La
teoría traumática o la hipótesis de seducción.
La
noción de trauma se encuentra en los orígenes del pensamiento freudiano ligado
al tratamiento de los síntomas histéricos. Su importancia etiológica en las
neurosis será puesta en primer plano hasta 1897, año en que Freud abandona la
convicción absoluta en la determinación causal traumática. Es a partir de este
desencanto que, se funda el edificio teórico propiamente psicoanalítico.
El
trauma será “revelado” por las histéricas en un dispositivo preciso: el método
hipnótico. La búsqueda de las motivaciones sintomáticas adquiere una dirección
regresiva a etapas cada vez más tempranas de la vida del sujeto, donde Freud
encuentra un denominador común: tanto en las neurosis traumáticas como en la
histeria de angustia existe un acontecimiento traumático que determina el síndrome
de repetición. Se trata siempre de uno o varios sucesos infantiles,
accidentales, que tienen un efecto especial en el psiquismo: el sobresalto, el susto, la sorpresa.
De
lo que se trata es de recuerdos
saturados de afecto, dirá Freud, que al permanecer inconscientes no logran
una adecuada descarga por la palabra o la motricidad y, actúan a modo de un cuerpo extraño. La rememoración tiene
aquí un papel capital, es el fundamento de la acción traumática y la vía de su
curación. Entonces no se trata de un suceso
traumático, sino de su símbolo mnémico
que actúa póstumamente, como si fuese un suceso presente. Entre el
acontecimiento y el recuerdo media la pubertad quedando el trauma definido más
bien por sus efectos retroactivos antes que por su acción violenta inmediata.
Lo que hay que retener de este momento de la teoría traumática son los
siguientes factores:
1) el
trauma es infantil, sexual, accidental y
provocado por un agente exterior. 2) Los efectos patógenos están ligados al
factor cuantitativo o desencadenamiento
afectivo que el aparato psíquico no logra suprimir o asimilar por medio de
la defensa normal. 3) Requiere de una bipartición temporal de donde se
desprende la eficacia a posteriori de
una memoria inconsciente.
El
trauma tiene así precisión cronológica, resuelve la pregunta por la causa de la
neurosis y remite a un hecho real
exterior. “Suceso funesto” describe Freud, confesado en la intimidad de la
hipnosis, como el abuso sexual de un adulto, en todos los casos: el padre.
Freud
se aferra a la “memoria fidedigna” de sus pacientes, se erige en testigo y
garante de la exactitud de los hechos relatados: “Existe, (…) toda una serie de
garantías de la realidad en las escenas sexuales infantiles” (Freud, 1896)
Lacan ironiza la función de la rememoración biográfica, indicando su alcance y
su límite: “¡Qué convincente era el proceso de la rememoración en las primeras
histéricas! Pero lo que había en esa rememoración no se podía saber desde el
principio: no se sabía que el deseo de la histérica era el deseo del padre,
deseo que tiene que ser sostenido en su estatus.” (Lacan, 1964)
Este
apoyo en el deseo del padre funciona en dos direcciones: en tanto Freud toma su
lugar, las histéricas, en beneficio de su deseo de saber “rememoraran hasta la
hez”; y por otro lado, el padre como seductor muestra la estructura histérica
del deseo como deseo del Otro.
Bien,
tenemos entonces una insistencia en Freud por demostrar, verificar la escena
perversa.
Lo
interesante es que de esta “primera mentira histérica” no se deduce que es el
yo del paciente quien engaña al analista, sino que el inconsciente mismo puede
ejercerse en el sentido del engaño. La joven homosexual es quien mejor enseñará
a Freud este desafío.
En
el futuro Freud se declara prudente con respecto a la función de la memoria, de
modo tal que los recuerdos infantiles tomarán el estatus de recuerdos encubridores. En 1899, la sospecha en relación a los recuerdos
conscientes ilumina el carácter defensivo de los mismos, todo recuerdo referido a la infancia es un efecto
transaccional de dos fuerzas psíquicas opuestas, análogo a los síntomas
neuróticos. Se concluye: la memoria, baluarte de las funciones del yo, posee un
estatuto sintomático. Entonces, la amnesia infantil debe concebirse como un
dato de estructura; Freud veía allí un tesoro a desenterrar, finalmente
encuentra mucho más de lo que iba a buscar.
