sin
embargo, Ricoeur y Lacan se encontrarían un vez más. En un coloquio
en Roma en enero de 1964. Lacan no presenta ninguna ponencia por
miedo a que “Ricoeur le robe las ideas”. 6
Porque ya es un secreto a voces. Ricoeur le ha “robado” a Lacan
su lectura de Freud.
En
ese coloquio se traban en un debate en torno al deseo del
psicoanalista y la violencia del lenguaje. Ricoeur interroga con
insistencia. Lacan replica. El debate se queda anclado en las
preguntas y réplicas entre ambos. Elizabeth Roudinesco se pregunta
con suspicacia si lo que hay es verdaderamente un malentendido o un
diálogo fructífero. 7
En su narrativa se puede advertir que hay una discusión profunda en
torno a conceptos fundamentales y que los prejuicios y sentimientos
heridos de ambos lados, no empañan la altura intelectual de sus
intervenciones, que sin duda a ambos les ha aportado y mucho a sus
respectivas indagaciones.
Posteriormente,
Lacan sometería a Ricoeur y su esposa a un desplante deshonroso. Los
invita a cenar y exige que Ricoeur pague, recordándole la cena que
él había pagado anteriormente en París. No solo eso. Después de
hacerlo pagar el taxi, los abandona. Aunque luego se disculparía,
especialmente, ante Simone, la descortesía daba mucho que pensar.
Pasemos
en limpio algunas dudas. Para Lacan, Ricoeur ¿“debía pagar”?.
¿Qué estaba pagando Paul Ricoeur ante el desplante de Lacan?
¿Estaba pagando acaso el no haber sido obsecuente, sumiso, como lo
eran todos ante su presencia intimidante? ¿Estaba pagando el no
haber hasta ahora hecho visible el guiño filosófico que Lacan
esperaba? ¿O estaba pagando por adelantado el libro sobre Freud,
cuyo desencanto Lacan ya presentía?
Finalmente,
en mayo de 1965 sale a la luz el quizás y por lejos más polémico
libro de Ricoeur: De
l’interprétation, essai sur Freud,8
traducido al mundo de habla hispana bajo el título: Freud,
Una Interpretación de la Cultura.9
Un gran escándalo sobreviene en la comunidad psicoanalítica
francesa. Como era de esperar, Lacan
rechaza el libro. Los seguidores de Lacan acusan a Ricoeur de plagio.
Sostienen que el filósofo había asistido al seminario con
anterioridad y que su interpretación sobre Freud reproduce aquellas
lecciones. Todos disparan contra él.
El
frente de ataque más violento vendría de Jean Paul Valabrega en la
revista Critique.
Acusa a Ricoeur de “no dar al Cesar lo que es del Cesar”. “El
señor Ricoeur hace suyas muchas ideas que no le pertenecen”. 10
Especialmente
crítico es un artículo de Michel Tort, con el título “La machine
herméneutique”,11
en el que interpreta el acontecer de un “giro” en la concepción
ricoeuriana del inconsciente. El “giro” se daría entre Le
volontaire et l’involontaire12
y el ensayo sobre Freud.
El “giro” para Tort tiene un nombre propio: es Lacan. Desde su
perspectiva, entre los dos libros está el seminario en el que
Ricoeur participa. La máquina
hermenéutica es un texto lapidario.
Directo. Un ataque al corazón del libro de Ricoeur. Se trata de una
obra exhaustiva, sumamente documentada y de una incisión sutil,
aunque no por eso menos lacerante. Tort ataca a Ricoeur de un modo
que ni el propio Lacan lo hubiera hecho: con armas estrictamente
teórico-filosóficas. Se trata de un desmontaje a fondo del texto,
que intenta hacer visibles –y en algunos casos lo logra- ciertas
inconsistencias. El núcleo central de su ofensiva podría resumirse
en que resulta incongruente la distinción entre “una lectura de
Freud” y “una interpretación filosófica de Freud”. Una
lectura, aun en su carencia, es ya una interpretación.13
Carta escrita por Sigmund Freud |
En
relación a este aspecto nos parece atinada la conclusión de
Roudinesco: “Ricoeur no solo no ‘roba las ideas’ de Lacan, sino
que las ‘roba’ tan poco que las entiende pésimamente. Inventa a
un Lacan que no supo leer y con el que intenta en vano
confrontarse”.14
A
su vez a Ricoeur le viene bien la afirmación de Roudinesco para
defenderse en algunas entrevistas de las acusaciones de plagiario.
Argumenta que no puede plagiar a Lacan porque no los entiende. “No
comprendo esa manera de articulación y de pensamiento”…15
Pero agrega: “En cierto modo, como pueden advertir, sigo siendo
prisionero de su intimidación”.16
¿Por qué Ricoeur se confiesa prisionero de esa intimidación? ¿Otra
vez la culpa? ¿La culpa por un plagio que no es?
A
estas alturas, y con todo lo que Ricoeur nos ha dado en los años
posteriores a su libro sobre Freud, la acusación de plagio –sobre
la cual adherimos a la tesis de Roudinesco- ha pasado a ser una
cuestión menor.
¿Qué
queda de este cruce de vidas, tan controvertido? Quedan sus
pensamientos, cuyos contornos no han sido ajenos a aquellos cruces
biográficos. Bien podríamos suponer que aquella interacción
conflictiva, ese “conflicto de interpretaciones”, ha sido un
desafío que los ha marcado en aprendizajes recíprocos, en ideas
revisadas, en nuevos interrogantes, en renovadas incertidumbres.
Cuánto Lacan hay en Ricoeur y cuanto Ricoeur en Lacan, es algo que
no lo podemos medir. Quizás no mucho. Por tratarse de
personalidades opuestas, cuyas convicciones resultan no menos
distantes.17
Pero sí podemos sospechar que sus pensamientos nos llegan
impregnados de aquel “entrecruzamiento de historias”. Podemos
sospechar que ha habido incidencias recíprocas y que los une y a la
vez los separa la misma pasión: los textos de Sigmund Freud, punto
de partida para sus respectivas elucubraciones, excedente de sentido
que alimenta sus respectivas hermenéuticas.
En la
perspectiva del tiempo podemos estimar que sus teorizaciones son tan
diferentes como sus personalidades. Ricoeur avanzaría en las obras
de su última etapa hacia una ontología basada en la hermenéutica
del sí que promueve lo que llamaría una “pequeña ética” de
carácter narrativo. Lacan no alentaría un discurso ético ni una
ontología hermenéutica a lo Ricoeur. Creemos que la categorización
de Karl Simms refleja con propiedad el sentido de sus pensamientos.
Simms propone los términos Etics following Ricoeur y Etics
after Lacan,18
ya que la hermenéutica Ricoeuriana deviene una ética con base en la
sabiduría práctica, mientras que el psicoanálisis lacaniano
no desarrollaría ideas éticas, pero sí vendrán quienes a partir
de Lacan (after) formularán teorías, como es el caso del
filósofo esloveno Slavoj Žižek. Lo ético en Ricoeur es una
búsqueda, un “seguimiento”. En Lacan es un “después”, una
tarea asumida por la posteridad.
Finalmente,
más allá de lo anecdótico, las historias de vida de Lacan y de
Ricoeur son caminos que se cruzan en un punto, pero de origen y
destino diferente. Ese punto ha sido la lectura de Freud. ¿Se habrá
imaginado, cincuenta años antes, Sigmund Freud que sus herederos se
disputarían su discurso?
3
Ricoeur, Paul, Crítica
y Convicción. Entrevista con François Azouvi y Marc Launay.
Síntesis, Madrid, 2003, p. 99.
4
Roudinesco, Élisabeth, La Batalla de cien
años: Historia del psicoanálisis en Francia.
Editorial Fundamentos, Madrid, 1993, p. 25.
5
Ricoeur, Paul, Crítica
y Convicción, Op. cit., p.100.
6
Roudinesco, Elizabeth, Op. cit., p. 26.
7
Ibíd, p. 26.
8
Ricoeur, Paul, De
l’interprétation, essai sur Freud,
París, Seuil, 1965.
9
Ricoeur, Paul, Freud,
Una Interpretación de la Cultura, Siglo
Veintiuno Editores, (Tr. Armando Suarez)., 1978.
10
Roudinesco, Elizábeth, Op. cit., p. 27.
11
Tort, Michel. La interpretación o la máquina
hermenéutica, Editorial Nueva Visión,
Buenos Aires, 1976 Págs. 55-80. Versión digital disponible en
http://www.con-versiones.com/nota0714.htm
12
Ricoeur, Paul, Philosophie
de la volonté
1 Le volontaire
et l’involontaire,
Paris, Aubier, 1950.
13
Tort, Michel, Op. cit., ps. 55-80.
14
Roudinesco, Elizabeth, Op. cit., p. 27.
15
Ricoeur, Paul, Crítica
y Convicción, Op.
cit., p. 101.
16
Ibíd., p. 101.
17
Cf. Simms, Karl, Ricoeur and Lacan
Contnuum Interatona Publishing Group, London, 2007. El
texto lleva a cabo una puesta a punto de las
distancias que separan a ambos autores a pesar de su tránsito por
tópicos y fuentes comunes.
18
Simms, Karl, Op. cit. , ps.
107-121.
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L/a mujer no es melancólica
Alejandra Glaze*
"No tengo el don
de la realidad, desustancializo adrede hasta cierto punto. Desconfío
de la realidad...". Virginia Wolf
La mujer no es
melancólica. Es una afirmación fuerte. Pero trataré de dar cuenta
de ella comenzando por situar la barra sobre el La/, que ubica de
entrada a la posición femenina del lado del No-Todo, o del No es
Una. Es decir que nos encontramos con una imposibilidad, la de
asignar la existencia de una totalidad al ser femenino, de las que
decimos, en psicoanálisis, son quienes custodian el No-Todo del ser.
O como lo dice Eric Laurent: "Las mujeres quieren mantener su
particularidad sin la identificación al todo fálico". En este
sentido, las mujeres recuerdan la necesidad de desear, encontrándose
más cerca de la verdad, y siempre ligadas a la falta.
Pero si bien hay
diferencias entre la tradición melancólica y la melancolía
clínica, ambas designan una fragilidad de la verdad, lo que autoriza
a abordar los avatares históricos del concepto de melancolía como
indicios precisos de una crisis que afecta a la esencia misma de esa
verdad: el melancólico denuncia con su ser, con su hastío y su
estúpida existencia, la inconsistencia que la verdad encubre. Pero
mientras la tradición melancólica sería un aparente dispositivo
cultural de resistencia, el melancólico clínico “carece de
resistencia”,1
preso de un eternizado duelo que sabe imposible por el padre, que lo
sumerge en un tiempo muerto, y para quien la aceleración que designa
a este siglo constituye una amenaza, una insaciable avidez que se
opone al hastío y la vacuidad melancólicas.
Tal vez sea el
momento de hacer un elogio de la melancolía,2
ya que el mismo melancólico es quien revela lo que implica la
relación con un Otro que no existe y con la debilidad simbólica,
que hunde al sujeto en un goce que es un verdadero desvarío, en la
época que el síndrome depresivo –orientado únicamente por los
vaivenes del humor– ha despreciado la finura diagnóstica de
estructura. Ya Esquirol quería dejar a poetas y moralistas el
concepto de melancolía para reservar la depresión al campo de lo
patológico.
También es de
interés en este punto la definición que da Peter Sloterdijk de la
melancolía: ...huella psíquica de un ocaso individual de los
dioses, de un dios íntimo perdido". Y agrega: "Es haber
sido conducido a la vida por el íntimo y gran otro, para ser
abandonado después por él a mitad de camino".3
Pero el ser en
general, aquel abordado por la filosofía, también resiste a ser
congregado en un todo, y es por eso que en la historia misma de la
filosofía se ha tomado a la melancolía como una categoría de
reflexión, ya que implica cierta inquietud del hombre por el Ser.
Emmanuel Levinas, incluso, define al campo de la feminidad como una
de las posibles categorías del ser.
Sin embargo, hay una
diferencia fundamental con la filosofía: mientras que para los
filósofos el ser es aquello compartido por todos, para el
psicoanálisis el ser remite al goce como esa parte de no-ser en la
médula del sujeto, del cual es imposible predicar alguna cosa. De
este modo, y a través de Freud, se sustituye la ontología de la
filosofía por una teoría de las pulsiones, lo que podríamos
describir, ya con Lacan, como una desustancialización del sujeto a
favor de una sustancialización del goce, un resto como soporte más
allá de la dimensión del ser y del fundamento.
