Transferencia

Transferencia
*Auspiciada por la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por Resolución Nº 728 CUDAP:EXPE-MGE:0004039/2011. A partir del 6 de Septiembre del 2011.

*Declarada de Interés Académico por el Honorable Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, por contribuir al desarrollo de la producción cultural de la provincia. (Resolución CD FHCSyS Nº 143/2011), a partir del 23 de Agosto del 2011.

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Declarada
de Interés Educativo por el Instituto de Acción Cooperativa (Art. 1º; Resolución 406/2008 - Santiago del Estero, 18 de Julio de 2008), teniendo en cuenta la importancia que representa para el acervo cultural la difusión de conceptos y pensamientos del Psicoanálisis en la Cultura.

Comentario de libros

 

                             

Portada La intervención psicoeducativa      


Libro: Infancias en estado de excepción.
Autor: Mercedes M. Minnicelli


Minnicelli interpela la tan mentada frase “derechos del niño” desde los cánones psicoanalíticos.
No menos que paradójico puede resultar el hecho de que siendo nominado el siglo XX como el siglo del niño haya sido sin embargo, escenario de proliferación y abierta muestra de los más variables  actos de violencia y maltrato sobre los sujetos infantiles. Pese a que en nuestro país, se ha dado lugar al desplazamiento del Complejo Tutelar por el Sistema de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes (Ley Nacional 26.061) que pone el énfasis en preservar el “interés superior” de los mismos, la autora advierte sobre la necesidad de desmantelar el supuesto (tranquilizador) que considera que la mera enunciación del sintagma “niño/a, adolescente sujeto pleno de derecho” basta como garantía para protegerlos.

De la mano de Giorgio Agamben, observa que el predominio del estado de excepción – esto es, la suspensión de la ley en el marco del derecho- como paradigma de gobierno, se instala como regla y, de hecho, cobra fuerza-de-ley-sin-ley[1].  Aquí se anuda una de las afirmaciones más sólidas del libro, aquella que reza del modo siguiente: “la posición de infancia en estado de excepción promueve, por efecto refractario, nuevas generaciones en `banda’”[2]. Ilustra mediante una serie de viñetas clínicas, el alto costo que deben pagar algunos sujetos “desbandados”, que en un afán de permanecer en un lazo cualquiera que no los deje “en banda”, se colocan como objetos de devoración expuestos  a un goce sin límites, que los precipita a un destino mortuorio.

Minnicelli va tejiendo su elaboración teórico-clínica, a la vez que va desarticulando algunas alianzas conceptuales-ideológicas referidas a la infancia. Denuncia ciertas ficciones que atentan contra aquello que el discurso analítico insiste como lo propiamente humano: la institución del sujeto en el lenguaje y por el lenguaje[3]. Lejos de ubicarse en la ristra de producciones psicoanalíticas que versan sobre el declinar del padre o de la función paterna  como causa de los diversos síntomas actuales, la autora enuncia la soldadura entre la ley y la anomia.

Despeja las capturas imaginarias de algunos conceptos nodales para devolverles nuevos efectos de significancia.  Sin ambages, sostiene que la infancia es un significante y por fuerza de definición, en permanente falta de significación. Fuera del terreno de la naturalidad, es instituida por el apresamiento de lo simbólico. Mistificación-desmitificación del Otro constituyen los dos tiempos lógicos que permiten el anudamiento a la legalidad de la cultura. Tras esta línea directiva, la propuesta de Minnicelli se dibuja en reparar marcos simbólicos-imaginarios que sirvan de auxilio al sujeto ante el encuentro con lo real, a la vez que le permitan ser producto y productor de una historia humana en la que se ubica dentro de una filiación genealógica. Así restaura la lógica del juego –en la dimensión subjetiva- y de las ceremonias y ritos –en la dimensión colectiva- como operaciones lingüísticas que facilitan la escritura de la Ley en la configuración subjetiva. Y es que el avasallamiento de las ilusiones modernas –vía una serie de discursos de saber- por un lado, ha reducido el “jugar” a sinónimo de entretenimiento mientras que, por otra parte, ha desestimado el valor estructurante de los mitos, fantasías, leyendas y demás producciones simbólico-imaginarias (reflejada en el descrédito académico al estudio de las regulaciones de las relaciones de parentesco[4]) en pos de enaltecer a la razón cientificista…alentando la ilusión de que es posible capturar lo real por la regla.[5]    
El libro va poniendo en tensión, las proximidades y alejamientos entre diferentes conceptos articuladores, donde queda al descubierto el desfasaje entre la noción sujeto de lenguaje y sujeto de derecho; desfasaje que obliga al Tercero Social como representante de la ley a tomar decisiones que se ubiquen en la hiancia entre lo general de los dispositivos jurídicos-administrativos y lo particular de las singulares infancias. 

