Transferencia

Transferencia
*Auspiciada por la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por Resolución Nº 728 CUDAP:EXPE-MGE:0004039/2011. A partir del 6 de Septiembre del 2011.

*Declarada de Interés Académico por el Honorable Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por contribuir al desarrollo de la producción cultural de la provincia. (Resolución CD FHCSyS Nº 143/2011), a partir del 23 de Agosto del 2011.

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Declarada
de Interés Educativo por el Instituto de Acción Cooperativa (Art. 1º; Resolución 406/2008 - Santiago del Estero, 18 de Julio de 2008), teniendo en cuenta la importancia que representa para el acervo cultural la difusión de conceptos y pensamientos del Psicoanálisis en la Cultura.

TIERRA Y DESTINO, o la “sin razon” del folklore. Una mirada geocultural al pensamiento de Orestes Di Lullo (por Lic. Lucas Daniel Cosci)



















Los latidos de la tierra, las resonancias del pasado, y la reverberación del paisaje fueron para Orestes Di Lullo, una llamada interpelante que atraviesa sus reflexiones a lo largo de toda su escritura. Paisaje y pasado, suelo y tradición, constituyen ejes estructurantes de una subjetividad, cuyas profundidades Di Lullo se dio a explorar hasta lo abismal. En lo que sigue intentaremos desembrozar la interpretación que Di Lullo ha desarrollado de las mediaciones simbólicas entre hombre y el espacio en torno, desde el concepto de Geocultura que Rodolfo Kusch ha formulado. [1]


El vínculo del lugar y la cultura es complejo, implica redes de sentido que entraman y entrampan la vida humana con el espacio y sus símbolos. Hay geocultura porque hay un lenguaje que articula el lugar en la palabra. Nuestra interpretación parte de la afirmación que entre el lugar y la comunidad se dan circuitos de circulación de un sentido simbólicamente mediado, de acuerdo a cierta lectura de Kusch.


Y nosotros estamos ahí, en esa línea cruzada en donde el sentido circula en direcciones opuestas y, por lo tanto, quedamos inmovilizados, localizados, vegetalmente enclavados, porque al pensar quedamos adheridos a esa fracción de tierra que pisamos y que está atravesada por aristas del lenguaje. El sentido es el lazo que ensambla lo geográfico con lo cultural, siguiendo a Kusch. Existen distintos modos de enlace porque distintos son las canales de circulación. Uno de ellos es la gravitación, por la que el "lugar" se constituye en suelo, en cuanto polo dador de sentido para el pensamiento y portador de un sentido sedimentado. Otro es la instalación, por la cual el que el "lugar" se constituye en domicilio existencial, en cuanto receptor de un sentido comunitariamente promovido, a partir de lo cual es posible estar en casa, estar familiarizado y guarnecido de las inclemencias de la vida y de la muerte. Ambas son categorías complementarias que indican los polos de circulación del sentido entre la comunidad y su entorno. Hasta aquí Kusch.


En un cuidado lenguaje, más literario que especulativo, Di Lullo desarrolla con impactantes imágenes una relación del hombre con su entorno, que lo posicionan desde un ángulo geocultural, aun no tematizado. El hombre en Santiago es un cautivo de la tierra y del paisaje. Sus actos, palabras y silencios constituyen elaboraciones con las que responde a la gravitación simbólica que carga en su pensamiento. Es lo que el autor denomina el “enclavamiento vegetativo”.


“Al primer golpe de vista, esta tierra tendida a sus pies, parece no tener la gravitación esencial que se le atribuye. (…) Sin embargo, su presencia es un hecho diario. Más aun, es un hecho ancestral que se repite a diario, con todas las voces de su geografía, como un fenómeno permanente en el fondo, aunque mudable en su forma, hecho que arrastra todo el légamo del pasado trascendente, inmodificable en sus aspectos reales y, por eso, presente siempre,…”[2]


Creemos que es posible avanzar hacia una interpretación del fenómeno más abierta de lo que el texto sugiere.


En primer lugar, el mismo Di Lullo recurre a distinciones terminológicas que conviene esclarecer.