¿Pero por qué
decimos que L/a mujer no es melancólica? Porque evade a la
melancolía, aunque mantiene en sí ese registro que la acerca a
veces peligrosamente a ese No-Todo que la hace, casi siempre, No
Loca-del-Todo.
Así, mientras la
mujer permanece más cerca de la verdad ligada a la falta, el hombre
ofusca esa misma verdad a través de una operación nostálgica que
lo mantiene a la espera de un ser por venir.
Se trata de situar a
lo femenino en un más acá de la castración donde ha operado la ley
del Padre, un tratamiento del goce más allá del falo pero no sin
relación a él, que evita o atempera la reivindicación fálica, el
estrago o la locura.
La melancolía –ya
sea para la filosofía como para el psicoanálisis– es una manera
de negarse a asumir el papel de hombre o mujer en la escena del
mundo, a dejarse tomar por lo mundano, a profundizar esa falta hasta
el límite de lo absoluto. Decimos con Lacan que el objeto a
es lo que queda del Otro a partir de la separación de ese Otro, ese
resto del duelo que en el Seminario 8,
Lacan llama trauma del nacimiento,
"una aspiración en sí de un elemento profundamente Otro".
En ese sentido, la angustia melancólica es la sensación del deseo
del Otro que objetiva, la angustia de entrar en la finitud del mundo
construido como un orden simbólico sobre el vacío del objeto. La
imposibilidad de asumir algún semblante, un rehusarse a asumir algo
del orden de las apariencias, en nombre de una supuesta verdad de lo
real.
¿Pero qué ocurre
cuando ese goce no encuentra su medida y se convierte en eso
insoportable que ya no se puede neutralizar, retornando para
convertir a la vida, y no solo al goce, en insoportable? De esto se
trata la melancolía. De esa imposibilidad de constituir un fantasma
posible que funcione como defensa frente a lo real de ese goce.
No se trata de que
todo esté permitido (a falta de un padre) –en un “todo vale”
consustancial con la época–, sino que nada ha llegado a existir,
imposibilidad estructural de acceder a la dimensión de lo vivible,
ya que la realidad es efecto de lenguaje, una debilidad operatoria de
los semblantes justamente en el siglo donde se produce un fenomenal
proceso de descreencia en la eficacia de estos para tratar lo real,
con el “efecto depresivo” que situamos como la “exclusión de
toda significación posible”.4
Sabemos que Freud
concibió a la verdad como un efecto de la castración, dependiente
de la manera en que el sujeto construye su soporte en el Otro, en
relación a un padre, pero que implica un tercer lugar, el falo,
factor central de la instancia del significante. Lacan mismo dice que
el Ideal del yo “interviene en funciones que a
menudo son depresivas, incluso agresivas con
respecto al sujeto”.
Esa dimensión es la
de la identidad sexuada hombre-mujer. ¿Pero qué sucede si el sujeto
no puede aferrarse a ninguno de los rasgos de ese objeto inasible que
debe aportar el Otro? Se produce el desencadenamiento del sujeto, o
lo que una mujer melancólica describe al confrontarse con el “saco
de huesos” que siempre fue para el Otro en su dimensión más
mortífera, imposibilitada de aferrarse a un rasgo de ese Otro que
sostenga de una cuerda del deseo. Es entonces en la dimensión del
ser y del tener donde se pierde la posibilidad de afianzarse en el
significante, y surge la frase melancólica: No
soy nada, estoy arruinado.
Otra mujer,
claramente melancólica, refiere lo que para ella fue su momento de
desencadenamiento: no poder sostener su lugar de madre. Es la
depresión la que allí aparece, debiendo ser internada en los
momentos de embarazo de su vida. Y plantea de qué manera la entrada
en la adolescencia ubica lo que para ella fue el rechazo de su padre,
que dejó de brindarle atención "porque ya era una mujer".
"Yo era una niña alegre y feliz, hasta que llegué a la
adolescencia. Allí me convertí en esto que soy ahora, una inútil
para todo, una discapacitada que no sirve ni como mujer, ni como
madre, ni como nada". Nunca a la altura de los ideales más
triviales, llora todo el tiempo por aquello perdido
irremediablemente.
Estas mujeres están
lejos del melancólico con gesto ensimismado de Durero, y más cerca
del melancólico hipermoderno, aquel que puede saltar al vacío
guiado por el odio, "único sentimiento lúcido"5
que da alguna consistencia al Otro también en ruinas y que deja al
sujeto en su dimensión de puro objeto de desecho, en la batalla
perdida por un duelo imposible, que convierte de este modo al
melancólico en un ateo radical y taciturno.
Estas
melancólicas, presas de una pasión devastadora bajo la forma del
traumatismo, oponen el aislamiento trágico del excluido, denunciando
constantemente que el verdadero goce está en otro lado y que la vida
es sueño. Negándose a "hacer condescender el goce al deseo",
rechazan el goce fálico en beneficio de otro, excesivo y nauseoso.
Pero
cuando hablamos de la posición femenina estamos haciendo referencia
a la división estructural que se produce en ella por la presencia de
Otro goce respecto del cual no existe el significante que pueda
nombrarlo. Es aquí donde me interesa llegar, para plantear que la
melancolía es la enfermedad de la falta, de esa falta que no es la
ausencia de órgano, sino la falta con la que dicha ausencia se
articula en el inconsciente, es decir, la falta de un significante en
el Otro. La melancolía, es un rechazo que no permite recurrir al
inconsciente, a la estructura simbólica, para hacer frente a lo real
de esa falta.
Pero
hay una experiencia melancólica de des-ser que la vida ordinaria
permite evitar vía el fantasma, vía el entramado simbólico que el
sujeto pueda constituir. De esta manera, la posición femenina es una
manera posible de captar esa diferencia interna en el interior de los
significados, que es lo mismo que decir que en la singularidad de la
posición femenina hay un imposible a saber.
*Alejandra Glaze es Psicoanalista, Secretaria Adjunta del Directorio de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).
Bibliografía
Burton,
Robert; Anatomía
de la melancolía,
Ediciones Winograd, Bs. As., 2008.
Pellion,
Frederick; Melancolía
y verdad,
Manantial, Bs. As., 2003.
Ritvo,
Juan B.; Decadentismo
y melancolía,
Alción editora, Córdoba, 2006.
Lacan,
Jacques; El
Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente,
Paidós, Bs. As., 1999.
Deffieux,
Jean-Pierre; “La depresión. Su relación necesaria con la
melancolía”, Efecto
Mariposa,
Bs. As., 2010.
Lacan,
Jacques; El
Seminario, Libro 10, La angustia,
Paidós. Bs. As., 2006.
Sloterdijk,
Peter; Esferas
I,
Siruela, Madrid, 1998.
Copjec,
Joan; Imaginemos
que la mujer no existe,
Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 2006.
Lacan,
J.: El
Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante,
Paidós, Bs. As., 2010.
2
Attié, Joseph, “Melancolía”, en Scilicet. Semblantes y
sinthome, Grama ediciones, Bs. As., 2010, págs. 204-206.
3
Sloterdijk, Peter; Esferas I, Siruela, Bs. As., 2011.
4
Lacan, Jacques; El Seminario, Libro 5, Las formaciones del
inconsciente, Paidós, Bs. As., 1999, pág. 308
5
Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera
del semblante, Paidós, Bs. As., 2010, pág. 97.
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COMENTARIOS DE LIBROS //
Obra:
“El inconsciente solo pide decirse”
Autora:
Adriana C. Congiu
Leer
libros puede suscitar ciertamente una diversidad de experiencias
para cada caso. Leer “El
inconsciente solo pide decirse”
sin dudas ha generado, para aquellos que conocemos a la autora, un
efecto de extrañeza. El signo de que las palabras escritas, han
introducido una separación entre el pensamiento y el acto de
escribir.
Se
trata de un libro que posee un tratamiento de los conceptos
propuestos, con la precisión de quién ha madurado la naturaleza de
la cuestión pausadamente, desmenuzando cada palabra para
aprehenderla y luego transmitirla de un modo que provoque al lector.
No solo se remite a la exclusividad de los tecnicismos propios de
cada discurso, entendibles solo por los expertos, sino que se escapa
y va más allá de la rigurosidad teórica, produciendo un efecto de
encanto al elegir las palabras con finas sutilezas poéticas.
En
psicoanálisis palabra y escritura no están separadas como se podría
creer, lo que se escribe fue primero palabra y lo que
contingentemente deja de no escribirse y se escribe, se escribe
sirviéndose de la palabra. La palabra es primera respecto de la
escritura y lo que la escritura escribe no es otra cosa que lo que
del goce se fija. Dicho en otros términos, el goce se fija al
escribirse. La autora lo dice muy bien: escribir es precisar.
No
hay producción de saber si alguien no está estorbado por el efecto
subjetivo, si no, no producirá más que denuncia, la denuncia de los
significantes amos, dice J.A. Miller. Si no está provocado por su
propio deseo, no hay producción, solo habrá atascamiento del
concepto, de los cuerpos teóricos, aplanando las palabras que lo
sostienen, porque de tanto repetirlas perderían su condición de
evocar y provocar en el lector, en este caso, el deseo de saber.
Lo
interesante es que detrás de cada dicho, como decimos en
psicoanálisis, o de cada escrito como es este libro, podemos
encontrar las resonancias de la enunciación, que producen un eco
particular, una significación particular en cada lector.
Las
palabras elegidas para dar forma al texto del El
inconsciente solo pide decirse aparecen
casi con existencia propia, provocando preguntas, interpelando las
certezas, haciendo efecto de separación. Y eso es lo que parece más
interesante del asunto, las palabras no solo ponen necesarias
distancias, más aún si están escritas, sino que el lector puede
ubicar en ellas algo de su propia interpretación.
Gabriela
L. Céspedes
Obra: "Nunca
Fuimos Modernos". Ensayo de antropología simétrica
Autor: Bruno
Latour
Editorial: Siglo
XXI editores
Bs
As 2007
El
libro que reseñamos, complejo e inquietante, fue publicado en 1997
en Francia. La versión en español aparece recién en 2007; se
propone como una lectura imprescindible para la comprensión de las
nuevas direcciones del pensamiento antropológico definidas cómo
“simétricas”. Direcciones interesantes y novedosas, de
pretenciosos objetivos.
El
objeto mismo del ensayo puede sorprender a quienes hayan conservado
una imagen anticuada (pero advierto, digo recientemente anticuada) de
la antropología; sostenida desde sus inicios en el estudio de
culturas por entonces consideradas “salvajes”. Bruno Latour (y
por cierto muchos otros estudiosos detrás de él y a la par de él)
se han abocado al análisis de la civilización occidental misma,
exactamente como si fuera “una cultura más”, es decir,
permitiéndose tomar distancia de lo que la civilización occidental
en tanto moderna propone acerca sí misma (que es laica, que es
científica, que se regula por una racionalidad política
autosuficiente, etc.). Se propone entonces una imagen más cercana a
la de una tribu complejizada que a la de una sociedad
cualitativamente distinta a todas, por efecto de la ciencia, la
razón, la democracia o lo que fuere.
Según
el autor esta ilusión, increíblemente petulante, de la cual la
modernidad habría conseguido convencerse a sí misma; se evidenció
en los hechos como falaz casi desde el origen mismo (digamos,
escolarmente, desde la Ilustración); pero a medida que la modernidad
se desarrollaba en la alianza de los mercados, los estados y los
laboratorios, el modelo (al que Latour llama “constitución
moderna”) fue revelándose más y más inconsistente, hasta
tornarse hoy insostenible. Justamente lo que se ha dado en llamar
“posmodernidad” (entre otras denominaciones) viene a ser la
evidencia ya insoslayable de la caducidad de la constitución
moderna.
El
principal signo de ello, sobre el que Latour sagazmente dirige
nuestra atención, se nos presenta como “La proliferación de
cuasi-objetos”. Se debe preguntar entonces: ¿Qué son estos
cuasi-objetos latourianos, que estarían invadiendo la racionalidad
discursiva de la sociedad occidental, a la manera de impensables,
incluso innombrables, y cuya caótica multiplicidad en nuestra
actualidad sería el efecto de sostener la creencia en la modernidad,
en una constitución que requiere urgente revisación?
Bien,
para aproximar una respuesta debemos indagar en las tesis
fundamentales del autor. Latour se embarca en un despliegue histórico
para fundamentar su diagnóstico de una modernidad ya insostenible.