                                                                                    Paola Frías
Lic en Psicología. Miembro del Grupo de Estudios Psicoanalíticos de Santiago del Estero. 





[1]Minnicelli, Mercedes. Infancias en estado de excepción. Derechos del niño y psicoanálisis. Edita Noveduc. 1ª ed, Bs. As. Octubre 2010. Pág.261.  
[2] Ídem. Pág. 171
[3] Ídem. Pág. 91
[4] Ídem. Pág. 90
[5] Ídem. Pág. 66



 

Autor: Andrés Navarro
Edita: Perras Negras

¿Quiénes son estos enanos? ¿Por qué están escondidos? Parecen ser primos hermanos del Petiso de la leyenda, un ser que puede ser benefactor y castigador, vaya a saber porqué una cosa o la otra. Por un lado, una deidad menor de la nuestras comarcas vinculado al doble juego de la abundancia y la carestía, y por otro una especie de duende de mal genio que golpea sin ton ni son a los caminantes desprevenidos. En fin, también hay duendes irlandeses, enanos de jardín, el tan mentado “enano fascista” y, bien, una vez más aquel interrogante sobre Blancanieves ¿por qué enanos, y por qué siete? Tal vez de una melánge de fuentes salgan estos enanos, transfigurados, furtivos e impredecibles, enigmas que parecen estar escondidos por todos lados. Vengan de un cuento tradicional o de alguna leyenda, en el libro de Navarro los enanos se desparraman fuera de argumento por la realidad, salpicados, dando la nota en trazos rápidos, en pedazos de relatos. No hay un gran relato que los contenga, ni novela ni cuento, sino el mínimo indispensable para hacerlos aparecer y salir de escena casi corriendo, pequeños episodios que parecen convenir a estos enanos. Por otro lado, los enanos no siempre son protagonistas, también hay gente con nombre (los enanos son anónimos, son sólo “enanos” y eso les basta) o personajes con otros atributos: mujeres, niñas, changos. Sin embargo, aquí todos podrían ser enanos disfrazados de gente -como el mozo de un bar- porque a veces los enanos parecen gente, ya no sería una condición física sino “espiritual”, tal vez social. Entonces se puede pensar que todos los relatos del libro son acerca de enanos en diferentes situaciones, ya sea como enanos o como gente pues “nunca se sabe”. Incluso aquellos amantes incestuosos de la leyenda del kakuy aquí jibarizada o enanizada en tres líneas que la dan vuelta de un parchazo; he aquí un gesto que parece campear el libro: dar vuelta alguna situación con una salida inesperada, interrumpirla o dejarla poéticamente en ascuas. Las ilustraciones del autor que atraviesan el libro son una línea paralela, variaciones sobre detalles de obras del arte occidental que, si estuviesen en cada página, el libro se habría parecido a una baraja de naipes, cada uno con su relato o poema. Hay algo en los textos que tira para el lado de la (pequeña) aguafuerte literaria, además por cierta mirada turra de la vida, del atorrante o “rabioso” de Arlt. Cada página parece ser la punta de un relato ausente, un fragmento legible de algo no escrito y que está “en otra parte”, unas anotaciones de aquello que pasa en el barrio, el bar, la ciudad, del enrevesado amor, los bordes de una filosofía sin libro. En bambalinas podría haber policial negro o tragicomedia si se juntan algunas páginas con otras y se escriben los espacios vacíos; esto daría dos o tres novelines, pero este trabajo le queda al lector. La cualidad oculta de lo enanos evoca eso de que las cosas del mundo son trabajadas secretamente por una masa de pequeños operarios que lo hacen funcionar, si así fuese en esta versión de Navarro los enanos están “sacados” y parece que hacen lo que se les canta. Así, en abierto desconcierto el enigma suelto de una supuesta “conspiración” de los pequeños seres no sería más que la contraseña fabularia para llenar oscuramente de sentido una realidad precarizada de relatos.

   Juan Anselmo Leguizamón
Lic. en Comunicación Social. Actual Director de Cultura de la Provincia.

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