El antifascismo en Santiago del Estero: La Brasa 1935-1951
Resumen
Este artículo pretende
esbozar desde la historia intelectual un indicio, acerca de cómo, desde un
sector de la élite intelectual, se imagino el ingreso de la Argentina y nuestra
provincia en ese espacio ineludible pero riesgoso del antifascismo.
Summary
From the vantage point of intellectual history, this article seeks to
provide some hindsights as to how certain members of the intellectual elite
imagined Argentina¨s and province incorporation into the inevitable but
dangerous of the anti-fascism.
Palabras claves: historia intelectual-elite intelectual-antifascismo
INTRODUCCIÓN
La evolución de los movimientos intelectuales politizados luego de la
gran depresión de 1929, sólo indicaron una vital cuestión: el liberalismo
estaba en crisis, y con ello todo un arsenal de certezas con que los intelectuales argentinos y americanos
habían contado desde la formación misma de los estado/nación en el siglo XIX, y
que mostraba “un cambio radical en la conformación cultural” (Zimermann, 1990:
2) de la América
hispana, al dejar el liberalismo de ser el dispositivo ideológico de
organización política y social de los estados americanos. Esta crisis
ideológica provocó en América, un movimiento pendular, pues algunos
intelectuales se aproximaron a la izquierda, y otros hacia la derecha, dejando
a la democracia liberal en un tercer puesto, y en espera de “mejores tiempos”
(Hobsbawm, 2007: 112).
Puesto en crisis el espíritu del orden liberal, los intelectuales se
lanzaron al ensayo en busca de una explicación a la crisis nacional, guiados
por “visitantes ilustres como José Ortega y Gasset, y el conde de Keyserling”
(Altamirano, 2001:121), para más tarde cruzarse con la cuestión internacional,
y entre los intelectuales liberales, se produjo una nueva situación: de una severa revisión de los valores del
liberalismo, se pasó a una defensa del mismo, encontrándose en esa posición una
confluencia de tradiciones comunes entre la izquierda y los liberales,
abroquelados frente a su enemigo, el
fascismo.
No
hay duda que cuando finaliza la década del 30, y empieza la del 40, una
importante franja de intelectuales argentinos, ha reconfigurado su papel de
intelectual, convirtiéndose en defensor
de la cultura y civilización, frente a la amenaza del fascismo, que parece
hacerse real, con los gobiernos de Ramón Castillo, Arturo Rawson, Pedro
Ramírez, y Edelmiro Farrell, y sus medidas autoritarias, que amenazaron con
liquidar “las instituciones liberales” –entre ellas la Universidad
reformista- (Bisso, y Celentano, 2006: 236). De este modo, se multiplicaron en
el país, una serie de espacios de resistencia y producción cultural, que se
tradujeron en instituciones –paralelas a la universidad oficial- y revistas,
que aglutinaron a la intelectualidad liberal, como “El Colegio libre de
Estudios superiores” (1930-1952), la revista “Sur” (1931-1970), y “La AIAPE” (agrupación de
intelectuales, artistas, periodistas y escritores) (1935-1943). Todo este
frente intelectual liberal, sentirá la emergencia de Perón en 1945, como el
golpe más terrible de la ofensiva fascista, que venía desarrollándose desde la
década anterior. Sin embargo, nada se sabe, sobre cómo se conformo ese frente
antifascista en nuestra Provincia, cómo reaccionó nuestro mundo intelectual en
esos años, cuáles fueron sus estrategias para enfrentar al fascismo. En
síntesis: ¿en que consistía el antifascismo intelectual local?
A
la luz de este vacío en los estudios de
nuestros intelectuales de la provincia, el presente trabajo intenta
explicar la naturaleza del antifascismo local, tanto en sus ideas, como en sus
transmisores (los grupos intelectuales y sus instituciones), desde su origen
hasta su final. Y aportar a otras investigaciones sobre estas agrupaciones en
el interior del país, que ayuden a tener una mirada global sobre este fenómeno
ideológico que fue el movimiento antifascista (Bisso, 2005: 307), a lo largo y
ancho de la Argentina,
en los años 30 y 40. El objeto de estudio está constituido por algunas
agrupaciones intelectuales y sus publicaciones
que pertenecieron a fracciones de la Brasa entre los años 1935 y 1951. Dos son las
premisas que guían este trabajo, por un lado que ante el fascismo, en la década
del 30 la estrategia de los intelectuales de la Brasa, tuvo dos formas, por
un lado la militancia política que fue
desgarrando la unidad del grupo, y por otro lado la despolitización de la
producción cultural buscando diferenciarse de la propuesta nacionalista. El segundo
argumento que trabajaremos es que ante el avance del estado en políticas
culturales, durante toda la década del 40,
la Brasa
tendrá un segundo desgarramiento entre sus miembros, lo que la llevará a replantear su identidad
liberal y su papel en la sociedad local.
Desde
una perspectiva histórica el antifascismo que será el germen del antiperonismo,
es una respuesta al intenso movimiento nacionalista que marca los años 30, y es
tan complejo porque aglutina a comunistas, socialistas, radicales,
conservadores, y americanistas, que sellarán su alianza bajo la guerra civil
española (1936-1939), (Terán, 2008: 255) acontecimiento que terminará por
polarizar ideológicamente a la intelectualidad local. Por el otro lado, sobre
el nacionalismo el debate entre los historiadores gira alrededor de si fue o no fascista, en
nuestro caso nos interesa ver cómo el nacionalismo se ligó a la Iglesia católica, y más
tarde al peronismo, intercambiando posturas frente a la política y la sociedad,
pues fue un rasgo del fascismo argentino (Macgee Deutsch, 2005: 307), que para
el caso del nacionalismo santiagueño nos sirve de referencia conceptual.
Y esto nos permitirá comprender cómo hubo
“intelectuales” (Di Tella, Torcuato, 1999: 7) locales, que se sintieron
atraídos por esta propuesta nacionalista, convirtiéndose en organizadores
ideológicos de la misma. Como ejemplo de ello, el nacionalismo revisionista
ingresó “en las universidades” (Galasso, 2006:514), y el peronismo estrecho
alianza con una fracción de la “intelectualidad” (González, 2007: 169), a pesar
de ello, siempre fueron una minoría, ante
el resto de sus camaradas que tuvieron una visión negativa de “Perón”
(Lupo, 2007: 192), ya que en el contesto de la segunda guerra mundial fue
representado como la avanzada del nazismo en la Argentina. En ese
panorama los bandos se polarizaron, por un lado proaliados, y por otro
pronazis, y en cada uno de ellos las fracciones de intelectuales y sus medios
(revistas y diarios), dividieron “a la opinión” (Saenz Quesada, 2001: 527).
Ante esta situación muchos militantes de la reforma universitaria, entraran de
lleno en la arena política, y desde allí seguirán “la lucha”, (Cantón, 2005:
161) así este proceso nos permitirá comprender mejor las tensiones al interior
de la Brasa y
sus divisiones.