Entiende por “constitución” un momento fundacional en que una
sociedad (digámoslo: la europea del siglo XVII) pierde o más bien
sacrifica sus recursos explicativos al iniciar un proceso de
“purificación”: Se trata de la separación de los discursos en
distintos polos: La naturaleza, la Sociedad y el Lenguaje. Desde
entonces el discurso de los modernos no ha dejado de ensanchar las
grietas entre ellos, aislando artificialmente las causalidades.
Tomemos
un ejemplo del corazón de nuestra actualidad, el cuasi-objeto
preferido de Latour: El agujero de la capa de ozono. No cabe ninguna
duda que bien podría convocar y movilizar a distintos especialistas:
el químico nos explicará las interacciones entre los gases que
despliega el fenómeno. El científico social, en cambio, nos hablará
de los problemas en la organización de la sociedad y la pereza de
sus autoridades, el efecto de la publicidad o las campañas en
relación al tema. De un lingüista podríamos esperar un análisis
de la evolución y relación entre términos y conceptos que permiten
entender esa realidad actual. El diálogo entre ellos es ficción, se
trata de distintos soliloquios, cada uno es vociferado desde un
compartimento separado, desgarrando el objeto. ¿Es un fenómeno
natural? ¿Es social? ¿Es sólo un efecto de lenguaje?
En
realidad, claro, confiamos aún tanto en los modernos que no
encontramos nada de malo en ello, y hallamos las preguntas que la
situación suscita ingenuas y forzadas. Pero Latour nos fuerza a
comparar nuestra posición intelectual con las explicaciones de la
realidad que pueden desplegarse, por ejemplo, en una tribu selvática.
En la enorme tradición legada por los informes etnográficos
encontraríamos que dicha tribu consigue explicarse, pongamos por
caso, el porqué de las lluvias, movilizando un discurso que incluye:
su conocimiento de los movimientos de las nubes, la voluntad de los
dioses que se refleja en la distribución social de la tribu, mitos
que se relacionan con el origen y la forma de las palabras, etc. Todo
sin fracturas en su continuidad, sin relación con la “purificación”
moderna, en una perfecta red de significados que dejarían el objeto
de la indagación perfectamente constituido y pleno de sentidos.
La
comparación es ilustrativa por sí sola, mas no hay que olvidar la
otra cara de la cuestión: es que para Latour nosotros, occidentales,
justamente: nunca fuimos modernos. Nunca pudimos orientar los
sentidos purificadamente. “También nosotros tenemos miedo de que
el cielo se nos caiga sobre la cabeza. También nosotros vinculamos
el gesto ínfimo de apretar un aerosol con prohibiciones que atañen
al cielo. También nosotros debemos tener en cuenta las leyes, el
poder y la moral para comprender lo que dicen nuestras ciencias sobre
la química de la alta atmósfera”.
La
modernidad en que creímos, y ahora acaso ya no creemos tanto, nunca
fue consistente, nunca fue lo que dijo de sí misma.
De
hecho el autor consigue, haciendo gala al mismo tiempo de una
erudición aplastante y de una temeridad sorprendente, presentar
prácticamente toda la historia del pensamiento occidental desde la
modernidad a nuestros días como un esfuerzo (insostenible, condenado
al fracaso) de ensanchar la brecha de la purificación (del cual sólo
rescata, cosa interesante, la dialéctica, de Heguel a Marx, como
intento de reencontrar el camino perdido). El recorrido que traza,
aún cuando a veces forzado, resulta fascinante y termina
justificando las mejores páginas del libro.
Pero
del detallado diagnóstico a la apresurada propuesta de tratamiento
que se ofrece, el libro se torna menos convincente y la postura del
autor menos crítica, lo que resulta más que comprensible.
Concluyendo:
“Nunca Fuimos Modernos” es un libro brioso y original,
impostergable para quien quiera mantenerse actualizado con las
tendencias contemporáneas de la reflexión sociocultural, y
disfrutable por cualquiera. No duda en presentarse casi como un
manifiesto extremo, y tal vez desde esa clave deban juzgarse sus
virtudes y defectos.
Guillermo
Zimmermann
Obra: "FRAGMENTOS DE UN DISCURSO AMOROSO"
Autor: ROLAND BARTHES.
Roland Barthes, Fragmentos de un Discurso Amoroso, 2º Ed. 4ª reimpr. Buenos Aires. Siglo XXI Editores, 2013. Trad. Eduardo Molina.
Con
una excepcional técnica de mosaico, clara y compleja a la vez,
escribió este filósofo, semiólogo y ensayista francés Fragmentos
de un Discurso Amoroso,
publicada por primera vez en 1977, traducido a innumerables lenguas
fue editado por primera vez en nuestro país en 2002. No sorprende
que cuente con tantas ediciones, reimpresiones, se haya convertido en
best seller y aun hoy su voz siga siendo actual, puedo aventurar a
decir que no creo en algún momento deje de serlo.
Ante la pregunta por la necesidad
de tal obra, nos responde en sus primeras líneas nuestro mismo autor
“el discurso amoroso es hoy de una extrema soledad. Es un
discurso hablado por miles de personas, pero al que nadie sostiene”
así, nos dice, abandonado por los lenguajes circundantes, por el
poder y sus mecanismos, arrastrado a la deriva de lo intratable e
inactual, no le queda mas lugar que el de una afirmación. De esta
manera pone Barthes en escena no un análisis, no la descripción del
discurso amoroso, sino su enunciación, el lugar de la palabra. Le
restituye el lugar al enamorado que habla. No puede por lo tanto
utilizar mas recursos que lo que el mismo llamo Figuras,
retazos del discurso, y puesto que estas aparecen en la mente del
sujeto amoroso sin ningún orden particular, al azar le responde
Roland Barthes con dos arbitrariedades la de la designación y en
forma de vocabulario, la del alfabeto.
Entremezclando Werther de Goethe,
Freud, Lacan, el Zen, Platón, Sartre, Nietzsche… tantos trozos de
origen diverso desde ensayos filosóficos, novelas, hasta
conversaciones entre amigos y su experiencia personal, no divide su
obra en capítulos sino en Figuras que pueden reconocerse en lo
experimentado, leído, escuchado “el gesto del cuerpo sorprendido
en acción” desde Abismarse hasta Verdad, recorre
lugares comunes donde en algún apartado uno se identifica, sino mas
bien en varios de ellos, va pasando por diversos momentos, como
Adorable, donde el sujeto se encuentra con el otro que le
aparece como un todo inexpresable y ante la propiedad del deseo no
puede sino producirse la impropiedad del enunciado y solo puede
exclamar “Adorable!” a veces la obra pareciese relatar ciertos
momentos que se siguen unos de otros, pero tal es solo la visión
particular y subjetiva, acontece Agony, angustia, la perdida,
la falta que puedo de repente relacionarla con Alteración,
ese “pequeño punto en la nariz” que produce la desfacinacion, no
sin dolor, aparece aquí el mundo del otro con toda su alteridad y lo
veo entonces como “un extraño, ¿un loco?”. El enamorado se
cuestiona, “Quiere Comprender” pero se enfrenta a lo
Incognoscible, debe Declarar ante la Incertidumbre
de los Signos, sometido a los Celos, la Locura, lo
Insoportable, las Faltas, lo Obsceno, la Ternura, el Te Amo, que
“es una profericion” puesto que no le corresponde ningún lugar
científico, es una acción que se afirma como una fuerza contra
todo, hasta contra el lenguaje, de tal modo, desarrolla nuestro
autor, “no es signo sino que juega contra los signos”, acoge la
tautología, (“te amo quiere decir, te amo”) y quien no lo dice
esta condenado a emitir signos inciertos, dudosos y dejarse
interpretar… aun así, afirma el escritor en alguna de sus figuras
“para que una cosa sea sabida es necesario que sea dicha pero
también desde que es dicha muy provisoriamente es verdad”.
No hay conclusión, o más bien
del modo en que yo misma fui atando cabos, le compete a cada uno
desde su absoluta e irreductible particularidad armar y des-armar. Lo
que es seguro es que todo sujeto, neurótico claro, puede reconocerse
en diversas aristas, rincones de estos recortes de discursos que de
exquisita e ingeniosa manera enuncia Barthes. Por ello puedo afirmar,
como lo hice en un principio, tal obra, no creo deje jamás de ser
actual y sí, necesaria.
Mariam Basbus
Profesora en Filosofía
Cursa la Licenciatura en Filosofía
en la UNSE
Miembro del Grupo de Estudios de
Psicoanalíticos de Santiago del Estero
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MY PRECIOUS
(Mi tesoro)
El Señor de los anillos
My precious…
Así llama Gollum
al Anillo Único, en la conocida saga de Tolkien. Y también para
referirse a sí mismo, precious,
en sus monólogos y conversaciones, o cuando se debate con Smeagol su
alter ego. Fueron otros personajes de la narración quienes
experimentaron, por efímero que haya sido, el poder del anillo, los
que lo llamaron de la misma forma. Se puede apreciar a Gandalf,
el prestigioso mago, poseído por el poder del anillo, trata de
decidir qué hacer con él y murmura precious.
Una curiosidad en la historia de Tolkien: Gollum
es, en realidad, la degradación -para usar la expresión freudiana-
producida por el anillo en quien fuera el alegre hobbit
Smeagol. Es el producto de la influencia del anillo sobre él, desde
su encuentro con este objeto que marcó la separación de Smeagol y
Gollum,
hasta la forma definitiva que adquiere. La
metamorfosis, en sentido amplio de la palabra, que experimenta este
personaje a lo largo de la narración, dada por su singular
vinculación con el anillo, marca el profundo efecto que tiene este
objeto en su vida. Un detalle: el
Anillo Único posee la cualidad sorprendente de ser él
quien elige a su poseedor y no a la inversa. Y lo hace de acuerdo a
la poderosa voluntad, maléfica voluntad de su creador Sauron. El
encuentro de Gollum,
primero con Bilbo Bolsón, a quien el anillo elige y deja al otro sin
su precious,
luego con Frodo de la Comarca, con quien atravesará los caminos
hacia la Montaña del Destino, donde fue forjado y único lugar donde
puede destruirse; estos encuentros marcarán las vicisitudes y
transformaciones de los personajes en la historia. Excepto en uno: el
Anillo Único, hasta que su destrucción marque su fin. Lo
interesante de esta referencia a Tolkien es que se podría extraer, a
partir de elaboraciones de Freud y Lacan, algunas consideraciones
sobre lo que determina que un objeto pueda adquirir una facultad de
esa naturaleza. ¿Qué hace que un
objeto sea único, privilegiado para alguien, y que provoque en éste,
una determinada transformación?
Una primera
aproximación a esto nos la aporta Freud con el texto Concepto
psicoanalítico de las perturbaciones psicógenas de la visión.
Allí propone que la función de la visión sirve a dos
amos: por un lado a la percepción de
las cosas del mundo, y por otro, sirve a la contemplación de las
cualidades del objeto; cualidades que lo hacen objeto de la elección
erótica, o sea, los “encantos”
del objeto. Esto es lo que hace posible de un objeto, capaz de atraer
sobre sí las energías de la libido, la carga libidinal.
En relación al
término encanto,
lo interesante aquí, que podría resultar
una cierta iluminación, es el brillo
que aportan los desarrollos de Freud en torno al objeto fetiche.
Desde el brillo posado sobre la nariz,
que no descansa tanto puesto que está ahí por una
mirada, hasta el embrujo, el hechizo,
fetiço
(el origen en portugués) -vean las
raíces del término fetiche, también puede ser factitious,
o sea ficticio- que fija la impresión
última antes de descubrir que, de lo que se trata en Freud, es de la
percepción de la falta de pene en la mujer, o más precisamente, la
castración de la madre; Lacan esto lo simbolizó así: -φ, la falta
en el Otro. Pero, ¿y el encanto? Allí
donde alcanza el límite la satisfacción de mirar, de allí se
desprende cierta luminosidad de una ausencia y es el objeto fetiche
el que viene a vestir ese vacío. Entonces, es el brillo
de la ausencia lo que pone en juego la presencia de un objeto, que
despierta
tanto la angustia cuanto que suscita el deseo, y nos lleva al punto
de una falta en el corazón del sujeto.
Maravillarse
de…
En un análisis,
lo que se juega al nivel del hechizo, del encanto, es ágalma.
Para Lacan, éste es el equivalente al
algoritmo de la transferencia, pero equivalente del significado
inconsciente, del vacío enigmático de la significación
inconsciente: “s(S1,S2,…Sn),
es decir que no contiene un saber ya constituido, sino que solo
retiene nada y que precisamente eso engendra este efecto de
significación que retiene al sujeto a su lado.”1
En los
desarrollos de Freud sobre el amor de transferencia, lo que sostiene
esta palanca para la cura, es el valor
atribuido por el sujeto, tanto a la cura como a la figura del
analista, y es la pasión amorosa la que permite el trabajo en la
transferencia, con la libre asociación. Ahora bien, hay un elemento
que permanece oculto para el analizante, causa de la transferencia y
que resulta fundamental como su sostén: el deseo del psicoanalista.
