Entrevista realizada a Adriana Congiu, publicada en el Diario El Liberal el 24/04/09 y reproducida en la Revista del Colegio de Psicólogos de Sgo. Del Estero en Ocubre del 2010.
- A partir de los grandes avances ligados a la comunicación que se han realizado en los últimos tiempos, no le parece que encontrarse con un analista para hablar de las preocupaciones, se ha vuelto una técnica anticuada? Hay otros medios catárticos actuales, más modernos…
Efectivamente, hay nuevos modos de comunicación humana acompañados de grandes avances tecnológicos con efectos catárticos, habría que ver bien qué tipo de efectos producen en la subjetividad de los seres humanos, aún no lo sabemos bien….
Pero, el dispositivo analítico no ha podido ser reemplazado. Es necesaria la presencia real (no virtual) con un Otro que no es cualquiera, y no sólo a los fines catárticos.
El analista valora la “palabra” con un tratamiento diferente a otros que existen en la cultura.
Hay que decir que la práctica psicoanalítica no ha sido la primera en demostrar que la palabra es un verdadero instrumento eficaz para incidir en el sufrimiento humano. En la actualidad hay también otras prácticas que han sabido hacer uso de dicho instrumento con diversos objetivos: el dominio del otro; la adaptación a la sociedad; el borramiento de las particularidades, en pos de sostener las modas de un grupo; etc.
Se sabe que el lenguaje produce efectos, tanto en quien lo ejerce como locutor como en quien lo recibe, como oyente. Es una cuestión de estructura en el ser humano y en algunas especies superiores (los animales domésticos demuestran de hecho cuan sensibles son a la palabra que los domestica). Paralelamente la literatura da cuenta de esto también, cuando elabora y orienta la subjetividad, encauzándola según los ideales de la época, e influyendo así en generaciones sucesivas. La palabra produce efectos!
- ¿Cómo ingresa la práctica analítica en este enjambre de “tratamientos por la palabra”?
En este gran conjunto de “prácticas de palabra” diversas, el psicoanálisis se incluye gracias al descubrimiento de Freud: el inconsciente. Luego Lacan, quien reformula la teoría psicoanalítica, enseña que el Inconsciente está estructurado como el lenguaje.
Si uno lee a Freud se da cuenta del esfuerzo que puso en hacernos entender que LAS ENFERMEDADES HABLAN y que con su evolución o persistencia, intentan trasmitir una verdad particular que no puede ser desplegada de otro modo. A partir de este aparente dato sutil, construyó un dispositivo diferente a los que existían en la sociedad de su época, un dispositivo en el cual las palabras recobran sus poderes olvidados: el dispositivo analítico. Su genialidad, fue la de admitir en él no sólo las enfermedades clasificadas, diagnosticadas y tratadas por la medicina; sino y fundamentalmente, lo que el paciente presenta como un sufrimiento personal.
Así el analista recibe una amplia gama de “síntomas” que muchas veces no encajan en las clasificaciones psiquiátricas o médicas. Porque el dispositivo analítico es un dispositivo sensible a la particularidad del que llega. Alguien puede sufrir de su incapacidad de mantener temporalmente los trabajos que consigue; otro puede estar causado por las recurrentes peleas con amigos; o porque su vínculo de pareja no funciona como esperaba; o porque sufre insomnio; o porque no se entiende con su padre…etc. El psicoanálisis no juzga nada de esta queja inicial, la recibe, se interesa por ella y escucha lo que hay en ella de compromiso personal del que la enuncia. Ninguna preocupación llevada a consulta por el paciente puede ser catalogada de ridícula, poco oficiosa, o de escaso valor; éste es un principio del psicoanálisis.
- ¿En qué parte de la teoría psicoanalítica se fundamenta esta idea?
