Transferencia

Transferencia
*Auspiciada por la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por Resolución Nº 728 CUDAP:EXPE-MGE:0004039/2011. A partir del 6 de Septiembre del 2011.

*Declarada de Interés Académico por el Honorable Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por contribuir al desarrollo de la producción cultural de la provincia. (Resolución CD FHCSyS Nº 143/2011), a partir del 23 de Agosto del 2011.

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Declarada
de Interés Educativo por el Instituto de Acción Cooperativa (Art. 1º; Resolución 406/2008 - Santiago del Estero, 18 de Julio de 2008), teniendo en cuenta la importancia que representa para el acervo cultural la difusión de conceptos y pensamientos del Psicoanálisis en la Cultura.

Crónicas - EL CASO DE LAS HERMANAS PAPIN (por Guillermo Zimmermann)

“Cuando veo los ojos
que tengo en los míos tatuados”
Alejandra Pizarnik

En los más de setenta años que han transcurrido desde el crimen de las hermanas Papin la discusión al respecto se ha mantenido viva. Página sobre página y texto sobre texto, los anales de la psiquiatría, la jurisprudencia e incluso el arte llevarán para siempre la marca de este caso.
Los hechos ocurren en 1933 en la pequeña localidad de Le Mans, departamento del Sarthe, en la Francia de entreguerras. En la casa de la familia Lancelin, el señor René no consigue abrir la puerta y se ve obligado a llamar a las autoridades. El espectáculo que contemplan cuando consiguen entrar no puede ser más aterrador. En la oscuridad producto de un cortocircuito eléctrico se adivinan las figuras de las dueñas de casa, Mme Lancelin y su hija Geneviève, brutalmente asesinadas. Al parecer acuchilladas, las sanguinolentas figuras a las que han sido reducidos sus cuerpos descansan frías e inertes en un charco de sangre. Tejidos orgánicos cubren las paredes y las escaleras. En el último escalón de ésta, metros por encima de los cuerpos, un globo ocular intacto, con el nervio óptico completo como apéndice. Las pesquisas policiales y la autopsia revelarían que los ojos de las víctimas habían sido arrancados de sus órbitas cuando estas aún se hallaban vivas, y con las desnudas manos como único instrumento “hecho único en los anales de la criminología”.
Al subir al ático, los espantados visitantes encuentran a dos mujeres abrazadas en la cama, esperándolos. Lea y Christine, las criadas de la casa, “las perlas de los Lancelin”; como las llamaban los vecinos, que envidiaban a sus amos aquellas sirvientas tan dedicadas, tan recatadas, tan serviciales. “Las hermanas Papin”, como las conocería el mundo.
Las sospechosas confiesan sin dificultad ser las autoras de la masacre. ¿Quiénes eran estas asesinas? Dos criadas humildes y laboriosas, cuya juventud había transcurrido en conventos e instituciones públicas y hacía ya un tiempo cumplían funciones en aquel respetable hogar burgués. ¿Algún móvil que explique el espantoso asesinato? Ninguno, los Lancelin eran “patrones irreprochables”, como declararía luego Christine.
Francia se apasionará con la historia de las hermanas asesinas y se dividirá en dos. Los más numerosos exigen que la justicia desenvaine sus filos, se reclama una venganza ejemplar. En la otra vereda, la intelligentzia marxista y surrealista toma la palabra y se adueña de la noticia policial para defender sus ideas. Sartre y de Beauvoir transforman a las dos hermanas en víctima de la lucha de clases. La prensa no descansa en amplificar la trascendencia y el impacto social de este crimen, el arte deforma y reversiona de mil maneras lo acontecido (1).Entre las múltiples y a veces caóticas voces no estará ausente la del joven psiquiatra Jacques Lacan, quien no mucho tiempo antes había publicado “La psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad”, conocida como “el caso Aimée” y encontrará en el historial de Lea y Christine Papin la ocasión de continuar y extender sus tesis. Su posición será contraria a la de los peritos oficiales del caso, que habían encontrado a las hermanas Papin “completamente sanas y responsables de sus actos”, y por tanto imputables; y será solidaria, en cambio, de la del Dr. Logre, llamado al estrado por la defensa, quien reclama para las acusadas el diagnóstico de Folie à deux o “locuras comunicadas”. (2)
