Transferencia

Transferencia
*Auspiciada por la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por Resolución Nº 728 CUDAP:EXPE-MGE:0004039/2011. A partir del 6 de Septiembre del 2011.

*Declarada de Interés Académico por el Honorable Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por contribuir al desarrollo de la producción cultural de la provincia. (Resolución CD FHCSyS Nº 143/2011), a partir del 23 de Agosto del 2011.

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Declarada
de Interés Educativo por el Instituto de Acción Cooperativa (Art. 1º; Resolución 406/2008 - Santiago del Estero, 18 de Julio de 2008), teniendo en cuenta la importancia que representa para el acervo cultural la difusión de conceptos y pensamientos del Psicoanálisis en la Cultura.

Walter Benjamin: Pensar poéticamente la historia (Por Mariam Basbus)


Walter Benjamin: Pensar poéticamente la historia

(Por Mariam Basbus)

  

 

Hay un cuadro de Klee que se llama Ángelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irresistiblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.

Walter Benjamin: “Tesis de Filosofía de la Historia”, Discursos interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1971.

 

Al estudiar el grandioso cuadro de Paul Klee, Walter Benjamin realiza un análisis fascinante, brindando una visión lucida, inteligente y sui generis a la filosofía de la historia, el Ángelus Novus es la representación ideal del flaneur, pues solo este paseador recibe el mensaje verdadero que relampaguea un instante, el pasado se disuelve, y donde el historicismo ve una cadena de acontecimientos el ve una catástrofe única, aquí la idea de progreso se revela como el huracán que solo deja montones de ruinas, tempestad que lo arrastra hacia el futuro sin que el Ángel de la Historia logre detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado.

Este montón de escombros bien podría también haberse llamado su vida, cuyos hilos simulaban tantas veces para el, ser movidos por el “jorobadito” que lo aterraba.

 

“A mí me producía horror. El jorobado era de la misma casta. Sólo ahora sé cuál era su nombre. Mi madre me lo reveló sin saberlo. "El Torpe" te envía saludos, decía cuando había roto algo o me había caído. Y ahora comprendo de qué hablaba. Hablaba del hombrecillo jorobado que me había mirado. A quien este hombrecillo mira, no pone atención ni en sí mismo ni tampoco en el hombrecillo. Se encuentra sobresaltado ante

un montón de pedazos.”[i]

Las situaciones que rodearon su muerte podrán ser leídas en relación a ello. En el invierno de 1939-40, el peligro de un bombardeo lo hizo abandonar Paris huyendo hacia Meaux en donde, al serle negado el visado para pasar a España y desde allí embarcar rumbo a América, se suicida en un hotel cuando huía del nazismo que dominaba Europa. Meaux, a donde fue Benjamin, era un centro de concentración de tropas y probablemente uno de los pocos lugares en Francia que estuvo amenazado de gravedad en esos meses, pero nuestro autor carecía, inexplicablemente, de cualquier noción acerca del peligro real.

La vida de Walter Benjamin (Berlín, 15 de julio de 1892- Portbou, 27 de septiembre de 1940), se encontró irremediablemente sometida a sus propios discursos, ya nos dice Hanna Arendt en su “Introducción a Walter Benjamin” que “el sabia muy bien la misteriosa interacción, el lugar en el que coinciden la debilidad y el genio, que tan magistralmente había diagnosticado en el caso de Proust (…).  Murió de la misma inexperiencia que le permitió escribir sus obras… como Proust era totalmente incapaz de cambiar las condiciones de su vida incluso cuando estaban a punto de aplastarlo” [ii].

 

Para los judíos de la generación de Benjamin las formas disponibles de rebelión eran el sionismo y el comunismo, ambas eran vías de escape de la ilusión de la realidad y del engaño de si mismos a una existencia honesta, ambas ideologías se enfrentaban con la máxima hostilidad, aun así mantuvo abiertas para si ambas vías durante años, lo cual evidencia que poco le interesaba de cada una su aspecto “positivo” y que, en uno y otro caso, le  importaba el factor “negativo” de la critica a las condiciones existentes, un despegue de la falsedad y de las ilusiones burguesas, una posición fuera de lo establecido.

Benjamin fue probablemente el marxista más peculiar surgido de este movimiento, el aspecto teórico que habría de fascinarlo era la doctrina de la superestructura, uso la misma solo como estimulo heurístico-metodológico, apenas se intereso en su fondo histórico o filosófico.

Por su figura central, el flaneur, se confirma los remotos que estaban estos estudios del marxismo y del materialismo dialéctico. Las cosas se revelan a si mismas en su secreto significado a aquel que pasea sin objeto a través de las multitudes de las grandes ciudades en contraste con su actividad apresurada e intencional. El verdadero aspecto del pasado se disuelve y solo el flaneur que pasea ociosamente recibe el mensaje.

A su vez,  nada más distante del materialismo dialéctico que la actitud en la que el “ángel de la historia” no avanza dialécticamente hacia el futuro sino que tiene su rostro vuelto hacia el pasado.

Por sus consideraciones acerca del arte no podríamos comprender que Benjamin no reconociera una tesis tan fundamental representada tan magníficamente en el cuadro de Paúl Klee, tan adialectico era nuestro autor que concebía la teoría de la superestructura como la doctrina final del pensamiento metafórico, sin aparato alguno y evitando todas las mediaciones relacionaba directamente la superestructura con la infraestructura denominada “material”, que para el significaba, la totalidad de los datos sensualmente experimentados.

Una metáfora establece una conexión que se percibe sensualmente en su inmediatez y no requiere una interpretación, son los medios por los que se efectúa poéticamente la unidad del mundo, máximo don del lenguaje. La transferencia lingüística nos permite dar forma material a lo invisible y hacerlo de esta forma capaz de ser experimentado.

