Transferencia

Transferencia
*Auspiciada por la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por Resolución Nº 728 CUDAP:EXPE-MGE:0004039/2011. A partir del 6 de Septiembre del 2011.

*Declarada de Interés Académico por el Honorable Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por contribuir al desarrollo de la producción cultural de la provincia. (Resolución CD FHCSyS Nº 143/2011), a partir del 23 de Agosto del 2011.

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Declarada
de Interés Educativo por el Instituto de Acción Cooperativa (Art. 1º; Resolución 406/2008 - Santiago del Estero, 18 de Julio de 2008), teniendo en cuenta la importancia que representa para el acervo cultural la difusión de conceptos y pensamientos del Psicoanálisis en la Cultura.

Una interpretación pragmática de la verdad en psicoanálisis (por Ricardo Gandolfo)

“La neurosis ordena, en el doble sentido de la palabra, la vida del hablante: lo causa, lo acusa, le da ordenes y pone un orden donde el deseo aparece convertido en destino”
(García, 2003, pag. 103)

Aunque el psicoanálisis no es una ciencia (y esto más por lo que inaugura como cuestionamiento al ideal científico que por sus métodos y objetivos) no por eso descarta la utilización de recursos de formalización y comprobación de hipótesis tal como cualquier discurso científico.
Es así que el tema de la verdad, es central para plantear cuestiones que resultan de gran importancia para la conceptualización analítica y sobre todo, para una de las operaciones mas propias del análisis como lo es la interpretación
¿Está relacionado el psicoanálisis con la verdad? O dicho de otra manera: ¿son los enunciados analíticos, enunciados que muchas veces son los transmitidos al analizante bajo la forma de la interpretación, manifestaciones de la verdad de su discurso?
Sigmund Freud y Jacques Lacan así lo entendieron, toda vez que la dimensión de la mentira es imposible para el hombre, si no se plantea, previamente, una concepción de la verdad.
Sin embargo, a la hora de precisar este elemento insoslayable, muchos analistas se han extraviado en consideraciones esencialistas que hacen de la verdad de una interpretación un dato fijo, inmodificable, en cierta manera eterno, sin comprender que él brota de los decires del analizante y, en esta medida se encuentra sujeto a ellos.
En otras palabras, son las condiciones de enunciación de un discurso lo que permite atender a su relación con la verdad o la mentira, lo que vuelve, en cierta medida, a cada interpretación, constituyéndola así, en única, particularísima y muy difícil de generalizar.

Pierce, Freud y los objetivos de la verdad

En 1878 un artículo de Ch.S. Pierce definía al pragmatismo con una máxima. Decía allí que “considera que efectos, que pueden tener concebiblemente repercusiones prácticas, concibes que tienen los objetos de tu concepción. Así, tu concepción de aquellos efectos es el todo de tu concepción del objeto” (Pierce, 1988, p.224).
Según esta idea la realidad del mundo subjetivo, no es de ninguna manera, independiente de la del mundo objetivo. Dicho de otra manera, un sujeto no puede ser calculado independientemente de sus determinaciones objetivas, pero, a la vez, el mundo objetivo depende, en cierta medida, de la concepción que nos formemos de los objetos que lo habitan.
En otro punto de la obra que estamos comentando, Peirce se refiere a esto diciendo que “es inconcebible que haya alguna verdad independiente de las opiniones sobre la misma” (Peirce, 1988, pág. 357)
Sin embargo, este punto de vista, nada tiene de subjetivismo, si entendemos por ello una concepción de la verdad que la haría depender exclusivamente de la posición del sujeto. Por el contrario, nada mas alejado del pragmatismo. En él los objetos concebidos, deben tener “repercusiones prácticas”, en la realidad misma, para que puedan ser concebidos realmente como objetos, en una relación triádica que involucra al signo, al objeto y al interpretante.
Por signo, Peirce entiende algo que está para alguien, por algo, en algún aspecto o disposición; al mismo tiempo el signo representa a un objeto y finalmente determina a un interpretante es decir otro signo que despliega el signo original. En términos mas generales,”un signo debe representar algo, en algún aspecto, para algún intérprete, para que pueda ser tomado como signo” (Marafioti, 2004, pag. 75)
Es en este punto donde se introduce en Peirce, la noción de la verdad como una correspondencia entre el objeto y la proposición que lo menta. Pero esa correspondencia toma, una perspectiva convergente, en el sentido en que habría una tendencia general en el historia del pensamiento, que hará reunirse los esfuerzos de los investigadores en un acuerdo general, en un cierto consentimiento.
Obsérvese que el esfuerzo puesto por Peirce en subrayar la convergencia para constituir la verdad de una proposición en nada disminuye su carácter objetivo, es decir su relación con el objeto representado, pero acentuando el carácter pragmático de la verdad, la coloca asimismo en relación con las consecuencias inferenciales de un proposición o a los numerosos argumento vinculados a ella.
Por ello dirá que “la verdad no es ni mas ni menos que aquel carácter de una proposición que consiste en que la creencia en esa proposición nos conduciría, con la suficiente experiencia y reflexión, a un comportamiento tal que tendría que satisfacer los deseos que entonces tuviéramos” (Marafioti, 2004, pag.108).