Este elemento
sostiene el saber supuesto para el analizante, al menos en los
inicios de un análisis, para lograr el desarrollo del saber
inconsciente, y delimitar lo que provoca, lo que causa este
movimiento. O sea: movimiento hacia un objeto que resulta deseado,
por estar oculto, que suscita el movimiento mismo; objeto preciado,
que encanta y resulta encantador, agalmático.
Que se puede decir está tanto del lado del analista como del
analizante, o mejor, se juega entre
ambos. Para este último es un encanto supuesto en el analista, en el
psicoanálisis, objeto precioso escondido; aquel objeto que
Alcibíades supone en Sócrates y quiere obtener. Pero como también
juega del lado del analizante, no deja de tenerlo Alcibíades, el
analizante resultaría una maravilla para el psicoanálisis, no
porque sea éste un encanto, o por lo que dice en el análisis, sino
porque con el lenguaje podría hacer
maravillas.
Volviendo al
brillo sobre la nariz,
Freud descubrió en el desplazamiento de los idiomas, el objeto
mirada
(glance,
en inglés), y, en el lugar de lo que provoca, de lo que causa ese
destello, el encanto. My precious…Y
como ocurre con Gollum
cuando el anillo lo
deja en la historia de Tolkien, los destinos del objeto y del sujeto
se separan. El sujeto por su lado
desfallece, vacila, desaparece ante el objeto; en cambio, éste, el
objeto, es sobrevalorado. Por lo que adquiere la función de salvarle
al sujeto su dignidad, de hacer del sujeto del deslizamiento infinito
del significante, algo distinto.
Entonces, lo
que detiene el deslizamiento infinito de la cadena significante, por
esa misma detención, adquiere para el sujeto un valor de objeto
privilegiado. “De esta forma queda situado el punto de experiencia
por el que Alcibíades considera que en Sócrates se encuentra aquel
tesoro, aquel objeto indefinible y precioso que tras desencadenar su
deseo fijará su determinación.”2
Momento de
irrupción de Alcibíades en el banquete,
hace trastabillar al amor y da el golpe de timón para llevar las
cosas al terreno de la libido y el deseo. Es el planteo de Lacan al
final de la clase La pulsión parcial y
su circuito (Seminario XI), acerca del
equívoco que daría la posibilidad de que el objeto de amor se
convierta en objeto del deseo; quizás, esté dado por ese objeto
precioso, ágalma,
que además es señuelo.
Ese objeto maravilloso, de la pasión amorosa, es el pivote, la
bisagra para girar el amor y producir un cambio en su registro. Y la
libido, éste órgano como lo denomina Lacan, instrumento, artificio,
es lo que enlaza el inconsciente con la pulsión y el objeto
(parcial). Lo hace donde se ubican los síncopes del inconsciente, en
las hiancias que el significante instaura en el sujeto, donde éste
se encuentra con la sexualidad; y traspasando el límite, el amor
pone en juego lo que está más allá de él. “Ahora bien, justo en
este punto de convergencia hacia el cual el análisis es empujado por
la faz engañosa que encierra la transferencia, se produce un
encuentro que es una paradoja -el descubrimiento del analista.”3
Naderías…
Entonces, sería
el momento en que se podría ubicar una torsión en lo que toca al
deseo y al objeto. Y tendríamos una primera inversión, dialéctica
incluso, que sería: del objeto del amor, al objeto del deseo; viraje
permitido por la función mediadora del objeto agalmático.
Que no implica un cambio estático, único, sino un movimiento de ida
y vuelta donde el amor y el deseo se imbrican, cambiando sus
registros. Si ágalma
estaba entre analista y analizante, si este objeto apasiona es porque
dentro, oculto en él, está el objeto que causa el deseo. Lo que
llevaría a una segunda inversión, la que se produce por el cambio
de posición del objeto en relación al deseo: de objeto del
deseo, a objeto causa
del deseo. Movimientos y cambios de registro que involucran
diferentes maneras de precisar los términos. El objeto del deseo,
objeto encantador al que se dirige el deseo, fue formalizado por
Lacan de diversas maneras. En relación a la transferencia estableció
ágalma, y
formalmente dispuso la notación –φ, para el elemento atrayente,
que da lugar a la búsqueda de algo que colme la falta por él
indicada. En tanto, así como indica una falta, una ausencia, por
estar indicada por aquel resulta cautivante, también es señuelo, un
guiño para el movimiento que el amor puede realizar. Además designó
al objeto del deseo con la letra a,
pero en tanto objeto que acapara el deseo, no como su sostén, sino
como señuelo; y se designa i(a),
objeto a en
función de la imagen, dependiendo de la imagen.
Freud ubica la
transferencia en torno a los polos positivo-negativo, en tanto Lacan
la introduce por la lectura que hace de El
Banquete, y el tema tratado allí: el
amor. Éste, en un análisis, permite un cambio, una modificación en
el orden del discurso, en el ordenamiento de los significantes, un
salto cualitativo que llevaría los términos a otro registro; en
tanto es el amor lo que pone en relación un objeto con la falta como
tal, y permite el movimiento de ambos. Movimiento de la demanda
incondicional de amor, pedido no de un objeto sino de nada,
de lo que no se tiene (dar lo que no se
tiene, es una definición para el
amor), a la condición absoluta del deseo, en tanto lo que motoriza
al mismo es esa falta, esa carencia misma. Así, la demanda de amor,
de naderías,
es la condición absoluta para el deseo, puesto que el deseo y el
amor comparten una misma estructura: lo incondicional exigido por el
amor se trastoca y se invierte en condición absoluta del deseo. Pero
este movimiento marca además una separación entre deseo y amor.
“Mientras el amor depende de los signos del Otro, el deseo está
enganchado, estimulado por algo que está desapegado del Otro.”4
Es decir, en el amor hay una relación con el Otro, a quien se
demanda su falta, su nada,
incluso su ausencia, en cambio en el deseo juega un elemento
insistente, hay una consistencia, una materialidad diferente a la
nada que pide el amor. Y de lo que se sirve el deseo, a lo que el
deseo está enganchado por fuera del Otro, es lo que le da su
consistencia: el objeto a.
Punto a partir del cual se invierten los términos, y el objeto del
deseo se convierte en objeto causa
del deseo. El objeto a
es producto de la separación del sujeto y el Otro, separación
operada en el análisis, que marca una brecha, una fractura entre el
objeto a
y el ideal con el que el sujeto se hacía representar en el Otro, a
través del cual se veía como siendo amable.
Ahora bien, cabría agregar una tercera inversión, de la que no se
podría asegurar que fuera dialéctica que recorre el deseo; e
implica un desplazamiento: del trabajo en transferencia a la
transferencia de trabajo, e iría del analizante al analista. La
separación que el análisis realiza, sólo es posible por el
elemento que opera allí: “El deseo
del análisis no es un deseo puro. Es el deseo de obtener la
diferencia absoluta, la que interviene cuando el sujeto, confrontado
al significante primordial, accede por primera vez a la posición de
sujeción a él.”5
Entonces, desde
el objeto agalmático
que acapara el deseo hasta el objeto desprendido del Otro, el objeto
a, objeto
de la satisfacción freudiana, hay un movimiento posibilitado por el
amor (de transferencia), y hay también una transmutación en el
sujeto y en el registro de ese amor; que ya no será el mismo. Pues
bien, ¿qué sucede con el amor, cuando el Otro del que dependía,
cuando de este Otro no queda más que lo extraído de él, cuando
solo queda su residuo, su despojo? Esto es, ¿cuándo solo queda el
objeto a,
como el último (y el primer) significante que determinó al sujeto?
Otro viaje…
Al final de la
saga de Tolkien, Frodo pierde el anillo junto con el dedo en que
estaba, por el corte que de una mordida Gollum
le hace; precio que el hobbit tiene
que pagar por el camino hecho hasta el filo de una caída mortal, de
la que su amistad
con otro hobbit
lo salva. Y es la amistad como un bien en pugna contra fuerzas
maléficas, como un ideal la que mantiene y empuja toda la narración
¿Qué sucede con Frodo luego de que se desprende del anillo con la
pérdida irreparable, con cicatrices por su camino hasta el final?
Sucede que debe abandonar ese bien,
para emprender otro viaje.
Y es claro que la obra de Tolkien concluye ahí. Introduciendo la
referencia en el campo del psicoanálisis, el sujeto, luego de
haberse desapegado del precious,
su más preciado bien,
de haberlo destruido en el lugar en que fue forjado, de abandonar
aquello que lo mantuvo en el camino, ¿qué sucede con el amor
de-en-por la transferencia, bien más
preciado que mantuvo el trabajo del
análisis? ¿Cuándo del Otro al que el amor se dirigía, solo queda
reducido a su mínima expresión significante, el objeto a?
Y es lo que Lacan plantea al final de su Seminario XI: “Solo allí
puede surgir la significación de un amor sin límites, por estar
fuera de los límites de la ley, único lugar donde puede vivir.”6
Omar
R. Asan
1
Miller, J. A. Donc.
Ed. Paidós. Pág. 304. 2011.
2
Lacan, J. Op. Cit. Libro VIII
La transferencia. Ed. Paidós. Pág. 180.
2003.
3
Lacan, J. El
Seminario, Libro XI Los cuatro
conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed. Paidós. Pág. 276.
2003
4
Miller, J-A. Op. Cit. Pág. 245.
5
Lacan, J. Op. Cit.
Libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ed.
Paidós. Pág. 284. 2003.
6
Laca, J. Op. Cit. Pág. 284.
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CAPARAZÓN Y
OBJETO AUTISTA:
SU TRATAMIENTO
Silvia
Elena Tendlarz *
1.
Al entrar a mi consultorio, parece cautivado por el ventanal. Se para
y se queda mirando absorto en silencio en dirección hacia el
exterior. ¿Qué mira? ¿El ventanal, el ligero oscilar de las hojas
del árbol, los departamentos en ambos lados, la profundidad del
espacio, el marco de la ventana? Gira sobre su eje en expresión de
júbilo, mueve los brazos como si aleteara y luego queda absorbido
por una cinta que tira y vuelve a recoger una y otra vez. Su
seriedad, su extrema concentración en esta actividad reiterada, lo
vuelve totalmente ajeno a todo intento de lograr su atención. En
determinado momento, le deslizo suavemente la cinta entre sus dedos y
se lo muestro en oscilación. Por primera vez me mira, se dirige a mi
para sacarme la cinta y reiteramos este “juego” de va y viene
durante un pequeño momento. En cada oportunidad, se dirige hacia mí
con su mirada y su mano buscando la cinta. Pero luego, este
intercambio se interrumpe tan misteriosamente como se inició, el
niño me da la espalda para sumergirse nuevamente en su movimiento
solitario con la cinta.
Otro
niño grita y patalea cada vez que la madre le propone algo que él
rechaza con obstinación. Parado frente a una pequeña mesita, se
ocupa de armar cubos. Luego se sienta, y yo frente a él, pero en
ningún momento se dirige hacia mí con su mirada o su voz. Intento
introducirme en sus movimientos con los cubos y sólo logro hacerme
expulsar. Súbitamente, grito y pataleo como él. Por primera vez
levanta su mirada con una gran sonrisa y se dirige hacia mí.
Franqueado este paso, su soledad y aislamiento comienza a acompasarse
con tímidas miradas que de tanto en tanto me dirige.
En
estas primeras entrevistas ambos niños presentan un sutil barrera
que intento franquear para entrar en contacto con ellos. A este
invisible muro se lo ha denominado en psicoanálisis “caparazón
autista” y expresa un funcionamiento subjetivo singular. El
tratamiento analítico propone un tratamiento de este borde. Este
concepto es explicado de diferentes maneras.
2.
Frances Tustin, jefa de la Child Guidance
Clinic de la Tavistock Clinic en Londres,
explica al encapsulamiento autista como una modalidad defensiva. Los
niños autistas protegen su vulnerabilidad engendrando la ilusión de
tener una envoltura exterior a su cuerpo, como una cáscara dura.
