¿Era un niño el Lazarillo?
Hace poco tiempo volví sobre la lectura de algunas piezas de la literatura española. El Lazarillo de Tormes fue una de ellas, esta es considerada como una novela picaresca. Su protagonista es un “pícaro”, un “bribón”, dicen algunos de los tantos comentarios que sobre ella hube de hallar. El niño es entregado por su madre a los ocho años de edad, a un ciego para que lo cuide y eduque. En algunos de sus párrafos Lázaro, hambriento, es sorprendido haciendo trampas, robando comida, mintiendo, su amo de turno le propinaba castigos correctivos, mientras algunos adultos que presenciaban la escena, ríen a carcajadas. Entre esos castigos con finalidad educativa por parte de su amo ciego, Lázaro recibe golpes en la cabeza ocasionándole un fuerte dolor que le dura tres días o con jarro de vino le aciertan en la boca rompiéndole algunos dientes.
“Contaba el mal ciego a todos cuantos allí se allegaban mis desastres, y dávales cuenta una y otra vez, así de la del jarro como la del racimo, y agora de lo presente. Era la risa de todos tan grande, que toda la gente que por la calle pasaba entraba a ver la fiesta; más con tanta gracia y donaire contaba el ciego mis hazañas, que, aunque yo estaba tan maltratado y llorando, me parecía que hacía sinjusticia en no reírselas”.
Más adelante un clérigo, su segundo amo, lo golpea dando por finalizada una serie de mentiras que habría urdido Lázaro para hacerse de comida, tan fuerte fue aquél golpe que el niño quedó inconsciente durante tres días, y quince días más le llevó recuperarse de tamaña paliza.
Para este tiempo, Lázaro ya había aprendido a beber vino en exceso, a odiar a sus amos, a vengarse, a mentir, a esperar la muerte como salida a sus miserias.
Me preguntaba a que le llaman novela picaresca? Es una reacción en la literatura a la falsa idealización de la vida narrada en la novela sentimental, caballeresca y pastoril. Es una creación genuinamente española, en un tiempo donde el estamento servil de la península, vivía sumida en la pobreza, sin poder quizás cubrir sus necesidades más básicas, por que debía sostener a la corona y sus ejércitos. La novela picaresca critica los valores imperantes, se ríen de ese Imperio que lo había perdido casi todo, que había perdido a Dios entre los clérigos, al amor entre las cortesanas y donde la única verdad era el hambre, el deshonor, el desencanto.
El Lazarillo de Tormes fue publicado en 1553, se desconoce su autor, por ello mismo pudo haber sido escrito por alguno o varios. Lo cierto es que es una representación satírica de su época. Su protagonista es un niño, llevado por el maltrato de sus amos y el hambre a realizar todo tipo de pillerías para sobrevivir, hasta que alcanza cierta edad, hacia el final de varios tratados encontramos a un Lázaro con un oficio, el de pregonero. Logrando un ascenso social desde la apariencia, con espada y ropas usadas y casado con una mujer de dudosa reputación. El contraste mas crudo de los héroes de caballería de epopeyas legendarias, es Lázaro de Tormes. Su propia epopeya fue sobrevivir al hambre, la miseria, y para ello poco valor tenía el virtuosismo.
Desde siempre la Literatura Universal ha mostrado un vector crítico de cada época en particular. España no ha sido la excepción por cierto.
Volviendo a la pregunta por este tipo de novelas, aquello de picaresco resonaba en particular al continuar la lectura del Lazarillo. En efecto, Lázaro se valía de la estafa y el engaño desde muy temprana edad. En circunstancias actuales, un niño en tal condiciones podría ser pensado no como un pícaro, sino como una “víctima de maltrato infantil” o, por que no, como un “niño con problemas de conducta”.
Ello lleva a pensar en la idea de niño imperante en la época. En los tiempos donde fuera escrita la novela del Lazarillo, el niño no era considerado diferente a los adultos, salvo por su tamaño. Aparecía junto a los adultos tanto para el trabajo, sin una clara diferenciación entre unos y otros, como para la diversión, en tanto objeto de burlas por su aspecto pequeño y gracioso.
El niño desde el surgimiento de las Ciencias modernas
El concepto de niño es una construcción que parte desde la época moderna, antes era ubicado como un objeto mas entre las pertenencias de algún señor, como objeto de placer, como objeto de goce. Lo cual hace entendible por que en el relato del Lazarillo, ningún personaje es llamado a dar auxilio ante los castigos corporales, por el contrario esto es considerado un justo castigo o motivo de diversión. Nadie se opone a que el niño consuma alcohol en exceso, “Yo, como estaba hecho al vino, moría por él...”, el castigo propinado no fue a razón de preservar su salud, sino por motivos otros. Ningún personaje reprueba que sea partícipe de estafas, que pase hambre y así durante todo el relato.
Será entonces a partir de la ciencia moderna que comenzará la construcción del concepto de infancia. Luego, hacia mediados del siglo XIX aparecerán muchos estudios con la finalidad de ubicar al niño como objeto, considerando su desarrollo y poniendo énfasis en sus cuidados.