Se fundamenta en una idea básica: la Spaltung que significa: división, separación. Dice Freud que el ser humano está afectado por una división fundamental. Demuestra esto con una serie de manifestaciones del inconsciente: los lapsus, los actos fallidos, los sueños y los síntomas conversivos que presentaban sus pacientes histéricas. Estas eran las pruebas que testimoniaban la existencia de una división subjetiva (como diría Lacan), la existencia de que no tenemos el dominio total de nuestros actos, de nuestras decisiones; sino que hay una parte de nosotros mismos: desconocida; pero que podría conocerse…si se busca un analista. Freud los entiende como verdaderos mensajes factibles de ser descifrados. Por lo tanto, lo que vale en el momento de la consulta de alguien, es ese sufrimiento de no saber qué le ocurre cuando le pasan determinadas cosas…por lo tanto eso que se lleva a consulta tiene un valor alto para el que consulta y eso hay que respetar.
- Promover esta idea de que no sabemos bien la causa de nuestras decisiones por ejemplo ¿no incita la irresponsabilidad?
No, no. Lejos de promover la irresponsabilidad el psicoanálisis propone que el consultante, que viene con una queja sobre los otros, (porque siempre es así, siempre suponemos que sufrimos por culpa de los otros: padres, hermanos, amigos, el jefe, etc) , llegue a un punto en el cual pueda localizar su propia responsabilidad en eso que le pasa. El saber sobre sí mismo que se adquiere en el análisis es para asumirlo, esa la ética psicoanalítica. Ésta entonces, es también una razón para promover que la gente se analice.
- -Hay quienes critican las ideas del psicoanálisis…
Si pero critican sin conocer demasiado. También es cierto que es más fácil operar sobre lo conocido que sobre lo desconocido. Entonces si viene alguien con insomnio, se le suministra una pastilla. Si viene con angustia el tratamiento consiste en el cumplimiento de una serie de consejos para abolir esa angustia, y así podemos hacer una extensa lista. Bien, el psicoanálisis no está de acuerdo con hacer oído sordo a lo que trae un paciente a la consulta, busca ir más allá de eso que aparece. En vez de intentar callar al síntoma le propone hablar sobre él, porque supone allí una verdad y un sentido oculto que busca ser expresado. Digamos, que uno puede estar enfermo de no poder decir.
Al mismo tiempo, hay que saber que no se llega muy lejos suponiendo que el ser humano es una máquina al que se le puede administrar ortopedias diversas o sentidos universales para que responda negando todo aquello que le produce malestar. Los resultados están a la vista, no?
- ¿Cuáles son esos resultados?
Son cuestiones cada vez más graves. Más graves, porque a la división inicial que planteaba antes se le agrega en la actualidad una desorientación fundamental en los que consultan. Estamos en un tiempo en que hay una pérdida de orientación importante, causada por la carencia de lo que llamamos en psicoanálisis: Sgtes. Amos, los mojones o señales que nos guían. Esto vuelve al sujeto dependiente de lo que se presenta en el lugar de estas guías: los slogans, los objetos de consumo, las palabras sueltas que funcionan como mandatos sin articularse a una causa o a un discurso que pueda sostenerse. Hace algunos años ya Lacan presagiaba el desfallecimiento de esta función social que la cultura de hoy no puede ofrecernos. Lamentablemente constatamos esto de muchos modos, un ejemplo es el crecimiento acelerado de las denominadas patologías de acto (suicidios, niños llamados hiperkinéticos, actos de violencia, etc).
- ¿Esto es lo que se percibe cuando se dice: tenemos una crisis de valores?
Claro. Porque se espera que la sociedad, por medio de sus instituciones pueda sostener un código que sirva de mapa, que sirva de apoyatura para que los interrogantes más agudos de los seres no los dejen a la merced de los meros objetos que circulan sin articularse a un discurso simbólico. Las instituciones están debilitadas y los discursos están poco promovidos, me parece que es una lectura de la actualidad…Porque cuando no se habla, se actúa.
Los analistas que nos formamos en la Orientación Lacaniana, entendemos que es necesario difundir estas ideas en la comunidad donde se vive. De lo contrario, fomentamos (aunque sea sin quererlo) la ignorancia y la supuesta “alma bella” de la inocencia, que se disculpa siempre con estos argumentos para no asumir la responsabilidad que le corresponde en el mundo en el que vive.
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