Plantea
que en los primeros años de vida los niños autistas toman
conciencia de una manera particularmente dolorosa y dramática de su
separación con la madre. Se sienten brutalmente arrancados de una
madre que sentían como una parte de su cuerpo. Para protegerse de
ese daño corporal y excluir otros trastornos ulteriores se protegen
encapsulándose rígidamente. Su protección incluye ciertas
sensaciones corporales sentidas como protectoras, de allí las
manipulaciones de objetos, el balanceo o los movimientos
estereotipados. El autista se envuelve en sensaciones corporales
creando su envoltura protectora: se vuelve insensible a sensibles
tales como el dolor. Por otra parte, se rodean de objetos duros a los
que denomina “objetos autistas” cuya función es protegerlos de
un ataque corporal y de la aniquilación total. Corresponden a los
“objetos subjetivos” de Winnicott. A su entender, esta
pseudo-protección de los objetos autistas le impide entrar en
contacto con seres humanos que lo cuiden y que les ayude a modificar
sus terrores.
El
tratamiento que propone consiste en sacar al niño de su mundo
bidimensional, pegado a las superficies, y maniobrar para engendrar
objetos y figuras de sensaciones. Propone que los analistas hagan
sentir su presencia y que no dejen que se los ignore de modo tal que
pierdan sus barreras. A su entender, es importante hacer ceder el
objeto autista para producir la posibilidad de sustituciones con
otros objetos.
3.
Jean-Claude Maleval plantea al autismo como una estructura que se
caracteriza por un rechazo de la alienación significante y de un
retorno del goce sobre un borde. Esta expresión, tomada de Eric
Laurent, da cuenta de cómo el objeto se encuentra pegado al cuerpo
de modo tal de construir una “caparazón autista” en su
particular dinámica libidinal. El trastorno
simbólico genera una enunciación muerta, desfasada, borrada o
técnica. No se trata de un déficit cognitivo sino de una relación
particular con el significante. Este rechazo impide que el goce se
embarque en la palabra, y en su lugar retorna sobre un borde, con un
objeto al que el autista se encuentra pegado. Se construye así un
caparazón dentro de una dinámica libidinal. El “borde autista”
es una formación protectora frente a un Otro amenazante, y dispone
de tres componentes esenciales: la imagen del doble, los islotes de
competencia y el objeto autista.
La
hipótesis central de Maleval es la del rechazo del autista del goce
asociado al objeto voz que determina las perturbaciones del lenguaje:
No se trata aquí tanto de la sonoridad sino
de la enunciación de su decir. “Nada angustia más al autista”,
dice Maleval, “que ceder su goce vocal alienándose al
significante”. Se
protege entonces de la presencia angustiante de la voz a través de
lo verboso o del mutismo, y evita la interlocución del Otro.
Aun cuando hablen con fluidez, como en el caso de los autistas de
alto nivel, se protegen del goce vocal a través de la falta de
enunciación. De allí deriva la soledad del autista en cuanto a
tomar una posición de enunciación, como así también la fijeza en
su esfuerzo de mantener un orden estático frente a lo caótico de su
mundo.
Plantea
a continuación dos tipos de salidas posibles a la posición de
repliegue inicial y de rechazo del otro en la infancia, que van de la
creación de un doble en la infancia, a la creación de un Otro de
síntesis en la adultez a través de la memorización de signos y,
finalmente, el uso de objetos autistas muy complejos. Así, de la
soledad y del mutismo del autismo precoz, en un segundo tiempo es
posible encontrar el trabajo sobre el retorno de goce sobre el borde
en el síndrome de Asperger de la edad adulta.
4.
Eric Laurent indica que la inclusión del
sujeto en el autismo implica el funcionamiento de un significante
solo en lo real, sin desplazamiento, “pieza suelta” que actúa de
modo tal que busca un orden fijo y un simbólico realizado sin
equívocos posibles. El encapsulamiento
autista es una burbuja de protección cerrada de un sujeto sin
cuerpo. El problema que se plantea entonces no es tanto cómo se
construye un borde sino cómo se desplaza ese neo-borde que muy bien
constituido.
Al
llegar a la consulta el niño autista suele rechazar todo contacto
con el otro en la medida en que es experimentado como intrusivo
frente a un borde encapsulado, casi pegado a la superficie de su
cuerpo. El desplazamiento de este caparazón
se produce a través de intercambios articulados con un otro
experimentado como menos amenazante. Se busca
construir un espacio que no sea ni del sujeto ni del otro, un espacio
que permita un acercamiento que extraiga al niño de su indiferencia
y de su repetición exacta de su relación con el otro, y articular
así un “espacio de juego” –aunque reste precisar cuál es el
estatuto de ese juego-. Estos intercambios en lo real, no puramente
imaginarios, en los que interviene la metonimia de objetos, permiten
la construcción de un espacio de desplazamiento del borde y la
emergencia de significantes que pasan a formar parte de su lengua
privada.
En
algunas oportunidades se incluye el “objeto autista” con el que
el niño se desplaza y entra también en el circuito de objetos. Ese
objeto es parte de la invención personal, por lo que la orientación
analítica que apunta a la operación de “separación”, sin por
ello inscribirla, no indica de ningún modo, a diferencia de Tustin,
que haya que despojar al niño de ese objeto.
Para
aplicar el psicoanálisis al autismo es necesario permitir al sujeto
separarse de su estado de repliegue homeostático sobre el cuerpo
encapsulado y pasar a un modo de subjetividad del orden de un
“autismo a dos”. Hay que volverse el nuevo partenaire
del sujeto, por fuera de toda reciprocidad imaginaria y sin la
función de interlocución simbólica.
El
destino del tratamiento no está inscrito en ningún protocolo
establecido. Es una invención que involucra tanto al sujeto como a
su analista.
*Silvia
Elena Tendlarz es Psicoanalista. Analista
Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana, de la Asociación
Mundial de Psicoanálisis y Miembro de la Ecole de la Cause
Freudienne. Responsable del Departamento de Autismo y Psicosis en la
infancia del CICBA. Directora de la Colección Diva. Profesora de
cursos de Doctorado de la UBA, de la Maestría del UNSAM, del ICdeBA.
Autora de numerosos libros en varios idiomas.
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Lo no siempre dicho//
La
Historia del Medio Pollo
"Mi
primer libro de lecturas empezaba con una historia
titulada Historia
de Medio Pollo”...
“Lo que yo enseño desde que articulo algo del psicoanálisis
podría muy bien llamarse Historia
de medio sujeto."
J. Lacan. Seminario 17 |
Lacan
recuerda en aquella oportunidad del dictado de su Seminario 17, una
historia que leyó en su infancia. La referencia nos ubica en un
cuento popular indoeuropeo: La
Historia del Medio Pollo.
Historia no divulgada en nuestra región, en el repertorio popular de
los cuentos infantiles.
Sin
dudas pueden hallarse diferentes versiones, más o menos extensas y
en distintas latitudes. Algunas de ellas mencionan a dos vecinas que
se disputaban el pollo, o dos hermanas, o dos granjeros, que terminan
partiendo a la mitad al animal, etc.
Lo
que encontramos en común es un pollo, la mitad de él,
relacionándose de una manera un tanto disparatada, absurda, con el
resto de los personajes, tanto es así que terminan por introducirse
algunos animales dentro del cuerpo del medio pollo y en varias de las
versiones, por su trasero.
La
historia que aquí presentamos es más o menos como sigue, basados
una traducción del francés al español, para el uso interno del
Seminario del Campo Freudiano de Barcelona de Miquel Bassols.
“Un
hombre y una mujer que eran muy desgraciados. Sólo tenían un huevo
para la cena. Lo cortaron en dos y lo pusieron a hervir. El hombre
se comió su mitad pero la mujer no se comió la suya. La puso a
incubar entre los volados de su blusa y nació un medio pollo.
Un
día que Medio Pollo escarbaba en el estiércol, encontró una bolsa
llena monedas de oro. Un ropavejero que pasaba por allí lo escuchó
gritar de alegría por el hallazgo, entonces le quitó la
bolsa. Medio Pollo no estaba dispuesto a quedarse de brazos
cruzados siguió al hombre que se iba. En el camino, de repente, vio
un enjambre de abejas. Las abejas le dijeron lo siguiente:
-
¿Adónde vas Medio Pollito?
- Venid conmigo y lo sabréis.
- ¡Pero es que no podemos seguirte!
- Meteros en mi trasero y os llevaré.
- Venid conmigo y lo sabréis.
- ¡Pero es que no podemos seguirte!
- Meteros en mi trasero y os llevaré.
Así
sucedió con un perro, un zorro, un lobo, incluso con un río que
atravesaron. El río se metió también en el trasero de Medio Pollo
y llegaron a la casa del hombre. El medio pollo comenzó a
reclamarle por su bolsa de monedas de oro. El hombre se lo explicó
todo a su mujer. La mujer dijo que lo pusieran a dormir con el resto
de las gallinas, el gallo se ocuparía del medio pollo al día
siguiente. Cuando el gallo empezó a meterse con el medio pollo,
viéndose este perdido, dijo:
-
¡Zorro, zorro, sal de mi trasero o estoy perdido! El zorro
salió y se comió al gallo y a las gallinas.
Al
día siguiente, el hombre y la mujer escucharon al pollito seguir con
sus reclamos y decidieron que sería el mulo quien lo ponga en su
lugar. El mulo daba vueltas y pateaba. El pollito viéndose perdido
una vez más dijo:
-
¡Perro, perro, sal de mi trasero o estoy perdido! El perro
salió y se puso a ladrar. Y el mulo rompió su cuerda y se marchó
corriendo.
Al
día siguiente, el pollito insistía por su bolsa de monedas de oro,
por ello lo pusieron con los corderos para que lo apretujen, pero el
pollito hizo salir al lobo.
-
¡Lobo, lobo, sal de mi trasero o estoy perdido! El lobo salió
del trasero del pollito y se comió a todos los corderos.
Como
el pollo no desistía con su reclamo, decidieron hacerlo dormir con
ellos y apretarlo para ahogarlo. Pero el medio pollo gritó:
-¡Abejas,
abejas, salid de mi trasero o estoy perdido! Las abejas salieron
y empezaron a picar a aquellos pobres viejos que no siguieron mucho
rato en la cama.
Viendo
que el pollo no estaba dispuesto a dejarse vencer, pensaron
cocinarlo en el horno. El pollo gritó una vez más:
-
¡Río, río, sal de mi trasero o estoy perdido! El río salió,
y regó el fuego y lo apagó.
El
pollo no paró de gritar. Los viejos dijeron entonces:
-
¡Pues ya está bien, dejémosle marchar entonces! Tiraron la
bolsa por la ventana y dejaron marchar a Medio Pollo que se fue y se
fue por los campos. Y ya no lo vieron nunca jamás.”
Una
vez más constatamos que un simple cuento infantil disparatado sirvió
de apoyatura a Lacan para hablar del “Sujeto Dividido”. Un sujeto
que no se resigna a perder, un sujeto que colecciona tantas
identificaciones como puede..y luego con ellas se defiende!
En
la IV clase del Seminario 17, “Verdad, hermana de goce” Lacan
propone, entre otras cuestiones, un tratamiento sobre la lógica de
la verdad del sujeto del psicoanálisis. Verdad que se plantea como
poco accesible, no completa, no como una verdad última, sino tal vez
como aquello que tiene que ver con la inclusión del Otro y con las
condiciones de constitución del sujeto.
La
verdad en tanto efecto del lenguaje, que no es otra que una verdad
que tal vez está escondida, pero no ausente.
¿Cuál
es la relación el Medio Pollo con la historia del medio sujeto?
pregunta Lacan. En aquel libro de su infancia, comenta, había una
imagen de un solo perfil del pollo, el lado “bueno” dice, y otro
que no se veía, probablemente el corte estaría justo en el lugar
donde emerge la verdad, una media verdad…
Lo
que sigue de aquella clase, la otra mitad, lo invitamos a usted
estimado lector a continuar su recorrido!!
Gabriela
L. Céspedes
Lic.
En Psicología
Miembro
del Grupo de Estudios Psicoanalíticos
Bibliografía:
Jacques
Lacan: Seminario
17.
"El reverso del psicoanálisis”. Clase del 21 de Enero de
1970.
Miquel
Balssols: L’aperiòdic virtual de la Secció Clínica de Barcelona.
2005
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Rodolfo
Walsh, el relato como espejo voluntario
Rodolfo Walsh es un escritor
argentino cuyas obras de ficción resultan atractivas no solo
para disfrutar con su lectura, sino también para entrar en el
juego de realizar asociaciones de los recursos narrativos. Pocos
lectores desconocen su fama por la creación de obras de la
denominada “ficción de la no-ficción” : Operación
masacre, ¿Quién
mató a Rosendo?. El
esta oportunidad nos referimos únicamente a textos de su libro
Variaciones en rojo
es decir sus relatos policiales
En el estudio de la obra de
Rodolfo Walsh ha quedado un elemento residual con posibilidades de
brindarnos otras lecturas de sus textos: el paratexto.