De hecho el concepto fue variando su significado por su uso cultural, en otros tiempos no tenía el mismo sentido que en la actualidad donde es posible recortar de los discursos imperantes el valor del niño como un objeto cultural, objeto de múltiples saberes y prácticas, hoy muchos discursos prosperan a partir del uso del objeto infancia, por que concentra un valor de mercado.
Habremos de notar entonces que el niño es nombrado, con diferentes connotaciones. Hablado por los padres, por educadores, por médicos, por el mercado de consumo, hablado en el sentido de “esto es un niño”, “esto debe hacer un niño”, etc. En cierto sentido, a mi parecer, el niño pasó de no existir como concepto, a ser atravesado por conceptos idealizantes en las diferentes prácticas sociales, a ser un objeto de valor para el mercado. Al parecer, con o sin concepto, siempre en el lugar de objeto o muy próximo a él.
El niño desde el surgimiento del Psicoanálisis.
Las diferentes modalidades de nombrar al niño responden al interés de cada práctica discursiva, eso no tiene nada de malo, como dice Antonio Di Ciaccia, en la oportunidad de las Terceras Conferencias “Oscar Masotta” en Barcelona: “La educación, la rehabilitación, la terapia, y la prevención participan del mundo imaginario y participan de las producciones fantasmáticas que pueblan las realidades de los hombres en el mundo. El Psicoanálisis es otra cosa.”
Por cierto, en Psicoanálisis, al menos en la orientación lacaniana, no hablamos del niño en general, sino de cada niño en particular.
No será sino con la aparición del Psicoanálisis y el descubrimiento del Inconsciente, que efectivamente el niño adquiere una posición diferente, distinta de las perspectivas que lo ubican como una etapa normal de un momento cronológico y biológico en el hombre, o aquellas que se ubican en la referencia a una cierta normalidad imaginaria de la infancia.
Puntualmente el descubrimiento freudiano de la sexualidad infantil es lo que cambiará la perspectiva: el niño vive su propia sexualidad y su normalidad y normatividad estarán bajo las insignias del falo, siguiendo a Di Ciaccia.
En la operación que actúa en el dispositivo analítico no se tiende al reforzamiento del yo, ni a aportar significantes nuevos al niño, sino a poner en evidencia que no todo es significante, que es a esa falta de significante que se reduce el sujeto y el goce correlativo no se inscribe en el registro simbólico. Dirá Di Ciaccia “el Psicoanálisis no consiste en la adquisición de nuevos significantes que permitan al individuo situarse en la vida, ni en la búsqueda de la cadena significante, sino que consiste en esa operación que permite situar la cusa del sujeto mas allá de la cadena significante.”
El análisis se ocupa del trauma que no es otro que el encuentro del sujeto humano con el sexo, con la realidad sexual decía Freud. Desde sus primeros escritos sobre la sexualidad infantil Freud indica que el niño o la niña descubren ser objeto de un deseo que es del orden del goce sexual por parte de otro.
Lacan, a propósito de Hans, dirá que el encuentro con el goce no es autoerótico, si bien se produce en su propio cuerpo, es sentido como extraño, se trata de un encuentro hétero.
Consideramos que un niño puede ser analizante, por cuanto entendemos que es sujeto del inconsciente. Por otra parte, el analista no está en función de aportar significantes, de responder a la demanda de identificaciones, de ser el objeto que obtura la falta en el fantasma del Otro, sobre todo del Otro materno.
Si bien es cierto que no podremos suponer una atravesamiento del fantasma en un análisis con un niño, y devenir analista. Si podrá saber identificar su posición respecto del deseo materno, la respuesta a este deseo será el falo, por medio del cual, el niño identificado al significante, saldrá de la problemática del Edipo. Teniendo en claro que es una respuesta parcial, hasta un nuevo encuentro con lo real del goce.
Desde un niño inexistente, como el Lazarillo, equiparado a los adultos en la vida cotidiana, encontramos luego la aparición de las ciencias modernas que dieron lugar a la aparición de diversas prácticas que obturaron de definiciones al niño, observándolo, experimentando, codificándolo, situándolo en el discurso pedagógico, médico, religioso, político, económico y tantos otros a la medida de sus respectivas prácticas. El Psicoanálisis propone hacer lugar a lo que no se dice en cada niño, y como escribiera Ricardo Gandolfo “ El Psicoanálisis con niños, entonces, implica trascender la deferencia hacia el Ideal del niño que impera en nuestra cultura y atender, por el contrario, a ese niño particular cuyo goce puede ser transmutado en una decisión por la vía de la palabra”.
Gabriela L. Céspedes
Lic. en Psicología
Miembro del Grupo Editorial de Revista Parletre
Miembro Asociado al Instituto Oscar Masotta
Cid. Santiago del Estero
Bibliografía:
Autor Anónimo: El Lazarillo de Tormes. Edición digital. Ed. Libros en Red.
Antonio Di Ciaccia: El niño. La familia y el Inconsciente. Terceras Conferencias Oscar Masotta en Barcelona. Ed. Atuel. Eolia. 1997
Marcela Antelo: El infans en la cultura. Psicoanálisis con niños. Los fundamentos de la práctica. Ed. Grama. 2004
Ricardo Gandolfo: Ensayos analíticos. Ed. Descartes. 2000
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