En
la provincia los gobiernos de Pío Montenegro (1936/1939), José Cáceres
(1940/1943), Eduardo Mitelbach (1946/1948), y Carlos Juárez (1949/1952), son el
contexto político, en el cuál se desarrollará este movimiento intelectual
antifascista, que será nuestro objeto de estudio. Contexto político
caracterizado por intervenciones
nacionales, internas radicales, y formación del peronismo santiagueño, siendo
este último fenómeno el más interesante para nuestra trabajo, ya que Luis Alen
Lascano se refiere a las elecciones de 1946, como que “nunca hubo tantas
expectativas como aquella vez” (Alen Lascano, 1996:592), tal vez refiriéndose a
la victoria de un partido popular en la provincia por primera vez. Lo cierto es
que el panorama provincial estuvo viviendo en este período ciertas
trasformaciones que nos pueden ayudar a entender el reacomodamiento del campo
intelectual en esos años. La industria forestal, y las nuevas fuerzas
políticas, comienzan a tejer ciertas alianzas, que nos remite a un “espacio
social” (Martinez, 2007: 123), más complejo y asistimos a la formación de una
burguesía local, cuyos grupos se disputan el territorio del estado, que
comienza a construirse en actor con peso en nuestra provincia. Y lo distintivo
de este proceso, es que las nuevas fuerzas políticas –peronismo- , apuntalado
en un estado social, se nutrirá de la vieja dirigencia –conservadora y
radical-, anulando de este modo “un cambio verdadero en la política local”
(Martinez, 2008:73), rasgo que se dio con el acceso al poder del radicalismo en
1920, y que nos muestra una estrategia de las antiguas elites políticas a reacomodarse en momentos en que se ven
amenazados sus intereses. En este sentido es interesante observar, cómo el
estado en el período estudiado inicia su avance sobre el control diferencial de
ciertos recursos de dominación sobre la sociedad, y como fija su mirada en el
recurso ideológico, por considerarlo el más eficiente para el mantenimiento de
esa “relación de desigualdad” (O´Donell,
1982: 201).
Siguiendo
a Bourdieu, estamos en un período (1935-1951), en que el campo intelectual en
Santiago del Estero, esta alcanzando “una cierta autonomía” (Bourdieu, 1995:
325), hay espacios de sociabilidad donde los intelectuales se reconocen como
tales, a través de criterios de prestigio y reconocimiento entre pares,
mostrando una jerarquización interna, que con la aparición del estado, y de
nuevos actores políticos, y económicos, será zona de lucha, a través de toma de
posiciones, y definiciones con referencia a lo que es un intelectual y sus valores,
que reflejan los conflictos en el campo político, y las transformaciones que
vive la sociedad local. Pues entre 1935 y 1951 la producción bibliográfica
local se multiplica (libros y revistas), y emergen intelectuales con menor
capital social, económico, y cultural, pertenecientes al campo docente
(primario y secundario), mujeres y varones, y en una menor proporción,
intelectuales con título universitario. Es de esperar que las “estrategias de
los agentes y de las instituciones” (Bourdieu, 1995, 309) que hemos elegido
como nuestro objeto de estudio nos puede brindar un panorama de los cambios
estructurales que tuvo nuestra provincia por esos años, y cómo esas
transformaciones mutaron las relaciones “entre los intelectuales y el poder” (Martinez, 2008:10). Y así ofrecernos
distintos niveles de análisis para el estudio del movimiento antifascista en
Santiago del Estero que nos ayudará a entender la naturaleza de la relación
entre política y cultura a través de la
acción de los intelectuales locales 2.
2 Este artículo, resultado parcial de una
investigación de los intelectuales y el antifascismo local, ofrece una visión
de los debates intelectuales de la época
citada, atravesados por la politización del campo de la cultura y la emergencia
del estado y sus políticas culturales.
LA MILITANCIA CULTURAL EN TIEMPOS DE GUERRA
(1935/1940)
En
este capítulo describiremos cómo la
Brasa o una parte de ella va tomando partido por el
progresismo liberal, y cómo las instituciones y sus revistas son una muestra de
ello, ya que este proceso es producto de la crisis política que viene sufriendo
el grupo desde 1930, acentuada en este período debido a la guerra civil
española, el avance del nacionalismo fascista, y la politización de los
intelectuales a nivel nacional. Cuando me refiero a crisis
política dentro del grupo estoy marcando que muchos brasistas acentuaron su
militancia, en las distintas facciones políticas del período, como Horacio Rava
en el socialismo, Bernardo Canal Feijóo,
Mariano Paz, Oscar Juárez, Orestes Di Lullo, y Luis Manzioni, en el
neoconservadorismo de la intervención del 30, y los gobiernos de Juan B.
Castro, y Pío Montenegro, y en la oposición –radicales- Emilio Christensen,
Santiago Dardo Herrera, y Silvio Raimondi, quebrándose de alguna manera la
convivencia cultural en la
Brasa. Y podemos observar también dos rasgos en el grupo en
los 30, que nos puede ayudar a entender esta nueva militancia cultural. Primero
hay una tendencia en los miembros en colaborar en otras instituciones que no
necesariamente son entidades culturales, y que en el período están siendo
atravesadas por la polarización
ideológica de la década, me refiero por un lado al Rotary Club institución
nacida de la Reforma
universitaria local, y por otro lado a la Acción católica nacida de la reacción antiliberal
de la Iglesia
en todo el país. Segundo la
Brasa a partir de 1930 había formado una red de instituciones
con las cuales colaboraba en ofrecer eventos culturales y científicos, me
refiero, a la Universidad Popular,
El Rotary Club, el Colegio de Médicos, Amigos del Arte, y la Sociedad Sarmiento,
y de las cinco entidades nombradas, las tres primeras estaban inspiradas por el
movimiento reformista que comenzaba a percibir el conflicto ideológico en su
seno, cuestión que se reproduciría en la propia Brasa.
Este conflicto ideológico que
apuntamos comenzó a observarse en ciertas características que tuvo la política
cultural de la Brasa
a partir de 1931. Entre 1931 y 1934 entre los visitantes de la Brasa, hay una presencia importante de liberales ya sean reformistas o pertenecientes
a agrupaciones culturales de izquierda, como los docentes de la UBA, Armando Camauer, y Artemio Zeno, el docente de la
UNT Miguel Figueroa Román, y el docente de la UNC Gumersindo Sayago, y los
intelectuales Oliverio Girondo, César Tiempo, Samuel Eichelbaum, Emilio
Pettoruti, José Carbalho, Gregorio Bermann, y el chileno José Marín, figuras ligadas a las revistas Claridad, y
Contra, y a las agrupaciones Signo, y Colegio Libre de estudios Superiores,
justamente los contactos en Buenos Aires de la Brasa en esos años son Marcos Fingerit, Ramón
Gómez Cornet, y Emilio Pettoruti, ligados a Signo, de tendencia contestataria.
Esta serie de nuevos
desplazamientos en la política cultural brasista tiene su ejemplo más acabado
en la visita que Emilio Pettoruti realizó a Santiago en 1932, traído por Ramón
Gómez Cornet, y que causó ciertas desavenencias en el grupo. Cayetano Cordoba
Iturburu comentó así la visita de Pettoruti:
(...) El mundo cultural
de Santiago del Estero se conmovió ante la osada exposición de Emilio
Pettoruti. El movimiento cultural “La
Brasa” impulsado por los eminentes intelectuales santiagueños
y la energía sin límite de Bernardo Canal Feijoo lograron lo que parecía
imposible, la aceptación y la admiración de un arte de vanguardia, que ni
siquiera en la misma Buenos Aires culta había sido aún apreciado con justicia
(Canal Feijóo, Carlota, y Visconti, Enrique, 1994: 44) (...)
Esta lectura de Iturburu, nos
permite apreciar lo importante que fue para el grupo el Signo, el
reconocimiento del arte de Pettoruti en Santiago. Esta
visita fue reflejada por los diarios locales, “la Unión”, “Plataforma
socialista”, “la Avispa
de Santiago”, y “La Gaceta
de Santiago”, y “el Liberal”, que publicaron
juicios sobre el pintor y su
obra, desde distintos ángulos.
Tanto
Ernesto Barbieri, como Manuel Gómez Carrillo, elogiaron la obra del pintor
porteño, y miraron a este como un “pintor de avanzada”. Pero hubo otras voces provenientes del grupo la Brasa, que aprovecharon el
momento para plantear algunas discordancias con la política cultural del mismo.