En su preocupación por hechos concretos, directa y realmente demostrables, acontecimientos particulares y casos cuya significación sea manifiesta debería nombrar un elemento mas que resaltara Benjamin de la mano de Brecht, la practica del pensamiento crudo, pensamiento sin labrar “los pensamientos crudos… deben informar y participar del pensamiento dialéctico, porque no ilustran mas que la referencia de la teoría a la practica, un pensamiento debe ser crudo para convertirse en acción ”[iii] , a nuestro pensador le atraía sobretodo la referencia a la realidad contenida en este pensar crudamente, pues en los modismos y proverbios del lenguaje cotidiano era donde esta realidad se manifestaba mas directamente.

 

Su intento, influido por el surrealismo, era captar el aspecto de la historia en las representaciones más insignificantes de la realidad, como si dijéramos en sus desperdicios, tenía una pasión por las cosas pequeñas, diminutas, su repulsión por la consideración de la mera utilidad se evidenciaba a su vez en su actitud de coleccionista.

El “tamaño”, o podríamos decir su utilidad, estaba en relación inversamente proporcional con su significancia, pues es en estos momentos, en donde la verdadera imagen del pasado pasa súbitamente, se deja fijar solo en la imagen, en el fenómeno que fue lo que desde el principio  fascino a Benjamin, mas que en ideas o teorías, es allí donde aparece la historia real que no tiene que ver con la de los dominadores sino con los vencidos, debería poderse narrar la historia de estos, de las pequeñas cosas, pues la historia no es la obra de los grandes hombres, esto es lo que logra ver el cronista y no el historicismo. [iv]

 

Nos dice Benjamin citando a Fustel de Coulanges “al historiador que quiera revivir una época le recomienda que se quite de la cabeza todo lo que sabe del curso sucesivo de la historia”. El procedimiento con el cual historiador historicista intenta adueñarse de la imagen histórica auténtica que relampaguea un instante es la compenetración con el vencedor que resulta cada vez ventajosa para el amo del momento “quien quiera que haya conducido la victoria hasta el día de hoy, participa del cortejo triunfal en el cual los dominadores de hoy pasean sobre aquellos que yacen en tierra. La presa, como ha sido siempre costumbre, es arrastrada en el triunfo”el materialista histórico deberá ser un observador distante del patrimonio cultural puesto que este tiene su origen en el horror “no existe documento de cultura que no sea a la vez documento de barbarie”, la misión del materialista histórico será “pasar por la historia el cepillo a contrapelo”.[v]

Benjamin a mi parecer no niega la necesidad de una filosofía de la historia pero si declara la urgencia del fin de la historia si esta es entendida como la ve el historicismo estableciendo nexos causales entre los diversos momentos de la historia “una masa de hechos para llenar el tiempo vacío y homogéneo”, fundada en la idea de progreso haciéndose cómplice de las clases dominantes.

En una de sus citas a Nietzsche parafrasea “necesitamos la historia, pero la necesitamos no como el holgazán malcriado en los jardines del saber”.

La historia es objeto de una construcción cuyo lugar es el tiempo actual, no el tiempo homogéneo y vacío, que elimina diferencias y libre de escombros que se arrojan contra ella.

En el fundamento de la historiografía materialista hay un principio constructivo.

 

Faltaría algo mas antes de terminar, la consideración de Benjamin sobre la verdad, que me atrevo a decir junto con Arendt, se acerca demasiado a la posición Heideggeriana, desde el principio el problema de la verdad se le había aparecido como una “revelación… que debe oírse, es decir que esta situada en la esfera metafísicamente acústica”, hay un lenguaje de la verdad, deposito, libre de tensiones e incluso silencioso, de los mas profundos secretos en que se ocupa todo pensamiento y este es el verdadero lenguaje, la actitud de Benjamin sigue siendo no indagar en las funciones utilitarias o comunicativas de las creaciones lingüísticas sino entenderlas en su forma cristalizada y en definitiva fragmentaria como manifestaciones no-comunicativas y sin intención de una “esencia del mundo”, el lenguaje es un fenómeno esencialmente poético, el poema filosóficamente beneficia el defecto de las lenguas y es su complemento superior.

El pensar poéticamente, tal como el lo hizo con su impresionante técnica del mosaico, trabaja con los fragmentos de pensamiento que puede arrancar del pasado y reunir en torno a si, lo que guía a este pensamiento es la convicción de que aunque lo vivido este sujeto a la ruina de la época, el proceso de podredumbre es a su vez el proceso de cristalización, de una transformación donde en el fondo del mar sobreviven formas y figuras en espera de aquel buscador de perlas que las lleve a la superficie, con tanta razón Hanna Arendt lo llamo “el pescador de perlas”.

 

 

Mariam Basbus

Profesora en Filosofía

Actualmente cursa la Licenciatura en Filosofía en la UNSE

 

 



[i] Walter Benjamin, «El hombrecillo jorobado», Infancia en Berlín hacia 1900, Ed. Alfaguara.

[ii] Benjamin, Walter. Conceptos de filosofía de la historia.1ª ed. La Plata.: Terramar, 2007. Introducción por Hanna Arendt.

[iii] Opt., cit.

[iv] Benjamin, Walter. Conceptos de filosofía de la historia.1ª ed. La Plata.: Terramar, 2007, sobre el concepto de la historia, 3.

[v] Benjamin, Walter. Conceptos de filosofía de la historia.1ª ed. La Plata.: Terramar, 2007, sobre el concepto de la historia, 7.

 

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