¿Qué es una Folie à deux? Para limitarnos a los esencial de este cuadro repasaremos las condiciones muy precisas que deben respetarse para que se presente: Debe darse el encuentro entre dos sujetos: uno activo, llamado caso primario, casi invariablemente un paranoico, inteligente y seductor, portador de un delirio que le impone a otro sujeto, sobre el cual ejerce una influencia cierta. Este último, pasivo y receptivo, es potencialmente sano pero se ve arrastrado por el delirio del caso primario o inductor. Con la mayor frecuencia se trata de miembros de la misma familia, madre e hija, cónyuges, hermanos o hermanas.(3) Es necesario además que los dos sujetos constituyan una comunidad cerrada con muy poco contacto con la realidad social exterior, y permanezcan en estas condiciones un prolongado período de tiempo. Tal era el caso de Lea y Christine: todos los testimonios coinciden en que no salían nunca, ni aún en los días de descanso, excepto para ir a la iglesia a escuchar misa los domingos. Utilizaban su tiempo libre en bordar juntas, solas y recluidas en su pequeña habitación. Casi no conversaban con sus patronas, la propia Mme Lancelin había impuesto esta condición; y ella será, con funestas consecuencias, la primera en quebrarla. Todos los análisis coinciden en que fue con su intromisión en la vida de las Papin, defendiendo los derechos de las jóvenes ante su madre, Clémence Papin, y ante todo mediante sus “observaciones” (recuérdese la enucleación de la que es víctima más tarde) que se constituye como objeto persecutorio para las hermanas.
Por cierto que el artículo de Lacan no se reducirá a confirmar el diagnóstico. Allí llevará adelante sus concepciones, aún preanalíticas o sociológicas, de la personalidad como tensión social, y el acto paranoico como ajeno al sujeto. Por otro lado, continuará sus indagaciones sobre la imagen del semejante como constitutiva del yo, tesis que años mas tarde se generalizará a toda estructura en “El estadio del espejo”, de allí que finalmente: “el yo obedece siempre a una estructura paranoica”.
El comportamiento de las hermanas Papin después del crimen despejó cualquier duda respecto a la insanía de las acusadas. Durante los primeros cinco meses sus testimonios parecen calcados, apenas pueden diferenciarse. Repiten que “no recuerdan bien por que lo hicieron” solo exigen que las dejen estar juntas. Los funcionarios judiciales están atónitos: “uno tiene la impresión de escuchar doble” dirán, confirmando la expresión, un tanto poética, que la psiquiatría había consagrado para esta enfermedad: “almas siamesas”.
Pero después las cosas empiezan a cambiar. Se revela que la pareja simétrica no lo es tanto; a partir del mes de abril, Christine, seis años mayor, el “caso primario”, empieza a sufrir crisis cada vez mas intensas que la deterioran rápidamente. Su objeto es Léa, quiere verla, que se la lleven, tiene que hablar con ella. De poco sirve la camisa de fuerza, Christine se arroja continuamente contra las paredes, parece no comprender la realidad que la separa de su hermana. Intenta arrancarse los ojos en reiteradas ocasiones. Su delirio pierde toda sistematicidad, dando lugar a una intrusión de fenómenos alucinatorios. La tortura principalmente la imagen alucinada de su hermana “Lea, colgada de un árbol, con las piernas amputadas”. Se reconoce aquí la fragmentación de su imagen especular, el cuerpo de su hermana; correlativa a la desintegración de su yo y el colapso de sus suplencias imaginarias. Finalmente la guardiana de la celda, contraviniendo todas las consignas, le lleva a Léa a su celda. Christine solo dirá: “dime que sí, dime que sí…” abrazando a su hermana con tanta fuerza que deben separarlas. Desde entonces se hunde en un desconocimiento total de su hermana, jamás volverá a nombrar Léa. El cuadro virará hacia fenómenos melancólicos. En pocos años, en una abulia psicótica terminal, Christine morirá de inanición, sin llegar nunca a cumplir su condena.
Muy distinto será el destino de Lea: condenada a diez años de trabajos forzados, sale de prisión en 1943, después de haber manifestado una conducta ejemplar, y regresa junto a su madre, Clémence, en cuya casa vivirá hasta el fin de sus días. Muere en 1982, contando más de setenta años de edad.

(1) Entre las muchas producciones, se destaca “Las Criadas”, obra teatral de Gean Genet, “el poeta maldito”.
(2) Diagnóstico reconocido desde hacía mucho tiempo por los clínicos. Originalmente se remonta a las formulaciones de Lasègue y Falret (1873). Los manuales actuales la reconocen bajo el nombre de Trastorno psicótico compartido (DSM-IV) y Trastorno delirante inducido (CIE-10)
(3) Es interesante considerar a esta estructuración participando también de los casos más extremos de los fenómenos de masas. Se compondrían de un conjunto de neuróticos identificados lateralmente y arrastrados en un delirio persecutorio, ubicado con precisión en un líder paranoico. Piénsese en Hitler y el nazismo, Stalin y el comunismo, etc.
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*Guillermo Zimmermann
Lic. en Psicología
Integrante de la Cátedra de Lógica de la UCSE
Miembro del Grupo de Estudios Psicoanalíticos de Santiago del Estero

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola te comento que calló a mis manos un libro llamado "Con el Diablo en la piel", de Paulette Houdyer. En él relata de forma asombrosa los acontecimientos de este trágico episodio. Te felicito por la publicación del artículo y por el blog en general.
Saludos desde Mar del Plata (Bs.As.)
Santiago

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