Pero lo que nos interesa subrayar es esa no tan extraña relación entre la verdad y el deseo que se establece en la última parte de la frase de Peirce, preguntándonos si satisface la verdad alguno de nuestros deseos y si es cierto que este anudamiento entre la verdad y el deseo, es lo único que puede hacer efectivas las verdades de un sujeto, en el sentido- como Peirce lo sugiere- de conducirlas a la acción sobre el mundo.
Se sabe que, para Freud, la verdad era un alto objetivo de la investigación científica y esto en el sentido que- como lo expresa en Dos mentiras infantiles (1913) - la mentira, surge muchas veces del deseo inconsciente, y tanto verdad como mentira, “dependen de intensos motivos eróticos”.
Para Freud, sin duda, un investigador científico se constituía como alguien que, habiendo renunciado a obtener una verdad de su erotismo infantil, intentaba trasladar ese interés por la verdad, a otros planos de la vida, elaborando así teorías científicas donde, como niño, había producido fantasías eróticas.
Ahora bien, que es lo que nos indica que la teoría es verdadera- en el sentido referencial- mientras que la fantasía no es ni verdadera ni falsa, toda vez que en el sentido textual expresa una cierta búsqueda de la verdad por parte del sujeto.
Lo que indica, según Freud, que la teoría es el efecto que causa en lo real exterior, esto es su aplicabilidad eficiente, su capacidad de explicar o transformar lo real.
Mientras que la fantasía, al no producir efectos en lo real exterior, sería por lo tanto descartable?
Me parece que en Freud, aun cuando no están claramente conceptualizados lo que llama el mundo exterior y la realidad subjetiva, la respuesta sería negativa.
Porque la fantasía, indica algo de lo real del sujeto mismo, toda vez que compuesta de deseo y prohibiciones, sitúa de manera inequívoca la satisfacción inconsciente que el sujeto se proporciona manteniéndola.
El carácter deductivo (en el sentido peirciano) de la fantasía se demuestra en su capacidad para constituir numerosos síntomas que aquejan la mente, el cuerpo o las realidades exteriores del sujeto, precipitándolo en la solución fallida de la neurosis.
Si en Peirce, la verdad tenía como última finalidad componer algo fáctico y eficiente en el mundo de los hombres, en Freud se revela como el antepòrtico de constitución de ese plano subjetivo, constituido fundamentalmente por el registro de la satisfacción inconsciente.