La categoría tierra aparece como sobredeterminada de simbolismo ancestral. Tiene que ver con lo que el autor llama “el légamo del pasado trascendente”. La metáfora sugiere sedimentación histórica. Se despliega más bien a nivel simbólico con las reservas de un sentido sedimentado, que estarían dadas por el espesor simbólico de la tradición que gravita en un determinado espacio de arraigo. No se trata ya de un dato físico, sino de una dimensión lingüística. La tierra es el “horizonte simbólico” del pensamiento como “un hecho ancestral que se repite a diario” o “un fenómeno permanente en el fondo”, lo que sugiere la idea de horizonte como fondo de sentido desde el cual se piensa, se dice y se hace mundo. La tierra es el pasado insepulto que pervive en el polvaredal del presente, bajo el imperio de una gramática de la acción que precede y construye la subjetividad. Observamos que para Di Lulo ese sentido sedimentado se despliega y transmite en el lenguaje de la acción ritual, como se verá más adelante.


Es significativo que el autor recurra a imágenes preferentemente táctiles y sonoras para describirla. La tierra es gravitación, sostén, sello; o bien, voz, eco, resonancia. Remite a voces fuera del tiempo que producen un efecto de sentido permanente en nosotros.


La categoría de “paisaje”, en cambio, aparece en imágenes sensoriales más integradas, y especialmente visuales, y se distingue de la tierra por incorporar elementos del mundo temporal. La tierra es eterna, mientras el paisaje es mudable. Dice el autor: “(el paisaje) es la tierra vestida o desnuda, pero donde vive la vida sus colores, sus sabores, sus olores; donde el cielo se mira con sus astros; donde viven los seres como pertenecientes a ella y no a otra tierra y donde el hombre encuentra todo para su vivir, incluso el dolor”. [3] El paisaje es una apariencia temporal que encubre una negación. En sus descripciones se presenta próximo a la idea de espectáculo, pero venido a menos. Un espectáculo de luces y colores exhaustos, devaluados, paupérrimos y de connotaciones emocionales intensas que impactan afectivamente en el hombre que lo habita. En el primer capitulo se despliega una exquisita descripción. Se trata de un espectáculo que cautiva negativamente, somete, fagocita. “Cuando uno siente la inmensidad, la desnudez, el silencio suyo, ya no es uno, es el paisaje mismo que grita y se impone desde lo profundo del ser como una fuerza de la propia entraña”.[4] Es un vacío atónito, un escenario sin acción, la negación absoluta de todo decir, una laguna de sentido que interpela, irrumpe en la subjetividad con su fuerza semántica arrolladora y genera el eco de una inmensidad vacía.


A pesar del arraigo simbólico, el hombre se ve forzado al éxodo. Su relación con el espacio se torna precaria, fugitiva, inestable, errática. Su destino de paria lo ha desguasado, y ha detonado la fractura de su constitución raigal. El santiagueño es un ser desgarrado entre un nomadismo destinal y su irrenunciable anhelo de regreso. Es la dialéctica arraigo-desarraigo, tierra-destino. Su domicilio es frustración. Su paisaje se vuelve ausencia y extrañeza. Es un “fugitivo de la historia”. Ese es su gran angustia. “Vivirá fuera de la tierra pero con el descontento de saberse extrañado por la fatalidad”.[5] Como miliciano, en el malón o en el obraje, anduvo desde siempre en caravanas errantes.


Resumiendo, el santiagueño en la mirada de O. Di Lullo, vive la tragedia de una tensión entre tierra y destino. La tierra, con su estratificación simbólica, ejerce su gravitación sobre los pueblos. El paisaje es generador semántico de una poética que se concreta como folklore a través de diversas prácticas, pero los hombres y los pueblos ven frustrada su instalación por esa corriente moderna que los arrastra fuera de si. Viven la tierra desde la nostalgia del desarraigo, nómades cautivos de caravanas interminables, anhelantes soñadores con un regreso siempre postergado.


(*) Lucas Daniel Cosci es Profesor y Licenciado en Filosofía.

Se desempeña como docente en la UCSE y en Instituciones de Nivel Terciario de nuestro medio. Sus poesías, cuentos y ensayos han sido difundidos en suplementos culturales de la provincia.



* Imagen:EXTRAÑANDO, pastel y grafito de Gabriela Céspedes


[1] Kusch, Rodolfo, Geocultura del Hombre Americano, edit. Fernando García Cambeiro, Buenos Aires, 1976.

[2] Di Lullo, La razón del Folklore, Santiago del Estero, 1947, Pag. 11.

[3] Di Lullo, Orestes, Op. Cit., pag. 12.

[4] Di Lullo, Op. Cit., pag. 16.

[5] Di Lullo, Op. Cit., pag. 20.

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