Jesús
M. Suarez, en un reportaje a Bernardo Canal Feijóo, le pregunta a este, sobre
el elitismo de la Brasa.
Canal Feijóo, en su respuesta, plantea el programa brasista
de los últimos años:
(...) en los años
que llevamos realizando eventos de promoción cultural nuestras puertas han
estado abiertas a todas las manifestaciones de
las letras y de las artes sin selección basada en partidismos o
tendencias. El entusiasmo y la autenticidad de los artistas e intelectuales han
sido para nosotros más que suficiente estímulo (Canal Feijóo, Carlota, y
Visconti, Enrique, 1994: 42) (...)
Pero
esta respuesta no convenció a Jesús M. Suarez, quién pensó que Pettoruti nada
tenía que ver con el arte nacional, al igual que Moises Carol (h), que en la
despedida al pintor porteño organizada por la Brasa, apuntó: (...) ”Nosotros esperamos
vehementemente que ello no vaya en desmedro de nuestros tan caros valores culturales propios” (Canal Feijóo,
Carlota, y Visconti, Enrique, 1994:45) (...) juicio que se oponía al pedido de apertura de
Canal Feijóo a las nuevas corrientes pictóricas, realizado en la misma
despedida. ¿Qué escondía este debate entre localismo e universalismo, o
elitismo y democratización cultural entre los intelectuales de la Brasa?
En
este contexto coincido con Silvia Sigal, sobre la importancia del Colegio Libre
de estudios Superiores, como “modo de intervención intelectual”, que proviene
de la Reforma Universitaria
(Sigal, 2002: 29), y que en 1937 había depurado sus filas de elementos
nacionalistas, quedando como bastión de liberales, socialistas, y comunistas,
acentuando su política de difundir el conocimiento a “un público más amplio”
(Neiburg, 1998: 146), desde esta perspectiva podemos abordar lo que estaba
viviendo el grupo de la Brasa
en Santiago en esos años.
En
1934 la Brasa
fue definida por sus nuevos integrantes como un grupo recortado por diversas
tendencias estéticas. Manuel Ordoñez, de la revista Centro, reconocía a los de
“orientación socialitaria”, como Horacio Rava, los “románticos”, como Enrique
Almonacid, y Oscar Juárez, los
“místicos” como Moises Carol (h), y el “artista” (Centro Nº6, 1934:4), como
Bernardo Canal Feijóo, siendo este último el más elogiado por el joven Ordoñez.
Entre
1933 y 1935, encontramos que entre los visitantes que trae la Brasa, ya hay representantes del Colegio Libre de
estudios superiores, como Cayetano Cordova Iturburu, Juan Mantovani, y
Alejandro Korn, marcando una tendencia liberal que será más sólida a partir de
1936. También se observa en el grupo,
referencias a intelectuales que difunden la importancia del papel de las elites
ilustradas en la sociedad de esos años, como José Ortega y Gasset, Paul Valery,
y Georges Duhamel, cuestión que el grupo Sur recogió y a la vez expandió entre
sus referentes en las Provincias, los cuáles a su vez realizaron sus propias
lecturas de la citada situación de los intelectuales. Entre la Brasa, hubo distintas formas
de abordar el problema de los intelectuales, para Emilio Christensen, los
intelectuales vivían un tiempo de “postguerra, un paréntesis de
desorientación” (Centro Nº 9, 1935: 2),
en le cual hay que ir acomodándose, mientras que para Orestes Di Lullo, que
tiene el concepto del intelectual ligado al artista, piensa que este “debe
encarnarse en la belleza, personificarla, darle su envoltura”(Centro Nº8,
1935:8), una posición romántica y arielista, que lo hace desconfiar de la
civilización moderna, que empuja al
intelectual a una definición política de su arte, por ello Bernardo Canal
Feijóo, se da cuenta de esta situación y opina en su análisis de “Nocturno
Europeo” de Eduardo Mallea, que “la tragedia espiritual y el autentico drama de
clase que encierra esta hora de Adrián tan ajena a todo heroísmo, merecen un
enfoque de objetividad difícil de lograr en una época que presiona
incoerciblemente al artista a definiciones banderizas”(Centro Nº10, 1936: 10).
Lo
cierto es que en la Brasa,
los distintos integrantes se fueron dando cuenta que una época estaba
terminando, y otra empezaba, ante la cuál el intelectual debía definir su
posición.
En
1936 la Brasa
recibe a importantes intelectuales metropolitanos de tendencia liberal, como
Alberto Pinetta, Luis Emilio Soto, Enrique de Gandía, y Atilio Chiappori, y a
Giuseppe Ungaretti, y Mario Puccini, de ideas fascistas, que obligó al grupo a
realizar aclaraciones en el diario Liberal, postulando que la Brasa es ”una entidad de
acción y propaganda exclusivamente
cultural” (El Liberal, 25/9/36), ya
que las conferencias de estos escritores italianos dejaron escapar algunas
ideas políticas contrarias a la democracia. Ambos, Ungaretti, y Puccini, fueron escritores colaboradores de la revista Sur, que iniciada
la guerra civil española, había tomado una posición liberal y
antifascista, y habían participado en
Buenos Aires en el PEN Club donde escritores de todo el mundo se reunieron para
debatir sobre la realidad del escritor, surgiendo en dicho congreso polémicas
entre la derecha y la izquierda intelectual, que se repitieron más tarde en el
Primer Congreso de escritores argentinos que la SADE organizó en Buenos Aires en noviembre de
1936. Esta fue la primera vez, que la
Brasa experimentaba que los tiempos de neutralidad política
en los eventos culturales comenzaban a agotarse, y que era necesaria una toma
de posición para definir su identidad política. Ese año el grupo siguió con sus
tertulias, pero abandonaron sus filas, para buscar otros horizontes, Manuel
Gómez Carrillo, y Clementina de la Torre Prieto, y comenzaron a
acercarse al mismo, intelectuales, provenientes de la docencia o el periodismo,
y de simpatía por el socialismo, que practicaban una literatura social.
El
grupo la Brasa
en 1937, se ha fragmentado en tres subgrupos, los socialistas ruralistas que
siguen a Horacio Rava, los nacionalistas nativistas que siguen a Orestes Di
Lullo, y los liberales demócratas que siguen a Bernardo Canal Feijóo, y Moisés
Carol (h), éste último representa a una nueva generación de escritores que
buscan la profesionalización del intelectual. Los dos últimos grupos tuvieron
un espacio de difusión de sus ideas que se llamó la revista “Centro”, dirigida
por Moisés Carol (h). Y Bernardo Canal Feijóo se convirtió en presidente de la Biblioteca Sarmiento
1937-1940, la sede de la Brasa,
lo cual significo que todos los subgrupos tuvieron en la Biblioteca un lugar
para sus políticas culturales. Esto es muy importante, porque si bien la
institución siempre colaboró con el grupo, ahora su presidente principal
agitador del mismo, convertiría a la Biblioteca en la base institucional de toda la
actividad de la Brasa,
sin necesidad de trámites burocráticos para poder contar con sus instalaciones
para sus eventos, y la política cultural de la Biblioteca y la Brasa se fusionaron en una
sola, ya que en años anteriores ambas sociedades trabajaron en forma separada
en lo que respecta a sus actividades culturales.