Ese plus del texto tiene una presencia notablemente marginal cuya
existencia se evidencia en los textos expositivos, porque según
dicen los especialistas desde su posición extraterritorial ayudan a
la comprensión. No se puede desconocer la larga tradición en la
literatura universal que nos muestra el uso del paratexto pero con
funciones diferentes de las corrientes tales como la ampliación,
aclaración del significado de manera que no podemos dejar de
considerar esos elementos marginales que invaden- para decirlo de
alguna forma- el texto literario.
En las obras de Rodolfo Walsh
encontramos esta estrategia en los relatos policiales del libro
“Variaciones en
rojo”, ellos son “La
aventura de las pruebas de imprenta”, “Variaciones en rojo” y
“Asesinato a distancia”, en los cuales no sólo utiliza la
nota al pie de página
sino también cuadros
estadísticos, apéndices, planos cartográficos
para llegar al extremo en el relato “Nota
al pie” donde la nota
al pie
desplaza totalmente al texto tanto el aspecto espacial como
semántico.
La
nota al pie de página
en los relatos que constituyen el libro Variaciones
en rojo no exceden
los límites de lo que tradicionalmente se estipula para estos
elementos paratextuales convirtiéndolos sólo en apoyo para
contribuir a la veracidad de lo enunciado
Uso
de la nota al pie de página en el cuento “Nota al pie”
En
el relato “Nota al
pie” la transgresión
llega al límite porque el lector se enfrenta con varios elementos
marginales incorporados al texto. El título privilegia dos sentidos:
alude al recurso específico y a la carta que constituirá la nota al
pie. El lector cómplice puede entrar en el juego de la estrategia
para seguirlo o no. Si continúa con la lectura de la nota
al pie se desvincula
de la historia narrada en tercera persona, es decir del texto
principal. Hay dos voces en pugna que se contradicen, que disputan
por la verdad. El narrador de la
nota al pie nunca pudo
expresar lo que sentía siempre debió aceptar lo que el jefe
ordenaba, más aún, es casi anónimo pues en la impresión de los
textos traducidos sólo aparecen las letras iniciales de su nombre.
En
segundo lugar la tipografía
es otro elemento paratextual que indica en cada caso la diferencia
de narradores. En romana corresponde a la historia que en tercera
persona refiere la muerte de León y en bastardilla la carta de León
a su jefe que constituye la nota al pie de página.
Debemos destacar la presencia de
otro elemento marginal que hace irrupción en el texto : la carta. En
el relato la nota al pie es precisamente una carta que León envía
a su jefe. Este género discursivo desde su marginalidad completará
la historia que se narra en el texto. Más aún en la carta hay una
referencia a la nota al
pie de página:
“Pero lo que me llenó de
bochorno fue la implacable tachadura del medio centenar de notas
al pie con que
mi ansiedad había acribillado el texto. Ahí renuncié para siempre
a ese recurso abominable”
(p 438).
La
cadena de referencias a la
nota al pie se ha
triplicado en el texto por lo cual el lector no puede dejar de
advertir su recurrencia, obviar la
nota al pie
significaría eliminar el texto, lo que nos mostraría una
contradicción con los conceptos transcriptos sobre los elementos
paratextuales. El uso que Rodolfo Walsh les brinda no debe ser
considerado accesorio sino que asume la jerarquía de texto
principal.
No debemos olvidar que estos
relatos de Rodolfo Walsh fueron elaborados en 1953 y “Nota al pie”
en 1967 tras varias décadas, hubo una explosión de teorías sobre
este tipo de formas discursivas pero su uso siempre estuvo
presente en la literatura universal . Entendemos que todo texto
inserto en una cultura responde a diversos factores de índole
extraliteraria y en el mismo quedan marcas, algunas veces evidentes
otras subliminales de los pensamientos, lecturas, circunstancias
históricas, políticas, la visión del mundo del autor, la
ideología que alude al sistema de valores registrados en una escala
jerárquica y referidos a la realidad global (ética, estética,
religiosa, etc.). La obra de Rodolfo Walsh muestra esto, pues su
aproximación literaria se efectúa desde lo marginal.
En
la década del 40 al 50 el relato policial antes considerado un
género marginal comenzó a ser valorado como literatura . Se puede
observar en el análisis la recurrencia a elementos marginales del
texto por lo cual se estima que esa ideología subyacente se
verbaliza en los textos posteriores catalogados como ficción
del testimonio o
ficción de la no ficción
según la línea crítica que se adopte.
Tal
vez la presencia muy marcada de lo paratextual como elemento
marginal del texto estaría relacionada con la concepción
verbalizada de la ideología. Podríamos suponer a esa invasión
de lo externo al interior del texto como simbólica, tal vez responda
a una incesante búsqueda de Rodolfo Walsh de la verdad y la
justicia. Los problemas cotidianos de la vida del hombre adquieren en
el enunciado un formato transgresivo. La
escritura-dijo Walsh-
es un instrumento de
lucha,
que en los relatos asume el sujeto de la enunciación. En los textos
analizados, la defensa de los marginales o sometidos entra por los
márgenes del texto hasta asumir el protagonismo en “Nota al pie”.
La
condición renovadora de los textos mencionados corresponde a la
textualización de la ideología que se traduce en la composición
del texto. El código de la lengua no alcanza para representar la
realidad y se debe apelar a los recursos marginales hasta darles
jerarquía de texto en una transgresión evidente de lo establecido
por la retórica del texto. Los marginales, los que no tienen voz en
estos relatos bordean los márgenes del texto por ejemplo en “Nota
al pie” y luego, desde su disposición asumen el primer plano.
Bibliografía
Alvarado , Maite Paratexto
U.B.A. 1994
Bajtín, Mijail Estética
de la creación verbal
Siglo XXI México 1995
Walsh,
Rodolfo Obra
literaria completa
Siglo XXI México 1985
Autora: Olga Astudillo
Licenciada
en Letras. Profesora de Castellano, Literatura y Latín
Dictó
y coordinó numerosos cursos en su especialidad destinado a
docentes. Como investigadora en el área de la literatura
participó con trabajos en Congresos Nacionales e Internacionales
donde difundió la obra de escritores santiagueños y argentinos.
Reside en Santiago del Estero.
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Entrevista
A
la Dra. Gisela Untoiglich – Marzo 2013
- ¿Podrias contarme un poco la historia del grupo, cómo llega a conformarse el grupo "Forum ADD"? ¿Cuál es el recorrido o giro epistémico que deriva en el cambio de su nombre: "Forum Infancias"?
Pertenezco
al Grupo Forum Infancias desde su fundación. Somos un grupo de
profesionales: psicólogos, psiquiatras, pediatras, neurólogos,
psicopedagogos, entre otros, que desde el año 2005 estamos
preocupados por el auge que viene tomando la patologización y
medicalización de la infancia. En un comienzo el Trastorno más
difundido era el “Trastorno por Déficit de Atención con o sin
hiperactividad” (TDA-H, la sigla en castellano; ADD-H por su sigla
en inglés), categoría con la que son estigmatizados niños que
presentan diferentes características, es por esto que el nombre del
grupo era ForumADD. Sin embargo, luego comenzamos a percibir que no
se trataba de un único diagnóstico específico, sino de una lógica
aplastadora de la infancia que está sucediendo en nuestro país y en
el resto del mundo, es por eso que modificamos el nombre de nuestro
grupo a Forum Infancias y que establecimos redes de contacto, firmas
de Manifiestos conjuntos y organizamos Simposios internacionales para
alertar sobre esta problemática, ofertar espacios de debate y a su
vez ir armando respuestas diferentes que se transformen en
intervenciones subjetivantes.
En
este link encontrarán los diferentes Manifiestos de distintas
organizaciones que en diversos países estamos trabajando contra
los etiquetamientos y la lógica clasificatoria del DSM -que lleva a
la medicalización del padecimiento- y a favor de la escucha, la
lectura y el abordaje subjetivante del sufrimiento psíquico.
http://www.foruminfancias.org.ar/documentos/t36.htm
2)
Se sabe que los nuevos diagnósticos propagados por el DSM, como lo
es el Déficit de Atención (con o sin hiperactividad), reúnen
síntomas y signos en amplias categorías basadas en criterios
estadísticos, ¿se trataría de nuevos nombres para viejos y ya
conocidos modos del sufrimiento infantil? Pienso en lo que antes se
denominaba "Disfunción cerebral mínina". O se podría
decir que junto con los nuevos nombres han cambiado las modalidades
del sufrimiento en la actualidad, ¿están los niños más
angustiados?
Estas
son muchas preguntas juntas, que es necesario desglosar. Por una
parte, siempre existieron niños desatentos, niños inquietos, niños
que no se adecuaban a lo esperable y para categorizar esto hubo
distintas nomenclaturas a lo largo de la historia de la ciencia.
La Dra Moysés, pediatra y la Dra Collares, pedagoga de Brasil,
colegas con las cuales escribí mi último libro (“En la infancia
los diagnósticos se escriben en lápiz”, que se presentará en
junio en el IV Simposio sobre Patologización de la Infancia, en
Buenos Aires), realizan un estudio profundo sobre esta temática.
Plantean que ya desde 1896 se suceden hipótesis de enfermedades
neurológicas que afectan exclusivamente a la enseñanza y al
comportamiento; hipótesis nunca comprobadas y criticadas dentro de
la propia medicina. En esta trayectoria, siempre que el
cuestionamiento ha llegado a lo que se podría llamar nivel crítico,
se produjo la transmutación de la hipótesis vigente en una nueva,
diferente y absolutamente igual. Cambios cosméticos, que no
profundizan nunca en lo esencial. En 1918, Strauss, neurólogo
estadounidense, especuló acerca de la existencia de una lesión en
el cerebro demasiado pequeña para afectar a otras funciones
neurológicas, pero suficiente como para comprometer exclusivamente
el comportamiento y/o aprendizaje. De ahí el nombre de Lesión
cerebral mínima.
Esto fue publicado sin ninguna evidencia empírica. En 1962, tiene
lugar en la ciudad de Oxford un Workshop
internacional, reuniendo a los equipos de investigación que se
dedicaban, desde 1918, a encontrar la lesión preconizada por
Strauss. Unánime Resultado: utilizando todos los recursos
disponibles, ningún equipo fue capaz de encontrar la lesión, en la
gran cantidad de personas a las que se les atribuía el diagnóstico
de Lesión Cerebral Mínima (LCM). Conclusión obvia: no había
Lesión Mínima! El error de Strauss, sin embargo, fue presentado
sólo como un error conceptual: si no había ninguna lesión, sólo
podía ser una ¡disfunción! Así nació la famosa Disfunción
Cerebral Mínima (DCM).
En 1984, la Academia Americana de Psiquiatría, considerando que los
criterios para el diagnóstico de DCM eran vagos, subjetivos y
confusos y, también, que el defecto se localizaría en el área de
la atención, propone un nuevo cambio, con el lanzamiento en el
mercado de la más nueva sensación: el Attention
Deficit Disorder
(ADD),
cuyos criterios fueron aun más difusos.
Todas
estas hipótesis deben ser entendidas en el contexto de la tendencia
constante de la sociedad a discriminar, para erradicar el "peligro"
de los comportamientos diferentes, de los socialmente establecidos
como "normales". La forma en que fueron tratados los
comportamientos "desviados" en toda la historia del hombre,
es un eje central para comprender por qué la medicalización resulta
tan fácilmente aceptada y difundida, pues responde a los deseos de
la propia sociedad.
En
la actualidad la desatención y la hiperactividad son modos de dar a
ver el sufrimiento infantil, que no suele ser escuchado y alojado y
muchas veces termina siendo silenciado con medicación
psicofarmacológica que no solo no resuelve el problema de base, sino
que silencia los determinantes de ese sufrimiento, con múltiples
riesgos para la salud presente y futura del niño.
3)
Desde el psicoanálisis se caracteriza a esta época como la época
del Otro que no existe, en tanto han caído o se han visto
debilitadas las coordenadas simbólicas que orientan a los sujetos.
En este contexto se asiste a la creciente medicalización de la vida
en general y de la infancia en particular. Vos planteabas que esta
táctica patologizadora de la infancia invisibiliza la trama social y
familiar que hace que el niño se muestre de ese modo. ¿Cómo
describirías, de modo general, la trama sociofamiliar que se intenta
silenciar?