El
naufragio de la etiología.
Con
estas palabras expresa Freud un viraje teórico radical, tal es así que debe
renunciar a una exigencia epistemológica fundamental: el apoyo en la realidad. Sin embargo, dice: “habremos de tener en
cuenta este nuevo hecho de imaginación de escenas traumáticas, y conceder a la realidad psíquica un lugar al lado de
la realidad práctica” (Freud, 1914) Este
momento de rectificación de la teoría hace a la identidad del psicoanálisis, en
tanto es necesario “abandonar la esperanza de resolver totalmente una neurosis
y la de establecer con certeza su etiología en la infancia”. (Freud, 1914) Es
decir, renunciar al furor curandis y,
a una explicación causal universal válida para todos los sujetos.
Michel Silvestre lee este pasaje de la teoría
de la seducción a la teoría del fantasma como la introducción en psicoanálisis
de la dimensión de la verdad.
De
lo que se trata es de sopesar aquello que para el sujeto tiene valor de verdad
y esto dependerá de su versión fantasmática. Cuando Freud habla de imaginación
no se refiere a lo ilusorio, sino a un guión que como tal tiene estructura
significante. En esta dirección nos guía Lacan al precisar que la verdad tiene
estructura de ficción: “lo ficticio, en efecto, no es por esencia lo engañoso,
sino, hablando estrictamente, lo que llamamos lo simbólico”. (Lacan, 1959)
La
construcción de la primera tópica nos descubre la hechura significante del inconsciente,
y al mismo tiempo vemos cómo, gradualmente, la noción de conflicto psíquico va a ocupar el lugar que antes ocupaba la noción
de trauma. Esto implica que el sujeto no es ya víctima irresponsable de un otro
acosador, sino que es responsable de aquello que soporta: la verdad de su
deseo. Freud no vacila: somos responsables hasta del contenido de nuestros
sueños. El síntoma neurótico responderá a una “hipocresía íntima”, intento de
solución de compromiso frente al empuje de un Wunsch inextinguible. La fantasía de seducción será el modo de
encubrir el autoerotismo infantil.
Este movimiento fundacional del psicoanálisis,
desde la etiología traumática a la noción de fantasía, constituye la inclusión
de una dimensión ética, en la que el sujeto responde por su deseo en la trama del
lenguaje.
Debemos
retener, por último, el factor económico del trauma, su eficacia patógena
reside allí, independientemente del contenido de la experiencia.
Liberado el trauma de sus ropajes infantiles
y novelados, queda reducido en el plano de la cantidad a una inercia pulsional
que amenaza la homeostasis. Esta exigencia, inasimilable, que perturba
francamente una regulación, es lo que Lacan va a definir como el encuentro con
lo real. Encuentro que desencadena la angustia,
único afecto que no tendrá por correlato un Otro engañado.
Bibliografía
Freud, S. (1895) Estudios
sobre la Histeria. Tomo I. Obras Completas. Biblioteca Nueva.
Freud, S. (1896) La
Etiología de la Histeria. Tomo I. Obras Completas. Biblioteca Nueva.
Freud, S. (1914) Historia
del Movimiento Psicoanalítico. Tomo II. Obras Completas. Biblioteca Nueva.
Freud, S. (1916-1917) Lecciones Introductorias al
Psicoanálisis. Parte III. La fijación al
trauma. Lo Inconsciente. Tomo II. Obras Completas. Biblioteca Nueva.
Lacan, J. (1959-1960) El Seminario Libro 7 La Ética del Psicoanálisis. Ed. Paidós
Lacan, J. (1964) El Seminario Libro 11 Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis.
Ed. Paidós.
Gisela
Yuse.
Psicóloga.
(UNT)
Miembro del Grupo
de Estudios Psicoanalíticos de Santiago del Estero
CePSI
“Eva Perón”
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