En
los 30 a
nivel nacional, hay varios rasgos a marcar en el escenario intelectual, crecen
las publicaciones, las instituciones, las editoriales, y los lectores
especializados –público culto-, por lo que los intelectuales tienen “mayor
espacio para legitimar su carrera” (Gramuglio, 2001:344). Sur y Nosotros, las
dos revistas más importantes del país, compiten con una numerosa cantidad de
revistas, que presentan la multiplicidad de grupos intelectuales que buscan su
lugar en la arena cultural. Pero Sur, y Nosotros, ante los acontecimientos
mundiales (Guerra civil española), no dejan de ser sus tomas de posición un
poco tibias y neutrales, y una vasta franja de intelectuales ya fijan otro tipo
de intervención política ante cuestiones como el fascismo, y esto hace que las
revistas que aparecen a partir de 1935, estén ya marcadas por una sólida “posición
antifascista” (Saítta, Sylvia, 2001: 421).
Desde
esta óptica, las revistas de las fracciones brasistas, irán definiendo sus
lugares ideológicos, y abandonando las posturas neutralistas que signaron la
primera etapa del grupo.
En 1937
la agenda de la Brasa
siguiendo sus artículos en
la revista “Centro” se centró en dos cuestiones. Por un lado el rol del
intelectual frente a la realidad, ya que Moisés Carol (h) pregonó “que el
intelectual tiene que mantener a toda costa su independencia” (Centro Nº14,
1937:13), ante esta posición Orestes Di Lullo, opinó que debe buscarse la
verdad en el interior del hombre, a la manera de los “peregrinos filósofos”
(Centro Nº15, 1937:10), mientras que para Oscar Juárez había que buscarla en
“el drama a que se halla sometido el hombre” (Centro Nº16, 1937:5). Todas estas
posiciones reflejaron la creciente movilización política de los brasistas,
frente a la guerra civil española, y al avance del fascismo en nuestro país, y
en el mundo. Sur uno de los grupos referentes para la Brasa, debatía sobre “la
responsabilidad de las elites intelectuales” (Gramuglio, 2004: 101),
convirtiéndose, en uno de los ejes de su agenda basada en la defensa de la
cultura, ante los acontecimientos mundiales citados anteriormente.
La otra
cuestión tratada por el grupo Centro, fue el nativismo y su lugar en el plan brasista. Para Rava, la Brasa produce “la verdadera
literatura criolla”, porque “muestra la realidad de Santiago” (Centro Nº16,
1937: 16). Para Oscar Juárez, el
folklore debe buscarse “en el medio”, y en las “corrientes étnicas” (Centro
Nº15, 1937:16), y para Bernardo Canal Feijóo en “el pueblo” (Centro Nº13, 1937:
6). Esta fuerte valoración del nativismo en el grupo, ayuda a explicar como
Juárez, Di Lullo, y Canal Feijóo, coinciden en una crítica antimoderna cuando
analizan el papel del ferrocarril en la historia de Santiago.
Centro
sacó en 1937 cuatro números (13,14,15,y 16), y fueron los últimos, porque el
proyecto se agotó ante una realidad, no había espacio para la cultura neutral,
y esto hacía que el grupo de Rava estuviese
más fortalecido.
Como consecuencia de lo anterior, en 1937 nace la
revista “Vertical” en Santiago del Estero, y con ella el espacio de difusión de
ideas del grupo brasista más contestatario. Vertical, fue la revista de una
izquierda que logró en 1937 culminar una
organización, que ya venía incubándose desde las agrupaciones intelectuales del
período 1923/1925, con producciones aisladas, y apariciones marginales. El
núcleo de Vertical, Horacio Rava, M. Martín Fernández, Lola Quiroga, Domingo
Maidana, Ramón Ciro Orieta, y Carlos Bernabé Gómez, provenía en el plano
cultural del centro de la cultura socialista, y logró la adhesión, de los
brasistas Oscar Juárez, Luis Manzioni, Bernardo Canal Feijóo, Jesús María
Suárez, Blanca Irurzun, Cristóforo Juarez, Hipólito Noriega, Adela Agudo, Segundo Osorio, Julio Urtubey,
Jorge W. Abalos, Andrónico Gil Rojas, Marcos Rosenstein, Ramón Soria, y
Bernardino Sayago, escritores provenientes en su mayoría de la docencia, y la
militancia o simpatía por el socialismo.
Con
Vertical, varios temas que la
AIAPE y Claridad, difundían en el ámbito de la izquierda
intelectual porteña, comenzaron a circular en Santiago gracias a este grupo. La
campaña por la libertad y respeto de los intelectuales perseguidos por el
gobierno de Justo (Héctor Agosti, Aníbal Ponce, José Portogalo, Gregorio
Berman, Elías Castelnuovo, y otros), colocaron al grupo en una toma de posición
de franca oposición a lo que respecta a las medidas antiliberales del gobierno
nacional (Vertical Nº2, 1937:1). Posición que ligada a, una lectura de la
guerra civil española, como el acontecimiento clave para toda la civilización
occidental, fue construyendo el ideario de esta fracción brasista. Sobre la
citada guerra dijo Jesús M. Suárez: “(…) Se dice, (…) que en España se están
batiendo, en una batalla de contornos bíblicos, los destinos de la humanidad. Y
la expresión, no por lo resobada, concreta una verdad que es preciso repetir
por la amplitud que tiene su exacta interpretación “(…) (Vertical Nº1, 1937:8)
Junto
a la guerra, el antisemitismo, y el anticapitalismo, que Vertical asumió como
sus banderas, fue confluyendo en un antifascismo vigilante que con temor
observaba el avance de la reacción en la propia Santiago. Como el homenaje a
Belgrano en la Escuela Normal
de maestras, donde se obligo a todo el alumnado a arrodillarse en una misa de
campaña, y “las vivas a Rosas en la velada del Teatro 25 de Mayo” (Vertical
Nº3, 1937: 20). Todos estos hechos para la revista, venían a confirmar el
avance de la derecha, y lo que más temía el grupo, los continuos ataques a la
escuela laica, campaña iniciada en 1931 desde el gobierno nacional. Todos estos
acontecimientos obligaron al grupo a definir su posición como intelectuales
comprometidos con la realidad del presente. Por ello Bernardino Sayago dijo lo
siguiente: “(…) Yo no creo en el centrismo intelectual a ultranza. Ni creo en
sus doctrinas más virtuosas del regateo de la conducta categórica, en los
momentos en que los pueblos o las sociedades necesitan la renovación de sus energías
físicas y morale ”(…) (Vertical Nº2, 1937: 6).
Además
de esta toma de posición como intelectuales críticos, también se enfrentaron al
gobierno local, al cual criticaron su “indiferencia” (Vertical Nº4, 1938:1),
ante los problemas sociales, como la sequía que castigaba a Santiago. Esa misma
lectura aplicaron al gobierno de Ortiz,
al cual acusaron de ser lo mismo que el de Justo, porque continuaron “la
persecución contra las organizaciones obreras y sus dirigentes” (Vertical Nº5,
1938: 1), la política clerical educativa, y la exoneración de docentes liberales.
Toda esta descripción de la realidad política nacional y local, se la ligo al
contexto mundial en donde la lucha en “España” (Vertical Nº6, 1938: 1), era la
misma que las izquierdas vivían en América Latina, y de esa manera se
internacionalizo la movilización de los intelectuales de Vertical, a esa enorme
red que fue el movimiento antifascista en todo el mundo.
Producto de este posicionamiento de Vertical, en 1938 se formó la AIAPE- agrupación de
intelectuales, artistas, periodistas y escritores-, filial local, centro que
respondía a los principios de la
Liga internacional por la defensa de la cultura, que tuvo
como invitado especial a Cayetano Cordova Iturburu, que vino para la fundación
de la filial, y dio una conferencia, sobre el tema “España bajo el comando del
pueblo” en la
Sociedad Sarmiento, “ante una sala rebosante de público nos
habló de su viaje a España”, según la revista Vertical, conferencia que duró
una hora y cuarenta, manteniendo “plena atención del auditorio”. Este centro,
estuvo formado por Horacio Rava, su presidente, Bernardino Sayago, Marcos
Rosenstein, Ramón Ciro Orieta, Raúl M. Fernández, Segundo Gennero, Emilio
Christensen, Jesús M. Suarez, y Carlos B. Gómez, y organizó conferencias en la Sociedad Sarmiento,
sobre “Sarmiento”, y la “Danza y la canción popular”, y realizó propaganda a
favor de la República
española, en conferencias como “El espíritu de la nueva España”, por el Dr.
