Exposición en el Taller “La sociedad civil piensa la política”, coord. por el Inst. Gino Germani (UBA), en el Foro Internacional sobre el Nexo entre Políticas y Ciencias Sociales. UNESCO. Buenos Aires, 20-24 Febrero 2006.
----------------------------------------------------------------------------
La sociedad civil puede recrear la política a condición de politizarse ella misma. La política necesita ser recreada porque se ha desnaturalizado, ha perdido su carácter de construcción común, mediante deliberación y decisión públicas sobre asuntos que interesan a todos, y se ha convertido cada vez más en una técnica en manos de profesionales que compiten por la preferencia del mercado electoral, para imponer intereses sectoriales. En este sentido, los intereses más solidarios y las prácticas deliberativas de las asociaciones, clubes y grupos de voluntariado, las ONGs y otras instituciones de la sociedad civil, pueden aportar ese núcleo perdido en el espacio propiamente político.
Por su parte, la sociedad civil necesita tomar de la política algunos principios definitorios, como la transparencia, el control y la democratización de las instituciones. Esa es la principal falta en las organizaciones de la sociedad civil, acostumbradas en su mayoría a manejos casi familiares o a pequeña escala, lo que ha favorecido su frescura y su rapidez para responder a nuevos desafíos, pero que resultan insuficientemente democráticas por la imposibilidad de control de sus decisiones o su funcionamiento interno. No es infrecuente que las críticas internas y la demanda de participación en las decisiones deriven en una fragmentación sin fin de estas instituciones. No obstante, esto no significa un cuestionamiento sobre su representatividad y su legitimidad, que son de otro orden que los de la política propiamente dicha. Lo que nos interesa destacar ahora es que en el campo de la sociedad civil hay prácticas de ciudadanía no vinculadas necesariamente al Estado ni a partidos políticos, que podemos tomar como fuente regeneradora de lo político.
1. Praxis y mediaciones hermenéuticas
Una de las vías que proponemos para esa recreación es recuperar a la política como praxis más que como poiesis, a partir de las prácticas deliberativas y decisorias en común sobre lo público, que se dan en grupos de escala todavía humana. La política es acción común antes que técnica. Es acción configuradora de la sociedad. Como toda acción humana es histórica, contingente, no necesaria. Pero es acción institucionalizadora e institucionalizada, y por eso se desliza tan fácilmente hacia lo técnico-repetitivo.
Creo que para recuperar la política en el sentido de praxis, hay que promover la constitución de grupos o comunidades hermenéuticas que re-instalen los temas de la agenda pública, los sometan a discusión impulsando diferentes interpretaciones que desafíen al sentido común hegemónico. La existencia cada vez más extendida de radios comunitarias y otros medios alternativos en América Latina parece apuntar en esta dirección. La alternatividad de estos medios pasa por la modalidad de comunicación, que incluye la formación de activas comunidades interpretativas, eventualmente con acompañamiento educativo, en donde la práctica de la argumentación sea posible efectivamente. Y en donde una “retórica dialógica” privilegie el convencimiento por sobre la persuasión.
En el marco de una comunidad, la ciudadanía es una práctica hermenéutica más que un status jurídico-político: es una identidad intersubjetiva que presupone y construye el vínculo político. La comunidad como espacio de memoria, narración y celebración de las luchas, las dificultades y los logros en el camino hacia mejores condiciones de vida, genera los criterios necesarios para orientar el juicio prudencial que, a diferencia del cálculo técnico, debe tener en cuenta “la totalidad de la vida”.
2. Traducción y mediaciones discursivas
Frente al monopolio interpretativo de las clases hegemónicas y de los medios masivos de comunicación, el pluralismo de las comunidades interpretativas tiene a su vez el riesgo de la fragmentación y dispersión de sentidos que haría imposible cualquier proceso realmente emancipador. Por eso, el comunitarismo que tiende a concentrarse en las relaciones intra-comunitarias tiene que ser complementado por un contractualismo en las relaciones inter-comunitarias, que impida que las comunidades se cierren sobre sí, incapaces de incidir efectivamente en las decisiones macro-políticas que siguen diseñando el mundo en el que esas comunidades viven.
En esta tensión, el polo “contractualista” es, quizás, el más débil en nuestra actual cultura política. La incapacidad de construir acuerdos entre grupos o comunidades militantes que comparten un mismo horizonte emancipador, pasa no sólo por el enclaustramiento en las lógicas y lenguajes propios de cada lucha, sino también por el desconocimiento de los diferentes espacios estructurales en los que esas luchas se dan. Se hace necesario, pues, una actitud traductora, que sepa abrirse al mundo del otro para hacer las equivalencias sin identidad entre las formas de construcción del poder. Las equivalencias no se encuentran dadas, hay que hacerlas. Pero hay que hacer equivalencias sin identidad, porque no se trata de homogeneizar, sino de comprender: después de Babel, comprender es traducir. La capacidad de los actores políticos y sociales para traducir las reivindicaciones en demandas representables y universales es una condición básica para ello. Los aportes de la ética discursiva pueden ser fundamentales en este nivel.
3. Poder y mediaciones institucionales
La eficacia de las luchas de resistencia así como de las estrategias de construcción de poder desde abajo está sujeta al reconocimiento de la complejidad social en la que se desarrollan las mismas. Aquí la cuestión pasa por la capacidad de adaptación de la pupila a las diversas escalas de la acción y por la extensión de mediaciones institucionales que permitan democratizar el poder en sus diversas formas, y convertirlo en poder político.
En cada espacio de militancia se intenta revertir relaciones desiguales, pero las acciones adquieren naturaleza política sólo cuando se realizan en conjunto con los otros actores sometidos en el espacio del que se trata, y cuando se articulan con otras acciones similares de los otros espacios estructurales. La articulación entre las acciones de los diferentes espacios estructurales no puede darse sin institucionalización. De lo que se trata es de convertir las relaciones de intercambio desigual, también institucionalizadas, en relaciones de autoridad compartida. Pero de manera estable y continuada en el tiempo, y no aislada o esporádicamente.
En suma, se construye poder político cuando estamos en presencia de estos factores: una lucha por transformar la relación de desigualdad en autoridad compartida según las modalidades de cada espacio estructural de la acción, una conjunción “comunitaria” de voluntades mediada por una organización institucional, y, finalmente, una articulación “contractual” (alianzas, federaciones, etc.) con otras organizaciones que mantienen luchas equivalentes.
Las tres vías de re-generación de la política que propongo son, entonces, mediaciones hermenéuticas, discursivas e institucionales para la construcción de poder político; mediaciones que pueden ser potenciadas desde las prácticas de ciudadanía presentes en espacios de la sociedad civil.-
Santiago del Estero, Febrero de 2006.-
.
*Alejandro Auat
Doctor en Filosofía. Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Santiago del Estero.
0 comentarios:
Publicar un comentario