El
auge del neoliberalismo de los años noventa ha dejado como una de
sus consecuencias un “sálvese quien pueda”, grandes masas han
quedado en los bordes del sistema y otras directamente han sido
excluidas, esto genera que los adultos tengan su mayor cantidad de
energía ocupada en ver cómo sostenerse en el sistema y poca
disponibilidad para los largos tiempos de entrega que implica la
crianza de un niño. Al no haber redes de sostén en la familia, es
una época en el que hay un importante debilitamiento de los lazos de
sostén, el niño es institucionalizado cada vez más temprano y se
le exige una autonomía que no puede sustentar. Los padres terminan
intentando sostenerse en los niños y éstos quedan muy desamparados.
Por
otra parte, si cada vez tenemos más niños con dificultades, más
niños que no se adaptan al sistema, niños que necesitan estar
medicados para transcurrir su escolaridad, quizás deberíamos
preguntarnos qué estamos haciendo como sociedad para que esto
ocurra, qué sucede con el sistema educativo que no puede alojar a
estos niños en sus diferencias, qué sucede con los adultos que no
pueden contener a tantos y tantos niños.
4)
Podemos ver hoy a la infancia como objeto de discursos dispares, por
un lado tenemos al niño como sujeto de derechos que debe ser
escuchado y respetado en su particularidad y, por otro lado
encontramos esta tendencia a objetalizar a los niños como puros
organismos que se deben normalizar y controlar. ¿Cómo se puede leer
esta paradoja desde tu punto de vista?
Considero
que vivimos una época de cambio de paradigmas, pero aún la lógica
positivista nos encorseta y sigue generando efectos en el pensamiento
científico. Es cierto que en ciertos discursos aparece el niño como
sujeto de derecho que debe ser escuchado, sin embargo continúa
habiendo una preeminencia del niño como alguien a ser domesticado /
normatizado, sin entender que su conducta puede ser un modo de
expresión de un malestar. Por otra parte creo que esto no sólo
tiene que ver con el niño, sino con una sociedad que no da lugar al
sufrimiento, a los procesos. Con la llegada del DSM 5 si una persona
está más de dos semanas triste por la pérdida de un ser querido
(no importa si es la madre o el gato), esto será considerado duelo
patológico y medicado. Asimismo, tampoco hay lugar para los procesos
sociales de cuestionamiento y cambio, entonces todo aquel que se
presenta como cuestionador al sistema es sujetado químicamente y
aplacado.
Los
adultos se medican para soportar las exigencias del sistema y ven con
“naturalidad” medicar a sus hijos para que también puedan
sostenerse, porque los riesgos de eventualmente quedar excluidos del
sistema parecen ser mayores que el del consumo de sustancias
químicas por un sujeto que está en proceso de constitución de su
subjetividad, de su cerebro, de todo su ser.
5)
¿Cómo podemos trabajar con los médicos, docentes y otros colegas
para revertir esta rápida patologización del sufrimiento infantil?
En
principio considero que tenemos que entender como sociedad qué es lo
que está ocurriendo, luego que los profesionales comiencen a
cuestionarse que implicación tienen en establecer esta lógica
medicalizadora y a responsabilizarse por sus acciones. ¿Cuál es la
hipótesis de un maestro cuando envía al niño recién llegado de un
país limítrofe, al neurólogo para que lo estudie porque no
participa en clase? ¿Cuál es la hipótesis de un médico que está
ante un niño visiblemente maltratado y lo medica porque no atiende
en la escuela? ¿Cuál es la lógica de una madre que lleva a su hija
al neurólogo porque no para de moverse, cuando en realidad ve la
angustia de la niña cada vez que se acerca el abuelo y se niega a
quedarse a solas con él?
Es
fundamental que los profesionales entiendan que un diagnóstico
necesita tiempo, que no se resuelve con el completamiento de un
cuestionario, que somos clínicos y no burócratas de la clínica,
que la observación de las conductas sólo nos permite encontrarnos
con lo visible, pero que es necesario un involucramiento y un
compromiso con el otro que nos permita entender los problemas en su
complejidad y no la simplificación aplastante que sólo aplaca el
problema, sin resolver las determinantes de fondo.
Si
algo nos enseña la clínica con estos niños, es que según el tipo
de intervenciones que se produzcan, pueden construirse diversas
modalidades de organización subjetiva que previamente no eran
posibles, o también puede obstaculizarse su surgimiento.
En
la actualidad existen fuertes debates acerca de cuáles son los modos
de abordajes con estos niños. Una puja supuestamente científica,
pero atravesada por múltiples intereses políticos, biopolíticos y
fundamentalmente económicos y un ataque feroz hacia el
psicoanálisis. Por otra parte el psicoanálisis más tradicional
parece adormecido, o se refugia en sus propias trincheras y parece
que no pudiera dar respuesta a los malestares de la época. Sin
embargo, si nos planteamos el desafío de apuntar hacia un
psicoanálisis cuestionador, que pueda construir en los bordes, que
camine por las fronteras, que no esté tan preocupado por seguir “el
método” que la ortodoxia impone (¿qué ortodoxia?, sin duda no la
de Freud que era un inventor), que pueda salir de su propio
aislamiento y enriquecerse de otros aportes y otras disciplinas de la
ciencia actual, que no entienda la abstinencia profesional como falta
de compromiso, que sea capaz de lidiar con la impredictibilidad y
soportar la incertidumbre, que deje de lado su soberbia, que
confronte y discuta ideas y no narcisismos, que incluya en sus
estrategias el trabajo con profesionales de otras disciplinas en
calidad de pares, que se implique en la cura de sus pacientes,
manteniendo una asimetría pero estableciendo un compromiso mutuo,
que escuche la singularidad teniendo en cuenta el contexto
socio-histórico, que parta de lo existente y construya lo que nunca
estuvo, ese modo de abordaje desde el psicoanálisis seguramente
tendrá mucho que aportar en el trabajo con estos niños y sus
familias y el encuentro con otros profesionales, construyendo una
clínica que apunte a la singularidad, al alojamiento de las
diferencias sin necesidad de patologizarlas.
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“Ay, Amor”,
mestizaje entre lenguas, cuerpos, mujeres y una obra teatral.
Graciela del V. Córdoba
Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y
de la Salud.
Plato mestizo
es una obra elaborada en base a retazos de todo tipo: algunos textos
de La
máquina de hacer paraguayitos
de Washington Cucurto, cuyo género no puede ser abordado aquí, pero
que no fue pensado como teatral. Retazos, improvisaciones, despojos,
restos de ropas, de mobiliario, de imaginarios.
Laura Gallardo, Mauricio Dolores y quien escribe, Graciela Córdoba,
armaron con estos retazos, rezagos, objetos de descarte,
situaciones a las que una investigación musical busca hilar
entre sí, tomando dos géneros musicales de la “pasión”, el
bolero y el tango. Tres mujeres entre ellas un actor vestido de
mujer, en un conventillo de Buenos Aires convocan a desandar una
memoria, también en retazos. Los personajes son prostitutas y están
en un conventillo, por lo tanto la vacilación retórica en su habla
tampoco corresponde a su situación social, de clase, edad ni
género.
A
lo largo del trayecto nos asistió como lo hace desde 1990 nuestro
maestro de Expresión Corporal y Arte escénico, César Istillarte,
discípulo de Susana Milderman e indirectamente de Pina Bausch. Fue
así que en nuestra historia se produjeron obras cortas entre la
poesía y la danza para desembocar en esta puesta como desde un
camino.
La
memoria y el peso de lo no dicho transitan como soledad, como sexo,
como mercancía.
Los
demás retazos vienen del chisme, el rumor, la murmuración, tanto
como la inclusión de olores y objetos privilegiados, que se
transforman en signos de un universo semiótico, campo de lo popular
marcado por la tradición en cuanto al deseo . La insistencia del
significante retazos
alude a un intento de circunscribir algo de lo que no puede ser
representado en la trama y a la vez convoca los tres registros de
Lacan; Real-Simbólico e Imaginario.
El
trabajo intenta reconstruir el proceso de producción de esta obra
teatral en cuanto a tres aspectos: contexto
de elaboración,
entendiéndolo desde el espacio mismo de representación y puesta,
hasta la circulación en pueblos y ciudades del noroeste argentino.
Aspectos
meta-teóricos
como la reflexión acerca de las variedades lingüísticas, que
dentro de la misma lengua madre, opera con diferencias de clase,
grupo social, genero, actividades. Y en tercer lugar los otros
lenguajes,
con especial mención al musical, junto al cual se construye una
estética proliferante que establece un juego de reenvíos
constantes. Apostamos a que el juego sea jugado por los integrantes
del círculo actores-público.
- Indagación lingüística
Como lo anticipara,
los textos con que los actores trabajan no corresponden a nada que
se parezca a género teatral, antes bien serían textos con forma de
poemas cuyo ritmo se ha interrumpido, en los que la irrupción de
variaciones
se
desplaza tanto hacia el habla popular como a otras estrictamente
literarias. También estas variaciones son de carácter diacrónico,
lo que de hecho crea una serie de disrupciones temporales, por las
que los actores parecen comunicarse en una lengua obturada, ajena y
propia.
Los textos se expresan en una singularidad marcada ya que
superficialmente tampoco tienen conexión entre sí en el transcurso
de la obra, donde las diferencias dialectales se acentúan pues
alternan el habla popular de Buenos Aires, de República Dominicana,
Paraguay, Perú y otros países del Caribe. Cita: “Idalina
Justina y Miguelina, tus tres primas suben las escaleras del
yotibenco, como una bandada de mariposas embrujadas o un oleaje de
aguas carbonizadas dando zancadillas y elevando oropéndolas en
llamas, aprendizas de un parto de serpientes, un tacto y contacto de
abejorros, un diablerío en el revoltijo de los mestizajes, escupen y
mojan las prendas íntimas expuestas ¡puercas! ¡guaracheras!…”
(1)
Frente a este modo
disruptivo, se asume el riesgo de la incomunicabilidad propia de la
palabra, experiencia vivida en cada puesta, ya que de hecho, no somos
actores de palabra. Así resolvimos trabajar con la experiencia que
tenemos en cuanto al equívoco permanente y poner en juego las
lenguas y hablas, que circulan a su propio albedrío y mestizaje.
Ello incluye nuestro propio aparato tonal y morfo-sintáctico del
interior de Argentina, fronterizo entre Santiago del Estero, San
Miguel de Tucumán y Catamarca, que suena similar entre sí pero no
se escucha como ninguno de ellas. A su vez, cada aparato tonal se
escucha diferente en acentuación entre sí si bien forman parte de
la misma región geográfica.
No obstante, este punto es una investigación aún en el proceso de
producción que cada puesta implica, de qué manera se resuelve y es
receptada por el público, la vuelta sin hesitaciones entre frase y
frase, los pasajes de un erotismo crudo a citas de una retórica
casi mística como la de Fray Luis de León. El nexo se logra quizás
por una forma estética propia de la literatura de Manuel Puig, :
las formas del chisme, la murmuración, casi “naturales” al
prototipo del folletín en el universo femenino. Es muy claro que
este elemento da un cierto “orden” a los textos aislados pero
pragmáticamente ancla también al público a un lugar en el que
convergen, lo no referencial, lo metafórico.
Lo que hasta aquí se escuchan son voces de un discurso abigarrado,
por momentos bizarro, que sostiene su coherencia y cierta cohesión
desde otros órdenes discursivos, podríamos decir siguiendo a
Lotman, que en el estudio de la percepción del lector, se advierte
la pertinencia de “una teoría de la mezcla de las lenguas”,
habla incluso de criollización
de los lenguajes, de mestizaje…(Lotman:
1981). (2)
- Otras cadenas significantes: la construcción espacial y universo semiótico.
El lugar donde
transcurre la obra es el espacio de un conventillo, “yotibenco”,
lo llamamos como lo designan los textos pero está dispuesto a la
manera de cualquier habitación pobre de Latinoamérica. Las mujeres
esperan invitados y mientras cocinan algo en una frágil mesa de
madera, sostienen sus diálogos. Ha sido diseñado con un carácter
kitsch, cada uno de los elementos tiene un sentido, evoca algo: la
soga de colgar la ropa por ejemplo, atraviesa todo el espacio de
manera que el público ingresa a un espacio escénico desde el
inicio.
Una bolsa de compras, un fuentón para lavar ropa, algunas revistas,
una valija. En todo este campo de significancia, alguno de ellos fue
cobrando valor semiótico por sí por ejemplo un espejo en el que
cada una de las mujeres ha depositado pequeños objetos: un lápiz
labial, aros, pintura de uñas, velas y estampas que alguna enciende
en un momento.