Valdes Casas, cónsul de España en Córdoba3. Esta organización liberal, se articuló con
otras instituciones –Amigos de la
República española, juventud democrática, etc.- que se
formaron para apoyar a la
España republicana, y a la cultura liberal.
En 1938 el grupo Vertical y AIAPE, festejaron la victoria del frente
popular en Chile, apoyaron la huelga de
maestros en capital y Banda, y formaron parte de la comisión de homenaje a
Sarmiento, estandarte de los grupos liberales que en todo el país, aprovecharon
el acto recordatorio para movilizarse en contra de “las medidas reaccionarias
del gobierno nacional” (Vertical Nº9,
1938:1).
La Brasa en tiempos del Peronismo (1941-1951)
En 1941 en plena segunda guerra mundial (1939-1945), y con los nazis
ganando el conflicto, los intelectuales argentinos hacían presente su consigna
de salvar a la “democracia”, amenazada por intereses fascistas en nuestro país,
y en América (Halperin Donghi, 2003:190). Pues serían testigos de cómo el estado luego del golpe de estado de 1943,
acentuaría su política de intervención, regulamiento, y planificación en la
economía, y en todas las áreas de la sociedad, plan que Perón retomaría
poniendo como eje la industrialización del país (Altamirano, 2001:25). Aunque
en este período en varias universidades, y eso se replica en los intelectuales,
se pensaba como “organizar regionalmente la acción universitaria” (Grasciano,
Osvaldo, 2003: 8), y el papel de planificadores de las elites pensantes,
disparo la reflexión sobre los problemas sociales y económicos del país,
provocados por el desarrollo industrial y demográfico que vivía la Argentina. Este
frente de intelectuales socialistas, comunistas y liberales, para enfrentar el
autoritarismo baso su discurso antifascista en la revalorización de la
democracia representativa, la pluralidad ideológica, y la denuncia del
fascismo, logrando con estos temas factores de vinculación en el campo
cultural.
En ese marco, la Brasa
pasó a llamarse “Sociedad”, y conformo un fondo permanente para los gastos de
la misma. La Biblioteca Sarmiento
siguió siendo su sede institucional, y con Bernardo Canal Feijóo como
presidente (1941-1947), entre sus muchos socios, jóvenes y maduros
intelectuales, estuvo la masa de brasistas. Nunca la agrupación había tenido
tantos socios, y pertenecieron a los grupos de la AIAPE, y revista “Picada”,
teniendo la mayoría los liberales, y la minoría los nacionalistas.
En
1941 el CLES estaba en franca expansión por todo el país, y estaba creando en
sus filiales las distintas cátedras que respondían a las necesidades de los grupos
intelectuales de las provincias, y Santiago no estaba ajena a este movimiento
(Myers, 2004: 88). El CLES, siempre tuvo como gran objetivo, la unidad
nacional, por ello promovió el debate del país, respetando las regiones, y las
provincias, y para ello, aspiraba a la formación de equipos técnicos e
intelectuales que trabajasen mancomunados en sus respectivos intereses
provinciales. Fue la primera institución, que construyó una red de Buenos Aires
hacia las provincias, facilitando las comunicaciones entre los intelectuales de
las distintas regiones, y que el público de las mismas tuvieran acceso a
propuestas culturales de diversa índole. Por todo esto, la Brasa, le abrió la puerta a
esta política cultural del CLES, que mantenía viva la bandera de la Reforma Universitaria.
Por ello, en 1941 la “Brasa”, fundaba la filial Santiago del Estero del Colegio
Libre de Estudios superiores, el 6 de agosto, y el 16 iniciaba la inauguración
oficial de sus cursos en la “Biblioteca Sarmiento”, con las palabras iniciales
a cargo de Bernardo Canal Feijoo, los objetivos de la institución a cargo de
Luis Reissig, miembro de la sede en Buenos Aires y las siguientes conferencias:
“Hacia el optimismo” por Horacio Rava, “La catedra Samiento” por Olga
Cosettini, y “la acción social de la escuela” por José F. L. Castiglioni, ,
además se presentó el programa para Santiago con las cátedras de etnografía y
filología, una cátedra de Economía social, una cátedra de estudios pedagógicos,
y la cátedra de historia, arqueología y
un manifiesto para Santiago que dice lo siguiente:
“La formación del
Colegio Libre de estudios superiores, expresión de la iniciativa privada,
responde al siguiente fin: Contar con un conjunto de cátedras libres, de
materias incluidas o no en los planes de estudios universitarios, donde se
desarrollen puntos especiales que no son profundizados en los cursos generales
o que escapan al dominio de las Facultades. Ofrecer su cátedra a profesores de
reconocida autoridad, y a las personas que se han destacado por su labor
personal. También organizar conferencias aisladas y fomentar trabajos
monográficos e investigaciones originales, como complemento de los cursos del
Colegio. Ni una universidad profesional, ni tribuna de vulgarización, el
Colegio Libre de estudios superiores aspira a tener la suficiente flexibilidad
que le permita adaptarse a las nuevas necesidades y tendencias. Germen modesto
de un esfuerzo a favor de la cultura superior, espera la contribución material,
intelectual y moral de todas las personas interesadas en que aquella sea un elemento
de acción directa en el progreso social de Santiago” (CLES 16/8/41).
Si
estudiamos esta declaración de principios, sigue la misma línea de principios
de la “Brasa”, ofrecer una Universidad alternativa a la falta de instituciones
que ofrezcan estudios superiores en una provincia retraída en ese plano. Muchas
de las figuras del Colegio, habían pasado o colaborado con la Brasa, cómo el caso Raul
Orgaz, Juan Mantovani, Alejandro Korn, Jorge Nicolai, y Vicente Fatone, para
nombrar algunos de los intelectuales ligados a este grupo. El consejo directivo
se formó de la siguiente manera: secretario general, Horacio Rava, secretarios
de la cátedra de economía social: Bernardo Canal Feijoo, A. Bustos Navarro,
Ing. César Martelli, Hipólito Noriega, tesorero Pedro Arnedo, secretarios de la
cátedra de estudios pedagógicos: Mariano Paz,
Lilia Palacio, Maria Adela Palumbo, Blanca Irurzun, secretarios de la
cátedra de estudios históricos, arqueológicos, folklóricos, filológicos y
etnográficos Dr. Mariano Paz, Ing. Jorge Van Hawenschildt, y el bibliotecario Luis Ledesma Medina.
