Como lo detalla la nota editorial, este último número de Referencias... se propuso dar comienzo a una asignatura pendiente: localizar los textos originarios de oriente a los que nos remite Lacan. Esta colección, fruto de los esfuerzos del Campo Freudiano en la Argentina, se aboca desde hace ya años a recolectar y publicar los textos a los que Lacan hace referencia en el transcurso de sus conferencias o en el interior de sus escritos y que más de una vez resultan en extremo difíciles de localizar para el estudiante. El resultado son estos tomos riquísimos, heteróclitos, que atraviesan con sus páginas las épocas y las distancias.
La obra de Lacan, se ha dicho, se constituye en un diálogo constante con las cultura... ¿deberíamos agregar, hacia el final de la frase, .... occidental? La compilación de textos que estamos presentando viene a decir que no solamente, que el diálogo prosigue hacia Levante, y roza en su discurrir las filosofías Hindúes y el pensamiento Budista.
En una primera aproximación, este descubrimiento no puede dejar de asombrarnos. ¿Que pueden tener en común, en efecto, una religión que enseña la ilusión absoluta de la realidad y el deseo, en donde ubica el manantial de todo dolor; y una enseñanza que, por el contrario, indica el deseo humano como el único fundamento posible para una ética del sujeto hablante? Un desprecio a lo irreal del perpetuo transcurrir, en busca de lo permanente, del Brahmán. Un discurso que escinde al sujeto por la acción del significante, que ensalza la infinitud de los objetos que pueden capturar (y liberar) el deseo humano.
Y sin embargo hay, a no dudarlo, puntos de contacto. Lugares de coincidencias, de mutuas iluminaciones; a veces, inesperadas. Así, por ejemplo, el papel de las múltiples referencias al velo de Maya en la teoría del objeto. O la elucidación de las últimas frases del Informe del Congreso de Roma_ “Función y campo de la palabra y el lenguaje en el psicoanálisis”- que dejó, durante años, estuporoso a mas de un estudiante (y a más de un profesor). La referencia, tan enigmática, a los párpados de Buda que Lacan utiliza para ilustrar la función del objeto “a” en tanto mirada.
Una compilación de textos bellísimos y remotos, a los que hay que sumar, por si fuese poco, las peculiares lecturas de algunas de las más exquisitas plumas de occidente. Desfilan así fragmentos de Schopenauer, del Padre León Wieger, de Eliot, del mismo Jacques Lacan.
Infaltable, en fin, en cualquier biblioteca respetuosa con las grandes obras del hombre.
La obra de Lacan, se ha dicho, se constituye en un diálogo constante con las cultura... ¿deberíamos agregar, hacia el final de la frase, .... occidental? La compilación de textos que estamos presentando viene a decir que no solamente, que el diálogo prosigue hacia Levante, y roza en su discurrir las filosofías Hindúes y el pensamiento Budista.
En una primera aproximación, este descubrimiento no puede dejar de asombrarnos. ¿Que pueden tener en común, en efecto, una religión que enseña la ilusión absoluta de la realidad y el deseo, en donde ubica el manantial de todo dolor; y una enseñanza que, por el contrario, indica el deseo humano como el único fundamento posible para una ética del sujeto hablante? Un desprecio a lo irreal del perpetuo transcurrir, en busca de lo permanente, del Brahmán. Un discurso que escinde al sujeto por la acción del significante, que ensalza la infinitud de los objetos que pueden capturar (y liberar) el deseo humano.
Y sin embargo hay, a no dudarlo, puntos de contacto. Lugares de coincidencias, de mutuas iluminaciones; a veces, inesperadas. Así, por ejemplo, el papel de las múltiples referencias al velo de Maya en la teoría del objeto. O la elucidación de las últimas frases del Informe del Congreso de Roma_ “Función y campo de la palabra y el lenguaje en el psicoanálisis”- que dejó, durante años, estuporoso a mas de un estudiante (y a más de un profesor). La referencia, tan enigmática, a los párpados de Buda que Lacan utiliza para ilustrar la función del objeto “a” en tanto mirada.
Una compilación de textos bellísimos y remotos, a los que hay que sumar, por si fuese poco, las peculiares lecturas de algunas de las más exquisitas plumas de occidente. Desfilan así fragmentos de Schopenauer, del Padre León Wieger, de Eliot, del mismo Jacques Lacan.
Infaltable, en fin, en cualquier biblioteca respetuosa con las grandes obras del hombre.
*Guillermo Zimmermann
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