Otro significante que fue cobrando relieve es un par de zapatos
rojos, muy brillante que calzará una de ellas en un momento. Tanto
el espejo como los zapatos, la valija, una peluca, se fueron
develando como lugares de transformación, signos de la aparición de
otras modalidades de mujer y al mismo tiempo, signos de desaparición.
Se intensificó a lo largo de las puestas como lugar de
transformación simbólica de los personajes.
En
estas escenas podemos reconocer al mismo tiempo toques de una
estética al estilo Almodóvar de sus primeras películas pero
también se introduce una problemática lacaniana: La mujer como
universal simbólico no existe, al no existir tal totalidad es que
ella adviene No-toda. El elemento espejo, soporte material en la
operación fundante del proceso de constitución de sujeto, ¿Cómo
incide e implica a cada
una
de ellas en el proceso de devenir mujer?
El
acto de cocinar, los olores:
Si bien el mismo constituye la acción principal en la estructura de
superficie de la puesta, la preparación de la comida para la
fiesta, apela a una nueva serie de significantes: los colores
reverberantes de tomates, la palta, el ají, el pimiento… El
procedimiento ha sido bastante difundido por la literatura barroca y
el realismo mágico latinoamericano, estamos ante otro estereotipo.
En una de las primeras escenas, la primera mujer que llega empieza a
cortar cebolla.
Agregamos entonces
otra sensación que inunda el espacio que comparten espectadores y
público: el olor de la cebolla, que no consigue disimular las
lágrimas. En el transcurso de la puesta, todas cortan, limpian y
preparan la comida. Al olor de la cebolla se agregará el de hierbas
y especias procurando que inunden la sala, que se perciba desde cada
espectador.
La
música:
Ante la necesidad de mirar, escuchar y ponernos en la piel de estas
mujeres que se piensan a los gritos, la música se fue convirtiendo
en un tema de investigación. Si bien los textos hablan de bachatas,
salsa, cha cha cha, mambo, quizás por reminiscencia del género de
la telenovela, de la llamada “novela rosa”, nos acercamos a la
canción popular. Quizás también la mención de Sandro, cantante
popular argentino , nos decidió a trabajar con el bolero y el tango.
De este cantante tenemos una memoria vívida, ya que hubo-hay, un
público de mujeres de toda edad, de formación cultural masiva, de
diferente clase social, que lo siguió a lo largo de todo el país,
lo acompañaba a la puerta de su casa, durante sus cumpleaños,
enfermedad, hasta su muerte.
Y aquí es donde ya nos resulta interesante pensar en el diálogo
que se establece entre las escenas primarias, las de la tradición,
la de estereotipos para el caso, con la puesta en relación de un
complejo
mecanismo capaz de condensar información y convertirse en memoria
(Lotman,
Semiótica de la cultura, 1981).(3)
Las
canciones seleccionadas van desgranando un presente de cliché
romántico, de amor en pérdida, cuyo crescendo asciende y dibuja una
variedad de formas de la pasión: se llora un amor que se dejó
partir y mucho tiempo después en plena soledad, se le pide volver.
Igual con el bolero y sus puras pérdidas, Un
año de amor
interpretado por Luz Benítez cantante mejicana, subsumido en la
cooptación del tiempo . Se introduce un tema de Bola de Nieve, Ay
amor,, cantante y pianista cubano, quien desliza la pérdida hacia
la muerte.1
Un
tango , Nada,
en una versión muy clásica rodea las acciones de la mujer que
limpia hasta que prepara una valija y la coloca cerrada entre el
público. Entre los boleros con aire caribeño propio de los ´50,
uno del Trío Los Panchos abre el camino al tercer personaje, la
mujer que es un actor vestido como tal, se escucha Piel
canela, su
ritmo da lugar a un juego donde se sugiere entre risas y bailes que
las tres amaron a un mismo hombre. Este juego suele extenderse hacia
el público que también lo disfruta.
Aparece un gesto erótico entre dos mujeres, un esbozo entre
pasión y soledad las acerca por el baile de un tango, Yuyo
verde,
pero se interrumpe por el ingreso y asombro de la tercera, algo del
orden del deseo no reconocido se desplaza a su compás.
A partir de este momento la conversación se condensa hacia la
terminación de la comida, que será ofrecida al público, invitados
a los que se esperaba. Ambos , se suman a la comida y al baile final,
una cumbia colombiana.
- Contextos de producción y circulación.
Según se dijo
anteriormente la obra está realizada por este grupo de personas que
vienen de la Expresión Corporal. Fue pensada para el espacio pequeño
de la sala Pocha Ramos de la ciudad de Frías, Santiago del Estero.
Esta situación es determinante en cuanto al público que concurrió
a las puestas: estudiantes de secundarios y terciarios, profesores,
gentes de pueblo en general. En cada lugar, otros pueblos del
interior, dos capitales de provincias el público en general fue el
mismo. Se apreció claramente en el Encuentro de Teatro Popular
Latinoamericano en San Miguel de Tucumán.
Lo
cual me lleva a pensar otra cuestión planteada por Lotman y de otra
manera por Bajtin, del trato
entre texto, lector, auditorio y tradición cultural, del lector
consigo mismo, entre el texto y el contexto cultural. Acá, y sobre
todo por tratarse de teatro, se produce una red de intersecciones que
evidentemente transcodifican
de manera múltiple la corporalidad y su decir. (4)
Lo desplegado como texto parece volverse un signo autónomo, que en
su reacentuación axiológica, entonación evaluativa de voces,
personalidades, contextos, produce un fuerte proceso de
resignificación. Digo esto pensando que en la provincia de Santiago
del Estero, aumentan las cifras de femicidios con relación al resto
del país. De la misma manera en cuanto al índice de jóvenes
mujeres raptadas para la trata de personas y que se distribuyen en
burdeles, problemática frente a la cual el estado se muestra ausente
o en claro déficit de políticas públicas.
El
creciente ataque hacia las mujeres tanto en Argentina como en otros
países de
Latinoamérica
pondría de manifiesto la existencia de cierto rasgo de
insoportabilidad. Paradójicamente algo de lo femenino, del orden de
un real deviene intolerable en tanto que a su vez es creciente el
protagonismo de las mujeres en el escenario político y social.
Para pensar en aquello que Lacan llama el
goce femenino,
viene en mi ayuda
un
artículo del blog de José Vidal, psicoanalista argentino, quien a
propósito de la película de Kiorostami, Copia
certificada,
reflexiona
acerca
del momento en que una mujer visibiliza su pasaje a objeto de deseo.
Cito:
“El
rouge es emblema, símbolo, metáfora, pero sobre todo signo
indicativo del demonio, del sexo, del erotismo, de lo ardiente, de lo
audaz, del peligro, de la sangre, del abismo. Pintura de
guerra, arma…” (5 )
Podría arriesgar a modo de interrogante que algo que ocurre en el
núcleo espacio escénico-actores-publico lograría suspender y poner
en foco algunos efectos degradantes hacia las mujeres. Ellas
representan los caracteres de mayor descrédito social: son
prostitutas, pobres, viejas, promiscuas. Pero sin que exista un hecho
puntual que signaría de previsibilidad al proceso, el cotidiano
transcurrir nos encuentra al final compartiendo una fiesta. El
transcurso de la obra no anula la historicidad ni el tiempo
suspendido del transcurrir teatral pero en este pasaje nos hemos
visto algo más humanos.
Algo
del orden del juzgamiento, de la distancia de la evaluación social
ha caído.
Graciela
Córdoba
Referencias
bibliográficas:
Arán
O., Pampa; Barei Silvia, Texto/memoria/cultura
en el pensamiento de Iuri Lotman,
Edit. de Extensión Universitaria de la UNC, Córdoba, Argentina,
2002.
Cucurto,
Washington, La
máquina de hacer paraguayitos,
Mansalva Extensión Universitaria de la UBA, Buenos Aires, 2006.
Geirola,
Gustavo, Teatralidad
y experiencia política en América Latina,
Gestos, Estados Unidos, 2000.
Geirola
Gustavo y Lola Proaño, Antología
del teatro
latinoamericano
1950-2007,
edición inteatro, Bs.As.,2010.
Malcún,
Juan Carlos,
Los muros y las puertas en el teatro de Víctor García,
inteatro editorial, Bs.As., 2011.
Vidal,
José, Rouge
, publicado en http/lacanparaafuera.blog.spot.com/, 6 de enero de
2012.
Asesoramiento
en Psicoanálisis: Lic. Ana Josefina Elías.
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LA
ÚLTIMA MIRADA
Un
día ella sacó una a una las cartas que guardaba sin abrir. Los
sobres llevaban su nombre en la portada. En el lugar del remitente,
aparecía un poco borrado, el apodo con el que la nombraban en la
infancia. Ella, había tomado el coraje de leerse.
Analizarse
es en cierto punto: leerse. Leerse, para así conocer la propia
historia.
Si
afirmamos con Lacan que el inconsciente es del orden de lo escrito y
que puja permanentemente por expresarse; podríamos pensar que en el
dispositivo analítico el inconsciente posee un eco y una resonancia
tal, que exige ser leído en voz alta.
Bien,
siguiendo esta orientación, Miller ha presentado al inconsciente,
como aquel libro de tirada única en el que estaría el guión de
nuestra vida o al menos su hilo conductor.1
La
excelente metáfora, nos trae aquella frase de Lacan: “aquel que
lee no está solo”. Es verdad, sin embargo hay que saber, que hay
lecturas que resultan imposibles si no existe alguien que ofrezca las
claves de la grafía jeroglífica en la que se presenta.
En
este sentido, el analista está llamado a dar las leyes de ese
lenguaje neurótico en el que la verdad de cada sujeto ha sido
reprimida. Una represión que la obliga a disfrazarse, para poder
seguir viviendo y ramificándose.
La
lectura del inconsciente, nos recuerda entonces que: el
autoanálisis no existe;
y en segundo lugar,
que si
hay lector es porque hubo escritor.
Entonces,
volviendo a la experiencia analítica podemos afirmar que se inicia
con tres elementos: analizante-inconsciente-analista. Lugares en los
que, si intentáramos ubicar al lector y al escritor, encontraríamos
un doble juego. El ahora lector, el verdadero interesado en la
lectura de las cartas, fue antes escritor sólo que no se reconoce en
su escritura. Su inconsciente fue escrito por otro sujeto que si bien
es parte de sí, es un sujeto que ocupó de a poco su lugar en
determinados momentos. Un sujeto vacilante, que cada tanto le dice y
hace cosas que lo sorprenden y lo desconciertan. El sujeto del
inconsciente.
Tenemos
entonces la figura del analizante, dividida; es lector y también
escritor. Se lee a sí mismo pero parece no entender la propia letra.
Mientras que la figura del analista ocupa el lugar del oyente, un
oyente que dirige la lectura colocando la puntuación adecuada.
Ahora,
cuando el libro se ha terminado, sólo quedan las marcas de las
páginas que han hilvanado los momentos importantes del relato. Las
puntuaciones diferentes han modificado la sintaxis y la narración se
ha vuelto poema.
Sin
embargo, también decía Miller que no basta con “leerse el libro”,
habría que comérselo, saborearlo2.
Indicación que señala que el orden pulsional no puede quedar
afuera. 3
Entonces,
cuando el cuento ha finalizado, el eco de la propia voz puede llamar
a la última mirada. A esa mirada fatal y necesaria en la que se
descubre el lugar vacío (y silencioso), del que venían los hilos
conductores de la vida.
En
ese instante, el lector ya no vacila. El sujeto que lo representaba
(y que también lo estorbaba), ha sido desalojado. La marioneta ha
caído a su lado.
Un
cuerpo viviente ocupa su lugar y quiere una nueva vida. Una vida en
la que, tal vez, pueda escribir sin jeroglíficos.
Adriana
C. Congiu de Flaja
Mayo
del 2013
1
Miller, Jacques-Alain: “Cartas a la Opinión Ilustrada”. Ed.
2
Miller, Jacques-Alain: “Cosas de Familia en el Inconsciente” en
Revista Lapsus N° 3, Pág.41. Valencia, 1993.
3
Jacques Lacan en “Función y Campo de la Palabra en
Psicoanálisis”, cita en un pie de página, al poeta Francis
Ponge, recordando esa resonancia propia de las cosas vivas.
La palabra que toma es réson que alude a razón y
resonancia. Curiosamente la desinencia del vocablo: “on” en
francés, es un pronombre; “ello”; por lo que deducimos que
señala: lo real.
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