En
1941 el primer ciclo de conferencias fue el dedicado a la economía de Santiago,
y el tema elegido fue el problema del agua, participaron durante septiembre y
octubre los siguientes intelectuales: Lorenzo Fazio Rojas, Stella M. de
Rava Carlos A. Michaud, Rodolfo Arnedo,
Esther de Corral Toloza, y César Martelli, y fue Horacio Rava, ese gran
animador del Colegio el que abrió la conferencia de Rodolfo Arnedo, y dijo lo
siguiente:
“La necesidad de considerar los problemas de mayor trascendencia para
la vida de nuestra provincia desde un punto de vista estrictamente científico,
determinó que el Colegio Libre de estudios superiores apenas constituido,
encarara de inmediato, casi exclusivamente, los problemas económicos y en
particular lo que se ha dado en llamar los problemas del agua...En las raíces
de la vida social de Santiago palpita el problema del agua. Los niños lo viven
desde su más corta edad, en las largas travesías sobre los borricos que
arrastran barriles bamboleantes; los jóvenes lo sufren en las manos
encallecidas por las cadenas de los pozos de balde; las mujeres saben de él en
la angustia de las tinajas resecas, de las pirhuas vacías, de los cielos sin nubes,
los hombres todos lo conocen porque es parte de su existencia misma. El
problema ha salido ya del plano de la realidad inmediata, individual, para
ganar el de la realidad social y de un problema económico que era, se ha
convertido en un problema ético, jurídico. Santiago tiene planteado hoy a
través de los problemas del agua, el problema de su propia existencia. De ahí
la angustiosa necesidad de resolverlos y la actualidad trascendente de los
estudios que desde la Cátedra
de Economía del Colegio...han dado a conocer juristas y técnicos
especializados en la materia” (…)
(Arnedo, 1941:3)
Rava
que define al problema del agua, como problema social, y económico, orienta las
tareas de la cátedra de economía, mirando siempre la situación del poblador
rural y sus penurias, orientación que comparte con intelectuales socialistas
como Domingo Bravo, y Segundo Osorio, que provienen de la docencia liberal, y
pertenecen al grupo Picada.
En 1941 el CLES local formó una
comisión de estudios de los problemas del agua, compuesta por: Lorenzo Fazio
Rojas, Pedro Arnedo, Rodolfo Arnedo, Cesar Martelli, Luis Michaud, Carlos
Michaud, Juan Chazarreta, Antonio Castiglioni, Octavio Fernández, Carlos Gini,
y Esther de Carral Toloza, que trabajó en paralelo, a la comisión de Estudios
económicos, donde estaban Bernardo Canal Feijóo, Cesar Martelli, e Hipólito
Noriega, que nos muestran el interés que tenía este grupo con mayoría de
ingenieros. Dice Rava sobre la política del CLES local:
“Hoy inicia sus actividades en Santiago del Estero, el Colegio Libre de
Estudios Superiores y al hacerlo considera que debe encarar en primer término
el estudio de los problemas más fundamentales entre los que afectan la vida
económica de nuestra Provincia. Por ello, plantea antes que ningún otro, el trascendental
problema del agua” (…) (Fazio Rojas, 1943:17)
Lorenzo Fazio Rojas quién dedicó al problema del agua, dos
conferencias, marca bien su postura contra la forestación, y su adhesión a la
posición hídrica, idea que la
Brasa siempre defendió en bloque.
“(…)
Nuestra provincia es la menos favorecida por la naturaleza. No tiene ríos, cuya
fuente natural esta dentro de su territorio. El río dulce tiene sus fuentes en la Provincia de Tucumán y
el río Salado en la de Salta. Todas estas circunstancias han traído como
consecuencia la falta de radicación de su población y la falta de una industria
estable. Nuestros trabajadores van a realizar todos los años, la cosecha de la
caña de azúcar en Tucumán, del trigo en Santa Fe y del algodón en el Chaco. La
vida de la industria forestal es pasajera en relación con la vida de los
pueblos. En ella, no es posible la radicación permanente de las poblaciones.
Cuando termina la explotación forestal de un lugar, el obrajero se traslada a
otro, van los trabajadores, trasladan sus viviendas, lo mismo sucede con todas
aquellas ramas del comercio que viven cerca de los obrajes”(…) (Fazio Rojas,
1943:33)
En
1943 Horacio Rava lidera el CLES, y pública en “Cursos y conferencias”, revista
del CLES, la conferencia dada por este
en 1942 sobre el “Panorama económico-social de Santiago del Estero”, en la
misma podemos ver varios rasgos de los brasistas en ese período. Primero Rava,
cita a los Wagner, y a Canal Feijóo, alineándose junto a ellos en una mirada
negativa de la llegada del ferrocarril a Santiago del Estero, y sus efectos en
los bosques nativos. Una segunda posición que toma Rava, es junto a Amalio
Olmos Castro, en una crítica a la vida en los obrajes, y su impacto en las
poblaciones rurales. Opinando que estos dos factores han detenido el progreso
en Santiago: “(…) Dije anteriormente que, aunque parezca una paradoja, con la
llegada del ferrocarril se inició el proceso de decadencia económica para
Santiago. Ello sorprende necesariamente. Si Sarmiento hubiera oído estas
palabras, me juzgaría un retrogrado. Sin embargo, ello es verdad” (Cursos
y Conferencias Nº133, 1943:93). Estas ideas sobre el panorama económico y
social de Santiago, fueron sostenidas por Rava, Di Lullo, Canal Feijóo, y los
Hnos. Wagner, convirtiéndose en uno de los núcleos del ideario brasista.
Estos
años son difíciles para la intelectualidad liberal, y proaliada, en 1942 se
cierra Argentina libre, se secuestran libros, se suspenden actuaciones en el
Teatro del Pueblo, se prohíbe a la
editorial Problemas, y la realización del Tercer Congreso Anti-racista
argentino. En 1943 se produce un golpe de estado a nivel nacional, que tomó
medidas autoritarias como la censura a los medios de prensa (se cierra Acción
Argentina), la represión a las organizaciones de izquierda, se disolvieron los
partidos políticos, se restableció la
enseñanza de la religión católica en las escuelas de la Nación, se encarcelaron a
intelectuales opositores, y se intervinieron las universidades de todo el país.
Y como corolario de este proceso en 1944 las intervenciones a las Universidades
abrieron las puertas a los intelectuales nacionalistas católicos, que se
hicieron fuertes en las altas casas de estudio (Zanatta, 1996: 33).
A
pesar de ello el CLES local siguió con sus actividades dando conferencias en la Sociedad Sarmiento
en 1944: Florencio Escardó (docente de la UBA), Cecilio Romaña (docente de la UNT), Rodolfo Arnedo, Horacio
Rava, Jorge Washington Abalos, y Bernardo Canal Feijóo (este último habló sobre
los problemas fundamentales de Santiago). En 1945 Mariano Paz, ofrece su
conferencia en el ámbito del CLES, y ese año el CLES nacional, participa en la
organización de un Congreso rivadaviano, en franca toma de posición liberal y
antinacionalista, que provoca que en Santiago, la Brasa, y el CLES, junto a
muchas organizaciones liberales, acompañen a la iniciativa desde una Junta de
homenaje a Bernardino Rivadavia, y se unan a “la lucha por la defensa de la
democracia, y de la libertad”, según reza el manifiesto de estas organizaciones
liberales, siendo esta la primera actividad antifascista en bloque en los 40,
de este grupo de intelectuales, que tuvo su candidato en la Unión democrática que fue
Horacio Rava, el director del CLES local, quién lideró un mitin contra el
nazifascismo en la plaza libertad organizado por el frente liberal (La Hora 11/6/45).
Si
hacemos un recorrido de los visitantes
de la Brasa
entre 1941 y 1945, hay nacionalistas ( Alberto Franco) y liberales (Ricardo
Rojas, Alberto Erro, Pablo Tagliaferro, Armando Bazán, Luis Jímenez de Asúa,
Raúl Anzoátegui), por lo que la agrupación seguía teniendo ese eclecticismo
ideológico de sus orígenes, y buenas
relaciones con el estado provincial, el Museo Histórico tenía como director a
Orestes Di Lullo, y el Museo Arqueológico, a Emilio Wagner, ambos brasistas, y la venida de Alberto Erro
había tenido todo el apoyo del gobierno de José Cáceres (1942) (Boletín Rural
Nº9, 1949:45), por lo que esta participación de la Brasa y el CLES en el
homenaje a Rivadavia, era un primer cortocircuito con su política de la buena
vecindad con el estado (ahora nacionalista), que desde la Comisión provincial de
cultura, apoyaba los emprendimientos del Museo Provincial de Bellas Artes, y
desde la intervención municipal Carlos Abregú Virreira las bibliotecas
populares de la ciudad de Santiago. Dentro de esta política del CLES de afirmar
su identidad liberal, organizó en 1946 conferencias sobre Pellegrini, mientras
Moisés Carol (h), se convertía en el flamante director del Museo de Bellas
Artes Provincial, y pasaba a engrosar el aparato cultural del estado, que poco
a poco va coptando a muchos brasistas que encuentran espacio en las políticas
culturales del estado (Picada
Nº43, 46:23).
