Transferencia

Transferencia
*Auspiciada por la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por Resolución Nº 728 CUDAP:EXPE-MGE:0004039/2011. A partir del 6 de Septiembre del 2011.

*Declarada de Interés Académico por el Honorable Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por contribuir al desarrollo de la producción cultural de la provincia. (Resolución CD FHCSyS Nº 143/2011), a partir del 23 de Agosto del 2011.

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Declarada
de Interés Educativo por el Instituto de Acción Cooperativa (Art. 1º; Resolución 406/2008 - Santiago del Estero, 18 de Julio de 2008), teniendo en cuenta la importancia que representa para el acervo cultural la difusión de conceptos y pensamientos del Psicoanálisis en la Cultura.

Crónicas: ¿Warum Krieg? (por Lic. Gabriela Céspedes)

El presente nos enfrenta permanentemente ante incontables hechos de violencia, en sus mas variadas y siniestras manifestaciones, desde atroces guerras entre estados hasta las guerras suburbanas, por motivos económicos, raciales, religiosos, o cualquier motivo, ya incluso sin motivos podrían algunos pensar.

Hace algunos años ya, en 1931, la Comisión Permanente para la Literatura y las Artes de lo que era por entonces la Liga de las Naciones, encomendó al Instituto Internacional de Cooperación Intelectual que organizara un intercambio de correos entre intelectuales representativos, acerca de temas que sirvieran a los intereses de la mencionada Liga de las Naciones.

Es así que en 1932, Albert Einstein elige como su interlocutor a Sigmund Freud. Ambos habían tenido no más que algún intercambio de palabras en una reunión social en casa del hijo menor de Freud, no fue más que una conversación placentera, pero queda claro que para Einstein la persona de Freud había dejado alguna impresión.
A. Einstein plantea en su carta el siguiente problema: ¿“Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra?

Freud acepta la invitación, toma cada uno de los planteos de Einstein y responde localizando algunas problemáticas en relación al Warum Krieg?, al por qué de las guerras.
Primero ubica la cuestión del Derecho y la violencia, que si bien es cierto en la actualidad nos parecen opuestos, en su origen uno se desarrolló a partir del otro.

Al principio era la fuerza muscular la que determinaba a quien pertenecía algo o de quien debía hacerse la voluntad, luego la fuerza se vió aumentada y sustituida por el uso del instrumento, vence aquel que tenga mejores armas o sepa hacer mejor uso de ellas. Con el uso de las armas la superioridad mental ocupa el lugar de la fuerza bruta, mas el objetivo de la lucha seguirá siendo el mismo: matar o anular al contrincante. El pasaje de la fuerza al intelecto dará origen al Derecho.

También explica Freud de que manera la unión de varios débiles compensa la fuerza de uno utilizando el concepto de comunidad. Las leyes de esa comunidad determinarán la medida en que un individuo debe renunciar a aplicar su fuerza como violencia a fin de que sea posible una convivencia segura.

Dirá Freud, semejante estado de reposo solo es concebible en la teoría, y agrega que la comunidad desde el inicio tiene elementos desiguales de poder, de manera que el Derecho es expresión de relaciones desiguales de poder, las leyes son hechas por dominadores y para ellos, con escasos derechos concedidos a los sometidos.

Freud entiende que una prevención segura de las guerras solo es posible si los hombres acuerdan la institución de una violencia central encargada de entender en todos los conflictos de intereses. Se reúnen aquí dos exigencias: que se cree una instancia superior de esa índole y que se le otorgue el poder requerido.

La Liga de las Naciones sería esa instancia, pero Freud no cree que haya recibido el poder necesario, eso explicaría por que no resistió el paso del tiempo, empero no deja de reconocer que jamás en la historia se había constituido un esfuerzo tan notable.

Según Freud hay dos cosas que cohesionan una comunidad: la compulsión de la violencia y las ligazones de sentimientos, las identificaciones entre sus miembros. Dirá entonces “Se yerra en la cuenta si no se considera que el derecho fue en su origen violencia bruta y todavía no puede prescindir de apoyarse en la violencia”.

Otra de las ideas que expresara Einstein en su carta y a lo que Freud prestara atención al responderle es la siguiente: “usted se asombra de que resulte tan fácil entusiasmar a los hombres con la guerra y, conjetura, algo debe moverlos, una pulsión a odiar y aniquilar”.
Ciertamente dice Freud, creemos en la existencia de una pulsión así.

Hay dos tipos de pulsiones: las eróticas (para conservar y reunir) o sexuales y las agresivas o de destrucción (para destruir y matar). Ambas indispensables, de las acciones conjugadas y contrarias de ambas surgen los fenómenos de la vida. No actúan unas sin las otras. La pulsión de autoconservación es de naturaleza erótica, pero necesita de la de agresión si ha de conseguir su propósito.

Cuando los hombres son exhortados a la guerra, puede que en ellos responda afirmativamente con toda una serie de motivos, nobles y vulgares, unos se hablan en voz alta y otros se callan, como el placer de agredir y destruir.

Lo que nos lleva a pensar que algunas atrocidades se sirvieron de altos ideales para su cometido.
Y Freud se detiene aún más en la pulsión de destrucción, esta trabaja dentro de todo ser vivo, procura producir su descomposición hasta el estado de materia inanimada, merece el nombre de pulsión de muerte. Esta pulsión deviene en pulsión de destrucción cuando es dirigida hacia afuera, pero una parte permanece en el interior y de ello se deduce toda una serie de fenómenos normales y patológicos.

No se trata de eliminarla por completo, pero se puede intentar desviarla lo bastante para que no encuentre su expresión en la guerra.

Si la guerra es un desborde la pulsión de destrucción, entonces se habrá de apelar a su contraria.

Freud pensaba que el intelecto era una posibilidad de desviar la pulsión de destrucción.
Lo ideal sería una comunidad de hombres que hubieran sometido su vida pulsional a la razón, pero desde luego es una esperanza utópica dirá.

Casi al finalizar su carta de devolución a Einstein, explica que hay una razón por la cual nos sublevamos contra la guerra y es porque no podemos más que hacerlo.
Desde siempre la humanidad va de la mano con el proceso de desarrollo de la cultura y es que “…a este proceso le debemos lo mejor que hemos llegado a ser y una buena parte de aquello a raíz de lo cual penamos. Sus ocasiones y comienzos son oscuros, su desenlace incierto…” ¿No lo cree usted?

Gabriela Céspedes
Lic. en Psicología
Miembro del Grupo de Estudios Psicoanalíticos
Miembro Asociado al Inst. Oscar Masotta

Bibliografía
S. Freud: O. Completas. ¿Por qué la guerra? Vol. XXII. Amorrortu Editores. 2006

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Al final, bastante platónico Freud no. De la comunidad de intelectuales a la república gobernada por filósofos solo parece haber una diferencia de términos

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