El ejemplar que tiene en sus manos, está dedicado de manera especial a la intersección de dos campos del saber: la educación y el psicoanálisis. Creemos que las precisiones que atañen a cada uno de ellos, diferenciándolos, no opacan en absoluto, la amistad que han sabido construir a lo largo de este último tiempo.
Cada vez son más los educadores que reconocen la existencia de condiciones subjetivas que posibilitan o ciñen estrechamente las formas de aprender. Cada vez hay más docentes que se interrogan por sus alumnos; y cada vez hay más alumnos que "dicen sintomáticamente" de una exigencia particular que necesita ser escuchada... (no en vano, es porque seguramente suponen la existencia de un Otro a quien dirigir su mensaje-síntoma) Así es que, frente a una educación que se esfuerza día a día por sostener sus virtudes, el psicoanálisis se ha sacado el sombrero en señal de respeto. Porque entiende que los niños de hoy, los jóvenes y también los adultos, no pueden prescindir de las orientaciones fundamentales que la educación ofrece. Porque entiende que la transmisión del saber (más allá de sus límites), posee una potencia de transformación, capaz de volver a los sujetos, seres inquietos y curiosos. Seres despiertos, capaces de impulsar cambios en los lugares donde viven.
Porque si el movimiento es la firma de la vida misma, una sociedad demuestra que está viva, mientras acepta innovarse... y esto no es sin un movimiento que la lleve hacia otra parte. Éste es el esfuerzo, a mi entender, por el cual el psicoanálisis no podría abandonar a los educadores ni a ... aquellos que siempre están dispuestos a aprender.
Adriana Congiu de Flaja
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