En
1946 entre el 2 y al 7 de septiembre se
organizó el Primer Congreso Regional de Planificación integral del Noroeste
argentino, constituyéndose una Comisión organizadora, cuya presidencia estuvo a
cargo de Bernardo Canal Feijóo, y en la vicepresidencia Miguel Figueroa Román,
secretario Técnico Jorge Kalnay, secretario de la organización Segundo Osorio,
acompañados por Horacio Rava, y Luis Suarez, viejos brasistas, junto a Juan
Chazarreta, Rodolfo Arnedo, José F. L. Castiglioni, y otros intelectuales que
se unen al grupo tardíamente. Su primer objetivo “estudiar los problemas
físicos, económicos-sociales y culturales de la región en sus diversos
aspectos”, es en cierto modo el programa que el “Colegio Libre de estudios
superiores pensó para Santiago” (PINOA, 1947:1). Producto de este encuentro
nació el Instituto de Planificación Integral del NOA, con un ambicioso
programa de estudios que rebasaba a la
citada región, alcanzando a otras provincias como Santa Fe, Córdoba, Chaco, y
Formosa.
A
este evento lo apoyan en Santiago, la “Sociedad Sarmiento”, que fue la sede,
“Amigos del arte”, la “Universidad Popular”, “Centro cultural del Maestro”, la
“Federación de asociaciones barriales”, “el Colegio Libre de estudios
superiores”, y muchas otras organizaciones donde militaron los brasistas. Fue
un evento que reunió a técnicos, intelectuales, y docentes, de las provincias
del NOA, Litoral, y Buenos Aires, y que trató temáticas económicas, educativas,
y sociales que tengan que ver con las problemáticas de las provincias del norte
(Tenti, 2001:5). Este evento tuvo una fuerte promoción desde la “Biblioteca
Sarmiento”, Arturo Bustos Navarro socio de la misma destacó el rasgo de que el
evento sería una “iniciativa privada” para estudiar todos los problemas de la
“unidad geográfica” que componían todas las provincias del nord-este argentino,
agregando que desde el estado habían sido descuidados tales
temáticas importantes para la región como el agua. Justamente la Sociedad Sarmiento
había auspiciado la conferencia sobre el “problema del agua” a cargo del
diputado nacional Absalón Rojas, que impulsaba un proyecto de ley para
solucionar este viejo problema de Santiago. Otro grupo que apoyo y participó en
el citado evento fue el grupo “Picada”, el cual expuso una ponencia educativa,
sobre “Escuelas hogar-granja-taller”, a cargo de Pedro Lavaysse, y Petrona
Mendivez, logrando inusitado interés en el citado Congreso (PicadaNº44,
1946:25). Y por último Jorge Kalnay, realizó una activa propaganda en Buenos
Aires sobre el Congreso, reflejado en su libro “Tres aspectos de la
planificación integral PINOA”, publicado en dicha ciudad, donde plasma su
interés sobre la región y su cultura (Carreras, 2007: 290). Pero el PINOA que
produjo una “segunda reunión” en Salta en el año 47, terminó disolviéndose,
pues el gobierno peronista que también impulsaba una política de planificación,
terminó considerando al PINOA, una entidad de opositores, por lo que le quitó
todo apoyo posible, que hubiese sido fundamental para su concreción (Corvalán:
1988: 38, y Bazan, 1992:381).
Este
trabajo no se ocupa del PINOA, pero debemos intentar explicar dentro del
contexto del CLES local, lo que significó este “emprendimiento” del grupo
brasista (El Clarin Nº1, 1946:16). En Tucumán existía el Instituto de
Sociografía, dirigido por Miguel Figueroa Román, dedicado a la planificación regional
(Neiburg, 1998: 200), y este era un viejo conocido en Santiago, para los
miembros de la Brasa. Y
el PINOA, en cierta manera reunía a todas las provincias interesadas en debatir
sobre su realidad, y abrió las puertas a
una estrecha colaboración entre Tucumán y Santiago, con la intención de formar
los primeros cuadros de investigadores sociólogos, dando sus primeros frutos en 1948, por lo que
vemos es que a pesar de los obstáculos, el PINOA estaba dando pasos importantes
gracias a las filiales del CLES, que seguían buscando llevar a la práctica sus
ideas.
En
septiembre de 1948 el Jokey Club trajo al profesor español Fransisco Ayala,
miembro del Colegio Libre de estudios superiores, en gira por el norte, para
dar dos conferencias sobre sociología, y al recorrer el programa de las mismas
nos sorprende el temario, por su actualidad en comparación a los centros
universitarios en ese momento. Las conferencias dadas ante un numeroso público
versaron sobre: diagnóstico y pronóstico de los tiempos en sociología, la
sociología ciencia nueva, sentido histórico de la sociología, construcción del
conocimiento sociológico desde el presente, la perspectiva actual y el devenir
de la sociedad, concepto de la crisis histórico social y salidas que la
sociología sugiere. En estos años muchos profesores de Sociología, ligados al
CLES, recorrían las provincias para difundir una nueva forma de abordar la
realidad social. Entre ellos Miguel Figueroa Román visitó Santiago en septiembre de 1948
estableciendo su base en la “Biblioteca Sarmiento”, sede del CLES filial local,
donde alentaron la formación de equipos de investigación sociográfica en
Santiago, conjugando esfuerzos entre las dos filiales del CLES. El encargado de coordinar estos esfuerzos en
nuestra ciudad fue Horacio Rava, acudiendo al llamado miembros de la Brasa y del CLES, que
también habían participado del PINOA, pues esta política de formar cuadros
profesionales en sociología era una consecuencia de esa reunión pionera en
tratar los problemas socio-económicos de la región.
En
esa línea regionalista, Rava en un artículo publicado en la revista
porteña “Realidad” había desarrollado su
teoría de la cultura regional para explicar todo el movimiento intelectual
desarrollado por la “Brasa” en Santiago del Estero, pues todos los artistas y
escritores analizados en el citado trabajo pertenecen al grupo, que se lanzó
desde distintas ópticas a explicar el “auténtico folklore”, es decir estudiar
la región en todos sus aspectos, de alguna manera la Brasa y el CLES confluían en
ese fin, que fue descentrar el país (Realidad Nº12, 1948:316).
Bernardo
Canal Feijóo en 1947, deja Santiago del Estero para radicarse en Buenos Aires,
pero nunca dejo de apoyar desde allí a la Brasa, sirviendo de enlace para la venida de
intelectuales metropolitanos. Jorge Fernandez Reuter (1948-1950), joven
brasista, es el nuevo presidente de la Sociedad Sarmiento,
que sigue brindando a la Brasa
su base institucional, como a Amigos del Arte, y el CLES, que junto al Jockey
Club, siguen formando un sólido bloque liberal.