La interpretación verdadera

La interpretación analítica no puede ser concebida como un metamensaje que vendría a agregar algo a lo ya dicho por el analizante.
En este sentido, un gran número de interpretaciones de la literatura analítica son decididamente fallidas, toda vez que el analista esta ubicado allí como Otro absoluto que decide el sentido de los síntomas.
En cierto sentido cabría decir que la interpretación causa- en la medida en que se revela como precisa- algo de la verdad del discurso del analizante.
Así Lacan afirma que “Por el camino de engaño en que el sujeto se aventura, la postura del analista le permite formular ese tú dices la verdad, y nuestra interpretación sólo tiene sentido en esta dimensión” (Lacan, 2003, pag.145).
Es la fórmula paradojal de la mentira en el terreno del enunciado y –por el contrario- de la verdad en la perspectiva de la enunciación.
Las condiciones de su enunciación se plantean así como determinantes para que pueda ejercer esta función y esas condiciones van mas allá de atender las particularidades de tiempo, lugar, destinatarios, modo, en que se emite la interpretación misma.
En efecto, J.Lacan introdujo el concepto de deseo del analista para precisar de qué modo la causa de la interpretación debe ser una particularidad discursiva del analista.
El deseo del analista no es, desde luego, ningún deseo particular de la persona de quien ejerce esa función, sino más bien lo singular de su posición como tal, que no puede lograrse sin un análisis previo.
Ese deseo tiene una relación particular con la interpretación que produce, de tal modo que no es sólo el momento particular de un analizante lo que confiere valor explicativo a una interpretación, sino también la singularidad discursiva en que se formula la misma.
Sin entrar en demasiados detalles indiquemos solamente como Lacan localizó el carácter enigmático o citatorio de la interpretación analítica, según se deje sin determinar en ella el enunciado o la enunciación.
Así en el Seminario XVII, El reverso del psicoanálisis, la verdad de la interpretación se coloca en suspenso, definida únicamente por el trozo de real que puede alcanzar.
Dice allí, que Lacan diga que “lo que podría ser la primera línea de conducta a mantener por parte de los analistas, consiste en ser un poco desconfiado, en no volverse loco de repente por una verdad” ya que si lo real que habita el síntoma se define por lo imposible, no es seguro que la verdad de una interpretación conduzca a èl.
Es más, puede decirse que la verdad de una interpretación está sujeta a aquello de lo real que puede conmover. Si una interpretación sacude algo del goce de un síntoma es verdadera, pero si no lo hace, debemos descartarla por más que su carácter veritativo sea inexpugnable.
Hay en Freud gran número de interpretaciones que- medidas desde su referencialidad- resultan falsas y sin embargo, resultaron efectivas para modificar en algo las condiciones de goce de un sujeto.
Lo que nos interesa es acentuar aquí el carácter pragmático de la verdad que surge en la interpretación.
Lo que Peirce situaba como un proceso de convergencia para situar la verdad, en psicoanálisis lo entenderemos según las relaciones- complejas, antitéticas- entre la verdad y lo real del goce que pretendemos alcanzar por la interpretación.
Es el sólo el efecto de una interpretación lo que sirve para justificar su carácter veritativo y no una concepción de la verdad que la situara como una característica esencial de ciertos enunciados, que funcionaría como ajena a toda especificación por parte de su enunciación.
“Sólo que, ésta es la cuestión, entre nosotros y lo real está la verdad” (Lacan, 1992, pag. 188), dice Lacan en el Seminario que comentábamos, y si esa verdad no la concebimos según un pragmatismo, que singularice su enunciación, podemos enredarnos en un amor a esa verdad y convertir nuestras interpretaciones en enunciados infalibles y, lo que es peor aún, enunciados que se usan tanto en un caso como el siguiente, sin medir las particularidades de su enunciación.
La interpretación analítica trabaja, reduciendo los grandes estandartes de la existencia a una singularidad de satisfacción, de la que deberíamos hacernos responsables.
Las relaciones de la verdad con lo real son pues complicadas, yo diría que son contingentes, que hay algo de la contingencia en que la verdad dicha a medias, y que se sitúa en el lenguaje, toque algo de lo real.
Una vez que eso funciona, se vuelve necesario y se llama la ciencia, eso hasta que otra encuentro con lo real, vuelva imposible el sistema.
La neurosis, con su recorrido necesario plantea a cada instante al analista, enunciar su interpretación bajo el modo de la contingencia. Se trata, en suma,
de no hacer del análisis algo obligatorio, para que el síntoma florezca en lo posible de su satisfacción inconsciente.

* Lic. Ricardo E. Gandolfo

Bibliografía

Freud, S. El chiste y su relación con lo inconsciente en Obras Completas, T. I, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973.
Freud, S. Dos mentiras infantiles en Obras Completas, T. II, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973.
Lacan, J. Seminario XI, Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, Paidós, Bs.As, 2003.
Lacan, J. Seminario XVII. El Reverso del Psicoanálisis. Paidòs, Bs.As., 1992.
Peirce, Ch.S. El Hombre, un Signo, Crítica, Barcelona, 1988.
Marafioti, R. Charles S. Peirce: El éxtasis de los signos, Biblos, Bs.As, 2004.
García, G. La virtud indicativa, Colección Diva, Bs.As, 2003.

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