El 13 de junio de 1947 la “Brasa” y la “Sarmiento” organizaron un debate
libre y una conferencia para celebrar el día del escritor, invitando a
estudiantes, artistas, universitarios, profesores, periodistas, y
profesionales. La conferencia estuvo a cargo de Horacio Rava, quien desarrollo
el tema “el escritor”, y el debate dirigido por Mariano Paz, versó sobre las
siguientes preguntas: ¿desempeña el escritor una función social?, y ¿cuál debe
ser la actitud del escritor frente a los problemas de la hora?, podemos observar que este debate que la
“Brasa” propone, ya lo habíamos visto en las revista “Centro” y “Vertical” en
la década pasada, y que obligaba al intelectual a repensar sobre su rol como agente
de intervención en un tiempo dado, y fue una clara referencia a cómo los
intelectuales liberales locales vivían la primera presidencia de Perón, y el
primer gobierno peronista en Santiago del Estero.
La
otra actitud a analizar en el grupo liberal intelectual en Santiago del Estero,
fue la política de traer intelectuales antiperonistas, o americanistas en gira
por el país. Entre 1947 y 1950, estuvieron en Santiago del Estero, Juan Pablo
Echague, Juan Ferreyra Basso, Victor Massuh, Raúl González Tuñón, y Jorge Luis
Borges, para citar algunos de los muchos
exponentes de la cultura que visitaron Santiago en esos años. En ese periplo,
en 1948 salió la revista “El Correo de Santiago” de la Sociedad Sarmiento,
cuyo primer número salió en noviembre del citado año. Fue el órgano de todas
las agrupaciones intelectuales cobijadas por la Biblioteca, y me
refiero al CLES, Amigos del Arte, la Brasa, y otras, porque
ofreció un espacio necesario para la producción cultural local. Esta revista
mostró hasta donde había llegado la política cultural de la “Biblioteca”, bajo
los auspicios de todo un frente de instituciones culturales. Su programa nos
recuerda a la bandera de la
Brasa, y dice lo siguiente: “En esta muy noble y leal
Santiago del Estero nos hemos complotado para que la voz de la mediterránea
llegue a los puertos y más allá. Seguros que hay aquí expresiones que merecen
conocerse mejor, le daremos a este correo la divulgación conveniente. No
pertenecemos a ninguna cofradía. En estas páginas se expondrá el pensamiento y
el sentimiento argentino -que aquí adquiere peculiar resonancia- ajenos a toda
censura. Si, nos exigiremos el equilibrio que demanda la obra del espíritu” (El Correo de Santiago Nº1, 1948:1).
Esta declaración de principios tiene en cuenta la coyuntura, son tiempos en que
el peronismo no se lleva bien con los intelectuales liberales, pero a pesar de
ello apuestan a llevar al Santiago cultural al concierto nacional, un viejo
estandarte brasista que flamea en la histórica Biblioteca. Publican en la
revista Clementina Quenel, Adela Agudo, Marina y Carola Briones, Bernardo Canal Feijóo, y Mariano Paz, -todos
miembros de la Brasa-
junto a colaboradores de la UNT,
otro dato que nos muestra los fuertes lazos con los grupos intelectuales de la
vecina provincia.
En
consonancia al tiempo en que vivía el grupo, la Brasa se reorganizó con una
importante reunión celebrada el 7 de junio de 1950, en la Biblioteca Sarmiento,
y es importante destacar cómo el Liberal realiza una crónica del grupo en
retrospectiva del año 50 hacia atrás. Dice el Liberal:
“(…) la Brasa, entidad directriz del
movimiento intelectual registrado desde hace más de una veintena de años y cuyo
mantenimiento se ha debido en especial a la iniciativa de un núcleo reducido de
animadores. De la Brasa
puede decirse que constituye un caso singular, sin autoridades, sin comisiones
directivas, sin socios activos, que militen a las normas comunes a todas las
instituciones de su género, mejor dicho
su nombre solamente ha venido sirviendo a los fines superiores de la cultura
santiagueña, con su empeño y dedicación que pueden atestiguar las múltiples
actos realizados con la presencia de figuras de jerarquía intelectual del país
y del extranjero” (…) (El Liberal, 9/6/50)
En
esa reunión los brasistas elaboraron “un plan de labores del corriente año” y
decidieron “continuar actuando” en la
“más amplia libertad de conceptos” ya que la Brasa debe ser “un refugio de paz”, estas ideas
parecen remitir a un manifiesto del grupo ante la situación de censura que
perciben desde el estado peronista, y están además optando por refugiarse en la
cultura, como una forma de resistencia a una situación política negativa según
la percepción de estos intelectuales, que coincidía con la que sus pares
porteños estaban tomando en ese momento (Fiorucci, 2001:40). Censura que se vio reflejada en los fracasos
del CLES a nivel regional, como la continuidad de la Revista Argentina
de Sociología editada por el Instituto de Sociografía y Planificación de la UNT, dirigido por Miguel
Figueroa Román, en cuyo primer y único número aparecido en 1950,
colaboraron Bernardo Canal Feijóo, Gino
Germani, Alfredo Poviña, y Bernardo Serebrinsky (Pereyra, 2005: 287).
Pero
en 1950 bajo el gobierno de Carlos Arturo Juárez, en la provincia se crea un
registro de entidades culturales, con el propósito de coordinar las actividades
culturales en todo el territorio de la misma, bajo el comando del Sr. José
Kobylañsky, quién dictó una resolución invitando a todas las entidades
culturales y deportivas a inscribirse en el término de 60 días, para gozar de
un subsidio del estado, o para gestionarlo (El Liberal,14/7/50).
Este fue el primer paso de la subsecretaría de cultura del gobierno provincial,
para avanzar sobre el área cultural, amenazando seriamente la autonomía de las
instituciones culturales, proceso que a nivel nacional llevaba a cabo la nueva
Dirección Nacional de cultura, que venía a reemplazar a la Subsecretaria de
cultura, a través de los premios de la Comisión Nacional
de cultura, y la reglamentación para el funcionamiento de las academias
nacionales de cultura (Fiorucci, 2008:7).
Pero lo más importante que hizo la Subsecretaria de
cultura de la Provincia,
fue lanzar un ciclo de extensión cultural, con docentes de la UNT, UNLP, y UNR, estando
entre los mismos Jorge W. Abalos, un miembro del CLES, que como varios casos de
intelectuales liberales, comenzaran a colaborar con las políticas culturales
del estado peronista.
CONCLUSION
A
esta altura es posible atreverse a decir que si bien la Brasa fue una institución
que ofreció al público local una oferta cultural de primer nivel, a partir de
1936, y hasta 1951, en los años de la guerra civil española, y la segunda
guerra mundial, fue politizándose, ubicando sus posiciones en la defensa de la
democracia y la libertad, provocando
divisiones internas, que la fue fragmentando, y originando al mismo tiempo un
movimiento antifascista, que acompaño sus prácticas culturales hasta los
primeros años del peronismo en estas tierras. El nuevo rol del intelectual
comprometido que la Brasa
comenzó a practicar, y sus viejas ideas de la Reforma Universitaria
de la difusión del conocimiento a la sociedad, se reflejaron en el nacimiento
del riñón de esta agrupación, de grupos como la AIAPE , y el CLES (filiales
locales), que fueron sostenidas por
revistas, y agrupaciones menores de todo un frente liberal que se configuro en
Santiago del Estero. Para enfrentar no sólo el desafío del fascismo local, sino
también el avance del estado en el ámbito cultural, reflejado en sus políticas
culturales, que también impactaron en estos grupos liberales, en forma de
secesión a favor de este nuevo actor estatal que emergió para disputar la
hegemonía a las agrupaciones intelectuales del sector privado.
Daniel Guzmán. Licenciado en Historia, maestrando en la Maestria de estudios
sociales para América Latina, miembro del
proyecto “Historia de las ideas
en el siglo XX de Santiago del Estero. Revistas culturales.” (Dir. Dr.
Gustavo Carreras), UNSE.
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